sábado, 24 de febrero de 2024

Donde vivimos la magia




La magia existe. Mucha gente piensa que se trata de agitar una varita y pronunciar un hechizo. No, eso no funciona. La magia es la creación de un espacio y unas condiciones en las que suceden cosas estadísticamente improbables. Los magos profesionales, como Randy, Tamariz, Copperfield... lo hacen estimulando la mente de su público de forma que dejen a un lado su mirada analítica y se entreguen a la maravilla. Pero también puede surgir de forma no intencionada.

Marisol no es maga profesional, y no pensaba en ello cuando abrió su local en la calle Lavapiés. Pero, sin pretenderlo, creó un espacio en el que la magia era posible: El Dinosaurio Todavía Estaba Allí o, como pronto fue conocido, el Dino, a secas.

La clave no era el local en sí, sino ella. Es una mujer muy peculiar, con un carácter firme y una visión del mundo que no coincide con la de quienes la rodean. Cuando quiso escribir poesía la dijeron ¿qué sabes tú de poesía? lo que escribas no va a interesar a nadie. Cuando quiso seguir su camino, y no el que otras personas habían previsto para ella la dijeron ¿cambiar de vida, a tu edad? menuda locura. Y cuando quiso tener un local centrado en los buenos los vinos, la buena mesa y la poesía la dijeron ¿Abrir un bar? si tú no sabes nada de hostelería.

El primer Dino era pequeñito y cuqui
El primer Dino era pequeño y cuqui. Y perverso, pero esa es otra historia

Pues resulta que es una buena poeta (mejor de lo que ella misma cree) ha seguido su camino pese a todas las dificultades (y han sido muchas, y acompañadas de muchos dolores) y ha regentado un local de vinos y poesía (y excelentes platos con nombres sorprendentes) en el que la magia podía ser.

Ser, un verbo que no usamos con toda la intensidad que merece

Yo la conocí en 2012, en una quedada de Golfxs con Principios en el primer Dino (pasado un tiempo, decidió trasladarse a un local mayor, en la calle Ave María) y me dejó sorprendido por cómo lidió con un imbécil que había venido a montar un escándalo. Le hizo frente con firmeza y tranquilidad, y pensé, esa mujer tiene un buen par de ovarios.

Buenos no: buenísimos, y forrados de titanio. Pero eso lo supe más tarde.

Libre se escribe con M de Marisol

Empezamos a conocernos un poco mejor cuando nuestro Grupo de Lectura empezó a acudir al Dino, y no éramos la gente más rara que podías encontrarte ahí. Siendo ella una persona fuera de la norma, su local atraía a otras personas fuera de la norma. La policía debía flipar en colores cuando pasaba por esa calle los miércoles, cuando se celebraban las jornadas de Shibari para todos los públicos. El día que alguien empezó a atar a su modelo en la reja de la ventana, por la parte de fuera, pararon el coche y bajaron frotándose los ojos y buscando en el código qué delito se estaba cometiendo, porque eso debía ser delito ¿no?

Cuando abrió el segundo Dino ya nos teníamos confianza. Flirteábamos, nos reíamos, teníamos pequeñas charlas muy amenas, sacaba a pasear alguna vez a su perrete*... nos habíamos hecho amigos casi sin darnos cuenta. Y, cuando supo a qué me dedicaba, me propuso hacer una exposición de mi trabajo sobre dinosaurios en el Dino, que ahora era, además, una pequeña galería de arte y un espacio para presentaciones y recitales. 

Mi primera exposición, y mi hijo ya me sacaba media cabeza

Yo estaba seguro de que Marisa se sentiría muy a gusto en el Dino, y que ella y Marisol iban a gustarse. Así que un día fuimos allí. Casualmente era noche de poesía. Casualmente Marisol recitaba. Y, casualmente, escuché unos versos suyos que no conocía, y que me atravesaron el pecho y se clavaron bajo mis huesos. Casualmente o no, Marisol y Marisa tuvieron una conversación sin que yo lo supiera: ellas iniciaron una firme amistad y unas semanas después Marisol me llamó para proponerme una cita.

Si enamorarse por un poema no es magia, que baje Houdini y lo diga.

