(Para Diana, que está a punto de conocer a su hijo. Estoy seguro de que ella lo hará cien veces mejor que yo)
Uno de los defectos de los padres es la impaciencia. Apenas tienes a tu bebé recién nacido ya estás deseando ver el día en que se graduará en la universidad, o temiendo el instante en el que le partirán el corazón por primera vez, o abrazarle cuando se lo curen. No es que, en sí, desear que el tiempo vuele sea un problema. El problema es que, en general, el tiempo sí vuela y recibes lo que querías, mucho antes de lo que esperabas. Y centuplicado.
Uno de los defectos de los padres es la impaciencia. Apenas tienes a tu bebé recién nacido ya estás deseando ver el día en que se graduará en la universidad, o temiendo el instante en el que le partirán el corazón por primera vez, o abrazarle cuando se lo curen. No es que, en sí, desear que el tiempo vuele sea un problema. El problema es que, en general, el tiempo sí vuela y recibes lo que querías, mucho antes de lo que esperabas. Y centuplicado.
Le ves en su cunita, agitando brazos y piernas y piensas en el momento en que te hará caritas y pedorretas. Unas semanas después es imposible acercarse a menos de un metro y medio sin recibir metralla en los ojos.
Le tienes en brazos y piensas lo gracioso que será verle gatear. Antes de que hayas acabado de respirar estás tapando todos los enchufes de la casa y apartando obstáculos para que el pequeño suicida no logre electrocutarse ni desnucarse.
Le ves gatear y piensas, es tan pequeñito y tan mono y tan comestible y será precioso verle ponerse en pie y dar los primeros pasos. A los pocos meses has tenido que vaciar todos los estantes hasta 1 metro de altura para evitar que tu miniAtila haga pedazos todos los objetos frágiles de tu hogar.
Le ves balbuceando y piensas, ¿Cuándo dirá sus primeras palabras?. Y al poco te sorprendes diciéndote ¿Se callará de una puta vez? ¡QUIERO UN BOTÓN DE OFF!
Pero no escarmentamos, y un día piensas ¿Cuando se hará mayor? Y un día te levantas y te das cuenta de que tienes en casa un preadolescente.
Por mucho que te ciegue el amor paternal, los síntomas están a la vista. Tu pequeño gateador le saca a estas alturas media cabeza a su madre. La nevera, por arte de birlibirloque, se vacía de la noche a la mañana, por rápido que intentes reponer las viandas. Cuando la criaturica sale de la ducha, cada vez es más difícil no fijarse en la matita de vello... y de pronto notas ciertos cambios en su caracter.
No es que antes tuviéramos en casa un dulce y obediente niñito, pero lo que antes eran sordos murmullos de protesta, miradas bajas fingiendo arrepentimiento o expresiones de bambi intentando enternecer nuestros pétreos corazones, ahora son portazos, gestos despectivos, exigencias a todas horas y sonoros ¡¿Porqué tengo que (recoger-hacer los deberes-ir al colegio-lavarme los dientes-hacer la cama-intentar vestirse como un ser vagamente humano-dejar de hurgarse lanariz en público... infinitas posibilidades)?! ¡¿Porqué no puedo tener (una videoconsolanueva, un perro, un gato, un caballo, una moto, una tele en su cuarto, un iPhone, un ordenador personal, el triple de paga... si será por pedir)?! ¡¡¡¡DÉJAME EN PAZ!!! (+portazo) Nada demasiado grave, todavía, o al menos nada que no se solucione con las fórmulas mágicas...
- Porque soy tu padre-madre-ambos en feliz acuerdo y te lo mando
- Porque el dinero no crece en los árboles
- A tu cuarto, castigado una semana sin tele ni ADS
Pero sabes que el efecto de estas sentencias se diluirá en un año, puede que en unos meses, y empiezas a tener miedo. Por ti, y por tu pareja, pero también por él... sobre todo por él. Ya no hay más aplazamientos, antes de un año tu niño se estará ahogando en un mar de hormonas y ni siquiera dejará que le eches un cable.
No es que no hayas tenido preavisos. Llevamos casi tres años notando como su curiosidad sobre determinados asuntos... digamos, anatómicos, han ido en aumento. No puedo olvidar el día en que, con 8 años, se metió en mi cuarto de trabajo, ojeó el Jueves que tenía al lado del ordenador, y me dijo...
