lunes, 25 de junio de 2012

¡TETAS!


Desde hace años una historia sobre tetas aparece cíclicamente por la red y desaparece al poco tiempo. Se trata de un estudio médico que afirma que la excitación sexual provocada por mirar los pechos de una mujer diez minutos al día mejora la salud cardiaca y alarga la esperanza de vida del varón entre 5 y 10 años, según la versión de cada momento. Este informe, atribuido a investigadores alemanes, apareció por primera vez en 2007 y se publicó (y publica) en los grandes medios de prensa, lo que demuestra (una vez más) que las tragaderas de las agencias de noticias son desmesuradamente grandes.

No es necesario entender de medicina para darse cuenta de que se trata de un cuento chino. Para poner a prueba semejante hipótesis sería necesario establecer tres grupos de pacientes: uno sufriría a diario diez minutos de exposición a tetas, el otro no podría verlas bajo ninguna circunstancia y un tercero serviría para descartar el efecto placebo. Dado que basta con conectarse a internet para verse sumergido en un oceano mamario, veo muy difícil que un señor pueda mirar unas tetas exclusivamente durante diez minutos y en condiciones controladas salvo que lo encerremos en una habitación a oscuras, y para los traslados le coloquemos un ronzal de burro, no sea que pase al lado de un anuncio de desodorante-lencería-perfumes-dulcedemembrillo* y el experimento se vaya a hacer puñetas. El segundo grupo sería más fácil de conseguir, basta con hacer un casting de informáticos aficionados a los juegos de rol pero, para el tercero, la cosa es peliaguda, porque estos deberían creer que ven tetas, pero sin que fuera cierto.

¿Debemos excluir del estudio a los técnicos de mamografía, o a los cirujanos especializados en implantes mamarios? ¿La sobreexposición a las tetas tiene efectos adversos?

En el supuesto estudio no se especifica si las cualidades organolépticas de las tetas implicadas varían el resultado final. Y no es por ser puntilloso, pero no parece un modo muy científico de hacer un análisis ¿Vale cualquier par? ¿Sirven las de tu madre? ¿Con una sola tenemos la mitad de los resultados? ¿Da igual que sean grandes, pequeñas, firmes, caídas, juveniles, maduras...? ¿Influye el color de la piel, la amplitud de la areola, el tamaño del pezón, si éste está erecto o en reposo...? ¿Si en vez de dos ves muchas a la vez, tu salud mejora notablemente? ¿Si están siliconadas, no cuenta? ¿Basta con ver siempre las mismas dos tetas, o el corazón agradece la variedad?

¿Y qué me dicen de Benny Hill? El inglés que más tetas vio a lo largo de su vida murió a los 68 años de un problema coronario, cuando su corazón debería haber sido prácticamente inmortal.

Por otra parte sería necesario exponer a tres grupos de mujeres a la misma exposición dado que de media las mujeres tienen una mayor longevidad que los hombres, y si el factor tetas estuviera implicado eso tiraría por tierra el argumento de la excitación sexual, salvo que asumamos que todas las mujeres se excitan viendo las tetas de sus amigas, o las suyas propias.

Lo que me recuerda que las mujeres sois unas suertudas ¿Que queréis ver tetas? Os levantáis la camiseta y ¡ahí están! 

En cualquier caso, éste es sólo uno de los muchos mitos sobre tetas que nos encontramos por la red a poco que raspemos un poco. Uno de los más extendidos es el del porqué de nuestra atracción por ellas. Según los freudianos, es un deseo motivado por nuestra asociación de la teta a la lactancia en los primeros meses de vida. Resumiendo el argumento, el bebé toma teta, es feliz, e identifica teta con felicidad, quedándole asociada a la figura materna. Y, como luego todo hombre desea follarse a su madre por no se qué de un griego llamado Edipo (mira que son raros los griegos ¿eh?), pues está todo claro, al pasmarse ante dos tetas el adulto revive el edipismo asociado al bienestar y la calidez y ¡zas! se empalma.