Una vez Marisol me dijo, siempre te veo con mujeres poderosas. Y ellas lo son

Así, en 2016, empezamos a ser pareja, y ya va para 8 años, para pasmo de mucha gente, que no entiende qué es lo que está pasando. Y de esa forma el Dino se convirtió en mi segundo hogar, y empecé a sentir y aceptar la magia.

La gente fuera de la norma atrae a más personas fuera de la norma. Y si se supera una cierta masa crítica, la magia surge. Para muestra, cuatro pinceladas

Una tarde, ella y yo estábamos hablando sobre si hacerse trenzas de estilo africano sería apropiación cultural, y de pronto entró una diosa. Sí, una diosa en forma humana que resolvió nuestras dudas. Y aún volvió un par de veces más, quizás porque quiso bendecirnos con su presencia antes de volver a su panteón, o porque le entusiasmó el plato secreto que Marisol sólo ofrecía a las personas especiales.

En un maravilloso aniversaurio intimamos con una artista que parecía vivir entre dos mundos, y fuimos amigos, apoyo y familia hasta que, una buena mañana, desapareció sin dejar rastro. Quiero creer que regresó a la parte de su vida de la que nunca nos hablaba y que estará bien. Ojalá leas algún día estas palabras, C.

Una tarde de poco movimiento, justo cuando ella se estaba planteando adelantar el cierre, vino un chaval a preguntar si habría sitio para tomar unas copas y tapeo, y acto seguido una docena  larga de paleontólogos entraron y se adueñaron del local. Entre ellos yo tenía algunos conocidos, y se quedaron muy sorprendidos al verme ahí.

Hemos llorado todos juntos, sin pretenderlo pero sin poder resistirnos, a moco tendido, mientras una mujer entonaba en el escenario Canto a la Libertad, de Labordeta. Y luego, aun llorando, nos abrazamos unos a otros, conocidos y desconocidos.


Como digo, me he pasado ahí buena parte de mis días en los últimos 7 años. He sido cliente, masajista, limpiador, recadero, camarero, pinche... creo que lo único que no he hecho es servir cervezas. He comido y cenado de lujo, compartido magníficos debates, reuniones estupendas, disfrutado de recitales y lecturas geniales, hecho amigos y amigas, cuidado a una niña que, de alguna forma, se convirtió en mi hija, reído, llorado, bailado, me he indignado, he celebrado varios cumpleaños, uno de ellos por sorpresa... y me he subido más de una vez al escenario, como podéis comprobar aquí.

Y, por asombroso que resulte, no me han apedreado

El Dino ha sido un rincón seguro para personas que no se sentían seguras ni en su casa. Ha sido un espacio LGTB permanente, no sólo en la semana del Orgullo. Ha sido punto de encuentro y escenario, photocall, referencia para muchos y sorpresa para muchos otros. Se nos han juntado cenas familiares con sesiones de cuerdas, tardes de dibujo con charlas sobre sexo, akelarres feministas** y noches de danza vikinga.

También conocí en el Dino a Eva, mi amigaamada, y allí fuimos tejiendo una amistad que un día resultó ser amor. Así que si hoy estoy casado tres veces es porque un día Marisol abrió el Dino.

Allí hemos sido familia. Simple y llanamente.

Por desgracia, quienes no conocierais de antes el Dino ya no lo podréis descubrir. Todo tiene un final, y, tras una década llena de emociones (y agotadora) Marisol ha echado el cierre y terminado esa aventura para empezar con otras nuevas. Porque así como hay que saber construir, también es bueno saber cuando soltar. Además, la magia, como he dicho, no depende de un espacio físico, sino que la hacemos nosotros. Y una vez la conoces, ya no te abandona.

El último aniversaurio fue, finalmente, el último. Con risas, canciones y baile. Y, sobre todo, amor

No sé qué vendrá ahora, y eso es lo mejor. Vivir sabiendo cual será el siguiente paso es aburrido, yo prefiero disfrutar la próxima sorpresa, y eso es otra cosa que me ha enseñado el Dino: que vale la pena sorprenderse.

* Blue merece una entrada aparte, así que hoy no le mencionaré más

** En una presentación del Manifiesto Scum Silvia, una amiga que hice ahí (y qué paciencia tuviste, Silvia) me pidió que fuera como representante masculino por si a las asistentes les apetecía linchar a alguien. Y allá que fui.


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