miércoles, 25 de abril de 2018

El VELOCIRAPTOR NO ERA TAN VELOCI




Hace tiempo, demasiado tiempo, que no escribo sobre dinosaurios, y mira tú por dónde esta semana me ha surgido la ocasión, tras una serie de animadas conversaciones en la red. Resulta que estoy preparando un vídeo de prueba con uno de mis primeros modelos de animales 3D: el Velociraptor mongoliensis que diseñé allá por 2009. Como ya ha llovido lo suyo desde entonces, me decidí a hacerle una buena revisión para pasarle la ITV, para lo cual he contado con la inestimable ayuda de algunos paleontólogos tuiteros, como CarlosDino y RaptorDanny .

Algunos de los cambios eran muy evidentes, al fin y al cabo nuestro conocimiento de estos animales ha mejorado notablemente y tenía claro que necesitaba cambiar radicalmente la articulación de los brazos y el plumaje. Además quería darle un aire mucho más aviano, ya que he ido tirando por ahí en los últimos años.

(Dicho sea de paso, también mi querida MariPili ha recibido un buen retoque de chapa y pintura, algo que llevaba demorando demasiado tiempo)

El caso es que tras todos los ajustes anatómicos, una buena limpieza de polígonos redundantes y algunos añadidos como las plumas de los brazos y el abanico de la cola, llegó el momento de ponerlo a andar, a ver qué tal funcionaba en movimiento. Carlos vio que algo no acababa de encajar en la cola y Danny me sugirió algunos ajustes basados en la estructura de varillas óseas que la mantiene rígida. Los cambios eran bastante sencillos y pronto tuvimos a nuestro pequeño dromeosaurio caminando con garbo y chulería. Además logré que la punta de la cola, con sus plumas, siguiera el movimiento del animal con bastante naturalidad, así que se resolvió pronto.


La parte más difícil surgió cuando puse a correr al dinosaurio. Por una parte había que reajustar los ángulos del femur en plena extensión, ya que los músculos caudales tirarían hacia atrás mucho más de lo que calculé inicialmente. Luego hubo que revisar el movimiento del cuello, ya que al principio tenía un bamboleo un poco extraño. El problema era que estaba usando como referencia las aves corredoras modernas, las ratites, y eso no acababa de funcionar, ya que las proporciones relativas de los huesos de las piernas eran muy diferentes. Al final a base de pensar un poco entre todos logré darle un ciclo de carrera razonable, bastante bien ajustado. Pero lo interesante fue lo que surgió durante la conversación.




En JurassicPark, cuando se habla de los velociraptores clonados por inGen, se comenta, entre otras cosas, que son veloces como guepardos. No es una idea surgida en la película: en los 80 ya se pensaba que los dromeosaurios eran animales muy rápidos y ágiles. Pues bien, para ajustar el ciclo de carrera necesito medir la distancia que recorre el animal en cada paso, y el resultado, dado el tamaño de velociraptor (que es mucho más pequeño que los de las pelis, apenas 2 metros de punta de la nariz a punta de la cola) es de 60 cm.

Yo mido 169 cm y cuando troto doy pasos de 90-100 cm. Dado que mi velocidad media al trote es de 10,8 kilómetros/hora, vengo a recorrer 180 metros por minuto, es decir, que doy entre 180 y 200 pasos por minuto. Si un velociraptor trotase a ese ritmo (un trote sostenido que le permitiría correr durante un par de horas sin agotarse) recorrería 200 x 60 cm en un minuto, es decir 120 metros, y su velocidad media sería de 7,2 km/hora. Dado que se trata de un animal de una complexion mucho más ligera que la de un humano, es probable que su ciclo de paso fuera más veloz y diera unos 300 pasos por minuto, lo que supondría la misma velocidad que hago yo, 10,8 km/hora.

Sölo hay dos caminos para aumentar la velocidad: alargar el paso o aumentar el ritmo. Nuestro dromeosaurio no puede alargar mucho el paso así que le toca mover las piernas más rápido. A 600 pasos por minuto, el velociraptor alcanzaría los 21.6 km. Para superar los 30 km/h tendría que dar 900 pasos por minuto, es decir 15 pasos por segundo. El correcaminos (no el de los dibujos, el de verdad) alcanza esa velocidad con una zancada que no llega a los 30 cm, y lo hace moviendo las piernas a tal velocidad que, literalmente, no se le ven los pies a menos que lo pasemos en slow motion, pero creo que para un velo eso no sería viable: su masa y su peso es muy superior a la de un correcaminos, y mover las piernas a esa velocidad le causaría daños en los tendones.
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No podemos medir la velocidad de los pasos de nuestro animal, pero una estimación razonable sería un máximo de 700-750 pasos por minuto, lo que implica que el velociraptor alcanzaría una velocidad punta de 25 km/hora.

