Si hay un momento en el calendario que los padres aprenden a temer como a un pedrisco, esas son las entrañables fechas de la Navidad. La telvisión se llena de gente empalagosa brindando con supuestos espumosos, tus arterias sufren la agresión de varias ingentes comilonas, individuos a los que no pedirías ni la hora te desean felices fiestas y, como colofón, los niños reciben dos semanitas libres. Bueno, el que los niños tengan vacaciones no es malo en sí, lo malo es que TU HIJO también las recibe.
Y no sólo las vacaciones, porque desde muy tierna edad el enano* es consciente de que tooooodos esos anuncios de regalos van dirigidos a su persona, y sus hábitos depredadores se desarrollan con rapidez. Desde noviembre, incluso desde más atrás, el niño inicia el bombardeo de insinuaciones tipo papi, si me porto bien ¿me traerán los reyes la pirámide de los clicks? ¿Y el barco pirata? ¿Y la ADS? ¿Y cuando tendré un hermanito? y tú te preguntas cómo hizo tu mujer para convencerte de no decirle al niño en cuanto tuvo uso del lenguaje que no hay reyes orientales dadivosos, ni gordos escaladores con sacos de juguetes ni roedores coleccionistas de marfil.
Bueno, la respuesta probablemente sea estaba en tetas cuando me lo dijo y no supe buscar una respuesta alternativa, es lo malo de ser monotarea, así que obviemos la pregunta. Y hablemos de las negociaciones.
Lo de la pirámide, bueno, eso se lo podemos calzar a la cuñada, que es carillo, así que sí, cielo, claro que tendrás la pirámide, tú pídele a la tiíta que lo ponga en su carta. El barco pirata... leches, es que el año pasado mi chica me regaló la galera romana, a ver cómo le digo que no... Vale, pero una vez tengas tu barco pirata dejarás en paz la galera ¿de acuerdo' que me la tienes medio desgraciada. La ADS, en fin, lo de que la tienda sigue cerrada** no cuela, hemos usado ese argumento tres años seguidos y ya huele... bueno, cariño, pero ya decidiremos cuanto puedes jugar al día... ¿horas? ¿Quién ha hablado de horas? yo pensaba en minut...bueno, pues lo negocias con tu madre... Y lo del hermanito...¿cómo explicárselo de manera sutil?... Mira, niño, mientras seamos nosotros los que follemos, lo llevas crudo, porque me la he plastificado...mmm...me parece que tengo que darle un par de vueltas a esa respuesta.
Uno esperaría que, cuando llega el día feliz (feliz para todo padre racional y escéptico, quiero decir) en que la criatura deduce por sus propios medios que el tema Reyes/SantaClaus huele a chamusquina, al menos la presión juguetera cederá un poco. Ja, ja y aún diría ja. Ahora el chaval ya sabe a quién tiene que hacerle la pelota (abuelos, por ejemplo) y el ápice de bondad que fingía en años precedentes para asegurarse la benevolencia de Sus Orientales Majestades se esfuma.
Tú has dejado esa mañana a tu niño con tus suegros y, tonto de ti, esperas recogerle unas horas después, sin más. Pero según entras por la puerta tu dulce retoño, muy sonriente, te aununcia que los abuelitos le van a regalar el ....................(coloque sobre la línea de puntos el juguete más caro, absurdo, molesto y ruidoso del año, ése será el elegido) y antes de que puedas replicar, o siquiera indagar sobre el tema, la abuela te dice con rostro compungido ¡si es que me tenéis al pobre tristísimo, con todo lo que se esfuerza en el colegio y nunca le regaláis nada ¡y es Navidad! Tu visualizas entonces el dormitorio de tu hijo (o lo intentas, es dificil verlo con todos esos puñeteros juguetes tirados por el suelo formando ya varias capas de espesor) pero cuando vas a replicar tu chica te echa esa mirada, la de Démonos por jodidos, esta batalla la hemos perdido antes de que empezara y te tragas tus comentarios, entendiendo que caerán en oídos sordos.
Con la edad, algunos factores mejoran. Por ejemplo, este año el chaval ha dado insospechadas muestras de madurez y a base de ahorrar se ha podido comprar su play3, lo cual te lleva a sentir un tonto orgullo, como si esa sensatez fuera obra tuya. Lo malo es que la madurez apareja también mayor astucia manipuladora, y aprovechando que este verano nació su primita y la abuela está obnubilada con la nietecilla, él se le arrima con cara compungida, mirando al suelo y murmurando jo, abuela, como ya sólo quieres estar con el bebé, ya no me haces caso...una jugada magistral, admirable, maquiavélica incluso. Segundos después la abuela, llena de remordimientos, está abrazando al candoroso niño ¡Ay ángel mío! ¡perdóname! y uno sospecha que este año los reyes del chiquillo van a ser opíparos.
