sábado, 26 de mayo de 2012

¿QUÉ SABEMOS DEL PASADO? Escepticismo y paleontología (I)



(Lo que sigue es un resumen de la charla que di en la eskepticamp de Madrid a finales de enero. Esperaba poder enlazar el video de mi presentación, pero debido a problemas técnicos parece que la mayor parte de las grabaciones de ese día se han perdido. Mis disculpas)

De cuando en cuando la prensa y los telediarios nos sorprenden con noticias sobre paleontología. Estas pinceladas suelen centrarse en tres tipos de criaturas: la fauna de megamamíferos del pleistoceno, los dinosaurios (ahí suelen meterse a capón los grandes reptiles voladores y marinos  del mesozoico) y los homínidos. Lo normal es encontrarnos con  titulares llamativos y contundentes.

Leyendo afirmaciones como las que podemos ver en las imágenes, resulta sorprendente cuanta información puede obtenerse a partir de unos huesos ¿verdad? Casi parece que la reconstrucción del pasado fuera una ciencia exacta. Pero una mente escéptica debería siempre plantearse qué hay de verdad tras una información llamativa. Es decir, cuando leemos aseveraciones precisas y detalladas sobre criaturas desaparecidas hace millones de años lo lógico es plantearnos plantearnos ¿es posible obtener esa información de las evidencias disponibles. Dicho de otro modo ¿Puede la paleontología obtener esos datos?

Una información errónea o exagerada puede partir de los propios investigadores. A veces el afán por presentar un descubrimiento lleva a lanzar las campanas al vuelo con demasiado enfasis. No hay que olvidar que las subvenciones para investigación son escasas, y la publicación de un hallazgo muy espectacular es un modo de conseguir la atención de los patrocinadores.

No obstante, la mayoría de los errores se deben a la asombrosa falta de criterio de los medios de comunicación. Un titular tan solemnemente estúpido como el que podemos ver en la noticia de la plesiosauria embarazada sólo puede achacarse al analfabetismo cietífico del redactor, al uso de traductores automáticos, a la inexistencia de un editor competente o, probablemente, a una conjunción de los tres factores.

Vayamos por partes ¿Qué elementos vamos a encontrar en una noticia de este tipo? y ¿qué validez podemos dar a cada uno?


Lo primero escuchamos cuando se produce un descubrimiento es su antigüedad, es decir, su datación. Este es un punto al que se aferraron durante décadas los creacionistas, ya que la identificación de un determinado estrato del terreno se hacía en base a los fósiles que contenía, y la antigüedad de esos fósiles se establecía de acuerdo al estrato en el que se encontraban. Sin embargo los métodos modernos son independientes de la estratificación, ya que se basan en la datación radiométrica. Resumiendo mucho la técnica, si en un objeto localizamos dos isótopos de un mismo átomo, uno de ellos inestable, y conocemos la proporción de estos isótopos en el momento de formarse la muestra, y el periodo de semidesintegración del isótopo inestable (es decir, el tiempo requerido para que el volumen de dicho isótopo se reduzca a la mitad) podremos calcular el tiempo transcurrido midiendo la proporción actual de dichos isótopos.

Hasta los 50000 años usamos la datación en base al C14, y a partir de ahí se emplea la conversión del Potasio40 en Argón, las series de uranio, o la conversión del rubidio 87 en estroncio 87. Estos métodos se solapan entre sí, y con otros métodos, como el del recuento de varvas en zonas de sedimentación lacustre, o de anillos arbóreos, lo que permite calibrar su precisión. Es decir, si tomamos una muestra especifica y la sometemos a diversos sistemas de datación, y los resultados son coherentes, sabremos que los métodos empleados funcionan correctamente.

Visto lo anterior, informaciones como la que vemos en esta captura, referida a supuestas huellas humanas mezcladas con pisadas de estegosaurios, carecen de la más mínima credibilidad. Ningún científico serio buscaría huellas humanas en un estrato cretácico, luego de partida la noticia no lo es, sólo un bulo echado a rodar por la red por algún gracioso malintencionado.

Así pues, siempre que se apliquen correctamente los métodos de datación, la información relativa a la antigüedad de un hallazgo debe considerarse correcta, dentro de los márgenes de fiabilidad de dichos métodos*.

La identificación de los restos es también bastante fiable. Para llevarla a cabo se usa la anatomía comparada, es decir, comparamos los restos encontrados con seres vivos modernos y otras criaturas extintas ya clasificadas, lo que permite establecer con bastante precisión sus relaciones de parentesco. Por supuesto todo depende de lo completos que sean los restos, si son muy reducidos, podríamos llegar a extrapolar demasiado. 

