Mujer iroqués

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lunes, 4 de mayo de 2015

LA ANTICIENCIA EN LOS MEDIOS (II) El verdadero pecado



Leí El moderno Prometheo hace ya muchos años, y lo releí más de una vez. Lo tengo delante de mí, ahora mismo, en una edición magnífica, por cierto, ilustrada por uno de los últimos genios del grabado, Bernie Wrightson. Y, a riesgo de que me acuséis de hacer spoilers, os diré que la historia que se nos cuenta está a años luz del cliché infantiloide inmortalizado por la Universal en 1931.

No esperéis encontrar en esta novela jorobados, laboratorios llenos de luces incandescentes, tormentas eléctricas, gruñidos semihumanos o cerebros defectuosos. La parte científica de la obra apenas está esbozada, lo importante sucede casi de improviso: Victor Frankenstein da vida a una criatura, y al abrir los ojos, tras un sueño reparador, la ve ante él, inmóvil, su mente en blanco, incapaz de pensar, hablar, sentir, siquiera de ser, velando el sueño de su creador. Expectante.

Y Victor la ve fea.


Fea. Ese es el pecado de la criatura. No responde a las altas espectativas estéticas* de Victor, así que éste se deshace de ella. La abandona en un bosque, confiando en que muera de hambre y no deje rastro tras de sí. Luego, sintiendo que su trabajo ha sido un fracaso, retoma su vida tal y como era antes de iniciar su investigación. Poco después, empiezan a suceder cosas, muertes extrañas, y una noche una silueta surge ante él.

La criatura no ha muerto, después de todo. Ha sobrevivido, ha crecido, ha aprendido poco a poco a entender el mundo, y ha entendido que no pertenece a ese mundo. Es diferente a los otros seres vivos, sobre todo a los otros seres humanos. Esa diferencia le convierte en algo horrible, un ser rechazado y perseguido, algo que debe ser aniquilado. Y en su corazón, siente que eso es injusto. El no pidió vivir, alguien le dio la vida. Si tan diferente es de los demás, es porque no fue creado igual, así que vuelve sobre sus pasos, busca una respuesta, y encuentra a su creador. No para buscar venganza, sino para pedir justicia.

La criatura pide a Víctor que no le deje así, porque la soledad y el dolor le están volviendo malvado. Es tarde para deshacer lo hecho, para que Víctor pueda darle una vida con un sentido, con afecto, con lazos, pero su creador puede reparar el daño si le da una compañera, alguien como él, alguien que le vea con los mismos ojos, y que no le sienta extraño. Y Víctor, finalmente accede. Viaja, aprende, y vuelve a trabajar, esta vez en una mujer, una Eva para su Adán.

Y, de nuevo, siente que lo que está creando no es bello. Piensa que la criatura se equivoca, que al ver su fealdad reflejada en otro ser como él, se volverá aún más malvado**, y decide romper su promesa. La mujer no llegará a ver la luz: Victor la destruye antes de darle la vida, y luego trata de justificar lo que ha hecho ante su anterior creación, explicándole sus vagas razones estéticas y morales. Intenta que entienda que la soledad es lo mejor para el, dada su deformidad, incapaz de entender que lo que le ha arrebatado es, ni  más ni menos, que la Esperanza. Es entonces, y sólo entonces, cuando empieza la pesadilla, porque la criatura no dará a su creador la muerte, sino el mismo trato que ha recibido de él. Víctor le condena a la soledad, y le pagará con la misma moneda, arrebatándole todo lo que ama, todo lo que le vincula al mundo y a los hombres, empezando por el amor.


... I shall be with you on your wedding night.

A partir de ahí la vida de Victor empieza a desmoronarse, la criatura va dando muerte a todos los que le aman, y el doctor se ve obligado a huir, perseguido a todas partes por la venganza, hasta que encontrará, finalmente, la muerte, en los hielos del ártico. Allí vemos por última vez a la criatura, y por última vez escuchamos sus palabras, mientras maldice, no a su creador, a quien ha perdonado póstumamente, sino a su destino, que nunca eligió.

My heart was fashioned to be susceptible of love and sympathy, and when wrenched by misery to vice and hatred, it did not endure the violence of the change without torture such as you can not even imagine.


I had no choice but to adapt my nature to an element which I had willingly chosen. The completion of my demoniacal design became an insatiable passion. And now it is ended; there is my last victim!


For while I destroyed his hopes, I did not satisfy my own desires. They were forever ardent and craving; still I desired love and fellowship, and I was still spurned. Was there no injustice in this? Am I to be thought the only criminal, when all humankind sinned against me?


Se pueden extraer lecciones morales de esta obra, por supuesto, pero no son las que nos han transmitido machaconamente. Estamos muy lejos de sacrilegios o conocimientos prohibidos. El pecado de Victor no fue su desmedida curiosidad, sino su necia frivolidad. No hubo maldad en la criatura hasta que su creador se desentendió de ella, no es la ciencia quien se equivoca, es el hombre el que no es capaz de asumir sus actos y responsabilizarse de ellos.

Los medios nos han transmitido un mensaje facilón y edulcorado: saber demasiado es malo, mejor vivir una cómoda mediocridad, a salvo tras nuestra ignorancia. Mejor no hacerse preguntas, porque los que se las hacen, los que buscan las respuestas, son diferentes de nosotros. Cooper, Brennan, Grissom... Frankenstein... se nos presentan como sólo aparentemente humanos: son fríos, incapaces de sentir, están separados de nosotros y, en última instancia, son amenazadores.

Sólo es un cliché, cierto. Un cliché muy triste, que invita a la pereza y la comodidad. Y un cliché sostenido por una mentira: el daño que hizo Victor Frankenstein, a sí mismo y a los que le rodeaban, no fue consecuencia de la Ciencia, sino de su humanidad. Sus pecados fueron la indolencia, la incoherencia, y la incapacidad de asumir las consecuencias de sus decisiones.

Y esos, son pecados muy, muy humanos.

* Victor, probablemente, pertenecería a la corriente conocida como Naturphilosophie, que, entre otras cosas, incorpora un ideal de belleza a la ciencia, a partir de una filosofía finalista.

** Porque, siendo deforme, necesariamente es malvado, y ese mensaje sigue también lloviendonos desde las pantallas.
 




sábado, 20 de julio de 2013

¡¡¡¡¡DE PARTE DE LA SAGRADA TETEEEEEERA, SE HACE SABEEEEEEEEEEERRRRRRR.....!!!!!

... Que el 30 de mayo de 1919 Su Católica y Graciosa* Majestad Don Alfonso de Borbón, llamado también Alfonse XIII El Africano, Rey de España, Conde de Barcelona y Protector de Jerusalén, acompañado de la familia real, el gobierno en pleno y otras autoridades civiles y religiosas, consagró España al sagrado corazón de Jesús. En dicha ceremonia realizada en el Cerro de los Ángeles en Getafe se instauró a Jesús como rey de España.

