lunes, 28 de noviembre de 2011

¿QUE NO QUERÍAS CALDO? TOMA DOS TAZAS



Estos días, la conferencia episcopal ha dado algunas recomendaciones al futuro gobierno del PP. Recomendaciones, por supuesto, no directrices, porque ellos sólo aconsejan. Una postura muy tradicional, de hecho. La inquisición no ejecutaba a sus reos, sólo los entregaba a la justicia civil, aconsejando algún remedio para la salvación de sus almas (como la hoguera, ideal para redimir al pecador más recalcitrante)

El caso es que nuestros queridos obispos están muy preocupados con la crisis. Y han encontrado la clave de nuestros problemas. Que no es la la codicia del capitalismo sin frenos, no, sino la pérdida de valores cristianos. Y, como no, han encontrado la solución a todos nuestros problemas: más clases de religión en colegios e institutos públicos.

Como respuesta a la actual situación de los mercados financieros puede parecer  insólita, pero es  que cuando la iglesia se refiere a la crisis, no habla de la misma crisis que el resto. O sea, hablamos de una organización que se embolsa 10000 millones de euros anuales de las arcas estatales, a ellos las dudas de los mercados se la sudan. No, los obispos se refieren a la suya propia, la que les ha llevado en menos de una generación de un 95% de católicos practicantes a un 40%. Sin embargo ambas crisis tienen una cosa en común, o mejor dicho, lo tienen las soluciones propuestas.

La crisis económica nace de la codicia de las entidades financieras ¿solución de los gobiernos? Echar dinero a paletadas en las fauces de esas entidades. Y para solucionar la crisis religiosa los obispos han acudido al consabido remedio de si no querías caldo, toma dos cazos.

La solución propuesta por la iglesia carece de eficacia. La gente no ha abandonado las iglesias porque una conspiración de judeomasones les haya forzado a renegar de su fe a punta de pistola, ni porque una oleada de racionalismo haya apagado la brillante llama de la fe. Lo ha hecho porque la religión es, literalmente, un muermo.

Existen pocas cosas más aburridas que asistir a misa a escuchar las mismas frases en el mismo orden con el mismo tono monocorde domingo tras domingo. Aguantar tres años de catequesis antes de la primera comunión, en general ofrecidas por señoras con demasiado tiempo libre y escasa cualificación intelectual resulta un verdadero ladrillo. Las clases de preparación al santo matrimonio son vistas por la mayoría de las parejas que se casan por la Iglesia como un tramite soporífero cuando no como una ocasión para los chistes y la hilaridad mal contenida, lo que hace que la mayoría procure saltárselas. Y para conseguir que la gente vuelva al redil el buen Rouco quiere meterles más de lo mismo, en dosis industriales, y además pretende que el tedio se universalice a costa del erario público.

Querido señor Varela ¿De verdad desea usted que la gente acuda en tropel a las iglesias? Empiece por quitar las telarañas, hombre de Dios. Adecéntelas con vivos colores, ofrezca una consumición decentita (la sagrada forma será sagrada, pero no llena nada) y ponga buena música, que el orfeón de ancianas acompañadas por la monja de la guitarra espanta al más pintado. Y dele vidilla a la misa, que más que una celebración parece una clase de gimnasia para la tercera edad (aún recuerdo mi pasmo cuando don Deogratias, el párroco de la Araucana en los 90, puso carteles para que la gente supiera cuando debía arrodillarse/sentarse/levantarse y lo hicieran al unísono y en buen orden)

Tome ejemplo de esas celebraciones evangélicas repletas de posesiones del Espíritu Santo, glosolalias y marcha, que uno no es creyente, pero cuando escucha una misa gospel  no puede tener los pies quietos. Y ya puestos, ponga un torno en la puerta  y cobre la entrada, a ver si así solucionamos el espinoso tema de la financiación eclesial.

Pero déjese ya de catequesis y clases de religión. Con eso sólo logra espantarse la clientela, porque si ya los niños de primaria acaban hartos de oir las mismas ñoñeces un día sí y otro también (y doy fe de ello*) en cuanto los chavales empiezan a notar las primeras fiebres hormonales, predicar la castidad y la abstinencia es el mejor modo de convertirse en objeto de burla y rechifla. Con lo que no sólo habrá que pagarle el sueldo al profesor, sino que además tendremos que financiar largas horas de terapia para que recuperen la autoestima entre curso y curso.

Hablando en plata, señores obispos, no es su dinero de ustedes el que se están gastando, así que al menos no lo desperdicien. Inviertan en algo eficaz, algo que de verdad atraiga feligreses. Ofrezcan una tapita con la comunión, vinito incluido, que eso de que el cura sea el único que bebe resulta de lo más injusto. Actualicen el cancionero, que ya nos lo sabemos. Pongan calefacción, que se les enfrían las viejecillas, y son su principal apoyo. Porque cuando se muera esta generación de abuelas se van a ver en un grave problema, ya que no hay relevo de ancianitas.