EL año pasado se anunció a bombo y platillo el hallazgo de una niña neandertal en Madrid. En este caso nos encontramos ante un ejemplo de exceso de celo por parte de los científicos, porque lo que se ha encontrado son, exactamente, cuatro dientes de leche. Por supuesto podemos precisar que son dientes humanos, y, dada la datación del hallazgo, sí, lo más probable es que sean de origen neandertal. Pero añadir que se trataba de una niña pelirroja muerta por causas desconocidas mientras sus familiares formaban parte de una expedición de caza, ponerle nombre y hacerle, de paso, un retrato, es, como mínimo, arriesgado**. 

Por otra parte, una cosa es establecer que una criatura extinta es, por ejemplo, un homínido, y otra muy distinta conocer con exactitud su parentesco con otros homínidos. Los medios suelen pecar de entusiasmo, ya que enseguida nos encontramos con titulares del tipo eslabón perdido o antepasado. Lucy, uno de los fósiles más célebres del mundo, suele ser presentada como antepasado de la humanidad moderna. Y esa es una afirmación muy aventurada. Australopitecus aferensis está claramente emparentado con nosotros, pero no podemos saber a ciencia cierta si está directamente en nuestra línea de ancestros. Podemos decir que nuestros antepasados del plioceno serían muy similares a Lucy, pero no podemos afirmar categóricamente que descendamos de ella.

Veamos otro ejemplo más reciente, una noticia que vincula a T-rex con Raptorex, un pequeño tiranosáurido de principios del cretácico. La distancia entre estas dos especies es de nada menos que 60 millones de años. Con una distancia temporal tan abismal, lo único que podemos afirmar es que ambos pertenecen a la misma familia, y eso no es poco, pero de ahí a decir que uno desciende del otro hay mucho camino. Y más cuando raptorex está representado por un único ejemplar, presumiblemente juvenil, y su datación continúa en estudio, ya que el análisis inicial pasó por alto algunos factores.

Por principio, debemos desconfiar de afirmaciones categóricas del tipo desciende de o es antepasado de. Salvo que contemos con restos que incluyan ADN, siempre nos movemos en el campo de las hipótesis, más o menos fundadas, más o menos fiables. Y lo mismo vale para cualquier noticia que incluya el término eslabón perdido***, un concepto victoriano que carece por completo de validez científica y suele ocultar estafas o autoengaños. Amen de animaladas, como las del recorte de la izquierda, donde leemos perlas como mono lemur o la relación del hombre con los mamíferos.



*La gentuza que intenta defender la autenticidad de la síndole de Turín aduciendo a supuestos errores en la datación no sólo no aporta ni una sola prueba de dichos errores, sino que miente descaradamente. Según los sindonólogos y sus acólitos, el creador del método del C14, W. Libby, afirmó que esos análisis no se habían aplicado correctamente en el caso de la Sábana Santa. Dado que Libby murió en 1980, 8 años antes del análisis, está claro que quien afirma semejante cosa demuestra su mala fe.

** Empezando por el hecho de que los dientes de leche caen sin necesidad de que su poseedor muera, luego la presencia de esos dientes no indica necesariamente un enterramiento. Y desde luego sin un análisis genético no es posible determinar el sexo.

*** La presencia en un titular del término eslabón perdido permite evaluar con notable fiabilidad la falta de cultura científica del redactor: cercana a cero.

5 comentarios:

  1. Existe una tendencia a meternos los dinosaurios como si aun existieran: Libros, Cine, Television, Juegos, Blogs....

    Y a veces ni conocemos los animales actuales con excepto el tiburon y los gatos africanos.

    De resto el mundo animal es absolutamente desconocido.

    por que sera qeu el dinosaurio es tan comercial???

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  2. Porque venden. Pon en una peli una rubia pechugona corriendo mientras la persigue el maloso con un cuchillo: bien, atraes público, ganas dinero... La misma rubia pechugona corriendo mientras la persigue un feroz tiranosaurio: mucho mejor, la sala petada, te forras y vendes merchandising de dinosaurios.

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  3. Hoy casualmente me encontre con esta perla: http://news.discovery.com/history/jesus-crucifixion-120524.html
    Que te parece? Casi le ponen hora y todo...

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  4. Me quedé con las ganas de ver el video de tú charla. Leyendo esto, estoy segura de que fue muy interesante.
    Otra vez será, no?

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  5. Eso opinó la gente, chica. Lo cierto es que esa noche, cuando vi loos tuits que habían circulado durante mi presentación, me quedé gratamente sorprendido. También es cierto que la que me precedió fue aburridísima, y eso jugaba en mi favor.

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