... Que  en fecha más cercana, en el año del señor de 1965, Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia** de Dios, llamado también Paquita la Culona*** y El del Culo Blanco, repitió dicha ceremonia poniendo así los destinos de la patria bajo el dulce abrazo de Jesús...

... y que a fecha de hoy, en el Año del Señor de 2013, y como fundadores del Muy Esclarecido Culto a la Tetera de Bertrand Russell,  consideramos que no podemos ser menos...
 ... y por ello anunciamos nuestra libre decisión de consagrar España a algo. 

Así que, queridos niños y niñas...

Como acto de visibilización de que en la España del siglo XXI la iglesia sigue teniendo una posición que no le corresponde y que cuenta, como en 1919, con los poderes públicos como fieles sirvientes, procederemos a consagrar España a la verdadera, única e imaginaria Tetera de Bertrand Russell. La ceremonia se realizará el día 27 de julio a las 19h y, por no ser menos que don Alfonso, también  se celebrará en el centro geográfico de la península.

Dado que la virgen del Rocío ha fracasado en su intento de sacarnos de la crisis, demos una oportunidad a la Tetera. Para ello invitamos a todos los seguidores del resto de verdaderas religiones ficticias, y a quien libremente quiera, a unirse a nosotros en este acto, para mayor gloria del ateísmo y el escepticismo. Y por echarnos unas risas.

Que el Fervor por el Hervor sea con vosotros y que su Sagrado Vapor os Proteja.

* La campechanía le viene a Juancar de familia, se ve que su abuelo también era muy dado a las gracietas, ya se sabe, bromas telegráficas y risas a costa de los jovenes enviados a morir a África, alegres escapadas a costa del erario público... lo normal en un Borbón.

** Otro graciosete. Qué perra tienen algunos con hacer cuchufletas a costa del españolito de a pie.

*** Ojo, apelativo que le fue otorgado por sus viriles compañeros militares, y más en concreto por Millán Astray, luego nadie puede ni debe ofenderse, es más, debiera ser recordado con orgullo por sus fieles corifeos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿POR QUÉ SOY ATEO? (II)


Ya he expuesto los motivos que pueden llevarte al agnosticismo. Pero yo no me describo como agnóstico, sino como ATEO.

¡Pero no puedes demostrar que Dios no existe!

He oído ese argumento mil veces, y me sigue pareciendo tan vacío ahora como la primera vez. Claro que puedo demostrarlo. Basta con demostrar que ese dios concreto es obra de los hombres, porque, por propia definición, un dios no puede ser una creación de sus seguidores. Y eso es fácil de hacer.

Yahvé, deidad de las tres grandes religiones monoteistas actuales. La evidencia de su existencia y, según los fanáticos, su grandeza, es la palabra revelada, es decir, el Libro. Pues si cogemos ese libro, sin más, no necesitamos mucho esfuerzo para entender que la palabra es falsa. Ni la Tierra tiene 4000 años, ni los humanos surgen de la nada, ni la Tierra es el centro del Universo, ni hubo un diluvio que  anegara el planeta por encima de las montañas, ni... es más, el texto, por si mismo, evidencia diversas etapas en su redacción y recopilación, y es posible seguir el origen de sus mitos y verificar que son préstamos relativamente modernos de religiones más antiguas y totalmente ajenas al dios de los judíos. Es decir, la Biblia es obra de los hombres, y ni siquiera es una obra demasiado sólida.

Podemos repetir el mismo proceso con cualquier deidad concreta, y llegamos al mismo punto: los dioses son obra de los hombres, ergo, son falsos. Del mismo modo que puedo afirmar que no existen Thor, Zeus o Anubis, puedo demostrar que no existen Aláh, Yahvé o Shiva

Bueno, pero es que los cristianos no creemos en el Dios del Antiguo Testamento sino en Jesus.

No, queridos, no. Sin el Dios bíblico, Jesús sólo es un hombre. Muy majete y buenrollista, pero sólo un hombre. Luego si el AT no es más que un montón de cuentos mal escritos, el cristianismo es un cascarón vacío.

Pero no puedes demostrar la inexistencia de una deidad no concreta, un poder benéfico del universo, una energía, un llámalo X, un algo...

Ahí os estaba esperando. Ese es el argumento más estúpido de todos. No, no puedo, porque no lo necesito. Para que la respuesta a una pregunta sea X, ésta debe ser igual de valida al menos que el resto de las respuestas posibles.

La reina Cretina de Grecia (perdón, Sofía de Grecia) dijo Se ha de enseñar religión en los colegios, al menos hasta cierta edad: los niños necesitan una explicación del origen del mundo y de la vida. No dudo que la necesiten, pero no necesito el concepto Dios para explicar esas cosas. El origen de la humanidad (y de las especies vivas modernas y extintas) se explica mediante la teoría de la selección natural. La inteligencia no requiere ninguna intervención milagrosa, sólo un crecimiento suficiente del cerebro y cientos de miles de años de evolución cultural. El origen de la vida se puede explicar mediante simple bioquímica. El de la Tierra es una cuestión de polvo estelar, masa y gravedad, y en cuanto al universo, los físicos han logrado llegar en sus cálculos al instante mismo de su inicio, hace 14000 millones de años. Sabemos qué ocasiona la luz. Sabemos qué son los colores. Estamos empezando a entender qué es la masa.

Nadie nace creyendo en Dios. NADIE.  La idea de Dios es inculcada en la mente de los niños por los adultos, igual que la de los Reyes Magos, Santa Claus o el Ratón Pérez. Luego bastaría con no hacerlo para que la religión se extinga como una vela, del mismo modo que si dejamos de hacer el paripé con los dientes y las almohadas el Ratón Pérez y el Hada de los Dientes se borraran de nuestra imaginación sin dejar rastro. Y ambas cosas sucederían en una única generación.

La explicación religiosa pudo tener sentido hace cientos de años, cuando no había otra. Pero hoy por hoy no es válida porque tenemos otras que sí lo son. Y, lo que es mejor, no es necesaria tragárselas ciegamente, porque podemos poner a prueba su validez. Y si nuevos datos reales invalidan una respuesta, a su vez el estudio de esos datos darán nuevas respuestas, del mismo modo que cada descubrimiento, en vez de fosilizarse y calcificarse como la religión, abre nuevas puertas y plantea nuevas preguntas que ni siquiera existirían si aceptáramos la validez de la respuesta Dios.

