lunes, 26 de enero de 2015

CINCO HORAS CON MARIO (ENTRE LÍNEAS)


Como muchos de los lectores de mi edad, leí 5 Horas con Mario en el bachillerato, y disfruté. Me pareció una obra sorprendente, fluida y original. Y como muchos de mis compañeros, hice el análisis clásico. Delibes nos retrata las dos Españas que conviven dificultosamente hacia el final de la dictadura. La sociedad rancia y engreída, cubierta de telarañas y anclada en el pasado que encarna Carmen (nerviosa, incapaz de parar quieta, quejumbrosa), y el futuro, lleno de incertidumbre pero también de esperanza y dinamismo, de la mano de Mario (de cuerpo presente)

Es un retrato muy crudo. Carmen / Menchu desgrana una letanía de quejas y pullas, acumuladas durante veintitantos años de matrimonio, sobre su indefenso y difunto marido. Alardea de su devoción cristiana a la antigua, de sus linajudos orígenes, de su paciencia y fidelidad, de todas las privaciones a las que se ha sometido por amor a su marido, porque si ella hubiera querido, ja ¡si hubiera querido! Y en medio del bombardeo emerge un Mario virtuoso, comprometido, austero, inteligente, que no se preocupa de las apariencias y que, pese al silencio impuesto por la muerte, rebate uno tras otro los argumentos de su pesada viuda, dejando al descubierto su hipocresía e incapacidad.

Crudo, directo. Y fácil, muy fácil. Es tan sencillo apedrear a Carmen, si hasta ella dispara contra sí misma: en vez de llorar a su esposo, se preocupa porque sus grandes tetas se marcan mucho bajo el sueter (no son pechos de viuda) y de dar la vuelta a los libros para que no haya tantos lomos de colorines a la vista, que eso no hace luto.

Fácil, e injusto. Carmen no puede defenderse, nadie le ha enseñado a hacerlo. Y ese es el principal argumento en contra de Mario. Se supone que él es un intelectual, un docente preocupado por sus alumnos, consagrado al sagrado deber de educar ¿y su esposa es una analfabeta funcional? Algo no cuadra aquí.

Sí, es cierto, Carmen es superficial, y su frustración nace, en buena medida, de no poder aparentar. Pero ¿es culpable? La educaron para ser, precisamente, superficial: para aspirar al oropel, para darse aires y postín. Y, lógicamente, no ha disfrutado de eso al lado de Mario. Pero tampoco ha disfrutado de ninguna alternativa, porque él no se ha molestado en dársela.

Mario anota la Biblia, debate con los sacerdotes, busca más allá de la fe ciega. Pero no con Carmen, ella sólo conoce la apariencia de fe que le enseñaron de niña, y nadie parece haberse molestado en mostrarle otro modo de sentir la fe. Si tan importante es su cristianismo renovado para Mario ¿porqué no empezó por explicarselo a su mujer? ¿es que ella no merece la oportunidad de entender ese camino, en vez de seguirlo cogida de la correa de su marido?

Ella se burla, con sus amigas, de un relato escrito por Mario. La primera vez que lee uno. La primera vez ¿es que él está siempre tan ocupado que no ha compartido, siquiera, lo que escribe con su mujer?

Está claro que Carmen no ha crecido como persona y sigue siendo la misma niña bien que se casó con Mario. Pero ¿qué ha hecho él a lo largo de estos 25 años, para ayudarla a crecer?

Nada. No ha hecho nada. Le da lo mismo. Se casó con una ignorante y la ha mantenido ignorante. El sabio y comprometido Mario no tuvo una compañera, una igual, sino una criada que le mantuvo la casa limpia, los niños alimentados y la cama caliente. Y ni eso, en realidad...

la primera vez, te diste media vuelta y me dijiste buenas noches, me quedé fría, que nunca me hizo nadie un feo así... que es la pura verdad, Mario, que en seguida te pasa y a una la dejas con la miel en los labios, ni disfrutar

Nunca ha hecho hecho el amor con su mujer, simplemente se ha corrido en ella de cuando en cuando. Nunca se ha preocupado por su placer o sus sentimientos. Nunca ha pensado en sus necesidades.

Nunca le ha hablado.

Carmen habla y habla ante el cuerpo de su marido,  por fin él tiene que escucharla. Es una vida de frustración, de deseos insatisfechos, de impotencia, que por fin rompe los diques y se desborda. No piensa callar: lleva callando demasiado tiempo. Callando, y viendo como él dedica sus atenciones, su inteligencia a otras personas. Como Encarna. La comprensiva e inteligente Encarna, siempre rondando a Mario, porque Mario es tan especial...

Delibes se burla de los celos de Carmen, es evidente para todos los lectores que Mario nunca se ha acostado con Encarna ¿para qué, si para él la pasión es apenas un rápido culeo, media vuelta y a dormir? Pero Carmen tiene mucha más razón de la que cree, su marido le da a la amiga lo que le niega a su esposa: afecto, tiempo y atención.

Y sí, claro que Carmen odia a los libros. No es por sus cubiertas de alegres colores. No es por su ignorancia. Es porque Mario siempre prefirio los libros a su compañía. Porque un montón de papel era más importante para el gran intelectual que la persona a quien prometió amar ante ese Dios que tanto le preocupa.

¿Porqué se casaron? Menchu no tuvo elección, aunque pueda parecer otra cosa. Se enamoró de José María y, cuando éste faltó, sólo quedó su hermano Mario. O casada, o monja o solterona, esas eran sus opciones. Pero Mario podía elegir así que ¿porqué eligió a ese saco de defectos sin cerebro ni personalidad? ¿simplemente por sus tetas grandes?

La pulla final: Carmen sí buscó fuera lo que no le daba su esposo. Esa es la gran cruz sobre sus espaldas, quiso ser infiel y, aunque no lo hizo, no fue por su voluntad sino porque la dejaron, una vez más, con la miel en los labios.

Contra ella las piedras ¡adúltera!

Pobre Menchu. Frustrada, sin amor, sin pasión, sin vida propia. Sin voz. Y ahora que, por primera vez en su vida, puede hablar sin ataduras, su propia conciencia la aplasta, por haber soñado siquiera que su vida podría haber sido otra. Mario, que vivió para todos, salvo para ella, vuelve a hacerla callar.

Lo sé: 5 horas con Mario es una metáfora. Pero lo es en muchos más sentidos que los oficiales. Delibes eligió como culpable a la que menos culpa tenía. Mario, es cierto, encarna el futuro, pero ella encarna a aquellos a quienes se les niega todo, incluido el futuro.

Carmen se casó con don perfecto, y sólo era humana.