No es que no hayas tenido preavisos. Llevamos casi tres años notando como su curiosidad sobre determinados asuntos... digamos, anatómicos, han ido en aumento. No puedo olvidar el día en que, con 8 años, se metió en mi cuarto de trabajo, ojeó el Jueves que tenía al lado del ordenador, y me dijo...
- Papá, esta señora...(Clara de Noche)...
- ¿Sí?
- ...esta fo, ¿verdad?
- ...mmmsíii, en efecto, está fo.
-...Oye...y mamá y tú...¿también fo?
-...mmmsíii, en efecto, mamá y yo también fo
-...y...¿os gusta fo?
-...mmmsíii, a mamá y a mí nos gusta mucho fo.
-...ah, vale...
En ese momento acabó el interrogatorio y D salió del cuarto. Por suerte, porque en ese preciso momento estaba a punto de decirle ... y si tú no fueras tan puñetero y no hubiera que llevarte a rastras a la cama y lavarte a la fuerza y te acostaras a tu hora sin tantas protestas y no nos dejaras tan agotados podríamos fo mucho más, pero como llegamos rotos a la cama, aquí, en general, ni fo, ni jo ni pollas con volatines en vinagre!!!
Otro síntoma muy evidente es lo mucho que se le van los ojos detrás de las chicas desde hace unos meses. Lo que me lleva a temer que en un breve plazo mi amiga S, temiendo por la integridad de su hija V (la mejor amiga de mi hijo) se comprará una espingarda y mucha munición.
Las ansias de marcar territorio van en aumento. Nos cuesta mucho tener un ratito para nosotros solos. Estamos en el salón, relajados, mirándonos a los ojos, él acaba de cenar, se ha ido a leer a su cuerto, nos cojemos la mano... pasos por el pasillo, niño plasta, tebeo en ristre, se sienta justo entrambos. Le mandamos para su cuarto explicándole que llevamos todo el día sin vernos y nos apetece estar un ratito solos, él se va rezongando siyonohagonada, noesjusto, yonoestabamolestando, esquenomequeréis, yosoloqueríaestarconvosotros... y a los cuatro minutos justos vuelve a aparecer con alguna pregunta absurda y haciendo amago de volver a sentarse de carabina.
Por fin llega la hora de acostarse, le apagamos la luz, le damos su beso, buenas noches, buenas noches, buenas noches, volvemos a relajarnos, momento romántico... pasos por el pasillo, niño asomante, esquetengosed-pis-caca-nopuedodormir ¿mepuedoquedarunratito? en momentos así uno descubre que el instinto paternal es tremendamente fuerte, porque si no existiera esa misma noche me ficharían por hijicidio.
Pero ese no es el problema. las molestias son lo de menos. Las tenemos asumidas desde hace tiempo, y sabemos que irán a más, pero no me preocupan. Lo que me desasosiega, lo que me quita el sueño desde hace meses, y no se me va de la mente es el miedo. Han pasado ya tres décadas, pero mi memoria es dolorosamente exacta. Recuerdo las noches de comerme la cabeza pensando que nadie me entendía, los rechazos, la sensación de soledad, los calores, las tensiones con mis padres y mis hermanos, el pánico/deseo/vergüenza... frente a las chicas, ... también recuerdo los buenos momentos, los abrazos, las risas, la sensación momentánea de calma cuando todo encajaba por unos instantes... pero, quizás por la disparidad de sentimientos, pienso que lo malo fue, de lejos, mucho más intenso que lo bueno.
Si sirviera de algo, me sentaría a su lado* y le diría, sé como te estás sintiendo, lo recuerdo, está grabado a fuego en mi mente. Y no puedo mentirte, irá a peor, y pensarás a veces que no puedes con ello, y te caerás mil veces y nosotros no podremos hacer nada para evitarlo, y nos odiarás por no ayudarte, pero es necesario caerse antes de levantarse. Y saldrá bien, te levantarás, caminarás solo, y entonces de verdad empezarás a vivir.
Pero sería inútil. El único modo de crecer es creciendo. Sólo podemos observar y, en lo posible, evitar que le duela demasiado. Y tendremos que aguantar desaires, desplantes y momentos horribles, porque seremos los que le pondrán trabas, los que no le dejarán salir a deshoras, mirarán con suspicacia a sus amigos, y le marcarán límites que él querrá saltarse. A sus ojos, todo nuestro empeño será cortarle las alas. Y nos va a odiar, porque le queremos, y haremos todo lo que esté en nuestra mano para que no le hagan daño ni se lo haga a sí mismo.