Todas y cada una de las explicaciones religiosas sobre el mundo han sido refutadas por la ciencia. Actualmente los teístas, los agnósticos perezosos y los fanáticos bíblicos se aferran no ya a sus creencias, sino a los puntos aún no explicados, en la idea de que si la ciencia no ha aclarado algún detalle de algo, por nimio que sea, ese detalle demostrará la existencia de Dios. Hace años presentaron ante un juez el flagelo de las bacterias como la prueba irreductible de la necesidad de un creador. Los científicos, en vez de aceptar ciegamente su explicación, se limitaron a explicar, paso por paso, cómo surge el flagelo bacteriano. Ahora dicen que no podemos saber que pasó antes del Big Bang luego tiene que haber un Dios. No sé si lo llegaremos a saber alguna vez, pero sí sé cómo no llegaremos a saberlo jamás: aceptando su respuesta y dejando de buscar la correcta.

La última trinchera de los religiosos es que el temor de Dios es necesario para sostener la moral y la honradez, pues sin su mirada amorosa (y la amenaza del sufrimiento eterno, ya de paso) el hombre cae en el barro. No voy a dar ejemplos de la moral y honradez de los ateos. Ni siquiera de la mía. Me basta con ser consciente de que hasta el siglo XIX no hubo ateos, luego todos y cada uno de los crímenes cometidos en los últimos cuatro milenios, desde el nacimiento de las civilizaciones hasta los comienzos del siglo XIX fueron cometidos por gente religiosa, que creía firmemente en un dios, o incluso en muchos, y los más atroces de esos crímenes contaron con el beneplácito (teórico) de esos dioses. Luego la idea de la deidad tampoco sirve de mucho como garante del bien.

Resumiendo, no necesito demostrar la inexistencia de llámalo X, porque no necesito a llámalo X para nada. No hay espacio para él: no explica nada, no aporta nada. Lo dijo Laplace, cuando Napoleón le preguntó porqué no nombraba a DIos al exponer su estudio sobre la gravedad y los movimeintos planetarios: Sire, nunca he necesitado esa hipótesis.

Nosotros tampoco la necesitamos. Y no necesitamos explicar algo innecesario. Si tu respuesta es Dios, tu pregunta simplemente está mal planteada.

Por eso soy ateo.

sábado, 1 de septiembre de 2012

¿POR QUÉ SOY ATEO? (I)

Bueno, por si alguien aún no se ha enterado (hay gente muy despistada en la red, y no descarto que aparezca alguna lectora* nueva que no haya navegado previamente en mi bitácora) haré una declaración: soy ateo. No agnóstico ni indiferente ni no practicante ni ninguna de las etiquetas comodas y políticamente correctas que te encuentras por ahí. Ateo. Rotunda, positiva, activa y enérgicamente ateo.

Puntualizaré el término activamente. No es que tenga previsto entrar en la Almudena con un Kalashnikov y abundante munición, disparando contra todo aquel que levante las manos al cielo y me diga ¡no me mate, por el amor de Dios! Ahí como mucho entraría con una bola de demolición, porque esa catedral es un engendro lamentable y un bombardeo con napalm me parece la mejor manera de mejorar su estética. Lo que quiero decir es que defiendo mi postura de forma activa y racional, colaboro en actividades a favor de la separación efectiva entre el estado y la religión y denuncio el abuso de poder y la perniciosa influencia de las religiones organizadas en nuestra sociedad.

El caso es que soy una persona muy dada a comerme el coco y ya hace tiempo que me dediqué a rememorar los pasos que me llevaron desde la fe aborregada del niño educado en el catolicismo al ateismo militante. Las visitas veteranas supondrán que no hay demasiado que especular al respecto: de niño los curas de mi colegio me educaron a fuerza de hostias ergo me volví ateo.

Deducción sencilla y elegante, pero falaz. Por un lado, aunque cobré lo mío y lo de mi primo, yo no me cuento entre los niños más apaleados de clase, ya que era un estudiante tirando a bueno. Por el otro, la bilis de un montón de frailes amargados te quita la fe en los frailes, no en Dios. Si no fuera así este país se habría llenado de ateos ya en el siglo de Oro, porque los curas llevan aplicando con saña lo de la letra con sangre entra desde hace cienes y cienes de años.

Mi primer paso hacia el ateismo fue el muermo. Porque en cuanto tuve un poco de raciocinio fui muy consciente de que las misas eran aburridísimas, y a medida que fui creciendo lo hizo el tedio. El mismo tedio que tenía, por cierto, uno de los curas que me confesaban, porque fuera cual fuese el volumen de pajas declaradas ante el confesionario, siempre me respondía mmmmrssszzzzzcincopadrenuestrosyunavemaríajjjzzzzzzzzzz... antes de seguir durmiendo. 

Vamos, que un día tuve que ser sincero conmigo mismo y aceptar que la religión es un peñazo. Pero de nuevo debo decir que eso no te lleva al ateismo, sino a las posturas antes citadas, las comodonas. Buena parte de la gente que se describe a sí misma como católica en las encuestas añade después la coletilla no practicante, lo que traducido al castellano crudo viene a significar para echar la siesta me tumbo tan ricamente en el sofá, no en un banco de misa, que están duros y el cura luego te mira mal y total por unos ronquiditos de nada.

¿Exagero? Visitad cualquier iglesia de pueblo (se supone que la fe es más profunda en el medio rural, siempre me he preguntado porqué**) durante la temporada lectiva de misas, esto es, fuera de las fiestas del santo patrono. Sólo veréis a una docena de viejecillas murmurando ycontuespíritu y desafinando el quealegríacuandomedijeeeeeeronnnnnnn. El resto del pueblo no pisa la iglesia más que cuando hay permiso para hacerlo borrachos.

La pereza es asimismo la responsable del agnosticismo, ya que el que se declara agnóstico en general quiere decir en realidad no me creo una mierda de lo que dicen las curas pero me da demasiada pereza pensar el porqué. Sumado, en ocasiones a esa manía de querer contentar a tirios y troyanos y que se traduce en memeces del tipo todas las creencias/ideas/costumbres son respetables (lo que es otro indicio de pereza, porque muchos de los que sueltan esa flor por la boca son incapaces de articular una sola idea correctamente razonada)

Por cierto, y al hilo del anterior párrafo, las creencias/ideas/costumbres no tienen porqué ser respetables, del mismo modo que no tienen porqué serlo las personas. Pasado el primer hola, el respeto hay que merecerlo. 

