martes, 31 de diciembre de 2019
SEGUIMOS RESPIRANDO
... pero no nos vendría mal un respiro
Porque menudo año, la leche.
Si tengo que resumir 2019 me salen 8 meses navegando contra el viento y sólo estos últimos cuatro pudiendo bajar un poco la guardia y dándole un respiro a los remeros.
Ha sido difícil en todos los aspectos. Para mí y para mis personas más íntimas. Enfermedades largas, cirugía, bullying, problemas familiares, problemas laborales, mudanzas... hemos pasado por momentos realmente duros, y sólo hemos logrado mantenernos a flote a base de esfuerzo, cuidados y atención.
Paradójicamente, eso es lo mejor de este año: que ante un montón de problemas seguidos y, demasiado a menudo, amontonados, todas hemos respondido sin esperar a que nos preguntaran. Sin pegas, sin excusas, funcionando como un equipo bien entrenado. O como varios. Porque cuando mi madre sufrió un accidente en primavera nadie hizo preguntas, los 5 nos organizamos de inmediato sin un roce, todos decididos a dejar las cosas, no como estaban antes del accidente, sino mejor. Y lo hemos logrado. Aunque también ha ayudado que nuestra madre siempre ha sabido adaptarse a los cambios. También ha sido duro para mi chica y su familia, y por ese lado igualmente nos hemos encontrado con algunas luces, trabajo en equipo, reconciliación y dos niñas saltimbanquis convertidas en grandes (y alborotadoras) amigas. Lazos que surgen donde no lo esperas.
Y nuestra red/polifamilia también ha respondido de inmediato a varias crisis graves, algunas simultáneas, lo que dice mucho de su fexibilidad y energía (Tendríais que ver a las chicas moviendo cajas y muebles como si no hubiera un mañana, o amedrentando capullos sin necesidad de desenfundar el bate de beisbol)
Ha habido proyectos truncados o aplazados, desengaños, caminos que no llevaban a ninguna parte... y una vez asumido que hay que pasar página, nuevos proyectos y nuevos caminos. Difíciles y de recorrido desconocido, pero mejor eso que quedarse enfangados en un lodazal hasta que el barro nos cubra ¿no?
A nivel personal, o mejor dicho individual, porque lo que afecta a mis personas más cercanas me afecta personalmente a mí, ha sido un periplo alrededor del sol muy estresante. No recordaba haber estado tan mal de salud en mucho tiempo. Empezó por una alergia que me cogió de sopetón y me dejó tocado durante buena parte de la primavera, y siguió con una lesión que me ha tenido medio año en barbecho corredor, pudiendo salir lo justo como para no perder del todo la forma, pero sin esforzarme ni una micra más de ahí. Parece que ya estoy recuperado, pero no me atrevo a tocar fanfarrias antes de llevar un mes seguido sin molestias.
El trabajo fue causa de mucha tensión. Por una parte, publiqué mi segundo monográfico de paleontología y, sin falsas modestias, creo que he superado (y mucho) el nivel que alcancé en 2018. Por la otra, en vez de descansar en los meses que siguieron me agobié con la falta de encargos y me comí el coco de mil maneras. Me estalló finalmente la cabeza cuando una publicación de renombre quiso publicar mi trabajo... gratis. Y tal y como lo hicieron me llegué a sentir mal por pretender que me pagasen por mi trabajo, como si les estuviera perjudicando con mi egoísmo.
A partir de ahí, por suerte, me centré. Ahora cojo encargos de todo tipo, no sólo de divulgación, y en estos momentos estoy embarcado en el primero de varios proyectos para el año que viene. Puede que necesitara que me estallara la cabeza, después de todo.
Y hasta logro disfrutar como un crío con pequeñas sorpresas, como una charla o un taller en Cuenca, acompañado de mis amores
No es exactamente trabajo, pero mi afición por la Historia me ha dado alguna alegría. Ha salido la segunda edición de mi primer libro, y tengo en marcha el quinto, no tan avanzado como debería, pero voy cogiendo ritmo. No creo que nunca pueda ganarme la vida escribiendo pero está bien saber que la editorial no ha perdido dinero conmigo. Y grabar mis primeros programas en solitario con AHistoria ha sido tenso pero divertido
Y por fin me he parado a mirarme con crudeza, y he visto cosas que no molan nada. No voy a empezar a gritar ¡contra mí las piedras! pero hay cosas que debo (y he empezado a) corregir.
Menudo año fui a elegir para salir del armario con mis hermanos y mis amigos. Pero total, una vez en medio del oleaje, no me iba de un chapuzón más o menos. Tras un chapuzón literal, por cierto, me reuní con una vieja amiga para decirnos todo lo que no nos dijimos en demasiado tiempo, lo torpes que fuimos (yo, desde luego, lo fui) y recordar lo mucho que nos echábamos de menos.
No todo ha sido catarsis. En estos meses he pasado buenos momentos con una persona que siempre está ahí y que sólo con estar me ha ayudado en los momentos más confusos de esta década que, contra todo pronóstico, ha resultado ser la más movida de mi vida, si exceptuamos el embarazo y los primeros años de nuestro hijo. Y, qué leches, ya nos íbamos mereciendo un poco de calma para disfrutarnos.
Y hablando de nuestro hijo, está a veces de un maduro y sensato que me asusto y me dan ganas de decirle ¿de qué planeta vienes y qué has hecho con mi adolescente? Y otras veces simplemente quiero abrazarle y decirle lo orgulloso que estoy de él por mucha vergüenza que le de.
Mi chica y yo nos regalamos unos días tranquilos cerca del mar, y de verdad nos hacía falta aislarnos un poco y dedicarnos sólo a nosotros. El finde friki padre/hija/nuera 😉 en Zaragoza fue otro regalazo, en compañía de gente estupenda de principio a fin, y ganas de volver pronto para volver a abrazarnos, qué carajo.
(Ojalá más tiempo para estar con las maravillosas personas que me rodean, pero soy afortunado de poder compartir de cuando en cuando una tarde con alguna de ellas)
Una aventura y un megacumpleaños han marcado el cierre de una etapa y el comienzo de la siguiente, con incertidumbre (otra vez) aunque ¿quién quería una vida previsible, M? Tú seguro que no. Y yo tampoco, para qué mentir.
Me he encontrado con una amistad inesperada, y una relación amable (gracias, Eva) Dos regalos a sumar al haber de 2019. Y esos últimos meses, cuando hemos podido bajar la guardia en todos los frentes, he empezado a respirar un poco más calmado. Lo necesitaba.
En resumen, y para no aburriros. El año termina mejor de lo que esperábamos hace unos meses. Mañana nuestras chicas y #putoperro™ vendrán a disfrutar del cambio de año a casa, y cogeremos fuerzas para hacer frente a lo que sea que nos traiga 2020.
Nuestra pequeña familia de Lilo y Stich sigue remando. Y eso es lo que de verdad me importa. En cuanto a lo demás... ya pensaremos cómo cruzar el próximo río cuando lleguemos a su orilla