Pero, con todo, el tema de los regalos no es el más duro. Bueno, es duro, eso está claro, ver como la sangre de tu sangre se inicia en el consumismo absurdo no es un trago fácil. Pero nada en comparación con la que se te avecina cuando llegan las celebraciones en sí. Es decir, las cenas, las puñeteras cenas.
Primero, tenemos el problema horario-disciplinario: si tu niño se acuesta sobre las 10'30 y de pronto trasnocha hasta las 12, o la 1, su estado anímico empieza a pegar bandazos aleatorios entre el modo comatoso-en-el-sofá hasta el histérico-acelerado-Herodesllévatelo. Y no hay nada que puedas hacer para evitarlo, porque cualquier intento de mandarle a la cama o hacerle ver las consecuencias penales que tendrá que afrontar a causa de su comportamiento es inmediatamente respondido por el sector abuelil con argumentos tan racionales como pobrecico, si él sólo quiere jugar - déjale, que nunca puede estar con nosotros - si es que siempre le estáís castigando - tú disfruta cielito, que es Navidad.
Después está la cuestión gastronómica. O sea, a la pobre criaturica me la están cebando desde varias horas atrás ¿Cómo voy a tenerle pasando hambre, si no me cuesta nada hacerle su desimocuarta tortillita de patatas? Tú come, mi amor, que la abuela te prepara otra si quieres más así que ¿a santo de qué se lanza sobre los platos del jamón ibérico como si no hubiera un mañana? y, otra duda que me embarga ¿Cómo es posible que le guste si no hay forma humana de que lo saboree, porque se trasiega el citado plato en un minuto y 43 segundos? ¡leches, que un colibrí bate sus alas con más sosiego!
O el Ketchup. El maldito ketchup. Si le vuelvo a ver pedir esa asquerosidad y amagar que la echa sobre el lomo de bellota, me sacaré los ojos.
Por supuesto durante la cena, y antes, y después, los Simpson. Porque siempre, a todas horas, están los Simpson. Y el niño tiene que verlos. Y oírlos, lo que me recuerda que deberia llevarle al otorrino, porque según él, si no pone el volumen a tope, no se entera. Y claro, si intentas hacer entender al muchacho que es el mismo especial Navidad que ya ha visto 18 veces porque lo ponen también en verano, y en otoño, y en primavera, y yo creo que como dos veces por mes, surge la voz en su defensa (un poco más elevada, cuesta hacerse oír con la tele tan alta) ¡pobrecito, si es que siempre le estás riñendo!
Y el remate, porque claro, el nitecito no va a irse sin su propina en el bolsillo, y si sumas la de Navidad, la de AñoNuevo y la de Reyes te salen unos.... y si recuerdas que los dadivosos abuelos son los mismos padres que opinaban en su momento que podías financiarte un fin de semana estupendo con cien pesetas en el bolsillo, empiezas a verte a ti mismo ante el juez, explicándole que, después de todo, el parricidio no es una opción tan descabellada.
Porque, mirándolo friamente, acabo de comprender que, al fin y al cabo, lo malo no es tener que comerte las navidades con niño. Eso podrías manejarlo a condición de que nadie esté socavando continuamente tu política dictatorial pero repleta de sensatez. No, el problema no está ahí.
Lo chungo, lo realmente chungo, son las navidades con abuelos.
*Lo de llamarle enano es por la costumbre. A fecha de hoy ya es tan alto como su madre ¿deberíamos darle menos de comer?
**No miento, ese argumento nos dio unos años de respiro.
jajajajaj... Muy bueno!! La que me espera!
ResponderEliminarSi te sirve de consuelo, a la mía sí le dije desde los tres añitos que los regalos los compraba yo... y no me creyó hasta los siete (gracias, entre otras cosas, al boicot profesorado-abuelil). No sé qué es peor.
ResponderEliminarBuenísimo, como siempre. Pero qué bien lo cuentas, jodío... Aunque me da que, dada la edad del vástago, nos esperan terroríficas y espeluznantes crónicas en los próximos años. Ays... esas primeras nocheviejas con los amigos...
ResponderEliminarEn ese momento siempre podremos acudir a cambiar la ceradura aprovechando que el vástago anda fuera y luego proceder a negar su existencia (al rey le funciona con Urdangarín ¿no?)
ResponderEliminarFarandula: ciertamente es frustrante que uno le diga la verdad a su chamo y el le crea a otros (que es lo usual...). Pero que vengan a formarte un lío porque tu no le mientes a tu hijo en pro de una fulana ilusión... No sé en qué tono tienen su escala de valores >:(
ResponderEliminarFarandula: ciertamente es frustrante que uno le diga la verdad a su chamo y el le crea a otros (que es lo usual...). Pero que vengan a formarte un lío porque tu no le mientes a tu hijo en pro de una fulana ilusión... No sé en qué tono tienen su escala de valores >:(
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