* Digo lectora porque llevo tiempo viendo que, salvo el día aquel de las pajas, la mayor parte de mi público es femenino
** Porqué se supone eso, no porqué es más profunda, ya que tengo muy claro que no lo es.

sábado, 26 de mayo de 2012

¿QUÉ SABEMOS DEL PASADO? Escepticismo y paleontología (I)



(Lo que sigue es un resumen de la charla que di en la eskepticamp de Madrid a finales de enero. Esperaba poder enlazar el video de mi presentación, pero debido a problemas técnicos parece que la mayor parte de las grabaciones de ese día se han perdido. Mis disculpas)

De cuando en cuando la prensa y los telediarios nos sorprenden con noticias sobre paleontología. Estas pinceladas suelen centrarse en tres tipos de criaturas: la fauna de megamamíferos del pleistoceno, los dinosaurios (ahí suelen meterse a capón los grandes reptiles voladores y marinos  del mesozoico) y los homínidos. Lo normal es encontrarnos con  titulares llamativos y contundentes.

Leyendo afirmaciones como las que podemos ver en las imágenes, resulta sorprendente cuanta información puede obtenerse a partir de unos huesos ¿verdad? Casi parece que la reconstrucción del pasado fuera una ciencia exacta. Pero una mente escéptica debería siempre plantearse qué hay de verdad tras una información llamativa. Es decir, cuando leemos aseveraciones precisas y detalladas sobre criaturas desaparecidas hace millones de años lo lógico es plantearnos plantearnos ¿es posible obtener esa información de las evidencias disponibles. Dicho de otro modo ¿Puede la paleontología obtener esos datos?

Una información errónea o exagerada puede partir de los propios investigadores. A veces el afán por presentar un descubrimiento lleva a lanzar las campanas al vuelo con demasiado enfasis. No hay que olvidar que las subvenciones para investigación son escasas, y la publicación de un hallazgo muy espectacular es un modo de conseguir la atención de los patrocinadores.

No obstante, la mayoría de los errores se deben a la asombrosa falta de criterio de los medios de comunicación. Un titular tan solemnemente estúpido como el que podemos ver en la noticia de la plesiosauria embarazada sólo puede achacarse al analfabetismo cietífico del redactor, al uso de traductores automáticos, a la inexistencia de un editor competente o, probablemente, a una conjunción de los tres factores.

Vayamos por partes ¿Qué elementos vamos a encontrar en una noticia de este tipo? y ¿qué validez podemos dar a cada uno?


Lo primero escuchamos cuando se produce un descubrimiento es su antigüedad, es decir, su datación. Este es un punto al que se aferraron durante décadas los creacionistas, ya que la identificación de un determinado estrato del terreno se hacía en base a los fósiles que contenía, y la antigüedad de esos fósiles se establecía de acuerdo al estrato en el que se encontraban. Sin embargo los métodos modernos son independientes de la estratificación, ya que se basan en la datación radiométrica. Resumiendo mucho la técnica, si en un objeto localizamos dos isótopos de un mismo átomo, uno de ellos inestable, y conocemos la proporción de estos isótopos en el momento de formarse la muestra, y el periodo de semidesintegración del isótopo inestable (es decir, el tiempo requerido para que el volumen de dicho isótopo se reduzca a la mitad) podremos calcular el tiempo transcurrido midiendo la proporción actual de dichos isótopos.

Hasta los 50000 años usamos la datación en base al C14, y a partir de ahí se emplea la conversión del Potasio40 en Argón, las series de uranio, o la conversión del rubidio 87 en estroncio 87. Estos métodos se solapan entre sí, y con otros métodos, como el del recuento de varvas en zonas de sedimentación lacustre, o de anillos arbóreos, lo que permite calibrar su precisión. Es decir, si tomamos una muestra especifica y la sometemos a diversos sistemas de datación, y los resultados son coherentes, sabremos que los métodos empleados funcionan correctamente.

Visto lo anterior, informaciones como la que vemos en esta captura, referida a supuestas huellas humanas mezcladas con pisadas de estegosaurios, carecen de la más mínima credibilidad. Ningún científico serio buscaría huellas humanas en un estrato cretácico, luego de partida la noticia no lo es, sólo un bulo echado a rodar por la red por algún gracioso malintencionado.

Así pues, siempre que se apliquen correctamente los métodos de datación, la información relativa a la antigüedad de un hallazgo debe considerarse correcta, dentro de los márgenes de fiabilidad de dichos métodos*.

La identificación de los restos es también bastante fiable. Para llevarla a cabo se usa la anatomía comparada, es decir, comparamos los restos encontrados con seres vivos modernos y otras criaturas extintas ya clasificadas, lo que permite establecer con bastante precisión sus relaciones de parentesco. Por supuesto todo depende de lo completos que sean los restos, si son muy reducidos, podríamos llegar a extrapolar demasiado. 

EL año pasado se anunció a bombo y platillo el hallazgo de una niña neandertal en Madrid. En este caso nos encontramos ante un ejemplo de exceso de celo por parte de los científicos, porque lo que se ha encontrado son, exactamente, cuatro dientes de leche. Por supuesto podemos precisar que son dientes humanos, y, dada la datación del hallazgo, sí, lo más probable es que sean de origen neandertal. Pero añadir que se trataba de una niña pelirroja muerta por causas desconocidas mientras sus familiares formaban parte de una expedición de caza, ponerle nombre y hacerle, de paso, un retrato, es, como mínimo, arriesgado**. 

Por otra parte, una cosa es establecer que una criatura extinta es, por ejemplo, un homínido, y otra muy distinta conocer con exactitud su parentesco con otros homínidos. Los medios suelen pecar de entusiasmo, ya que enseguida nos encontramos con titulares del tipo eslabón perdido o antepasado. Lucy, uno de los fósiles más célebres del mundo, suele ser presentada como antepasado de la humanidad moderna. Y esa es una afirmación muy aventurada. Australopitecus aferensis está claramente emparentado con nosotros, pero no podemos saber a ciencia cierta si está directamente en nuestra línea de ancestros. Podemos decir que nuestros antepasados del plioceno serían muy similares a Lucy, pero no podemos afirmar categóricamente que descendamos de ella.

Veamos otro ejemplo más reciente, una noticia que vincula a T-rex con Raptorex, un pequeño tiranosáurido de principios del cretácico. La distancia entre estas dos especies es de nada menos que 60 millones de años. Con una distancia temporal tan abismal, lo único que podemos afirmar es que ambos pertenecen a la misma familia, y eso no es poco, pero de ahí a decir que uno desciende del otro hay mucho camino. Y más cuando raptorex está representado por un único ejemplar, presumiblemente juvenil, y su datación continúa en estudio, ya que el análisis inicial pasó por alto algunos factores.

Por principio, debemos desconfiar de afirmaciones categóricas del tipo desciende de o es antepasado de. Salvo que contemos con restos que incluyan ADN, siempre nos movemos en el campo de las hipótesis, más o menos fundadas, más o menos fiables. Y lo mismo vale para cualquier noticia que incluya el término eslabón perdido***, un concepto victoriano que carece por completo de validez científica y suele ocultar estafas o autoengaños. Amen de animaladas, como las del recorte de la izquierda, donde leemos perlas como mono lemur o la relación del hombre con los mamíferos.



