lunes, 9 de mayo de 2016

VA DE VIÑETAS El dibujante triste



Hay dibujantes buenos, algunos muy buenos, incluso, que te hacen sentir rabia, porque sabes que, hagas lo que hagas, nunca lograrás igualarles. 

Y están los titanes, frente a los que no hay envidia posible. No puedes envidiar a las montañas ni a las mareas. Sólo pasmarte ante ellas, admirarlas en silencio y, si acaso, aprender con humildad.

En 1983 compré de segunda mano el número 9 de Comix Internacional. La revista me gustó, y me fui haciendo con toda la colección, pero en esa primera compra, hubo una historieta que me impactó profundamente. Se llamaba (mal llamada*) Los Ojos y la Mente. Me sorprendió, porque el autor era el mismo que el de otra historia que había en el número, El Peregrino de las Estrellas, pero el estilo era muy, muy diferente. Entonces vi que, si bien el apellido era idéntico, el nombre difería. Una era de Enrique, el hijo, como supe poco después, y la otra era del padre. Fue mi primer contacto con Alberto Breccia.

Comix publicó algunas otras historias de Breccia, y algunos textos que me dieron pistas sobre lo que podía ir buscando. También compré un album recopilatorio con El Eternauta y una serie de historias cortas, así que ya tenía claro que ese dibujante había tenido una evolución gráfica increíble.

El boom de los magazines de comic estaba ya a punto de extinguirse, pero pude hacerme con varias colecciones completas, y entre ellas había unas revistas publicadas por dibujantes españoles, en plan autoedición, Rambla y su filial, Rambla quincenal. En esa última me encontré, asombrado, con Mort Cinder, de Breccia y Oesterheld. Poco después, mis amigos me regalaron, por mi cumpleaños, Los Mitos de Cthulhu, con guión de Buscaglia, y en años sucesivos me fui haciendo con todo lo que cayó en mis manos. Y fue mucho.

Es dificil describir a Breccia. Lo más antiguo que he visto suyo fue Vito Nervo, de primeros de los 50. El dibujo es muy bueno, sobrio, trazos duros y directos, expresionista, muy eficaz (los guiones de L. Wadel, por el contrario, son espantosos).

Y de pronto llega Sherlock Time, de la mano de Oesterheld**, probablemente el mejor narrador (que no guionista, sus guiones eran todo un desafío para los dibujantes, y pocos, aparte de Breccia y Solano López, supieron enterpretarle) que jamás ha escrito para los tebeos en castellano, o en el mundo. Es una obra atípica, con argumentos de tipo fantacientífico pero estilo puramente gótico. El dibujo de Breccia evoluciona, las sombras se intensifican, las formas se endurecen, los rostros ganan expresividad. El equipo repite en Ernie Pike, y el resultado es excelente, pero nada parece anticipar lo que vendrá después

Mort Cinder, que podría haber sido un remake de Sherlock Time, se convierte en la obra maestra de ambos autores***. Mort viaja adelante y atrás en el tiempo, ante los ojos asombrados de su amigo Ezra, el anticuario, y nosotros, los lectores. El prólogo juega con nuestra mente mediante una narrativa gráfica sólida, perfecta, desenvolviendo una historia increíble en apenas 5 páginas ****. La primera historia, los Ojos de Plomo, brota de las sombras, la segunda La Madre de Charlie, del barro. La Torre de Babel insinúa otros mundos en éste y las dos historias En la Penitenciaría dejan atrás la línea para jugar con la luz, la luz a través de los barrotes, contrastando con los trajes de presidiario, un juego asombroso de líneas perpendiculares que construyen formas y movimiento... y así hasta el alarde final, La Batalla de las Termópilas, tan bella que no me atrevo a intentar describirla.

