No es necesario entender de medicina para darse cuenta de que se trata de un cuento chino. Para poner a prueba semejante hipótesis sería necesario establecer tres grupos de pacientes: uno sufriría a diario diez minutos de exposición a tetas, el otro no podría verlas bajo ninguna circunstancia y un tercero serviría para descartar el efecto placebo. Dado que basta con conectarse a internet para verse sumergido en un oceano mamario, veo muy difícil que un señor pueda mirar unas tetas exclusivamente durante diez minutos y en condiciones controladas salvo que lo encerremos en una habitación a oscuras, y para los traslados le coloquemos un ronzal de burro, no sea que pase al lado de un anuncio de desodorante-lencería-perfumes-dulcedemembrillo* y el experimento se vaya a hacer puñetas. El segundo grupo sería más fácil de conseguir, basta con hacer un casting de informáticos aficionados a los juegos de rol pero, para el tercero, la cosa es peliaguda, porque estos deberían creer que ven tetas, pero sin que fuera cierto.
¿Debemos excluir del estudio a los técnicos de mamografía, o a los cirujanos especializados en implantes mamarios? ¿La sobreexposición a las tetas tiene efectos adversos?
En el supuesto estudio no se especifica si las cualidades organolépticas de las tetas implicadas varían el resultado final. Y no es por ser puntilloso, pero no parece un modo muy científico de hacer un análisis ¿Vale cualquier par? ¿Sirven las de tu madre? ¿Con una sola tenemos la mitad de los resultados? ¿Da igual que sean grandes, pequeñas, firmes, caídas, juveniles, maduras...? ¿Influye el color de la piel, la amplitud de la areola, el tamaño del pezón, si éste está erecto o en reposo...? ¿Si en vez de dos ves muchas a la vez, tu salud mejora notablemente? ¿Si están siliconadas, no cuenta? ¿Basta con ver siempre las mismas dos tetas, o el corazón agradece la variedad?
¿Y qué me dicen de Benny Hill? El inglés que más tetas vio a lo largo de su vida murió a los 68 años de un problema coronario, cuando su corazón debería haber sido prácticamente inmortal.
Por otra parte sería necesario exponer a tres grupos de mujeres a la misma exposición dado que de media las mujeres tienen una mayor longevidad que los hombres, y si el factor tetas estuviera implicado eso tiraría por tierra el argumento de la excitación sexual, salvo que asumamos que todas las mujeres se excitan viendo las tetas de sus amigas, o las suyas propias.
Lo que me recuerda que las mujeres sois unas suertudas ¿Que queréis ver tetas? Os levantáis la camiseta y ¡ahí están!
En cualquier caso, éste es sólo uno de los muchos mitos sobre tetas que nos encontramos por la red a poco que raspemos un poco. Uno de los más extendidos es el del porqué de nuestra atracción por ellas. Según los freudianos, es un deseo motivado por nuestra asociación de la teta a la lactancia en los primeros meses de vida. Resumiendo el argumento, el bebé toma teta, es feliz, e identifica teta con felicidad, quedándole asociada a la figura materna. Y, como luego todo hombre desea follarse a su madre por no se qué de un griego llamado Edipo (mira que son raros los griegos ¿eh?), pues está todo claro, al pasmarse ante dos tetas el adulto revive el edipismo asociado al bienestar y la calidez y ¡zas! se empalma.
A ver, señores del diván. Si así fuera, los nenes criados a biberón no sentirían el más mínimo interés por los pechos femeninos y en cambio se pondrían burrotes al ver una tetina de goma. Y habría cienes y cienes de mujeres enamoradas de las tetas, las suyas y las de su prima. Y los hombres homosexuales tendrían sentimientos muy contradictorios, dicho sea de paso.
Cielos ¿habrá alguna línea de estudio investigando la relación entre lactancia materna y lesbianismo de las hijas?