*La gentuza que intenta defender la autenticidad de la síndole de Turín aduciendo a supuestos errores en la datación no sólo no aporta ni una sola prueba de dichos errores, sino que miente descaradamente. Según los sindonólogos y sus acólitos, el creador del método del C14, W. Libby, afirmó que esos análisis no se habían aplicado correctamente en el caso de la Sábana Santa. Dado que Libby murió en 1980, 8 años antes del análisis, está claro que quien afirma semejante cosa demuestra su mala fe.

** Empezando por el hecho de que los dientes de leche caen sin necesidad de que su poseedor muera, luego la presencia de esos dientes no indica necesariamente un enterramiento. Y desde luego sin un análisis genético no es posible determinar el sexo.

*** La presencia en un titular del término eslabón perdido permite evaluar con notable fiabilidad la falta de cultura científica del redactor: cercana a cero.

lunes, 14 de mayo de 2012

EL ATEO SE HACE (por eso molamos tanto III)


El argumento más sobado sobre la bondad de la religión, al margen de su Revelación por la Divinidad, es la necesidad del ser humano de atenerse a unas normas morales que impidan el caos y la debacle. Es decir, el temor de Dios obliga al hombre a comportarse decentemente con su prójimo, y sin él nos lanzaríamos unos al cuello de otros con cualquier excusa. Como refuerzo de ese argumento suele acudirse a ejemplos como Stalin y Hitler, pruebas vivas (ahora muertas) de lo que puede llegar a hacer el ateismo.

La supuestas pruebas son facilmente refutables con el mismo argumento que se esgrime con ellas. Hitler no sólo nunca abjuró de su catolicismo, sino que consideraba que para el nazismo era más ventajoso entenderse con la iglesia católica que con los protestantes, debido a su estructura jerárquica. Además el nazismo no pretendía erradicar la religión, sino reemplazar el cristianismo por un credo nuevo, el cristo cordero-judío por un cristo guerrero-ario. En cuanto a Stalin, deberían recordar antes de usar su nombre que su educación fue religiosa e incluso profesó como seminarista, y no dudó en devolver algunos privilegios a la Iglesia Ortodoxa en 1942. Por supuesto el punto de vista que acabo de exponer sobre esos dos dictadores es falaz, pero lo es en el mismo volumen en que lo es pretender que sus crímenes se debían a su falta de religosidad.

Por cierto, en el ranking de genocidas, y por delante de Hitler y Stalin, se encuentra su serenísima majestad Leopoldo de Bélgica, cristianísimo rey, bendecido por la Iglesia. Lo que no le impidió cuasi exterminar a la población del Congo para enriquecerse de la forma más obscena. Y, dado que el ateismo es un fenómeno muy, muy moderno, nos encontramos con que TODOS los asesinos, ladrones, violadores, genocidas, torturadores o criminales a secas anteriores al siglo XX fueron, de una u otra forma, creyentes y no ateos. Incluyendo reyes, sultanes, papas, khanes, nobles, obispos, santos, emperadores... Jack el Destripador, probablemente, era anglicano. Luego el hecho de creer en un ser superior y una justicia en el más allá no supone ninguna cortapisa al crimen ni la inmoralidad.

Veamos el otro lado de la ecuación. ¿Los ateos carecen de moral por el hecho de serlo? No parece ser así. Además la ética del ateismo es más sincera que la de la fe, ya que no se basa en el miedo a un supuesto castigo eterno a manos de una deidad vengativa, sino en la asunción, pura y dura, de que, si queremos recibir un buen trato de nuestros semejantes, nosotros debemos ofrecerles un trato similar.

Eso deja fuera las posturas de sacrificio o santidad al estilo de poner la otra mejilla, lamer llagas de leprosos o buscar el sufrimiento. Se trata de una moral práctica, basada en la idea de que, a priori, debemos confiar en la equidad de nuestros semejantes, siempre y cuando no defrauden esa confianza. Lo que Dawkins denominó, muy acertadamente, la postura Donde las dan las toman, una estrategia que experimentalmente* se ha demostrado superior a las del bondadoso confiado (lo que coloquialmente llamaríamos el pardillo o la víctima) y el aprovechado egoista (cuya supervivencia sólo está garantizada si cohexiste con suficientes víctimas bondadosas y confiadas)

Puede parecer un modo demasiado simple o materialista de plantear un código moral, pero de hecho es más sofisticado que el tantas veces alabado Tratarás al prójimo como a ti mismo del cristianismo, ya que lo complementa con la cláusula siempre y cuando el prójimo no demuestre ser un cabronazo. Así que existe la ética atea pero ¿seguirla nos hace mejores?

Volvamos a las falacias, esta vez del lado opuesto. Una estadística publicada a finales de los 90 en EEUU arrojó el curioso resultado de que, siendo la población atea un 15% del total, en las prisiones sólo suponían algo menos del 1%. Hubo quien lanzó las campanas al vuelo aduciendo que eso demostraba que la moralidad atea era muy superior a la creyente, y lo complementaba con otros datos que implicaban que los ateos tenían mejores puestos de trabajo, ganaban más dinero, sufrían menos problemas psicológicos y se divorciaban menos que los creyentes estadounidenses (este último dato era casi imperceptible, un 24% frente a un 26%, creo recordar).

La falacia es facil de encontrar. La mayoría de los ateos estadounidenses provienen de familias de clase media acomodada o clase alta y han tenido acceso a una educación universitaria, Luego es mucho más probable que tengan un buen puesto de trabajo (bien remunerado, que les permite acceder a mejores condiciones sanitarias) y no se vean en una situación personal que les empuje a delinquir. Por el contrario la mayor parte de los delincuentes preovienen de familias en la parte inferior de la escala, crecieron en barrios marginales y no tuvieron acceso a una educación razonable fuera de la escuela pública (que en los lugares marginales es MUY marginal) ni a una sanidad adecuada (recordemos que en EEUU la sanidad es privada). El hecho de que sean creyentes no es la causa de su situación, sólo es una parte del puzzle, ya que el porcentaje de afroamericanos e hispanos en la marginalidad y en prisión es muy superior a la media poblacional y esos colectivos, tradicionalmente, se identifican como religiosos. No están en la carcel, o viven vidas más miserables, por ser creyentes. Son creyentes, o mejor dicho, se definen como tales, porque pertencen a estratos sociales donde no es fácil plantearse el no serlo, y no sólo a nivel personal, sino a nivel comunitario, porque hay presión para que sea así (muy superior a la que vivimos en España, por cierto)

No obstante lo dicho, creo que la ética atea es superior a la moral creyente. No por que las estadísticas digan esto o lo otro, sino por que no depende de factores mágicos. Por un lado no nos comportamos decentemente por temor a un atroz castigo eterno, y eso la hace más valiosa, porque es más libre. Y por el otro, no se cimenta en las ideas o costumbres de un puñado de pastores cubiertos de piojos de hace 2500 años, sino en el día a día, lo que la hace flexible y realista, mientras que la moral basada en la fe es rígida e inadaptable. Salvo que una autoritas cambie su interpretación, dándonos otra versión un poco más modernizada, pero igual de rígida que la anterior.