A ver, señores del diván. Si así fuera, los nenes criados a biberón no sentirían el más mínimo interés por los pechos femeninos y en cambio se pondrían burrotes al ver una tetina de goma. Y habría cienes y cienes de mujeres enamoradas de las tetas, las suyas y las de su prima. Y los hombres homosexuales tendrían sentimientos muy contradictorios, dicho sea de paso.

Cielos ¿habrá alguna línea de estudio investigando la relación entre lactancia materna y lesbianismo de las hijas?

Luego está la discusión sobre el tamaño-forma-firmeza perfectos, como si las tetas fueran unos complementos de moda. Un tema que daría risa si no fuera por el daño que hace a la autoestima de millones de personas. Hace unos años estaba de moda en determinados ambientes prometerle a la niña unas tetas nuevas y bonitas si sacaba buenas notas en el insti. Por cierto, la RAE debería añadir al término bonitas el significado grandes hasta que a la cría se le lesionen las vértebras dorsales por el peso.  Ojo, no tengo nada en contra de la mamoplastia, sé que a veces es necesaria pero llegado un momento parece que todo se centra en más, más, más, como en una carrera de armamentos. A ver, si tan importante es llenar las calles de tetas como sandías ¿porqué no empezamos ya a plantarselas también a los tíos? ¡Si será por falta de silicona!

Borrad eso. Si los tíos nos pusiéramos tetas, nos pasaríamos el día sobándolas con fruición, un espectáculo muy poco decoroso para tiernos infantes y santas monjas. Por no hablar de lo poco que saldríamos de casa.

_Cariño, que no llegamos al cine
_ Ay, hija qué prisas, déjame un poquito en paz, que tengo las manos ocupadas...

Y con lo competitivos que somos. Uf, quita, quita.

_¡Mira María, que las tengo más gordas que las tuyas, chincha y rabia!

Y luego están los mermaos que acusan a las tetas de todos los males del mundo, y pretenden ocultarlas bajo siete llaves, como el hojatolah Kazem Seddiqi, que declaró en abril de 2010 que DIos enviaba terremotos como castigo por los escotes de las mujeres indecorosas. Jennifer McCreight, una joven de mente inquieta y científica, decidió verificar la validez de esa hipótesis, para lo que propuso que el 26 de ese mes se celebrara el día planetario de los canalillos al viento, a fin de provocar un BoobQuake (Tetamoto, en mi humilde traducción).

El día llegó, las tetas disfrutaron del sol matinal y el frescor de la tarde. Mi chica (foto de apertura) colaboró en tan magno evento y, por añadidura, tuve el placer de conocer la genial sonrisa y maravilloso escote de mi amiga R. En cuanto a resultado del experimento, cero. Hubo terremotos, porque SIEMPRE hay terremotos en algún lugar del planeta, pero en ningún momento se superó la media diaria de esas fechas. Y aquí viene el punto más interesante, porque si extrapolamos adecuadamente los datos, el Tetamoto's day puede usarse como prueba de la inexistencia de Dios. Si la exhibición masiva de deliciosa y satinada piel por todo el planeta no trajo un aumento de la actividad sísimica, ésto sólo puede puede atribuirse a dos causas, mutuamente excluyentes:

A. DIOS NO EXISTE
B. A DIOS LE MOLAN LAS TETAS

La A no requiere explicación: si no hay Dios, podríamos sacar a la luz todas las tetas del planeta y eso no alteraría ni un infinitésimo el desplazamiento de las placas tectónicas.

La B parece razonable, ya que los sacerdotes de todas los cultos monoteistas insisten en el carácter masculino de Dios, luego si el bueno de Jahvé es hombre, es normal que le molen las tetas ¿no? Pero los mismos sacerdotes insisten en que Dios aborrece la impudicia. Y la Biblia lo dice muy claramente en el Levítico, porque aquel que contempla la desnudez de la mujer ajena (lo que incluye sus tetas) incurre en pecado mortal y su sangre recaerá sobre el pueblo.

Luego si a Dios no le molan las tetas, y no hubo terremotos extra el Tetamoto's day, sólo nos queda la opción A, ergo DIOS NO EXISTE.