Y si se van a empeñar en meter clases de religión, intenten no amuermar a los niños, que luego se les escapan en cuanto hacen la comunión y les regalan la Play.  Y si no hay niños ¿a quién se follarán  evangelizarán entonces?

* V, compañera de mi hijo, hizo la comunión hace un par de años. Un mes después informó a su madre que había decidido cambiar de religión y pasarase a la de mi hijo. Cuando la madre me lo dijo, yo respondí, pero si mi hijo no va a religión y ella me dijo, pues eso, ha visto que no va a clase de religión, ni a catequesis, ni a misa, y ella tambien se apunta a lo mismo.

domingo, 20 de noviembre de 2011

CAZANDO TIGRES El combate de Ogledow


Lo que sigue es un breve extracto del texto que he estado escribiendo estos últimos años, sobre la historia de la PanzerWaffe, el Arma Acorazada alemana en la Segunda Guerra Mundial 

El primer batallón pesado armado con Pz VIB entró en acción en agosto, en el frente del Vístula. El 501 SpzAbt, tras perder sus Tiger I en los primeros combates de Bagration, fue retirado y reequipado con Tiger II. Se decidió emplear esta unidad en un contraataque contra la cabeza de puente de Sandomierz, en la orilla occidental del Vístula. La mañana del día 11 el batallón llegó por tren al apeadero de Kielce, a 50 km del frente.

Primero llegaron dos compañías con 20 Pz-VIB, apoyadas por otras dos de Pz IV. Les seguía un segundo convoy con una veintena de Tiger que se averiaron durante la marcha hasta el ferrocarril y fueron reparados a marchas forzadas.  El batallón recibió órdenes de atacar inmediatamente y la caída de la tarde arrancó motores tras una enérgica arenga por parte de su comandante, el mayor Von Legat:

¡Camaradas! ¡Tenemos el arma perfecta! ¡Esto no va a ser un combate, va a ser una cacería de ivanes!

Los carros, apoyados por varias compañías de panzergrenadier, avanzaron hacia los pueblos de Ogledow y Szydlow, recién ocupadas por tropas del VI Cuerpo Acorazado de Guardias. El núcleo de estas fuerzas estaba en Szydlow, con tres compañías de T-34 (entre ellos 15 T-34/85), una compañía de IS-II y algunos ISU-122. A fin de cubrir su flanco oriental, el teniente Alexander Oskin recibió la orden de llevar a cabo un reconocimiento en Ogledow con su T-34/85. Oskin se puso en marcha con un pelotón de tankodesantniki* en la trasera del vehículo. Se esperaba que los alemanes atacaran en cualquier momento.

Un avión alemán sobrevoló el área señalando blancos para la artillería. Le siguió una dura barrera preparatoria. Los soviéticos sabían que tras los cañonazos llegarían los panzer y se prepararon para la lucha.

Los fanáticos del Tiger, que babean contando con todo lujo de detalles el combate de Wittman en Villiers, cambian de tema al mencionárseles Ogledow. Poco después del amanecer, los carros del 501 se acercaron al pueblo para flanquear las posiciones soviéticas de Szydlow. Avanzaron por un pequeño valle que les ocultaba de la vista y reducía el ruido atronador de sus motores. De los 20 carros que habían iniciado la marcha, sólo llegaban ocho: el resto estaban averiados por el camino.

La patrulla vio a los alemanes sobre las 7 de la mañana. Un carrista inglés o americano se hubiera retirado a toda velocidad o habría pedido apoyo aéreo y artillero. Oskin se dispuso a cazar tigres.

En vez de enviar a los panzergrenadier a reconocer la zona, los alemanes adelantaron una patrulla de tres carros. Los gigantescos vehículos entraron en el pueblo sin encontrar resistencia.

Oskin creyó que los carros eran Panther (un error lógico dada la longitud del cañón y el frontal inclinado de los Tiger II) y camufló su vehículo en un maizal. Los fusileros cubrieron el T-34 de vegetación y tomaron posiciones. Cuando los panzer se acercaban, el teniente comprendió que debía tratarse de un nuevo carro pesado. Para su sorpresa los mastodontes marcharon de flanco hacia su posición y en vez de abrirse para cubrir el área, avanzaron en columna, como en un desfile. El primer Tiger pasó frente a ellos, a sólo 200 m de distancia, y ordenó abrir fuego contra el que le seguía.

El proyectil, con punta de Wolframio, penetró el lateral de la torre matando a la tripulación, pero el vehículo siguió andando. Oskin creyó que el tiro no había sido efectivo y descargó otros tres disparos sobre el enemigo, que empezó a arder. Habían transcurrido dos minutos.

El carro de cabeza se detuvo y apuntó hacia donde creía que se encontraba el enemigo, pero entre el polvo levantado por los cañonazos y la negra humareda que brotaba de su compañero no pudo localizar a los rusos. El T-34 disparó cuatro proyectiles. Tres rebotaron en la dura piel del frontal, el cuarto penetró el anillo de la torre y voló parte de la munición. El tercer Tiger dio media vuelta y trató de escapar. Con un estentóreo ¡Hurah! los soviéticos salieron del maizal entre una nube de fumígenos y se lanzaron tras el fugitivo. Un disparo alcanzó al Pz VIB en el motor. De los 15 carristas alemanes sólo 4 salieron de las humeantes carcasas, para ser capturados por los fusileros.