Resumiré mis planteamientos. Los ateos llegamos a serlo a través de la racionalidad, lo que implica que hemos superado el encadenamiento de la fe, un saludable ejercicio para la mente. No nos dejamos lastrar por esa fe, lo que da alas a nuestra curiosidad. Somos coherentes y no buscamos falsos consuelos ni tiritas ficticias ante la realidad. Por añadidura nuestra ética es más sólida y valiosa que la que se basa en el miedo o la obediencia ciega. 

Añadiré que somos más interesantes en general porque sabemos que ESTO ES LO QUE HAY, que no hay segundas oportunidades tras la muerte, ni angelitos cantarines ni vírgenes ansiosas de dejar de serlo. Sólo esta vida, breve, finita y en general difícil. Así que procuramos sacarle todo el partido posible, y sacárnoslo a nosotros mismos. En los últimos años he conocido a muchos creyentes y muchos ateos, y puedo afirmar que, salvo honrosas excepciones (sí, Susana, me estás jodiendo la estadística) el trato con los segundos me ha aportado mucho más, en todos los sentidos.

Un consejo para todos los progenitores: educad a vuestros hijos en la racionalidad y el escepticismo. No es un camino fácil, pero es sólido y, a mi humilde entender, tiene más ventajas.

Qué leches, si hasta somos más guapos ¡todo son ventajas!

p.d.: Termino este post en el Día de Dibujar a Mahoma. La imagen que lo acompaña es mi modesta contribución, para recordarnos a todos que un mundo sin religiones sería un mundo mucho mejor. Y de paso para cerrarles el hocico a los desocupados mentales que, ante cualquier alusión a las animaladas, incoherencias e incluso delitos perpetrados por el catolicismo en España responden airados ¿A que no te metes con los musulmanes? En general su opinión me la trae floja, pero hoy debemos recordar especialmente que el islam es una de las creencias más desfasadas, discriminatorias, y homicidas del mundo, porque en las sociedades que lo practican no ha surgido un contrapeso secular que impida sus desmanes y sus líderes saben demasiado bien que la ignorancia y la irracionalidad son el abono imprescindible para seguir sometiendo la voluntad de sus fieles. Eso no significa que el cristianismo sea moralmente superior, lo que sucede es que hemos tenido tiempo y medios para ir sacudiéndonos su cadenas.

* Se trata de un experimento virtual, basado en un modelo informático, con unas condiciones de partida genéricas pero bien definidas y no necesariamente extrapolables a situaciones reales. El resultado evidencia las ventajas de un saludable nivel de desconfianza a posteriori pero en otras condiciones pueden presentarse estrategias más adecuadas.

viernes, 27 de abril de 2012

EL ATEO SE HACE (por eso molamos tanto I)


Bueno, no sé si a estas alturas alguien no se ha dado cuenta de ello, pero por si acaso lo voy a confirmar. Soy ateo. Lo siento si esta confesión supone un mazazo para alguno de mis lectores, pero así es la vida.

Como la mayoría de mis conocidos, fui educado en el catolicismo, con todos los extras: bautismo, comunión y confirmación. Y me lo tomé en serio. Al menos durante mi niñez y adolescencia.

La fe se me borró sobre los 19 años, para tristeza de mi madre. Alguien podría suponer que me aparté de la Iglesia por las cosas que viví en mi colegio pero no es así. A los 16, cuando me confirmé, creía sinceramente que era cristiano. Pero en los años que siguieron empecé a hacerme preguntas, por gracia (paradójicamente) de un sacerdote, Chacho, que pese a sus muchos defectos (muchísimos) era un buen profesor y gustaba de hacernos pensar.

El paso de la devoción al escepticismo fue... natural. A la primera duda, quizás diminuta, siguió otra, y otra más, en rapida sucesión. Bastó una mínima luz para comprender que los preceptos eclesiales eran arbitrarios, que las religiones sólo ofrecían humo y que los domingos, la mayoría de los feligreses se limitaban a murmurar las oraciones de la misa con desgana y mirando el reloj.

Mi ateismo era de bajo perfil, casi se me podía considerar agnóstico. La cosa cambió cuando me aficioné a leer textos de divulgación: el llorado Stephen J. Gould. Gould me enseñó a analizar críticamente, a buscar más allá de las apariencias, y a interesarme por el origen de las ideas preconcebidas. Y despertó mi curiosidad por Thomas Henry Huxley. Sagan también hizo una buena labor en mi cerebro y Richard Dawkins* tan solo remató la tarea: cuando lei "El gen egoista" ya era un ateo feroz y combativo.

Con la llegada de las redes sociales empecé a contactar con otros librepensadores (gracias, Rebeca, ya sé que te lo he dicho muchas veces, pero conocerte fue lo mejor que podía pasarme) y empecé a implicarme de forma activa. Los círculos en los que me muevo ahora son abiertamente ateos y escépticos y, dada mi manía de analizar y observar compulsivamente a la gente que me rodea, he llegado a una interesante conclusión: los ateos somos, de promedio, mucho más interesantes que los creyentes.

Ojo, he conocido ateos muy bobos, incluso completos gilipollas, porque la estupidez es independiente de cualquier otro rasgo de la personalidad. Ser ateo no te hace más inteligente. Ni más atractivo. Ni siquiera te hace mejor persona. Lo que sucede es que el proceso de conversión al ateísmo supone un esfuerzo intelectual y eso hace que, en promedio, el nivel intelectual de los librepensadores sea superior a la media, y esa es una situación puramente coyuntural.  La mayoría de los ateos, de niños, fueron educados en una religión basada en la fe. Superar ese estado requiere un esfuerzo, y un esfuerzo consciente, porque el único modo de borrar las secuelas de la fe es mediante la racionalidad. Y eso es un excelente ejercicio para la mente.

