viernes, 24 de julio de 2020

LA POLÍTICA DE LAS CINCO VECES o porqué la ambigüedad me parece una mala elección



Hoy, en una conversación en las redes, alguien preguntó en qué momento consideramos que alguien que no nos responde cuando intentamos hablarle pasa de nosotros. Yo respondí automáticamente, a partir de la quinta vez: es una norma que he aplicado desde los 18 años, casi a rajatabla

Resumidamente, si intento quedar (o hablar, o chatear) con una persona y ésta me da excusas para no hacerlo, a la quinta lo dejo correr.

Por supuesto si la primera vez me dice no tengo interés en ti no hay segunda. Esto no es un "El que la sigue la consigue" o "un no en realidad es un quizás". Sólo aplica cuando realmente no sé a qué atenerme

En general me ha servido, pero en cierta ocasión pasó algo raro. Es un recuerdo que tenía un poco de lado, pero me vino a la cabeza según respondí esa pregunta inicial.

En 1986 yo tenía 20 años y había quedado tres o cuatro veces con una compañera de la uni. Digamos que se llamaba Marta. Marta me gustaba, y me parecía que teníamos buena química.

Un finde, hacia el final del curso, le propuse vernos y me dijo que estaba estudiando y no tenia tiempo. Era época de exámenes y me pareció lógico. La llamé 10 dias después y tuve la misma respuesta.

Os recuerdo la fecha: 1986. No había móviles, ni redes sociales. Nos llamábamos desde el teléfono fijo o desde cabinas telefónicas (esas cosas que salen en las pelis viejunas y son como la Tardis pero en pequeñito)

La 5ª vez tuvo lugar seis, siete semanas después y ya no volví a llamarla. Cambié de escuela ese curso y no coincidimos en un tiempo.

Volví a encontrarme con Marta un año después. Me preguntó porqué no había vuelto a llamarla. Le expliqué que tras intentar verla varias veces y no conseguirlo, supuse que ella no estaba interesada y decidí no molestar más.

La breve conversación que siguió fue más o menos así:

_ Sí que me interesabas.

_ Si tú lo dices no voy a dudarlo, pero no me lo pareció.

_ Estaba de exámenes, por eso no podía quedar, no era una excusa.

_ De acuerdo, estabas de exámenes, pero en un mes y medio no encontraste un momento, no ya para tomar un café juntos, sino  para llamarme y charlar un poco. Y no me llamaste después, aunque tenías mi teléfono. 

_ Lo siento mucho, de verdad me interesabas.

_ Te agradezco que me lo digas, pero no me lo dijiste entonces, y yo no soy adivino.

En las películas, en un momento así deberían sonar violines y la pareja protagonista se besaría apasionadamente. Siento desengañaros: desde el momento en el que asumí (erróneamente) que Marta no estaba interesado en mí, mi propio interés se fue diluyendo. Seguía encontrándola atractiva y agradable, pero tras un año ya no sentía ningún deseo de volver a quedar con ella.

No recuerdo que volviéramos a vernos ni a hablar. Tampoco le di más importancia, no me quedó ninguna sensación de oportunidad perdida. A día de hoy sigo creyendo que actué correctamente con la información que tenía en ese momento.

La palabra clave es información. Yo sólo puedo tomar mis decisiones en base a la información que conozco. Tras nuestra conversación, entiendo que yo le gustaba, y que podríamos haber tenido una relación, pero la información que tenía un año antes decía justo lo contrario.

He visto cometer ese tipo de errores demasiado a menudo. Damos por supuesto que la gente va a intuir nuestros deseos o nuestras intenciones, pero eso sólo sucede en la ficción. Incluso ahora, con nuestras vidas expuestas permanentemente en las redes sociales, nadie va a adivinar lo que sentimos de forma mágica. Está el tópico del crush de quien te enamoras pero es un sueño imposible, y normalmente suele ser así, pero puede que sea así porque nunca le has dicho directamente, me gustas.