Al oír los disparos y ver que la patrulla no regresaba, Von Legat desistió de atravesar esa zona. En las dos horas siguientes se fueron incorporando algunos de los carros averiados por el camino y el 501 retomó la lucha, atacando las posiciones de Szydlow, donde las tropas soviéticas ofrecieron un caluroso recibimiento a los alemanes.

Cuatro Tiger avanzaron sobre las posiciones al norte del pueblo, pero se retiraron cuando un ISU 122 destruyó al carro líder. Una compañía de fusileros reforzó a Oskin justo antes de que los alemanes volvieran a intentar atravesar el lugar con siete Pz VI. Los ISU 122 destruyeron un carro y dañaron otro, frenando el ataque y destruyendo un tercero cuando los panzer se retiraban. Los IS-II dieron cuenta de cuatro carros más en varias escaramuzas en torno a Szydlow.

Al caer la tarde del día 13 los nazis se retiraron dejando sobre el terreno 14 Tiger, algunos de ellos en buen estado, para alegría de los soviéticos, que los enviaron de inmediato a Kubinka para estudiarlos.


 Al margen de las averías, los hombres del 501, en su mayoría carristas experimentados, actuaron de  forma muy irresponsable. Emplear los Tiger para hacer un reconocimiento sin infantería o lanzarse de cabeza sobre las posiciones enemigas fueron no ya errores, sino acciones suicidas. ¿Porqué se cometieron esos fallos?

La respuesta está en la propaganda. Los voceros alemanes magnificaron tanto el potencial de los Pz VI que sus tripulantes acabaron por creerse invulnerables. Al exponerse en campo abierto facilitaron el trabajo de los artilleros enemigos y la mayoría de las tripulaciones no tuvo una segunda oportunidad. Por otra parte los carros se lanzaron al combate a medida que se incorporaban al frente y los soviéticos pudieron dar cuenta del enemigo en pequeños grupos sin que en ningún momento hubiera suficiente fuerza reunida como para asegurar una ruptura.

Por contra los soviéticos combatieron con maestría. Los Guardias eran veteranos duros y fogueados, usaron bien sus recursos, aprovecharon los errores del enemigo, y quedaron dueños del campo de batalla.

El combate de Oskin en Ogledow tuvo un divertido epílogo. El informe al respecto enviado por el 501 SpzAbt explicó el fracaso inicial del 12 de agosto por la presencia de masivas defensas contracarro enemigas con abundancia de artillería pesada.

Un T-34, cinco carristas y un pelotón de fusileros.

* Literalmente, jinetes de carro. Eran fusileros que montaban sobre la espalda del vehículo, agarrados a las asas del chasis.

martes, 15 de noviembre de 2011

PALEOILUSTRACIÓN Imágenes y tópicos (II)


El deinonichus de Bahker o las fascinantes escenas de Henderson atrajeron la atención de la gente, pero la puntilla la dio Parque Jurásico. Los dinosaurios de Spielberg enterraron para siempre a los tópicos del siglo XIX y convirtieron el interés del público en una fiebre que ya dura dos décadas

Los dinosaurios virtuales venden, y los espectadores quieren ver dinosaurios, cuanto más realistas y activos, mejor. Conceptos como la extinción KT o la supervivencia de los terópodos avianos no habrian tomado cuerpo con tanta rapidez si el público no hubiera estado ya cautivada por los velocirraptores asesinos. Si queremos dar una noticia, o anunciar una nueva teoría, hay que hacer una recreación tridimensional, y cuanto más impactante sea ésta, más popular resultará.

Y llegamos a la parte mala. Cuando una imagen queda grabada en la imaginación, es muy difícil sacarla de ahí, y los dinosaurios de Spielberg han creado su propia iconografía: Los velociraptores son inteligentes como chimpancés, pero sólo piensan en matar de forma horrible e innecesariamente dolorosa, además de realizar proezas acrobáticas físicamente imposibles. Los tiranosaurios acuden al más mínimo sonido para devorar cualquier criatura que se mueva, ya sea una rubia gritona o un abogado con el vientre suelto. Los pterosaurios son monstruos alados sedientos de sangre y los mares prehistóricos están infestados de monstruos erizados de dientes que sólo piensan en emerger bajo los pies de cualquiera que se arriesgue a darse un baño.  Esa imagen se ha perpetuado en documentales con cierto halo de rigor como Walking whit Dinosaurs y en todo tipo de producciones que sólo buscan darle a la audiencia su ración de carnaza, a veces con un ligero barniz científico (como las series documentales Cazado por dinosaurios, dinosaurios combatientes, mares asesinos…y otras sin el más mínimo pudor, como la penosa Primeval, en la que hasta los dodos de Mauricio se convierten en letales asesinos.