La fe nos es presentada como una virtud, pero en realidad es una tara. Bueno, al menos la fe irracional. Yo puedo tener una fe racional en que el sol saldrá mañana por el horizonte porque llevo toda mi vida viendo cómo lo hace, así que aunque no entendiera ni una sola palabra de astronomía mi fe en el amanecer estará asentada sobre la realidad de la experiencia. Pero la fe irracional es distinta: el niño debe aceptar (la existencia de Dios, la rueda de las reencarnaciones, la virginidad de María, el nirvanah, la glosolalia, el infierno, las 99 vírgenes, el cielo, el purgatorio...) porque otra persona le dice que debe tener fe, así, sin más. Y, si no es un hipócrita, lo dice porque a su vez a él, de niño, le dijeron que debía tener fe personas que, por su parte, creían lo que decían porque en su momento alguien les dijo que... y así hasta el infinito, sin que en ningún momento aparezca una prueba tangible de lo que se dice que es una verdad de fe.

Es decir, tener fe es creer ciegamente en lo que te dice una autoridad sin plantearte ni una sola duda al respecto. O lo que es lo mismo: renunciar a pensar. Puede que eso le parezca maravilloso a las jerarquías eclesiales, ya que es mucho más fácil conducir un rebaño de ovejas que uno de cabras, pero implica que cada vez que se encuentra con un hecho que desmiente su fe, el creyente mutila, consciente o incoscientemente, una parte de su racionalidad, a fin de seguir creyendo.

Por contra el ateo empieza planteándose esas dudas y resolviéndolas, no mediante la fe, sino a través del intelecto. Lo que, paradójicamente, hace que un ateo, de media, conozca de forma mucho más profunda el hecho religioso, ya que en vez de tragárselo sin mirar, lo disecciona. Cierta amiga creyente se sorprendió en su momento de mis conocimientos sobre religión y el  modo en que analizo y argumento al respecto cuando discutimos. Pero es normal que sea así: cada vez que me he encontrado una incoherencia, o me he planteado una cuestión al respecto, he procurado indagar y dado mi carácter obsesivo no me quedo tranquilo hasta llegar al fondo del asunto. No soy un caso único, al menos la mitad de mis conocidos ateos se caracterizan por una insaciable curiosidad. Y la curiosidad, sin las trabas de la fe, es una excelente gimnasia para la mente.

* A nivel personal Dawkins ha demostrado ser una persona bastante lamentable, o al menos para mí es así. Eso no le quita su mérito como divulgador

jueves, 29 de marzo de 2012

Y SIN EMBARGO... (III) Hablando (bien) de Roma


¿Porqué Ratzinger podría ser adecuado para introducir cambios en la doctrina eclesial? Después de todo no parece muy amigo de novedades ni mucho menos un fervoroso creyente o un revolucionario. Ni siquiera es simpático. De hecho resulta bastante gris.

Los medios han intentado traspasar la popularidad del anterior papa al actual, como si bastase con un lema pegadizo para convertir a cualquiera en un fenómeno de masas. Pero  por mucho que los obispos movilicen masas de felices jóvenes a su paso, Benedicto XVI no rebosa carisma. Ratzinger es un burócrata nato, un gestor que ha trabajado en la sombra durante décadas y se ha ocupado de las tareas más incómodas desde la Congregación en Defensa de la Fe (el antiguo Santo Oficio). Y eso es bueno: la Iglesia no necesita un lider carismático sino un administrador frío y calculador.

Su racionalidad pudo apreciarse a comienzos del pontificado, cuando acarició la idea de apoyar las tesis del Diseño Inteligente frente a la Teoría de la Selección Natural. Ratzinger, tras unos meses de vacilaciones, dio carpetazo al asunto. No porque tenga una mente volcada hacia la verdad científica, sino porque un giro en esa dirección hubiera supuesto desautorizar a dos papas, Pio XII y Juan Pablo II, y sentaría un peligroso precedente. Así que cerró la puerta a los coqueteos con el creacionismo (aunque algunos grupos como el opus intentan mantenerla abierta). 

También ha procurado no dejarse arrastrar por la ultraconservadora Conferencia Episcopal Española a las luchas políticas de nuestro país, para decepción de Rouco y sus afines, que esperaban un decidido espaldarazo del pontifice al tea party español. Por supuesto el Papa es de derechas, pero sabe nadar y guardar la ropa. Así pues tenemos a un hombre conservador pero pragmático, que mide sus pasos. Un buen timonel a la hora de encarar las crisis que tiene abiertas en estos momentos la iglesia católica. 

Insisto: conservador y pragmático. No debemos esperar un salto en asuntos que podrían suponer un grave conflicto en la mayor parte de los países de mayoría católica. Pero hay una serie de problemas a los que la jerarquía eclesial va a tener que hacer frente en los próximos años y este Papa podría ser la persona adecuada para dar los primeros pasos de forma que la transición sea lo más suave posible.

· El más evidente, a priori, es el de la posición subordinada de la mujer en la iglesia. Sin embargo ese es un bocado difícil porque Juan Pablo II lo bloqueó de forma cruda y directa, entronizando a la monja Teresa de Calcuta como ejemplo a seguir por todas las mujeres cristianas. Esto es, sacralizando el papel de sierva y cerrando todas las puertas a la ordenación de mujeres. Ese bloqueo, hoy por hoy, resulta insalvable, y dudo mucho que veamos avances en las próximas décadas. Lo que dificulta la búsqueda de soluciones al segundo problema.

· La pérdida de vocaciones supone una crisis de base muy grave. En Europa el clero nativo está muy envejecido y no hay un recambio a la vista. La prensa católica ha lanzado las campanas al vuelo porque este año hay en España 40 seminaristas más que el pasado (¡40!), lo  que demuestra hasta que punto es grave la cuestión. Muchas bajas han sido cubiertas con sacerdotes sudamericanos, pero esa solución no da demasiada alegría a los feligreses, ya que los curas foráneos no sólo carecen de raices en las parroquias españolas, sino que suelen tener un perfil ultraconservador, lo que choca bastante con una sociedad como la nuestra que, pese a los voceros del extremismo como Hazte Oir o los Quicos, se ha vuelto bastante moderada e, incluso relativamente abierta. Si las mujeres pudieran ordenarse el volumen de seminaristas aumentaría mucho, ya que su participación en el culto sigue siendo mayoritaria y es lógico suponer que, de partida, habría un buen número de vocaciones femeninas.

No obstante sería un alivio temporal. La realidad es que, mal que le pese a la clerecía, el volumen de creyentes disminuye en todo el mundo y si quieren cubrir las bajas a medida que se jubilan los sacerdotes ordenados en los años 60 y 70, la única solución es ofrecer unas condiciones más atractivas. La crisis económica incentivará un poco las vocaciones pero cuando remita el problema seguirá ahí y volverá a agravarse, porque parte de los que vistan la sotana para sacar el vientre de penas la colgarán si consideran que volver al mundo va a suponerles una vida más aceptable. Las últimas campañas publicitarias ponen el acento en la cuestión laboral, subrayando la estabilidad del trabajo del sacerdote, así que parece que en ese sentido la Iglesia ha empezado a moverse, aunque sea muy lentamente, aceptando que lo que está ofreciendo es una salida laboral y debe tratarla como tal.