Al dibujar Mort Cinder, Breccia deja atrás el dibujo: los rostros son esculturas. El de Ezra (¿el suyo propio?) se modela a fuerza de arrugas, el de Mort está tallado a cuchilladas, tajo a tajo

Tras Mort, Breccia buscará otros caminos: en Vida del Che y El Eternauta llegan los collages y otros recursos para reflejar lo que no puede mostrarse. Lo demuestra en Los Mitos, siendo el único dibujante que ha sido capaz de dibujar de la forma en la que narraba Lovecraft, insinuando, nunca desvelando.
Con Carlos Trillo, Breccia inicia una colaboración tan fructífera como la de Oesterheld. En El Viajero de Gris su estilo cambia vertiginosamente de una historia a otra, y en sólo seis relatos el trazo empieza a apoyarse en grises fluidos, casi plásticos. En todas sus dibujos vemos dolor, pero, sobre todo, melancolía. Breccia no es un hombre que dibuje alegre, su obra, incluso cuando la llena de luz, parece rodeada de lluvia
 
Los grises se vuelven sombras y tristeza en Un Tal Daneri. Breccia plasma la suciedad, la decadencia del Buenos Aires olvidado, el de las barriadas sin nombre, los garitos apestosos y escondidos, las almas arrastradas por la riada de la vida... si tuviera que salvar una sola obra de Breccia, sería Mort Cinder. Si me dejaran rescatar dos, la otra sería Un tal Daneri.

El Buscavidas sigue ahondando en la pobreza, rozando la tentación del realismo mágico, pero, afortunadamente, negándose a caer en él. Y antes de que podamos recuperar el aliento, La Gallina Degollada es un golpetazo tan brusco que casi no se puede creer que sea del mismo autor. Pinceladas gruesas y duras que, más que manchar el papel, lo rajan*****, y un argumento con apenas tres o cuatro palabras, que atraviesa nuestro pecho. Breccia ha alcanzado aquí, y en El Corazón Delator, tal economía de medios que puede usar la misma imagen, una y otra vez, para narrar sin perder ni un ápice de fuerza.

Al mismo tiempo, despliega un barroquismo húmedo y sangriento en la saga Perramus, aunque esta vez los solemnes (a veces pedantes) guiones de  Juan Sasturian , desmerecen el dibujo.

Un blanco y negro tan denso como la noche da paso a un color igual de deslumbrante en su oscuridad. Es Drácula, Dracul.. Vlad, Bah!, esta vez con guion propio, sin palabras y, más sorprendente aún, con humor. Aun más deslumbrante es su trabajo sobre los cuentos clásicos, donde, en vez de pintar, recorta retales de telas para componer historias, aparentemente infantiles, y escalofriantes en su crudeza sin concesiones.

El color le acompañará en sus últimos años. Breccia envejece pero no su arte ni su afán de experimentar. Su Lope de Aguirre es, junto al de su hijo****** lo único digno del desastre editorial organizado para los eventos del Quinto Centenario.

En 1992, Breccia se encontró con Will Eisner. Ya se conocían de vista, pero alguien tuvo la amabilidad de presentarlos y ofrecerles un intérprete. Pasaron unas horas juntos, hablando de... no lo sabemos, nadie quiso incomodarlos con una grabadora. Es mejor así: eran los últimos gigantes y se han ganado, sobradamente, nuestra admiración y respeto. Y eso incluye el respeto por su intimidad o su silencio.

O su tristeza

* El título real es El Viajero de Gris
**No me atrevo a hablar de Oesterheld, todo lo que os dijera se quedaría corto. Si queréis saber de él, escuchad el 28ª programa de Charrando de Tebeos
*** Breccia opinaba que era lo único bueno que había hecho jamás. QUizás porque esa historia está asociada a uno de los momentos más duros de su vida, la dolorosa agonía y muerte de su mujer.
**** En España esa historieta se ha editado mal SIEMPRE, ya que siempre se publican las páginas 3 y 4 en orden inverso ¿cómo es posible que nadie se haya molestado en corregirlo?
***** De hecho, a veces Breccia dibuja con cuchilla, raspando sus líneas sobre la tinta para hacer brotar el blanco del papel
****** Los tres hijos de Breccia son dibujantes, todos buenos, pero Enrique es verdaderamente genial.