Por una vez, voy a regodearme en mi persona, en plan Narciso. Es más, me voy a echar unas flores ¡qué carallo!
Los hechos son inapelables. Desde hace un tiempo, para mi asombro, me siento guapo. Fardón, incluso.
Sin embargo me miro al espejo y no noto demasiados cambios. La misma nariz, la misma boca, los mismos ojos (preciosos ojos azules, lo único chulo de mi cara desde que nací). Sí, las gafas de ahora son mucho más favorecedoras que las de hace veinte años, pero salvo que haya aumentado mucho el volumen de mujeres fetichistas de la marca Alenaflelú, eso no lo justifica ¿no?
Si se tratase solo de mis amigas podría pensar que se están quedando conmigo cuando me sueltan un piropo, o que tras tantos años han empezado a sentir compasión de mis huesos. Sin embargo me he visto en un par de situaciones con personas a las que apenas acababa de conocer que podríamos considerar... prometedoras.
No es que ninguna moza se haya abalanzado sobre mí en el metro, me haya arrancado la ropa a mordiscos y luego, tras tumbarme de un empellón, me haya dirigido un estentóreo ¡Fóllame cual perra en celo como si no fuera a amanecer! pero...
#Notamental: idea para una miniserie conmigo de protagonista, posible título Encuentros en el metro.
(perdón por la interrupción) ... sí me he dado cuenta de que esas personas no verían con desagrado la idea de tener algún roce conmigo. O al menos sin demasiadas nauseas. Y eso, señores míos, es todo un cambio con respecto a mi (no demasiado) añorada juventud.
Hablemos sin tapujos: yo no me comía una rosca. Y sin embargo mi piel era más tersa, mi culo más respingón, mi flexibilidad,
... de acuerdo, flexible no era, de hecho soy más flexible ahora gracias al pilates de lo que lo fui veinte años atrás. Pero leches, era joven, y se supone que eso es un valor a tener en cuenta ¿no? Y si mi cuerpo avanza hacia su decadencia ¿qué es lo que sucede?
Llevo unos años dándole vueltas al tema, y he llegado a algunas conclusiones. Si ahora soy más visible para las contrarias, eso puede deberse a las siguientes razones:
1 - El porcentaje de astigmáticas no diagnosticadas ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. Las pobres me ven borroso y me confunden con otro.
2 - Los gustos estéticos han sufrido una profunda transformación sin que me enterase y de pronto soy un referente de belleza masculina.
3 - Fui atropellado hace ocho o nueve años por un trailer de transporte de ganado porcino y desde entonces estoy en coma. Las mujeres que me sonríen forman parte de una bella ensoñación generada por mi subconsciente para no aburrirse.
4 - Morfeo me dio a elegir entre la pastillica azul y la roja y la que elegí estaba caducada
5 - Soy el protagonista de una sitcom llamada #CosasdeJose y nadie se ha acordado de decírmelo. Eso explicaría las risas enlatadas que escucho cada vez que Steve Urkell entra en mi salón.
6 - Realmente sucede que algunas personas que hace años no me hubieran mirado dos veces hoy me encuentran agradable.
La primera posibilidad no parece muy razonable a nivel estadístico, y desechadas las cuatro siguientes, por lo inviable de justificarlas cientificamente, sólo me queda desarrollar la sexta.
Como ya he dicho, mi físico no ha mejorado, en el mejor de los casos a lo sumo se ha mantenido, así que la explicación, o las explicaciones, están en otra parte.
Hay un cambio muy evidente de entonces para acá: me emparejé. Eso puede parecer un oximorón absurdo, pero no lo es (no es absurdo, digo, porque oximorón, lo es)
La realidad es que mientras no tienes relaciones con nadie, no existes. Nadie te ve como persona de interés porque vas arrastrando tu aire perdedor contigo, y eso no cambia hasta que tienes tus primeros escarceos y sales del agujero. Y es una gran putada, porque significa que no empiezas a interesar a otras personas hasta que estás con otra persona. Manda güevos ¿no? Es como la política bancaria, si no tienes un céntimo nadie te concede un triste préstamo, pero si eres muchimillonario los banqueros se pegan por lamer tu glande mientras te ofrecen dinero a carretadas*.
Lo interesante del asunto viene después. Al fin y al cabo lo único que sucede al empezar a tener una mínima vida sentimental es que sales del pelotón de los torpes. Pero el tiempo va pasando y trae consecuencias.
