miércoles, 2 de julio de 2014

VA DE VIÑETAS_Y SÓLO SON PATOS (II)


Barks no sólo era un maestro en los relatos largos. También dibujaba historias breves, y sabía aprovechar ese espacio. Dado que no podía desarrollar argumentos complejos, iba directamente a la acción, en la más pura tradición del slastick.

Sus historias cortas son pinceladas de cotidianeidad. Podemos ver a Donald trabajando de socorrista o bombero, o enfrentado a su vecino, mr. Jones, con quien comparte una larga historia de enemistad. Nos encontramos a los niños disfrutando de un rato de ocio en el campo, participando con su tío en un concurso radiofónico, o tramando alguna travesura que, inevitablemente, acaba recayendo sobre la cabeza de Donald. Vemos sus piques con su puñetero y afortunado primo Narciso, sus devaneos en torno a Daisy, o sus problemas con la autoridad. Porque Donald es un caracter fuerte, y eso a veces puede traer problemas.

También hay alusiones a días señalados, como Acción de gracias (sí, patos comiendo pavo, no pongáis esa cara, no hay de qué escandalizarse) y, a veces, pequeños detalles que complementan las historias largas.

Por ejemplo, en Gladstone's terrible secret descubrimos que el emperifollado Narciso tiene un oscuro pasado que esconder, y en Getting that Healthy, whelthy feeling, Gilito recuerda con nostalgia su infancia, y el día en que, por primera vez, ganó una moneda con su propio esfuerzo. Sí, esa moneda.

Vemos detalles prácticos, como el modo en que se valora una moneda rara, y en cierta ocasión (Some Heir over the Rainbow) descubrimos que Donald no es el heredero de Gilito: son los niños, que algún día deberán gestionar esa fortuna de nueve fantastillones, cuatro biliojillones un centrifugallón de dólares y 16 céntimos.

Todos estos pequeños detalles se perdieron a partir del 66, tras la jubilación de Barks. Todavía hizo guiones durante un tiempo para la Wester Publishing (la editorial que gestionaba los comics de Disney) pero pronto su trabajo fue reemplazado por otros autores, mediocres por no decir pésimos.

Los comics Disney decayeron y, finalmente, los derechos de producción fueron cedidos a una editorial italiana, Mondadori, que ya llevaba años publicando bajo licencia el material Disney y haciendo historias de producción nacional. El nivel de dibujo mejoró, y hubo algunas historias notables por su calidad gráfica y de guión (sobre todo las de Giorgio Cavazzano, un mago del dinamismo) pero la continuidad, la lógica del universo creado por Barks, se fue por el retrete.

Donald pasó a ser un gorrón holgazán y maltratador, que apaliza a sus sobrinos a la primera de cambio. Gilito se convirtió en un ser despreciable, un avaro miserable y estafador, sin el más mínimo escrúpulo. Daisy quedó como figurante sin personalidad... incluso la historicidad fue desechada: Gilito nace en Alaska y se vuelve rico antes de cumplir 20 años: todas sus aventuras de juventud fueron borradas de un plumazo. Todos los patos pasan a estar emparentados, Daisy es prima de Donald y de Narciso, los tres son sobrinos de Gilito...

Así habría quedado todo, pero en los 80, la editorial Gladstone publicó una reedición de Barks, y un dibujante llamado Don Rosa decidió hacer un homenaje a aquellas maravillosas aventuras. The Son of the Sun lo cambió todo. No era una copia, era, de nuevo, la aventura en estado puro.

Con ayuda de Barks, Rosa reunió todos los pequeños detalles, las pistas, los retales que había ido dejando el maestro en su trabajo, y dio forma a una saga monumental: life and times of Scrooge McDuck. Y fue un bombazo. Recibió premios, se editó por todo el mundo y dio origen a una nueva edad de oro para los patos. Conocimos la infancia de Gilito, a su familia, pobre y orgullosa, y su decisión de no rendirse jamás. Le vimos crecer y recorrer el mundo, entablando amistades* y enemistades, de aventura en aventura, siempre duro y honrado, hasta el día decisivo en que, en el Klondike, puso la primera piedra de su fortuna. Le vimos enamorarse y perder toda esperanza, sufrimos con él la muerte de su madre, y asistimos a la construcción del imperio McDuck. Vimos su pecado, el día negro en que olvidó su camino y perdió lo único que realmente importaba. Y le vimos recuperarlo, años después, enlazando magistralmente con la primera historia de Barks.

En los siguientes diez años Rosa revisitó y volvió a poner en pie el mundo de Barks, ampliándolo incluso**, y, como él, no se limitó a las grandes sagas: también volvió su mirada al día a día. Con premisas simples pero sólidas: Donald es un espíritu libre, un diógenes que sólo está dispuesto a complicarse la vida por sus sobrinos, por los que haría cualquier cosa. Igual que los niños harían cualquier cosa por su tío, al que adoran (salvo, quizás, ser tranquilos). Y todos siempre dispuestos a acudir cuando lo necesite el gran patriarca, Gilito, que nunca les confesará que lo único realmente valioso que posee, su verdadera riqueza, son ellos. Y que, aparte de trabajar duro, tiene otra habilidad, que descubrimos en Return to Xanadu***

Si tuviera que elegir dos historias de Rosa, tendría muchas dudas, pero creo que serían The Quest for Kalevala, una recreación de la gran saga de Finlandia, tan impresionante que los maestros fineses lo usan para enseñar a sus alumnos el sentido de su mitología nacional, y, The Dream of a Lifetime. En esta magistral historia, los Apandadores se introducen en la mente de Gilito dormido, convencidos de que soñará con su dinero y encontrarán las claves de sus cuentas bancarias. Ignoran que Gilito sueña, noche tras noche, con su vida, sus aventuras, sus amigos y enemigos.... junto a ellos y Donald (que acude en ayuda de su tío) vamos recorriendo escenarios y sentimientos, hasta el instante en que, por fin, siquiera en sueños, logra reunirse con su amor.

Barks nunca llegó a dibujar la última historia de Gilito, aunque le puso fecha. Rosa tampoco se atrevió a tanto. Solo sabemos que murió en 1967, centenario, y que, como no, fue en una aventura****.

Barks casi igualó en edad a su creación. Murió a los 99 años, en el cambio de siglo. Mientras trabajó nunca fue reconocido. La política de Disney era que todos los trabajos se firmaban como WaltDisney, así que sus lectores nunca conocieron su nombre ni su rostro, ni los de los demás autores que trabajaron a la vez que él.

Pero siempre supieron que había alguien especial tras esas historias de patos. Y, cuando se jubiló, la editorial recibió cientos de cartas de niños, que preguntaban, y cito textualmente...

Por favor ¿podría decirme si le ha pasado algo al dibujante bueno?

* Personas especiales, como el futuro presidente Teddy Roosevelt, con quien le unirá una amistad de décadas.
** Por ejemplo, al presentarnos a Matilda, hermana de Gilito, en A letter from Home. Su otra hermana, ya fallecida, era Hortense, la madre de Donald. 
***Hacer muñecas. Desde niño, ya que, con un trapo y un poco de madera, él hacía muñecas para sus hermanas.
****Hace un par de veranos me atreví a imaginar cómo sería esa aventura. Pero, aunque creo que logré construir un gran final, no llegaría a los talones a nada que imaginaran Carl o Don

No hay comentarios:

Publicar un comentario