Ahora mismo estamos en medio de otra lucha de tópicos, y no son pocos. Por poner sólo algún ejemplo, aún resulta difícil para mucha gente aceptar el concepto de los dinosaurios emplumados, porque las películas han obviado ese apartado, principalmente para evitarse costes adicionales: los dinosaurios de Ice Age 3 son tan pelones como los de Fantasía porque el público espera verlos así y los productores no quieren arriesgarse a defraudarlo. Cada vez que ilustro un dinosaurio aviano tengo que explicar a algún cliente que no, no es una fantasía y sí, es un hecho sostenido por el registro fósil. El topico de los pterosaurios feroces también es duro de roer: resulta difícil hacer comprender a la gente que un pescador de apenas 15 kilos de peso no podría atacar y devorar a un hombre adulto, mucho menos llevárselo en volandas. Pero bueno, seguimos en la brecha y la verdad, estoy impaciente por ver cual será la próxima idea absurda que nos encontraremos en el camino.

De momento la cosa no va tan mal como temía hace unos años. Hallazgos como el de Concavenator y las últimas hipótesis sobre el origen de las aves están sacando un poco del primer plano la imagen sanguinaria y feroz de los dinosaurios. T-rex empieza a ser visto como algo más que una absurda máquina de matar sin seso y el descubrimiento de células óseas y sanguíneas en algunos huesos es lo bastante fascinante como para darle un empujón mediático a los estudios más innovadores. Parece que, después de todo, hay material real lo bastante espectacular como para que no sea necesario acudir a los chorros de sangre y las vísceras desgarradas para interesar al público.

Pero el Monesvol dirá.

Antes de terminar, una advertencia por si alguien se siente atraído por este oficio: paciencia. Es laborioso, hay que mantenerse muy al día en un montón de campos dispares, el nivel de exigencia es muy alto y, por desgracia, si bien la recompensa personal es alta (para mí lo es), la económica resulta bastante escasa. A nivel social la cosa es aún peor: cuando le dices a alguien que te dedicas a dibujar dinosaurios lo primero que dicen es ¿Pero eso no lo hacen los ordenadores? Y cuando insistes en que no, que es tu trabajo, pasas a ser clasificado como un frikie infantiloide. No quiero desanimaros, pero a la hora de ligar, la frase ahora estoy modelando un onitosaurio provoca un cierto rechazo. Así que, ustedes mismos.

lunes, 14 de noviembre de 2011

PALEOILUSTRACIÓN Imágenes y tópicos (I)


Como ya sabréis los que habéis leído las entradas más antiguas, me gano la vida como ilustrador . Estoy especializado en divulgación científica y, si bien no me dedico a ello a tiempo completo, se me puede considerar un paleoilustrador razonablemente eficaz. Es decir: reconstruyo gráficamente seres ya extintos.  Este oficio nació de la mano de George Cuvier,  el hombre que acuñó el concepto de extinción. Los medios técnicos que empleamos hoy en día pueden parecer muy diferentes de los que usaban los primeros dibujantes de criaturas prehistóricas, pero la base sobre la que trabajamos sigue siendo la misma: la anatomía comparada.

El paleoilustrador trata de dar una imagen veraz a partir de los datos a su disposición. En teoría eso no debería suponer ningún problema más allá de las técnicas empleadas y el modo de cubrir los agujeros en la información disponible. Solventados estos aspectos, nuestro trabajo transmitirá adecuadamente esa información, tendrá un razonable interés divulgativo y, si ha sido ejecutado con buen gusto, un cierto valor estético.

Sin embargo hay un punto en el que, para bien y para mal, la paleoilustración tiene un valor más allá del realismo científico, su utilidad práctica o su belleza visual, y es su influencia a la hora de dar forma y peso a una idea. Somos primates, animales visuales: interpretamos el mundo a través de los ojos y una imagen puede grabar un concepto en nuestra mente con mucha más fuerza que un razonamiento o una evidencia científica.

Pensemos en los dinosaurios, los animales que más han cautivado la imaginación popular. La primera recreación conocida es la del desmesurado iguanodon lacertiforme de Gideon Mantell, de (Mantell calculó erróneamente 60 metros de longitud). El anatomista Richard Owen, que acuñó el término dinosaurio, corrigió a la baja esas medidas, pero la intimidante escultura (arriba) que encargó para el Cristal Palace de Londres parecía sacada de un bestiario medieval y deslumbró al público, lanzando a los reptiles gigantes al estrellato.

Owen quería mostrar a sus criaturas como animales muy avanzados, superreptiles, pero su reconstrucción fijó un concepto de los dinosaurios en el imaginario popular: titánicos, grotescos y brutales, un retrato que sobrevivió a las ideas de su creador y aplastó cualquier otro planteamiento al respecto, como su relación con las aves, anticipada por Huxley pero rechazada por los prejuicios de los demás científicos.

