lunes, 24 de junio de 2019

FALTAN RUBIAS EN OREGÓN



Conocí a M hará unos seis años, en una quedada en el primer Dinosaurio. No creo que se fijara en mí, pero yo sí me fijé en cómo se libró de un impresentable que había venido a boicotear esa reunión haciendo aspavientos: con firmeza, y sin acalorarse.

M es dura, y sabe poner en su sitio a los cretinos con una mirada. Dado que nunca me ha mirado de ese modo, quiero creer que no soy un cretino. También es resolutiva y valiente, y tiene una buena mente para el asesinato. Todo eso hace que su confianza sea un regalo muy valioso, y por una serie de casualidades y mi absurda buena suerte, ella me hizo ese regalo

Volví al Dinosaurio un par de veces más, pero no fui asiduo del lugar hasta que el Grupo de Lectura de Poliamor empezó a acudir allí. A partir de ese momento empezamos a saludarnos, hablar a menudo, reírnos... para cuando se inauguró el segundo Dinosaurio ya teníamos buena química personal. Las cosas seguirían siendo así, una agradable relación amistosa, de no ser porque mi chica y yo fuimos allí una tarde en la que había micrófono, y M fue de las personas que recitaron. Uno de sus poemas se nos cruzó en el camino y ya nada fue igual

Enamorarse por un poema ¿da puntos, o te hace merecedor de una tanda de capones?

Empezamos a quedar un par de semanas después, por causas que desconocí durante medio año* y así hemos seguido hasta hoy. Primero se consolidó nuestra amistad, le siguieron la confianza y la intimidad, y casi sin darnos cuenta cada uno se volvió espacio seguro para el otro: alguien con quien bajar las defensas, respirar sin miedo y resguardarse. Alguien que sirva de apoyo en una emergencia, y con quien planificar pequeñas y grandes locuras.

A lo tonto, nos hemos convertido en un buen equipo, y tengo la impresión de que eso desconcierta a mucha gente. Pueden entender que dos personas sean amantes, pero no les entra en la cabeza que se pueda ser mucho más sin sexo de por medio, así que quizás si que estamos un poco locos (o ellos aburridamente cuerdos)

Al margen de las emergencias compartimos risas, lágrimas, abrazos, noches de deliciosa ebriedad, nomadeos por el bosque, e inclemencias meteorológicas, desde temporales en la costa hasta tormentas de arena pasando por riadas. Todo sazonado por un amor compartido por la naturaleza, buen apetito, el placer de descubrir la belleza en lo pequeño y lo grande, y los brincos de un perrete que igual se lanza a correr como una liebre, te pone ojos de huérfano, o se arroja como una fiera sobre quien quiera que amenace a su mami.

Hoy M. empieza una nueva aventura que lleva gestándose un año. Me enorgullece haber participado en la preparación de Travelling Poems, un viaje desde Calgary hasta Alaska, atravesando las Rocosas, y el Yukón. En unas horas ella y su fiel peludete despegarán rumbo a los bosques más bellos del hemisferio Norte, a iluminarlos un poco más, si cabe, con poesía, paellas y buen humor. Eso sí, sin su mosquitera personal** pero espero que no les desangren los dípteros.

A su regreso lo celebraremos como debe ser, delante de una copa de vino y, por increíble que os parezca, conmigo en silencio, escuchando todas sus historias. Porque de eso van las aventuras: de dar forma a las historias.

Feliz vuelo, M y B. Da igual la distancia, nuestro lazo no se rompe porque nunca nos hemos sentido atados. Y aquí os espero, en Ítaca, dando forma a mis propias historias, a la espera de continuar escribiendo alguna a cuatro manos y cuatro patas

Sí, probablemente estemos bastante locos. Y ella tiene papeles que lo demuestran, así que le pueden ir dando a la cordura por donde nunca ve el sol.

Y en cuanto a la gente de Oregón, nunca me oiréis decir nada malo de ellos. Los de Oregón son la sal de la Tierra, siempre lo he dicho. Pero qué se le va a hacer, mala suerte, amigos de Oregón, tendréis que seguir esperando.

* El que empezáramos a vernos tuvo mucho que ver con mi chica, como conté de forma ligeramente novelada aquí.

**Ni pulseras ni repelentes, la única forma de evitar que te piquen los mosquitos es ir con alguien a quien los mosquitos piquen, y habitualmente ése soy yo.

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