Y el público suelta un ooooooh decepcionado. Vaya ñufla.

Este resultado no es sorprendente: el velociraptor es un animal paticorto: la longitud del tarso es muy inferior a la de la tibia y ésta sólo es un poco más larga que el fémur. Los animales velocistas como el guepardo, el caballo o el avestruz no tienen esas proporciones. Centrándonos en el avestruz, que sería el ejemplo más razonable al ser un bípedo*, sus tarsos  y tibia son larguísimos y el fémur, por el contrario, es muy reducido. Si vemos una de estas aves corriendo, comprobaremos que las ratites corren de rodilla para abajo, sin mover apenas el fémur. Es lógico, ya que la musculatura del fémur es pesada, y moverla supone un gasto energético muy grande (los humanos alargamos el paso a base de fémur, porque nuestro cuerpo está mejor adaptado al trote que a la velocidad)

Volvamos a JurassicPark. Aunque en la película se usó el término velociraptor (desde la segunda peli se dice raptores a secas) las proporciones de los animales que aparecen ahí corresponden a un Deinonychus**, un dromeosaurio que alcanza los 3,8 metros de largo y podría dar una zancada de 120 cm. Suponiendo que pudiera mantener la misma velocidad de paso que un velociraptor, su velocidad punta sería de 50 km/hora, pero hablamos de un animal de mayor tamaño y, en consecuencia, lo más sensato es calcular a la baja el número de pasos. Podemos estimar (de una forma bastante razonable) que al trote, dando 200 pasos por minuto, el deynonichus tendría una velocidad sostenible de 14,4 km/h y, en carrera, dando 500 pasos por minuto, llegaría a los 36 km/h, es decir, como un velocista jamaicano

No es una mala velocidad para un animal del tamaño de un humano, pero desde luego se queda muy por debajo de los 110 km/h del guepardo o los 70 del avestruz (que además corre durante más tiempo que el guepardo). Las crías de avestruz, de hecho, alcanzan los 50 km/h al mes de edad, así que, en lo que a velocidad punta se refiere, los dromeosaurios se nos quedan bastante por detrás. Las espectaculares escenas de los raptores de JP masacrando humanos no se sostienen, y menos aún las de esos animales saltando de un brinco sobre un tejado a dos pisos de altura.

Eso sí, hablamos de animales que podrían sostener una velocidad aceptable durante bastante tiempo. Puede que 14-15 km/hora no parezcan muy impresionantes, pero si un deinonychus pudiera sostener ese ritmo durante un par de horas acabaría por agotar a presas con mayor velocidad punta, sobre todo si, como siempre se ha supuesto, cazaban en grupo. La comparación más adecuada no sería, entonces, con un guepardo, sino con un lobo. De hecho los cánidos parecen un buen modelo para comparar, ya que el velociraptor vendría a ser como un zorro, no un gran velocista sino un animal capaz de virar casi en redondo sin decelerar, gracias al equilibrio que le proporciona su cola, justo como sucede con los dromeosaurios, con su cola rígida como un balancín. Agilidad, más que velocidad (aunque habría que ver si serían capaces de dar esos saltos volatineros con las patas por delante)

Puede que penséis que todo esto no son más que un montón de pajas mentales, pero la física es bastante inapelable: el nombre Velociraptor suena bello y descriptivo pero, parafraseando a mi querido Huxley, no resiste la fría crudeza de un feo y desagradable hecho:su paticortez.

Trotones, sí; ágiles, muy probablemente; peligrosos, puede... veloces, lo que se dice veloces... pues va a ser que no

* Un cuadrúpedo como el guepardo aumenta su velocidad gracias a la elasticidad de su columna. Un bípedo no tiene esa posibilidad
** Un poco mayores que un deinonychus, en realidad. O al menos más masivos. En la tercera película vemos ejemplares de 4 y 5 metros de largo

*** Hay dromeosaurios de mayor tamaño y, en consecuencia, mayor zancada, pero de nuevo habría que recalcular a la baja, por las cuestiones de masa

domingo, 1 de abril de 2018

VINCULOS (II) El árbol y los esclavos

Tras su periplo desde el Pacífico, Bligh se presentó ante una comisión de la Armada para declarar sobre el motín, que le exoneró y le devolvió su grado. Tras esto recibió el mando de un nuevo velero, el HMS Providence, y volvió a Tahití para completar su misión, transportando arboles del pan al Caribe entre 1791 y 1793. La misión se completó satisfactoriamente y con los ejemplares que se trasladaron en este y otros viajes, fue posible aclimatar la planta a las islas del Caribe, tal y como deseaban los plantadores antillanos, que no sólo confiaban en incrementar sus beneficios al abaratar la alimentación de sus esclavos, sino que también esperaban hacer pingües negocios vendiendo frutos del pan a los plantadores franceses.