El siguiente intérprete de Iguanodon, Louis Dollo, manejó un volumen de información fósil asombroso, e incluso apreció el paralelismo entre la postura bípeda de las aves y la de los dinosaurios, pero no pudo sustraerse al influjo de Owen y recreó una suerte de canguro titánico, tan desgarbado como su antecesor cuadrúpedo. Esta idea se volvió arquetípica y las moles descerebradas quedaron firmemente anclada en las siguientes décadas gracias a grandes artistas como Zlinger, Charles Knight y Burian. Su iguanodon es, en esencia, el de Dollo. Inmenso, rígido, con sus manos abiertas y postura casi humanoide: una especie de Godzilla hervívoro.

Había otro tipo de imágenes en esos años en la que estos animales aparecen llenos de vida, ágiles y casi avianos, como las de Gerhard Heilmann, pero esos mismos autores insistieron después en el tópico y sus dibujos fueron apenas una gota de agua en el océano. Hasta 1940, cuando se estrenó la película Fantasía.

Cuando Disney planificó La consagración de la primavera decidió que sus dinosaurios debían tener vida para evitar que el público se aburriera, y sin saberlo puso los cimientos de una revolución conceptual. La escena contiene tópicos como el de los saurópodos acuáticos (min.13), pero está repleta de dinamismo. Los ornitomimidos (13'30'') se mueven con agilidad y archaeopteryx (12'45'') revolotea de un modo muy vivo  El combate a muerte (15`00``) entre alosaurus y estegosaurus y la procesión de los dinosaurios (19'30'') por un mundo agonizante cautivaron a niños y adolescentes de todo el mundo, que ya no veían criaturas absurdas, sino seres fascinantes. Niños que serían la cantera de los paleontólogos que cambiaron las cosas a finales de los 60. Cuando la generación de John Ostrom sacudió la paleontología a finales de los 60 el tópico estaba agonizando...

domingo, 6 de noviembre de 2011

LA EUTANASIA Y LOS CUIDADOS PALIATIVOS Una visión evangélica





Navegando por una hemeroteca, he topado con una noticia de hace unos años, sobre la que escribí brevemente en mis tiempos preblogueros. Ahora que vuelve a estar sobre la mesa el debate de la muerte digna, gracias a los marrulleos preelectorales de la Iglesia, me parece un buen momento para revisar y publicar de nuevo el tema, desde un punto de vista estrictamente histórico.

Preguntado por la triste historia de la ciudadana francesa Chantal Sébire, que reabrió el debate sobre la eutanasia en el país vecino, el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián Aguilar declaró durante la Semana Santa de 2008 que la francesa debería haber tomado ejemplo de Cristo, ya que el Hijo de Dios murió por nosotros de forma digna, sin recibir cuidados paliativos de ningún tipo.

Al margen de la evidente falta de sensibilidad del señor arzobispo, que no dudó en empañar la memoria de una persona recien fallecida con acusaciones de cobardía, y su empeño en sostener puntos de vista anclados en ese pasado en el que la Iglesia se consideraba dueña y señora de las almas de todo el mundo, el comentario de su Eminencia denota un sorprendente desconocimiento de los textos que nos han legado los Evangelistas y una visión teológica mal planteada. Una lectura atenta de los testimonios de Mateo, Lucas, Marcos y Juan nos permite extraer las siguientes conclusiones, puramente documentales.

1. Tras analizar cuidadosamente los Sagrados Evangelios aflora la evidencia de que los romanos, bajo presión del Sanedrín, decidieron CARGARSE a Jesús. Es decir, su intención al azotarlo, coronarlo de espinas, emplearlo como transportista de maderos y crucificarlo, era la de MATAR al muchacho.

Quizás monseñor Aguilar interprete que, habiendo Jesús estudiado en su juventud un módulo de carpintería, lo sucedido en el Gólgota pudo ser un encargo profesional que, por motivos ajenos a la narración neotestamentaria (probablemente relacionados con una defectuosa atención a la prevención laboral de riesgos), salió rematadamente mal. No obstante las pruebas documentales son claras: había intención declarada de ELIMINAR a Jesús.

2. Ahora bien, si uno ha decidido matar a una persona, es evidente que dispensar cuidados paliativos a dicha persona no es una premisa necesaria. Aún más, resultaría contraproducente. De haber actuado así, los hombres de Pilatos habrían demostrado ser unos rematados cabrones, puesto que la finalidad de la crucifixión era la defunción del condenado y la ayuda médica sólo hubiera servido para prolongar los sufrimientos del finado. Bien es cierto que la Inquisición solía aplicar cuidados médicos a sus pacientes a fin de que duraran más tiempo y no se les fueran de este mundo antes de las preceptivas sesiones de potro y hoguera, pero hay que reconocer que los romanos, a quien nadie podrá acusar de ser unas Hermanitas de la Caridad, en general no eran tan miserables e inhumanos como los obispos.