Libradas pues las tetas de mentiras, infundios y oprobios, y demostrada por añadidura la inexistencia de Dios, sólo nos queda agradecer y ovacionar a sus dueñas. Yo no puedo presumir de ser un gran experto ya que hasta ahora sólo he conocido a nivel personal cinco pares, pero todas me parecieron y parecen maravillosas, en su variedad de forma, color, firmeza y tamaño. Porque tras ellas había cinco mujeres fantásticas que me concedieron el honor (qué digo el honor ¡el privilegio!) de compartir bellos momentos tetiles.

Gracias, señoritas. De corazón.

Y como colofón musical, un tema de esos montruos insignes del rocanrol patrio, dedicado a los más llamativos elementos de la anatomía femenina.


*Los cuarentones aún recordamos con vergüenza la lamentable campaña publicitaria de la chica de los membrillos

domingo, 10 de junio de 2012

¿QUÉ SABEMOS DEL PASADO? Escepticismo y paleontología (y III)


Suele debatirse si el T-rex  era carroñero o cazador. El león, que tenemos entronizado como señor de la caza, es un holgazán nato, y siempre preferirá darse un banquete de carroña gratuita antes que correr tras una presa viva. La hiena manchada, que la gente señala como carroñero por excelencia, es un cazador muy eficaz, y es mas normal que los leones le roben la caza a las hienas que a la inversa. Si no podemos separar con claridad ambos modos de vida en animales vivos ¿cómo vamos a hacerlo en criaturas extinguidas hace millones de años? 

Aquí tenemos  otro titular bien llamativo: predador prehistórico comía a sus presas vivas. Primero, una afirmación así no resulta novedosa: cientos de predadores modernos hacen eso, empezando por las ballenas y acabando por las avispas. Además el que su mandíbula permitiría a este animal arrancar grandes trozos de carne a su víctima, no implica que ésta siguiera con vida durante el proceso. Por supuesto vende más la idea del monstruo descuartizando en vida al aterrado herbívoro, pero ni es algo sorprendente, ni un hecho probado.

Si nos alejamos más atrás, las deducciones se vuelven muy peregrinas, porque trabajamos con criaturas tan ajenas a nosotros que podrían pasar por extraterrestres. Hablar de anomalocaris como terrorífico mónstruo depredadormateria de pesadillas parece muy exagerado, más cuando la noticia es el análisis de su estructura ocular. Como mínimo, creo que deberían usarse adjetivos un poco más sosegados, sobre todo porque un estudio casi paralelo sobre la boca de este animal viene a concluir que no sabemos realmente cómo se alimentaba. 


Tenemos la cuestión del aspecto visual de los animales extintos. A priori, una buena reconstrucción se ajustará a la información disponible en el registro fósil, y será más fiable cuanto más detallado sea éste. Una vez más, es más fácil recrear un animal si está más cerca de nosotros. A veces incluso contamos con información de primera mano Como la que nos ofrecen las pinturas rupestres, que nos indican que megaceros tenía una marca de color en la espalda, o que los leones de las cavernas carecían de melena. Hace poco, por añadir otro ejemplo, se ha averiguado que las pinturas de caballos salvajes cubiertos de manchas son sorprendentemente exactas en ese aspecto.

Pero cuando más nos adentramos en el pasado la información a nuestra disposición se vuelve menos detallada y empiezan a entrar en juego varios factores subjetivos, empezando por las modas. Los velociraptores, por ejemplo, suelen ser representados como seres feroces, siempre en actitud sanguinaria, por no decir de psicópatas. Sin embargo es posible interpretarlos como animales mucho más reposados y, a mi modo de ver, más naturales, como en este boceto. Ambas recreaciones se atienen a los datos disponibles, las diferencias se deben a una simple elección personal. En la otra imagen tenemos un dinosaurio aviano, Anchiornis. Tanto el agresivo monstruito dentudo  como el pajarote de aspecto feliz se basan en los mismos datos anatómicos, pero me decanto mucho más por la criatura relajada. 