Reconozco que mi caso es un poco extremo. Soy un completo lerdo en lo que al lenguaje sutil se refiere: no soy capaz de entender las indirectas*. Pero en un mundo en el que 9 de cada 10 tuits intentan hacer gracia, es casi imposible distinguir cuando alguien te está hablando en serio salvo que te señale, directamente, que te hablan en serio.

Hace poco tuve un encuentro genial con un amiga. No hubo ambigüedades: ella preguntó, yo respondí, y pudimos disfrutar de una cita amable, intensa y bonita. Y no lo habríamos hecho si nos hubiéramos andado con ambigüedades o medias verdades.

No lo hagáis. No juguéis al misterio o a dar carrete. Es injusto para vosotros y para la otra persona. Y no hablo sólo de enamoramientos ni de sexo. Esto aplica para la amistad y, sobre todo, para la confianza.

Si alguien te importa, y crees que es recíproco, díselo sin rodeos ni máscaras. Lo peor que puede pasar es que te rechacen y, aunque un rechazo puede doler mucho, al final se va, porque es una puerta cerrada. En cambio, el dolor de dejar pasar algo tan hermoso como un amor o una amistad puede ser menos intenso, pero se queda dentro y puede llegar a pudrirse. Sobre todo si se van acumulando pequeños dolores, uno detrás del otro.

Y si por miedo, por juego, por pereza... dejáis pasar esa ocasión, no pasa nada: es legítimo. Pero asumid que no es culpa de la otra persona, que nadie es telépata, que somos responsables de nuestras decisiones y elecciones, no de las ajenas, y que las segundas oportunidades son extremadamente raras.

En la vida real, Harry nunca se reencontró con Sally.


*Por eso me enerva la idea de que un No no tiene porque significar realmente No. Yo no puedo permitirme ninguna ambigüedad al respecto, así que No, significa No en un 100% de los casos

sábado, 11 de julio de 2020

EL SECRETO DE LA SANDÍA Briconsejos para el verano


#LaFlama* ya está aquí en todo su esplendor, pero como no todo son desgracias la naturaleza, sabiamente ayudada por los horticultores, nos ofrece un paliativo contra el verano. La maravillosa, inconmesurable, refrescante y esférica SANDÍA, gloriosa cucurbitácea que nos permite sobrevivir a la canícula.

Salvo que seas un estadounidense cretino capaz de pagar por comer una sandía ahumada caliente. SÍ, EXISTE ESE TIPO DE GENTE, LES HE VISTO


Sandía caliente. Y luego os extrañáis de que voten a Trump. Pero volvamos a lo nuestro, que a día de hoy esa aberración no ha traspasado demasiado nuestras fronteras.

AHORA BIEN

La gente en general, lo que vendríamos a llamar el vulgo, se siente intimidada por la rotunda presencia física de esta fruta. Es por ello que los supermercados suelen ofrecer en piezas los ejemplares más pequeños, troceando los mayores en medias porciones.

Como fanático sandiófago, he desarrollado con los años un razonable conocimiento de esta jugosa ambrosía, y es raro que llegue a casa con una pieza sosa, ya sabéis, la odiosa sandía apepinada. No es imposible que me equivoque, a lo mejor una de cada 20 que compro me sale meh, pero es un porcentaje de éxito muy bueno.

Sin embargo no me veréis nunca agarrando una de esas pelotas vegetales y dándole palmadas a ver como suena. Yo JAMÁS he sido capaz de distinguir la madurez de una sandía por su frecuencia de vibración, no sé si son mejores las que insinúan un Si Bemol o las que tienden al Fa sostenido.

Si alguno de vosotros es capaz de seleccionar su sandía diapasón en mano, tiene mi aplauso, pero yo me decanto por un sistema mucho más directo y sencillo. Siempre escojo .... brrrrrrrrrrrrrrrrrr *redoble de tambores* ...la sandía MÁS GORDA que encuentre, preferiblemente de 8 kilos en adelante. La ideal oscila entre 9 y 10 kilos, ya que cada vez es más difícil encontrarlas de tamaño mayor.