3. De ahí se sigue la conclusión de que DESGRACIADAMENTE Jesús no recibió cuidados paliativos, porque de haberlos recibido seguramente en vez de diñarla en apenas un par de horitas habría resistido el tiempo preceptivo para una muerte por crucifixión. Dado que el reo muere por asfixia una vez se agotan sus fuerzas y deja de sostenerse sobre la cruz, éste está estipulado en torno a las 36 horas, e incluso habría podido mantenerse sobre el madero un par de días con ayuda de algunos estimulantes. A primera vista esa circunstancia puede parecer desafortunada para el sujeto paciente (es decir, el susodicho crucificado) pero habría resultado un motivo de gozo y felicidad para la comunidad cristiana en general y un servidor de ustedes en particular, porque entonces en vez de una birria de puente de cuatro días podríamos disfrutar de una verdadera SEMANA SANTA casi completita, de Jueves Santo a Martes de Resurrección, ambos incluidos. Este alargamiento de la festividad hubiera sido especialmente bien recibido en Andalucía, comunidad de arraigado cristianismo pascual, ya que así sería factible sacar los pasos de Semana Santa sin prisas ni embotellamientos que desluzcan las fiestas.

4. Es decir: al no ofrecer cuidados paliativos a Jesús los romanos estaban PERJUDICANDO A TODA LA COMUNIDAD CRISTIANA, algo lógico dadas sus posteriores actuaciones al respecto entre los reinados de Nerón y Trajano. Luego BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA puede presentarse esa desatención médica como un ejemplo para los fieles.

5. Rematando esta argumentación, sólo nos queda anotar que, de acuerdo a los evangelistas, un soldado romano llamado Longinos, apiadado de los sufrimientos del Señor, le arreó un lanzazo en la parte superior del cuerpo, provocando una incisión punzante de entrada por la zona abdominal izquierda en dirección a la cavidad torácica que afectó a pulmones y corazón y produjo una parada cardiovascular en el condenado llamado Jesús, natural de Nazareth, a consecuencia de la cual pasó a mejor vida.

Esto viene a demostrar lo equívoco de las doctrinas eclesiales al respecto, puesto que el así llamado Hijo de Dios no recibió, bien es cierto, cuidados paliativos, pero sí una misericordiosa EUTANASIA, que es lo que demandaba Chantal Sébire. Y esto siempre ha sido reconocida por los Padres Fundadores de la institución católica, que no dudaron en elevar la lanza del citado Longinos a la categoría de objeto milagroso y sacro.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

EL DERECHO DE LA MUJER AL ORGASMO (en la Edad Media) III



(Sólo recordaros que la fuente de este y los dos textos precedentes es la HISTORIA MEDIEVAL DEL SEXO Y EL EROTISMO de Ana Martos)

A comienzos del Renacimiento, la situación parecía estable en lo referido al orgasmo femenino. Los textos de la época consideraban al gozo de la mujer garantía de estabilidad en la pareja y clave para la concepción. Todavía a mediados del siglo XVI Ambroise Paré opinaba que la esterilidad podía deberse a la ausencia de placer, lo que repercutiría en que la mujer no emitiría su propio esperma, y su cuerpo rechazaría el del hombre.

Pese a todo las posturas aristotélicas fueron abriéndose camino a los largo del siglo XVI, preparando el terreno para el desastre que llegaría en el XVII. Recordemos que la mayor parte de las opiniones de Aristóteles sobre la mujer eran profundamente despectivas, ya que consideraba que las hembras eran, en el mejor de los casos, un punto intermedio entre los animales y el hombre varón. Es decir, seres imperfectos, con menos huesos, menos dientes y menos inteligencia. No porque se hubiera molestado nunca en contar huesos y dientes o medir la inteligencia, sino porque, si la mujer era inferior, lo otro era una deducción natural.

En cuanto al tema de la concepción, el griego opinaba que el hijo era engendrado exclusivamente por la simiente masculina, actuando la mujer tan sólo como receptáculo, encargada de nutrir y permitir el crecimiento. Nada más. Eso volvía completamente innecesario el papel del supuesto semen femenino, que no sería sino un subproducto generado por la excitación, sin papel reproductivo. Y bueno, en eso sí tenemos que darle la razón al estigirita. Sí, los fluidos vaginales no intervienen en la formación del embrión, sólo contribuyen a la lubricación y a mejorar el ph de la cavidad genital, evitando la muerte de los espermatozoides antes de tiempo. Pero no podemos hablar de razón en el sentido racional, porque Aristóteles no se molestó en investigar nada al respecto, simplemente acertó de pura chiripa.

Esa chiripa fue viéndose confirmada en los primeros años de la ciencia, a finales del XVI y comienzos del XVII. Las primeras observaciones del espermatozoide en los primitivos microscopios hicieron creer que la simiente masculina era un diminuto homúnculo, agazapado en la cabeza del renacuajillo, que sólo necesitaba el fértil campo de la matriz para desarrollarse. Es decir, la responsabilidad de la progenie recaía en el hombre. Unos años antes se había descuvierto el óvulo, y la vieja polémica del esperma masculino frente al femenino reapareció, esta vez dividida entre ovistas y espermistas.