Puede parecer que los paleoartistas nos inventamos las cosas: no es así, pero es inevitable que te veas influido por las ideas en boga, y que incorpores elementos que, a su modo, son ideológicos antes que estrictamente científicos. Por ejemplo, sigue siendo muy normal representar a los primeros humanos modernos con piel clara, como en esta soberbia imagen de Burian. Sin embargo nuestra especie nació en África y lo lógico sería que nuestros antepasados tuvieran la piel oscura. Esto se debe a un prejuicio heredado del siglo XIX, cuando se presuponía que los hombres blancos eran la cumbre de la evolución.

Hay veces que los detalles obedecen a puras decisiones estéticas, como en mi recreación de una pareja de neandertales: el pelo claro de la mujer fue una elección personal, simplemente quise darle un aire más actual, y no había ningún motivo para suponer que no tuvieran ese color de pelo. Pocos días después National Geographic publicó un estudio sobre la presencia de cabello pelirrojo en neandertales. Hubo quien pensó que yo había accedido a esa información antes de ser publicada, pero fue una simple casualidad, como digo, la elección del pelo fue totalmente subjetiva.

Como norma básica debemos recordar siempre que, en condiciones normales, la piel o el color no se conservan, y la mayoría de los restos  se limitan a esqueletos u otras partes duras. Lo mismo sucede con las plumas, la estructura de las escamas, las crestas de tejido blando... Un caso como el de Anchiornis, en el que la fosilización ha preservado no sólo el plumaje, sino indicios de su patrón de colores, es tan excepcional que casi parece un milagro. Lo usual es interpretar esos elementos en base a evidencias mucho menores, o por pura intuición. 

Resumiendo un poco todo lo dicho, a la hora de valorar una información paleontológica debemos  recordar que lo que se nos dice puede tener diferentes grados de veracidad, en función de la información realmente aportada por los hallazgos. 

La datación temporal en principio debe aceptarse: los métodos empleados son fiables y contrastados, siempre dentro de unos márgenes de error aceptables
La identificación de los restos igualmente debe considerarse válida siempre y cuando hayan pasado por el proceso estándar de publicación, es decir, la revisión por pares.
Los parentescos con otras especies modernas o extintas pueden verificarse hasta un cierto punto: podemos establecer con bastante seguridad la filiación de una especie, pero no podemos afirmar que sea exactamente  un ancestro directo ni un descendiente. En ese sentido es preferible usar cladogramas antes que arboles evolutivos.
Todo lo referente al comportamiento debe analizarse con precaución. Algunos fósiles incluyen detalles muy concretos de la vida de una criatura, otras características pueden extrapolarse con razonable seguridad, pero algunas afirmaciones sobre el caracter o los hábitos de los seres extintos son puramente especulativos, incluso gratuitos.
En cuanto al aspecto físico, en principio, debemos considerar que las reconstrucciones son acertadas, pero dentro de un mismo abanico de datos podemos encontrarnos reconstrucciones muy diferentes e igualmente válidasno debemos olvidar que incluso los mejores paleoreconstructores tienen sus propios gustos y costumbres a la hora de trabajar, y algunas cuestiones van un poco con la moda.

Y eso es todo. Espero no haberos aburrido y, si en algo ayuda lo dicho a mejorar nuestro  ojo crítico a la hora de evaluar una información, podré darme con una piedra en la boca.

domingo, 3 de junio de 2012

¿QUÉ SABEMOS DEL PASADO? Escepticismo y paleontología (II)



Los hábitos de una especie extinguida son muy difíciles de estudiar. Hay ocasiones en que la conducta, o al menos partes de la conducta, fosilizan. Las icnitas (huellas fósiles) nos hablan de los patrones de desplazamiento de los animales (si formaban o no grupos, si sus pistas se cruzaban o iban paralelas, si las manadas tenían ejemplares de diferentes edades…). La dentadura, los gastrolitos (piedras de digestión, como en las mollejas de las aves), los coprolitos (ñordos fósiles) y los restos del contenido estomacal nos permiten averiguar cosas sobre la dieta  y los modos alimentarios. Las zonas de puesta y nidificación permiten deducir datos sobre la reproducción. A veces se cometen errores: Oviraptor fue encontrado cerca de unos huevos fósiles y se supuso que los estaba robando, de ahí su nombre. Durante décadas se le representó mangando en nidos ajenos, pero fósiles posteriores demostraron que esos primeros restos correspondían a una madre que murió defendiendo su nidada. El nombre, tan injusto, ya no se puede cambiar, pero sí ha cambiado el modo de representarlo, o al menos yo lo intento (como puede verse en la imagen que abre este post)