Más de uno me diréis, ese consejo no me sirve, 8 kilos es mucho, yo quiero una sandía madura de 5 o 6 kilos como mucho.

Pues bien queridos lectores, esa sandía pequeña y madura de vuestros sueños es casi una entelequia, una imposibilidad cuántica. Pueden aparecer de forma ocasional, pero estadísticamente son casi inexistentes.

Os explico el problema: la sandía madura al sol, y en ese proceso, crece. Las sandías encanijadas no son así por azar, sino porque han recibido menos sol que las demás, luego además de pequeñajas, su porcentaje de azúcares es inferior. En un mismo sembrado, las sandías más gordas serán las más maduras SIEMPRE. 

Lo sé, es injusto, pero la naturaleza no entiende de injusticias.

Es que yo no me como una sandía de 8 kilos, me diréis, a lo que yo os responderé is qui yi ni mi cimi ini sindii di ichi kilis.

ESA AFIRMACIÓN ES DE COBARDES.

Si yo soy capaz de meterme 4 kg de sandía en una jornada vosotros también, lo que pasa es que os falta voluntad.

Pero asumiré que no todos gozáis de mi apetito sandiogargantuesco y buscaremos una solución que no sea obligaros a comer revólver en mano.

Mi consejo, si no os veis capaces de ir a por los grandes trofeos (insisto: jamás me ha salido sosa una sandía de 10 kilos) NO VAYÁIS JAMÁS A POR LAS CANIJAS

Tirad de medias piezas, que para eso os las ofrecen. Y para asegurar la jugada, fijaos en el peso: BUSCAD SIEMPRE LAS MEDIAS SANDÍAS POR ENCIMA DE 4 KILOS

Si hay alguna media de 5 kilos, A POR ELLA DE CABEZA.

Y si ni aún así estáis conformes, porque is qui ciitri kilis is michi piri mi id a cagar a los yuyos y dejad a las sandías en paz, ellas no son culpables de vuestros melindres.

Y yastá, no hay más secreto, en el tema sandías EL TAMAÑO SÍ IMPORTA

Pero antes de despedirnos, una anotación complementaria apoyada en las matemáticas

Si pese a todos mis consejos preferís comprar sandías talla pitufo OS ESTÁIS ESTAFANDO A VOSOTROS MISMOS

La sandía es una esfera de corteza llena de pulpa. La corteza viene a medir entre 1 y 2 cm de grosor, independientemente del tamaño de la sandía.

La superficie de una esfera se calcula mediante la fórmula S=4 π r 2

El volumen de una esfera se calcula mediante la fórmula S=3/4 π r 3

Es decir, al aumentar el radio de la sandía, su volumen (lo de dentro, lo rico) aumenta en un orden de magnitud más que lo de fuera, la corteza. Cuanto más grande es una sandía, mayor es la proporción de pulpa con respecto al peso

Por el contrario, cuanto más pequeña sea la sandía, la proporción de pulpa respecto al peso disminuye, es decir: SI COMPRÁIS SANDÍAS PEQUEÑAS, PAGÁIS MÁS CORTEZA Y MENOS PULPA

No me creáis a mí, haced los cálculos.

Y tampoco os enfadéis conmigo si vuestro mundo de fantasía con sandía pequeñas y sabrosas no existe. Yo no soy el culpable, son las frías matemáticas, LA INEXORABLE GEOMETRÍA.

Y ya, si me disculpáis, tengo una sandía de 8,75 kilos enfriándose en la nevera y oigo cómo me está llamando con voces sensuales. Y uno no es de piedra

Feliz Flama, amiguetes

* Para quien no conozca el término, #laFlama es un sustantivo sevillano que ha sido popularizado entre mis amistades por la sin par y pelirrojísima Maiko, a cuyos pies nos postramos con respeto