Al margen de esa disputa, la ausencia de semen en los fluidos femeninos era notoria, y eso dejó en evidencia el papel atribuido al orgasmo femenino. El placer de la mujer no era necesario para engendrar, luego el hombre ya no estaba obligado a buscar el placer de su pareja, limitándose al suyo propio. Es más, el gozo sexual fue estigmatizado, incluso dentro del matrimonio, y el que una mujer disfrutara del sexo paso a ser una mancha de lascivia y pecado. Una situación que se prolongaría hasta el siglo XX, ya que aunque a mediados del XIX el orgasmo femenino dejó de ser una trampa de Satán, los médicos decimonónicos lo etiquetaron como un desorden psicológico que debía ser curado o reprimido.

Y así cerramos nuestra extraña historia, bastante opuesta a lo que tradicionalmente nos han vendido los educadores. Lejos de ser un tiempo de represión sexual, la Edad Media resulta ser un periodo de fogosa carnalidad. Ajenos a los conocimientos de la anatomía moderna, los pensadores más avanzados defendieron el derecho de la mujer al placer, aunque fuera con argumentos erróneos. Por contra, el Renacimiento, tan lleno de luces y humanismo, trajo el fin del goce, con el firme apoyo de Aristóteles, y el advenimiento de la ciencia moderna remató la tarea, convirtiendo el placer de la mujer en una aberración a extirpar.

El gozo por la vida se reflejó en las letras en todo su esplendor por Europa a lo largo de los siglos XIII y XIV, y dio sus últimas coletadas en el XVI, de la mano de Ravelais. A partir de ahí el sexo se convirtió en materia de textos prohibidos y entró en la clandestinidad, como lo hizo el placer de la mujer al verse negado por doctores y filósofos. Quizás fue mejor así, poca alegría podría traernos una literatura picante en la que sólo disfrutan la mitad de los protagonistas.Pero no dejo de dolerme por tantos versos alegres y coloridos que nunca pudieron escribirse, y tantas personas que no pudieron expresar su gozo o incluso se lo negaron, sintiéndose sucias por disfrutar de su cuerpo.

No quiero terminar sin rendir homenaje a esos autores que no se recataron en cantar a la carne, con todo desparpajo. Del genial Alfonso Álvarez de Villasandino, DECIR CONTRA UNA DUEÑA, un divertido poema dedicado a una dama que se le hizo la estrecha.

Señora, pues que no puedo
abrevar el mi carajo
en este vuestro lavajo,
por demás es mi denuedo:
he perdido, segunt cuedo,
mi afán e mi trabajo,
si tras el vuestro destajo
non vos arregaço el ruedo.



Señora fermosa e rica,
yo querría recalcar
en ese vuestro alvañar
mi pixa qu’es grande o chica;
como el asno a la borrica
vos querría enamorar,
non vos ver, mas apalpar
yo deseo vuestra crica.


Señora, flor de madroño,
yo querría sin sospecho
tener mi carajo arrecho,
bien metido en vuestro coño.
Por ser señor de Logroño,
non deseo otro provecho
sinon foder coño estrecho
en estío o en otoño.


Señora, por fijo o fija
en vos querría haber,
más vos querría foder
que ser señor de Torija;
si meades por vedija,
fazedmelo entender,
que yo vos faré poner
atanquía en la verija.


Señora, en fin de razones,
yo me ternía por sapo
si el culo non vos atapo
con aquestos mis cojones,
e a los çinco empuxones
non vos remojaré el papo:
non me den limpio trapo
para enxugar los tajones.


Señora, quien mea o caga
non se debe espantar,
aunque se sienta apalpar
por delante o por de çaga;
la que tal bocado traga
como vos faré tragar,
non se debe despagar,
pues alguna bien se paga.


Señora, notad el modo
de aquesto que vos digo:
vos habedme por mendigo
si diez veces non vos fodo.
En vuestras ingles devodo,
que si subo en vuestro ombligo
de vos çerrar el postigo
non sé si será del todo.


Señora, sabed de çierto
que podedes bien a osadas
medir nueve o diez pulgadas
en mi mango grueso e yerto:
si yo con él vos açierto
a poder de cojonadas,
las sedas bien remojadas
serán d’ese boca-abierto.

Finida

Si vos fallo en descubierto,
como fodo a ventregadas,
veredes por las pisadas
que non duermo, antes despierto.

martes, 1 de noviembre de 2011

EL DERECHO DE LA MUJER AL ORGASMO (en la Edad Media) II


Si el marido estaba obligado a ofrecer placer a su mujer, toda ayuda sería poca, así que filósofos y poetas dedicaron amplios esfuerzos a ofrecer información al respecto. Y de nuevo contaron con la ayuda de los clásicos, como el insigne Aristófanes, maestro de lo obsceno y divertido (recordemos como las atenienses no dicen basta hasta que la Guerra del peloponeso corta el suministro de dildos). O los consejos de Ovidio y Marcial, que van de lo general a lo explícito.