Otro síntoma muy evidente es lo mucho que se le van los ojos detrás de las chicas desde hace unos meses. Lo que me lleva a temer que en un breve plazo mi amiga S, temiendo por la integridad de su hija V (la mejor amiga de mi hijo) se comprará una espingarda y mucha munición.
Las ansias de marcar territorio van en aumento. Nos cuesta mucho tener un ratito para nosotros solos. Estamos en el salón, relajados, mirándonos a los ojos, él acaba de cenar, se ha ido a leer a su cuerto, nos cojemos la mano... pasos por el pasillo, niño plasta, tebeo en ristre, se sienta justo entrambos. Le mandamos para su cuarto explicándole que llevamos todo el día sin vernos y nos apetece estar un ratito solos, él se va rezongando siyonohagonada, noesjusto, yonoestabamolestando, esquenomequeréis, yosoloqueríaestarconvosotros... y a los cuatro minutos justos vuelve a aparecer con alguna pregunta absurda y haciendo amago de volver a sentarse de carabina.
Por fin llega la hora de acostarse, le apagamos la luz, le damos su beso, buenas noches, buenas noches, buenas noches, volvemos a relajarnos, momento romántico... pasos por el pasillo, niño asomante, esquetengosed-pis-caca-nopuedodormir ¿mepuedoquedarunratito? en momentos así uno descubre que el instinto paternal es tremendamente fuerte, porque si no existiera esa misma noche me ficharían por hijicidio.
Pero ese no es el problema. las molestias son lo de menos. Las tenemos asumidas desde hace tiempo, y sabemos que irán a más, pero no me preocupan. Lo que me desasosiega, lo que me quita el sueño desde hace meses, y no se me va de la mente es el miedo. Han pasado ya tres décadas, pero mi memoria es dolorosamente exacta. Recuerdo las noches de comerme la cabeza pensando que nadie me entendía, los rechazos, la sensación de soledad, los calores, las tensiones con mis padres y mis hermanos, el pánico/deseo/vergüenza... frente a las chicas, ... también recuerdo los buenos momentos, los abrazos, las risas, la sensación momentánea de calma cuando todo encajaba por unos instantes... pero, quizás por la disparidad de sentimientos, pienso que lo malo fue, de lejos, mucho más intenso que lo bueno.
Si sirviera de algo, me sentaría a su lado* y le diría, sé como te estás sintiendo, lo recuerdo, está grabado a fuego en mi mente. Y no puedo mentirte, irá a peor, y pensarás a veces que no puedes con ello, y te caerás mil veces y nosotros no podremos hacer nada para evitarlo, y nos odiarás por no ayudarte, pero es necesario caerse antes de levantarse. Y saldrá bien, te levantarás, caminarás solo, y entonces de verdad empezarás a vivir.
Pero sería inútil. El único modo de crecer es creciendo. Sólo podemos observar y, en lo posible, evitar que le duela demasiado. Y tendremos que aguantar desaires, desplantes y momentos horribles, porque seremos los que le pondrán trabas, los que no le dejarán salir a deshoras, mirarán con suspicacia a sus amigos, y le marcarán límites que él querrá saltarse. A sus ojos, todo nuestro empeño será cortarle las alas. Y nos va a odiar, porque le queremos, y haremos todo lo que esté en nuestra mano para que no le hagan daño ni se lo haga a sí mismo.
Me queda el consuelo de que, al contrario que yo a su edad, mi hijo tiene facilidad para hacer amigos, lo que le evitará algunos momentos amargos. Y es muy guapo, lo que quizás le ahorre algunos complejos. Pero el resto se lo comerá entero. Y nosotros tendremos que verlo.
En apenas unos meses mi hijo será un adolescente y empezará la tormenta, estemos o no preparados, y me temo que yo, al menos, no lo estoy.
Siento no poder rematar este texto con una frase ingeniosa o un comentario divertido. Pensaba que podría explicaros lo que siento de forma ligera, y que lograría haceros esbozar una sonrisa cómplice, pero no me sale. Tengo demasiado miedo.
* En realidad a quien quisiera de verdad tranquilizar es al niño angustiado que fui hace 30 años y que sigue escondido en algún lugar. Quisiera encontrarle, darle un abrazo y decirle, no tengas tanto miedo, saldrá bien, te prometo que todo saldrá bien.