Esta entrada (sólo la entrada, no seáis mal pensados) está dedicada a una estupenda muchacha, Itzi, que me sugirió escribir sobre la felicidad de la autosatisfacción. Un beso, morena.
Hacerse una paja, una gayola, una gallarda, un dedito, una alemana, tocarse la colita, rascarse el chichi, darle al manubrio, follarse la mano, sacarle brillo al dedo, pulir madera, meneársela, frotar la pepitilla, acudir al autoservicio, cinco contra el calvo, hacerse la pinza... existen pocas actividades más agradables para nuestros ratos de ocio en soledad que la de ofrecernos a nosotros mismo un poco de cariño, bajo la forma de suaves caricias.
No se requieren especiales habilidades físicas o intelectuales. Sólo necesitamos un poco de tiempo libre (mala cosa, las prisas) un ambiente tranquilo, intimidad* y una mínima cultura genital.
El coste se adapta a cualquier bolsillo, Podemos usar nuestra fantasía, sin más gasto que unos cleenex (sobre todo en el caso masculino, higiene ante todo) o lanzarnos a la búsqueda de documentación, bien navegando por la red (voy a tener suerte) o entre esos documentos almacenados en una carpeta llamada Varios, usualmente guardada dentro de otra carpeta denominada Complementos, escondida a su vez en una de nombre Miscelánea que aparece al abrir el archivo Sin interés, depositado en el directorio de documentos del administrador. Sí, esa carpeta cuya existencia niegan todos los hombres.
Ya sea mediante un archivo cuidadosamente clasificado, o dejándonos llevar por los azares de la web, es posible dedicarse al onanismo sin más gastos que los derivados del consumo eléctrico y nuestra cuenta de internet. Se requirirían varias vidas, muchas manos, y toneladas de cleenex para repasar toda lo que la gente, desinteresadamente, ha subido a la red en los últimos años. Por cierto que un acumulador obsesivo de pornografía suele ser considerado un pajillero, pero al poner su erudición a disposición de la comunidad, pasa a convertirse en un suministrador de contenidos. Dónde va a parar.
Por supuesto, es posible acudir a canales de pago, algunos de gran calidad, o incluir en la cesta de la compra juguetes para uso personal, dual o comunal. Pero incluso en esas condiciones no hay que gastar demasiado para pajearse como un mandril (o mandrila) aburrido.
La masturbación no sólo resulta económica. Es, además, útil. Nos permite explorar nuestra anatomía y sus posibilidades. Descarga tensiones y relaja**. Practicada en pareja (o tercetos, cuartetos...) mejora el mutuo conocimiento del cuerpo. Y, en los hombres, favorece la fertilidad. Hay quien piensa que el embarazo requiere testículos llenos a rebosar. Craso error, porque los espermatozoides tienen un ciclo de vida muy corto. Mejor menealla diariamente, para estimular la producción. Un ejército de soldaditos seniles y cansinos no es rival para un selecto comando de jóvenes y vigorosos buceadores.
Y encima, te corres. ¿Qué más podríamos pedir?
Por ejemplo, que nos dejaran masturbarnos en paz. Desde el advenimiento del monoteísmo, la sociedad ha señalado con su dedo al masturbador. Da igual la confesión, todas las jerarquías han condenado en términos atroces el placer personal. San Agustín , personaje desagradable y reprimido donde los haya, declaraba que el vicio solitario era peor a ojos de Dios que la violación o el adulterio. Beda el Venerable, por lo demás un varón de gran sensatez, imponía siete años de penitencia a las masturbadoras.
Esta obsesión por el frotamiento se contagió a las leyes y las normas médicas. Hasta bien entrado nuestro siglo, se consideraba que la masturbación era una peligrosa desviación, culpable de los más terribles estragos. Los médicos decimonónicos recomendaban el empleo de ataduras y guantes rasposos para evitar que los jóvenes destruyeran su salud por las noches. Una solución parcial, porque no podían recomendar directamente la castración. Para compensar, castraban a las mujeres, ya que la extirpación del clítoris y los labios mayores se consideraba una excelente terapia para proteger a las muchachas de la perdición.
¿Qué males eran estos, que requerían medidas tan radicales? Aristóteles, preclaro filósofo, afirmaba, entre otras muchas majaderías, que el semen procedía del cerebro, luego el masturbador corre el riesgo de quedarse sin médula. Así, gotica a gotica. Esa pérdida de fluidos espinales apareja estúpidez, ceguera y parálisis. Por otra parte el joven onanista consume sus fuerzas de forma peligrosa, con lo que no sólo su crecimiento es escaso sino que llega a la madurez prematuramente envejecido, tísico y anquilosado. Por añadidura su piel se cubre de granos purulentos y el cabello empieza a caer a temprana edad.
Pues no sé ustedes, pero un servidor se la ha pelado de forma entusiasta desde los doce años hasta hoy, y de momento sigo vivo.
Bueno, muy alto no soy, y la coronilla me clarea, pero nunca fui una mazorca granulienta y sólo tuve las espinillas justas para entretenerme ante el espejo. La miopía no cuenta, ya que tuve gafas antes de mi primera gayola. Respiro bien, como con buen apetito, me conservo ágil gracias al Pilates, duermo con placidez y mi intelecto sigue bien vivo. Y mi médula, hasta donde sé, no ha perdido ni un cachito, así que, en su conjunto, puedo rechazar los argumentos clásicos.