Musulmanes y judíos aportaron su valiosa contribución, ya que en ambas culturas se consideraba que Dios bendecía el amor con el placer. Y no sólo el placer heterosexual, ya que autores como Ibn Yahya sostenían que el coíto es más saludable con muchachos que con mujeres. Y Avicena  afirmaba que el amor entre mujeres resulta un buen paliativo ante la falta de atención del marido.

El gran Maimónides menciona diversos afrodisíacos, pero pronto llega a la conclusión de que nada refuerza tanto la dureza del pene como la propia lujuria, y aconseja esforzarse en retrasar el propio placer para acompasarlo al de la mujer.

Sin ser tan explícitos ni abiertos de mente como sus colegas de otras religiones, los médicos europeos, a cuenta de garantizar la fertilidad de la mujer a través del placer, bebieron de esas y otras fuentes, empezando por su propia experiencia, para ilustrar a los cristianos de bien sobre los mejores modos de excitar a sus parejas antes de la follada propiamente dicha, repasando las diversas zonas del placer femenino y buscando modos de prolongar los juegos, facilitando el gozo simultáneo de ambos cónyuges. Eso sí, con preferencia de la postura clásica (el actual misionero) al final, para asegurar la adecuada retención del esperma en el interior de la mujer. Salvo en el caso de los hombres demasiado obesos, según Alberto magno. De ahí que, como se asevera en los Cuentos de Canterbury, nada podía ser pecado dentro del matrimonio...

¡Ay, esposa mía! Tengo que tomarme ciertas libertades contigo y ofenderte gravemente antes de que me una marital mente contigo. Pero, no obstante, recuerda esto: no hay buen artesano que efectúe una buena tarea apresuradamen te; por ello, tomémonos el tiempo necesario y hagámoslo bien. No importa el rato que estemos retozando: los dos estamos atados por el sagrado vínculo del himeneo -¡bendito sea este yugo!-, y nada de lo que hagamos puede ser peca do. Un hombre no puede pecar con su esposa -sería como cortarse con su propia daga-, pues la ley permite nuestros juegos amorosos. Por lo que él estuvo «trabajando» hasta que empezó a cla rear... 

Este estado feliz para los amantes del buen follar duró hasta el siglo XIV, cuando empezó a extenderse la nefasta influencia del pensador más dañino de la antigüedad. Porque el molesto Aristóteles no estaba de acuerdo con los padres de la medicina.

Algunos creen que la hembra emite su parte de esperma en el coito... pero no se trata de esperma, sino de una secreción local propia de la mujer.

Hasta ese momento Hipócrates y Galeno, y en su nombre Avicena, marcaban la pauta en cuanto a la anatomía del sexo, pero Aristóteles encontró su voz en Averroes, el médico cordobés. Éste decidió verificar las afirmaciones del estigirita y, comprobó que, en efecto, los testículos femeninos (los ovarios) eran más pequeños que los masculinos (en realidad no es así, pero la labia de Aristóteles podría hacer dudar de la redondez del sol a un observador poco atento) y no producían esperma, luego de acuerdo a las ideas de la época no intervenían en la reproducción. Eso dejaba al hombre como único aportador de semen, y, en consecuencia, dejaba a la mujer en el papel de simple receptáculo para la simiente masculina.

Averroes, además, comprobó que muchas mujeres reconocían no sentir placer en sus relaciones sexuales, pese a lo cual quedaban preñadas de forma regular por sus escasamente hábiles esposos. Por no mencionar la evidencia de que una mujer podía tener un hijo a consecuencia de una violación. En defensa de sus posiciones, los defensores del orgasmo como base de la fecundación adujeron que, en realidad, incluso una mujer violada brutalmente experimentaba placer en la cópula y podía quedar, en consecuencia, embarazada. Como es de suponer, ese argumento se empleó para acusar a las mujeres de consentir en la violación, volviéndolas de víctimas en culpables siempre y cuando quedaran embarazadas.

Por su parte, los contrarios a Galeno se esforzaron en sostener lo innecesario del placer femenino en el embarazo y la inutilidad real del esperma de la mujer, ya que éste carecería de espíritu ni fuerza vital, al contrario que el flujo de la regla, que nutriría al feto (la amenorrea durante el embarazo hizo creer a muchos que el embrión se alimentaba de la sangre menstrual). La causa del placer femenino empezó a tambalearse: si toda la responsabilidad del embarazo recaía sobre el hombre, el gozo femenino volvería a su vieja condición de pecado.

Alberto Magno, encargado de refutar a Averroes, adujo que el esperma femenino sí era necesario para auxiliar al masculino, encargándose de facilitar su entrada al útero. Así pues, aunque no era necesario que la mujer gozara durante la cópula, si lo era que tuviera placer en algún momento previo, a fin de disponer del esperma femenino necesario. Y así llegó el Renacimiento, con la disputa aún sobre la mesa y las posiciones claramente enfrentadas, aristotélicos a un lado, galénicos al otro.

(continuará)