El primero es la permanencia. Mi pareja y yo nos acoplamos bien, formamos un buen equipo, a todos los niveles, incluido el emocional y sexual, y eso ha hecho que nuestra relación se haya vuelto larga porque merece la pena seguir juntos. Antes pensaba que eso era algo normal, Pero ya hace mucho que soy consciente de que mucha gente mantiene sus relaciones por pereza, miedo, hastío o por pura fachada.
El tiempo también me ha dado años de confianza, y eso se nota. La autoestima no es simplemente una palabra, es una especia suave y muy sugerente. Y me he convertido en un buen conversador, otro factor muy positivo (aunque tenga que andar con mil ojos, porque llevo dentro a un verborreico peligrosísimo, y a veces cuesta mantenerle a raya)
Y también me ha pulido. Llevo muchas décadas viéndome, y he dejado de intentar parecer lo que no soy. Sí, sigo siendo el mismo tío feo y bajito, pero llevo siéndolo el suficiente número de años como para haber desarrollado a fondo mis aspectos más positivos y reducido (o al menos acallado) los peores. Porque este es un mundo despiadado y, como la Reina Roja, la única manera de mantenerse en el sitio y no dejarse arrastrar sin más es mejorar siempre.
Y aquí viene la parte graciosa.
A los guapetes, eso no les funciona.
Salvo honrosas excepciones, altamente follables (y conozco más de un tío que podría hacer temblar mi heterosexualidad), los guapos viven una juventud acomodada. No tienen que esforzarse para ligar, porque se lo dan hecho**. Así que no necesitan ser buenos conversadores, ni aguzar el ingenio, ni aprender cual es su lado bueno, porque todos lo son, ni qué corte de pelo les queda mejor, porque les sienta bien todo. Es mñas, pueden ser unos cretinos integrales y nadie se dará cuenta, porque por razones que no acabo de entender, la gente piensa que si alguien es guapo, debe ser interesantísimo
Actualización a fecha de diciembre de 2018: la supuesta sapiosexualidad, es decir, la atracción sexual por la inteligencia, es una patraña, simplemente es una forma de no parecer superficiales porque, oh, sorpresa, resulta que la gente sapiosexual jamás se enrolla con alguien feo, se ve que sólo conocen inteligentes guapos
Pero ¡ay, amiguetes! el tiempo también pasa para ellos, y mientras que los que ya éramos feotes de partida vamos remontando el oleaje de los años, e incluso a veces logramos surfear, a los guapos la marea les pilla desprevenidos y les lanza contra los arrecifes. No hablo por hablar. Cierto conocido, alto y guapo, que enloquecía a las mozas, se ha convertido en un cuarentón patético y desgarbado, con la espalda bastante curvada y sin ningún aliciente personal que palíe su decadencia, porque nunca tuvo necesidad de desarrollarlo.
Para ti no pasan los años, me dicen. Claro que pasan, pero de partida yo tenía poco que perder. Los otros, en cambio, tenían mucho. Y como lo van perdiendo, yo gano en la comparación. Hablando en plata, están ahora donde estaba yo al empezar.
En fin, podría dar ahora algunos sabios consejos para que las víctimas del tiempo puedan asumir el peso de los años y recuperar de algún modo el atractivo perdido, pero en el fondo soy una muy mala persona así que...
... a joderse, mamarrachos. Bienvenidos a mi mundo de entonces, espero que lo disfrutéis.
p.d.: que (no) os follen
Y para el resto del público, tranquilidad: aunque hoy me haya permitido un capricho, no voy a ensorbecerme demasiado. Además, no faltará algún alma desinteresada que me de un collejón y me vuelva a poner los pies en el suelo.
¿Alguna voluntaria?
* Noté, por cierto, un reavivamiento inesperado de mi atractivo tras tener un hijo. Demostrar la viabilidad de mis espermatozoides y presentar un bebé bien guapo como prueba me hizo subir un par de grados en el interés femenino. O será que a partir de un momento el pertenecer a la categoría hombres que no emigran a otro continente si se les menciona la posibilidad de tener un hijo suma puntos extra.
** Al principio, el atractivo físico pesa más que cualquier otro factor, incluso eclipsa el resto. Pasada cierta edad es posible que descubramos, con asombro, que Mister Palmito no sabe hacer la O con un canuto y sufre de flatulencias incontrolables desde los 9 años.