De joven, cuando aún me declaraba cristiano y acudía semanalmente a confesarme (entre confesión y confesión, caían como una docena de pajas), el párroco, don DeoGratias, me decía que estaba corriendo un grave peligro, ya que físicamente podía estar agotando mis posibilidades y al llegar la madurez no podría realizarme sexualmente. Ponía como ejemplo el caso del atleta que se pasa de entrenamiento. Debo reconocer que el planteamiento era astuto, ya que no aludía al pecado, pero me temo que el buen hombre no estaba muy puesto en fisiología o deporte. A ver, ¿acaso antes de un partido, un equipo de futbol se entrena no jugando al fútbol? Hasta donde yo sé, el equipo se pone en forma jugando contra sí mismo.
Querido Don Deogratias, si está usted leyéndome (que todo podría ser), sepa usted que, si bien ya no salgo a tres diarias, como en mis buenos tiempos, mi polla y yo mantenemos una amistosa relación, repleta de alegres zarandeos. Y de momento no parece que las reservas se estén agotando. Así pues, espero que haya encontrado mejores argumentos porque, lo que es yo, pienso seguir tocando la zambomba hasta el momento de mi muerte. Excepto si logro morir follando, claro.
(Continuará, en cuanto acabe una cosilla que me traigo entre manos)
*Salvo que uno guste de ofrecer un espectáculo público, previo acuerdo de los asistentes al evento, por supuesto
** No siempre. Hay un cierto estado de ánimo nervioso que no se relaja mediante la masturbación, pudiendo ésta incluso emperorarlo. Por suerte no lo he sufrido a menudo.
Peñas, eres cojonudo.
ResponderEliminarGracias. Muchas gracias.
Halagada quedo.
Océanos de amor.
Nunca había visto una forma tan natural y divertida de referirse al asunto masturbatorio.
ResponderEliminarMuy buen post!
En la segunda parte hablaremos de los terribles males que amenazaban a las damas onanistas. ¡Escalofríos, terror, sorpresas, todo esto y mucho más en la próxima entrega!
ResponderEliminar"sepa usted que, si bien ya no salgo a tres diarias, como en mis buenos tiempos, mi polla y yo mantenemos una amistosa relación, repleta de alegres zarandeos"
ResponderEliminarMe parto la polla xD
Frase de San Agustín, que viene al pelo: "Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos"
ResponderEliminar(http://www.proverbia.net/citasautor.asp?autor=7)
Es algo que nunca me ha llamado la atención.
ResponderEliminarQ Crack!
ResponderEliminarComo decía un amigo, me dejaré de hacer pajas cuando me pongan gafas.
ResponderEliminarPajilleo, divino tesoro.
Un placer leerte ;)
ResponderEliminarBuena entrada si señor!
ResponderEliminarComo dice HDH, nunca había visto una forma tan natural y divertida de referirse a la masturbación.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarDemasiado larga la entrada para tratar sobre mastubación, yo no tardo tanto.
ResponderEliminarHay que mimarse, más, digo!
ResponderEliminarMuy buena, Peñas, me he reído a carcajadas y hoy lo necesitaba.
¿QUién te dice que fue sólo una? ;-P
ResponderEliminarEspero que te guste la siguiente, Clara, irá por vosotras, que hasta en esto nos dáis sopas con honda.
ResponderEliminarYo también quiero morir follando o dándome lo mío, entregada hasta el final. No me imagino una despedida mejor :'
ResponderEliminar¡Segunda parte ya!
No dejas nunca de sorprenderme. Te auguro un éxito similar al del clítoris con esta entrada. Besos!
ResponderEliminarMaría
Si llegado el momento anduviéramos juntos, Sovcolor (que la vida da muchas vueltas), haré todo lo que esté en mi mano para darte lo tuyo y lo de tu prima.
ResponderEliminar(Me vais a poner colorao, qué éxito, y me decían notetoquesniñoqueespecao)
Personalmente siempre me masturbé con ausencia total de cariño, en esto del onanismo la libertad debe ser de tal magnitud que tan solo una gota cariñosa daría al traste con esta relación tan especial entre cerebro, mano y sexo, obviamente es simplemente mi punto de viXta.
ResponderEliminar¡Aaah, la pajilla, esa gran maravilla...! Espero con fervor onanistofílico la segunda parte de esta entrada. ¡Los avernos que aguardaban a las mujeres de carne débil y mano autocomplaciente! ¡Oh cielos! ^__^
ResponderEliminarPor fin lo leo de cabo a rabo, vivan las pajuelillas! me he reído mucho, sobre todo por coincidir con tener un confesor de similares características a las descritas cuando yo tb era cristiano.
ResponderEliminarSólo una puntualización: hace poco leí que llegados a cierta edad (sobre los 35), los hombres tienen que controlar más la frecuencia de eyaculaciones, no superando las 3 ó 4 veces por semana. Así se evitarán problemas futuros con nuestra amiga la próstata.
ResponderEliminarAtentamente, alguien que asiduamente se brinda amor propio.
Jo, pues entonces tengo un problema muy, muy serio.
ResponderEliminar"A disfrutar, que hay cosas que se gastan con la edad, no con el uso" Es lo m'as sabio que me dijeron en mi juventud (un anciano en las fiestas de un pueblo manchego)
ResponderEliminarGran tema, y desde luego controvertido; es difícil decidir entre "masturbarse está bien pero follando conoces gente" y "lo bueno de masturbarse es que luego no tienes que dar conversación". Sin faltar, claro está, quienes consideran que cinco contra uno no es juego limpio.
ResponderEliminarEs un tema que debe tratarse con mucha mano izquierda, que, no por casualidad, en la literatura erótica latina era la usada para estos menesteres.