Hay fósiles realmente extraordinarios, como los ictiosaurios que murieron pariendo a sus crías, lo que señala su ovoviviparismo; el de los dinosaurios combatientes del Gobi, gracias al cual sabemos que velociraptor (que pese a las exageraciones del cine no pesaba más allá de 20 o 30 kilos)  era en cualquier caso un animal capaz de matar, y protoceratops, apodado la oveja del cretácico, no era ni mucho menos una presa indefensa. O Meilong, cuyo cadáver nos habla de comportamientos avianos en el cretácico inferior.

La anatomía nos permite deducir cosas sobre el comportamiento, como las posibilidades de movimiento o la capacidad de visión. La posición de los ojos nos dirá si podían ver de forma binocular, el tamaño de las cuencas está directamente relacionado con la capacidad de ver por la noche o en aguas profundas…Otros elementos de su esqueleto indican si el animal luchaba de forma activa (cornamenta, garras…) o se defendían de forma pasiva (armaduras, puas, mazas…) Los huesos pueden ser analizados de forma forense y hablarnos de de la vida que llevaría un ejemplar concreto, como en el sorprendente caso de The Big Al.

Podemos inferir algunos datos de forma indirecta. Aquí podemos ver a homotherium, un sable europeo. Es un gran felino, de un tamaño parecido al de una leona, así que recrear su anatomía no supone un problema, más allá de adaptar sus movimientos a unas proporciones diferentes, con predominancia de los brazos sobre las piernas. Lo interesante está en que el análisis de su mandíbula* y sus dientes permiten establecer una hipótesis razonable sobre el modo en que estos animales mataban a sus presas, pese a que hoy en día ningún carnívoro presenta estas adaptaciones.
 
Hemos visto extrapolaciones y deducciones razonables. Más allá nos metemos en la especulación con escasa o ninguna base.  Cuando un autor nos dice que T-rex era un audaz cazador, o un perezoso carroñero,  que los ictiosaurios temían adentrarse en aguas abiertas por miedo a los grandes liopleurodones o que los velociraptores se comunicaban con elaborados sonidos, está elucubrando sin pruebas : el registro fósil no nos dice nada acerca de la actitud de un animal, o sus temores, mucho menos respecto a sus sonidos, si era cariñoso con su prole o simplemente la toleraba cerca. De hecho a veces te encuentras con planteamientos que son contrarios a la evidencia fósil, como en Jurassic Park 3, donde el espinosaurio es presentado como un feroz matador de tiranosaurios, cuando su mandíbula le señala como un pescador al acecho.

No hace mucho salió a la palestra el hallazgo de un Cavernícola homosexual. La sexualidad del difunto se establecía porque se le colocó sobre el lado izquierdo, cuando los hombres eran enterrados sobre el derecho. Se extrapoló la orientación sexual de un individuo del modo en el que fue enterrado,  ya que si se le puso en posición femenina, este esqueleto debía ser de un hombre homosexual. Y algunos textos iban más allá, hablando de travestismo o transgénero. Como mínimo es una afirmación arriesgada, y más cuando no siempre es posible determinar el sexo de una persona en base exclusivamente a su esqueleto. A todo esto ¿Un cavernícola? Hablamos de una cultura agraria de hace unos 5000 años que, como se ve en las fotos del enterramiento, ya hacían objetos de cerámica, así que el término cavernícola** está pésimamente elegido.
 

* Este boestudio fue dibujado por Mauricio Antón, uno de los mejores paleoartistas del mundo, y un reconocido experto en felinos extinguidos.

**Gracias al Paleofreak por llamar mi atención sobre esta curiosa noticia