Luego está la discusión sobre el tamaño-forma-firmeza perfectos, como si las tetas fueran unos complementos de moda. Un tema que daría risa si no fuera por el daño que hace a la autoestima de millones de personas. Hace unos años estaba de moda en determinados ambientes prometerle a la niña unas tetas nuevas y bonitas si sacaba buenas notas en el insti. Por cierto, la RAE debería añadir al término bonitas el significado grandes hasta que a la cría se le lesionen las vértebras dorsales por el peso. Ojo, no tengo nada en contra de la mamoplastia, sé que a veces es necesaria pero llegado un momento parece que todo se centra en más, más, más, como en una carrera de armamentos. A ver, si tan importante es llenar las calles de tetas como sandías ¿porqué no empezamos ya a plantarselas también a los tíos? ¡Si será por falta de silicona!
Borrad eso. Si los tíos nos pusiéramos tetas, nos pasaríamos el día sobándolas con fruición, un espectáculo muy poco decoroso para tiernos infantes y santas monjas. Por no hablar de lo poco que saldríamos de casa.
_Cariño, que no llegamos al cine
_ Ay, hija qué prisas, déjame un poquito en paz, que tengo las manos ocupadas...
Y con lo competitivos que somos. Uf, quita, quita.
_¡Mira María, que las tengo más gordas que las tuyas, chincha y rabia!
Y luego están los mermaos que acusan a las tetas de todos los males del mundo, y pretenden ocultarlas bajo siete llaves, como el hojatolah Kazem Seddiqi, que declaró en abril de 2010 que DIos enviaba terremotos como castigo por los escotes de las mujeres indecorosas. Jennifer McCreight, una joven de mente inquieta y científica, decidió verificar la validez de esa hipótesis, para lo que propuso que el 26 de ese mes se celebrara el día planetario de los canalillos al viento, a fin de provocar un BoobQuake (Tetamoto, en mi humilde traducción).
El día llegó, las tetas disfrutaron del sol matinal y el frescor de la tarde. Mi chica (foto de apertura) colaboró en tan magno evento y, por añadidura, tuve el placer de conocer la genial sonrisa y maravilloso escote de mi amiga R. En cuanto a resultado del experimento, cero. Hubo terremotos, porque SIEMPRE hay terremotos en algún lugar del planeta, pero en ningún momento se superó la media diaria de esas fechas. Y aquí viene el punto más interesante, porque si extrapolamos adecuadamente los datos, el Tetamoto's day puede usarse como prueba de la inexistencia de Dios. Si la exhibición masiva de deliciosa y satinada piel por todo el planeta no trajo un aumento de la actividad sísimica, ésto sólo puede puede atribuirse a dos causas, mutuamente excluyentes:
A. DIOS NO EXISTE
B. A DIOS LE MOLAN LAS TETAS
La A no requiere explicación: si no hay Dios, podríamos sacar a la luz todas las tetas del planeta y eso no alteraría ni un infinitésimo el desplazamiento de las placas tectónicas.
La B parece razonable, ya que los sacerdotes de todas los cultos monoteistas insisten en el carácter masculino de Dios, luego si el bueno de Jahvé es hombre, es normal que le molen las tetas ¿no? Pero los mismos sacerdotes insisten en que Dios aborrece la impudicia. Y la Biblia lo dice muy claramente en el Levítico, porque aquel que contempla la desnudez de la mujer ajena (lo que incluye sus tetas) incurre en pecado mortal y su sangre recaerá sobre el pueblo.
Luego si a Dios no le molan las tetas, y no hubo terremotos extra el Tetamoto's day, sólo nos queda la opción A, ergo DIOS NO EXISTE.
Libradas pues las tetas de mentiras, infundios y oprobios, y demostrada por añadidura la inexistencia de Dios, sólo nos queda agradecer y ovacionar a sus dueñas. Yo no puedo presumir de ser un gran experto ya que hasta ahora sólo he conocido a nivel personal cinco pares, pero todas me parecieron y parecen maravillosas, en su variedad de forma, color, firmeza y tamaño. Porque tras ellas había cinco mujeres fantásticas que me concedieron el honor (qué digo el honor ¡el privilegio!) de compartir bellos momentos tetiles.
Gracias, señoritas. De corazón.
Y como colofón musical, un tema de esos montruos insignes del rocanrol patrio, dedicado a los más llamativos elementos de la anatomía femenina.
*Los cuarentones aún recordamos con vergüenza la lamentable campaña publicitaria de la chica de los membrillos