Ambos planes fracasaron, y no porque el árbol no produjera suficiente fruto, sino porque mientras el Bounty iba y venía por el océano había tenido lugar la Toma de la Bastilla.

Las antillas francesas, inicialmente, quedaron al margen de los vientos revolucionarios, pero cuando rodó la cabeza de Luis XVI la situación en las colonias del Caribe empezó a convertirse en un polvorín. Los negros esclavos eran más de las cuatro quintas partes de la población, y los libertos y mulatos eran tan numerosos como los blancos. Cuando en 1790 se negó a los libertos el derecho al voto empezaron las revueltas y, llegado el momento, las haciendas azucareras ardieron por los cuatro costados tras el manifiesto del Bois Caiman. Tras una década de revueltas y baños de sangre, los antiguos esclavos lograron hacerse con el poder y proclamaron la República de Haití en 1804

Esa situación, como ya puede suponerse, no llenó de entusiasmo a los esclavistas ingleses, ya que la demografía de las Indias Orientales era muy parecida a la de sus vecinos. De hecho, tropas inglesas apoyaron en vano a los franceses durante las revueltas para intentar evitar lo que, a sus ojos, era la destrucción del orden natural del mundo, con los blancos en la parte de arriba. Es más, los ingleses empezaban a ver el humo bajo sus pies: en Jamaica había una importante población de negros independientes, la comunidad cimarrón, que ya habían combatido a los ingleses en 1739, y que volvieron a luchar en 1795.

El plan de usar los árboles del pan para multiplicar los beneficios de las colonias se vino a pique. Los esclavos, que pese al velo de silencio impuesto por sus amos sabían lo que estaba pasando en las islas francesas, se negaron a cosechar y comer los frutos. Con las guerras napoleónicas encima, la revuelta de Haití a las puertas y los cimarrones en armas, los hacendados ingleses no se atrevieron a emplear la fuerza para restablecer su autoridad y la idea quedó olvidada. La abolición del tráfico humano por parte del Parlamento en 1807 sólo marcó un paso más en el declive de las plantaciones, que llegó a su final cuando la esclavitud quedó definitivamente abolida en 1834 tras un nuevo y sangriento levantamiento de esclavos.

Los plantadores confiaban aún en mantener su modo de vida, usando a la población recién liberada como mano de obra barata y sin derechos reales, como sucedería décadas más tarde en el Sur de los Estados Unidos tras la guerra civil, pero la mayoría de los exesclavos se limitaron a abandonar las plantaciones y establecerse en el interior, lo más lejos posible de cualquier campo donde creciera la caña de azucar.

Y he aquí que la historia del Bounty y el capitán Bligh llega a su final, porque la aclimatación del árbol del pan, en sí, había sido tan exitosa que la planta, de forma bastante azarosa, se había extendido y asilvestrado a partir de los jardines botánicos y los viveros particulares, y los antiguos esclavos no tuvieron demasiados problemas en cultivarlo y aprovecharlo. Después de todo no lo habían rechazado en su momento porque fuera un mal alimento, sino porque aceptarlo en ese momento hubiera supuesto que además de trabajar de sol a sol en los campos de caña tendrían que haber cultivado y cosechado su propio alimento, y darle los mejores frutos parte a los hacendados para su venta. Pero ahora trabajaban para sí mismos, y con buenos resultados, ya que como hemos dicho antes, es una planta muy, muy productiva y pronto su uso se expandió por todo el Caribe.

Así que, si alguna vez viajáis a Jamaica, y os ofrecen a probar el fruto del árbol del pan* (que es delicioso y permite preparar una amplia variedad de platos) recordad que esas plantas no están ahí por casualidad, que las grandes historias del cine nos ocultan las partes más sucias, que ni el capitán Bligh era un monstruo ni el oficial Christian un héroe, que lo que sucede en un extremo del mundo puede influir al otro lado del globo, y que el ansia de libertad, una vez despierta, no puede pararse con cadenas, látigos ni pólvora.

*Si os ofrecen otros cultivos muy típicos de Jamaica eso ya a vuestro aire, aunque me dicen que también es un producto de gran calidad