· La crisis de la pederastia se ha convertido en la cruz más pesada del Vaticano. La Iglesia está empezando tímidamente a aceptar sus responsabilidades en el tema, ya que ha llegado a un punto en el que tratar de presentar el diluvio de denuncias como malentendidos, equívocos o casos aislados se ha vuelto activamente en su contra e incluso ha apartado de su lado a parte de los creyentes. Ratzinger está gestionando de forma bastante fría la crisis, minimizando en lo posible los daños y procurando acallar las quejas con indemnizaciones y actos de contrición.

Puede que lo peor esté todavía por llegar: hasta ahora el escándalo ha saltado en países donde el catolicismo no es mayoritario (salvo el caso de Irlanda, pero este país siemrpe ha sido una rara avis). Sin embargo podría haber un nuevo estallido en naciones como Italia, Austria, España, o los países suramericanos, y convertirse en un verdadero incendio anticlerical. En España la postura actual de la iglesia es muy agresiva, y a cualquier crítica en ese sentido se responde desviando la atención a otros asuntos (es ya un lugar común que los medios ultracatólicos ondeen la bandera de Cáritas o aludan a los musulmanes cada vez que se menciona la pederastia o el robo de bebés) pero un afloramiento repentino de miles de casos, como ha sucedido en Alemania, EEUU o Irlanda, sería un mazazo difícil de esconder.

El último problema no suele mencionarse demasiado pero resulta muy acuciante a nivel social: se trata de las relaciones de pareja. La Iglesia sigue entronizando la institución del matrimonio como santa y, sobre todo, indisoluble. Lo que Dios ha unido que no lo separe el Hombre. Bellas palabras, pero ajenas a la realidad, porque miles y miles de matrimonios católicos se rompen todos los años, y eso deja a una gran cantidad de creyentes sinceros en una difícil situación. Cualquier relación posterior a la ruptura les está vedada, salvo que acepten los lentos (y costosos) trámites del Tribunal de la Rota. La postura eclesial, a día de hoy, ha sido hacer la vista gorda. Si a veces sale en las noticias algún sacerdote que niega los sacramentos a una persona separada es, precisamente, por lo raro del hecho: es mucho más cómodo fingir que no pasa nada.

Lo mismo sucede en cuanto a las relaciones prematrimoniales o los anticonceptivos. Por mucho que se lancen campañas en pro de la virginidad y se pongan como ejemplo a seguir a matrimonios con trece o catorce hijos, lo cierto es que la inmensa mayoría de los jóvenes católicos se desprecinta mucho antes de pasar por el altar y la mayoría de las parejas casadas usan preservativos. Todas esas personas, teóricamente, están en pecado mortal y deberían ser excluidos de la comunión, pero los sacerdotes prefieren mirar para otro lado y no buscarse problemas. El debate al respecto lleva ya varios años en marcha, aunque sea de forma soterrada, y más tarde o temprano veremos cambios doctrinales.

· No veremos ningún cambio en la cuestión del celibato sacerdotal. No por cuestiones doctrinales, sino económicas: si un parroco tuviera la posibilidad de casarse y formar una familia, necesitará unos ingresos que le permitan hacer frente a sus obligaciones familiares, lo que supondría un notable encarecimiento de las nóminas en la Iglesia. Mucho me temo que, pese a que el debate está ahí y buena parte de la grey cree que no hay nada malo en el matrimonio de los sacerdotes, los curas van a tener que seguir teniendo la polla de adorno o usándola ilícitamente durante muchos años.

Tampoco veremos avances en lo referente a la homosexualidad. La Iglesia ni siquiera acepta que hacerse pajas sea natural, así que la idea de que dos (o más) personas del mismo sexo puedan retozar con la bendición de Cristo está muy, muy lejos de asomarse a las mentes de los obispos. En una sociedad como la española esto podría aceptarse sin demasiados problemas, pero la mayor parte del mercado católico está compuesto de países con escaso nivel educacional y posturas profundamente homófobas, así que nadie va a mover baza en un asunto que puede suponer muchos disgustos y sólo aliviaría a un reducido porcentaje de feligreses.

Puede parecer, de lo dicho hasta ahora, que aquí, como decía el Gatopardo, se trata de cambiar para que todo siga igual. Cierto, esa es la manera eclesial. Dando, eso sí, mucho bombo a cualquier mínima modificación del dogma y vendiéndola como una prueba de modernidad y audacia. Y seguramente dejará encarriladas las cosas para que su sucesor mantenga una política similar. Veremos mucho maquillaje, muchas buenas palabras y pocos cambios reales. Pero habrá cambios, por reducidos que sean, porque la Iglesia sabe cuando debe mover ficha, aunque sólo sea una casilla.

Suelen hacerse muchos chistes por lo que ha tardado Roma en perdonar a Galileo y disculparse por su condena. Cuatrocientos años son muchos, eso es indudable, pero al final rectificaron. A día de hoy, sigo esperando a que los calvinistas pidan disculpas a Miguel Servet.

Despacio, muy despacio. Pero Roma, a la larga, se mueve.

viernes, 23 de marzo de 2012

Y SIN EMBARGO... (II) Hablando (bien) de Roma


La imagen de inmovilismo de la Iglesia es, en su conjunto, acertada. En un momento y situación dados la clerecía siempre se aferra a lo conocido y procura poner todas las trabas del mundo al cambio. No es algo nuevo, tenemos ejemplos sobrados a lo largo de sus veinte siglos de existencia. Sin embargo, cuando las cosas se ponen realmente peliagudas, Roma se pone las pilas. 

La última gran crisis anterior al siglo XIX fue la de la Reforma. Tras el Concilio de Trento la Iglesia abandonó su cómoda poltrona de corruptelas, politiqueos de mil colores y autocomplaciencia para reconvertirse en una entidad beligerante. En muchos aspectos la Contrareforma fue un lavado de cara, pero en otros supuso un verdadero cambio: había demasiado en juego, se habían perdido Alemania y los reinos del Norte, y en unos años Gran Bretaña y buena parte de Flandes les siguieron. En los siglos XVII y XVIII se logró consolidar un razonable status quo gracias al apoyo de España y el Imperio (y en menor medida, Francia, volcada al catolicismo tras las guerras de religión). 

A finales del XVIII empezó una nueva tormenta. La Iglesia había apostado decididamente por el Ancien régime y su caída fue un golpe tremendo. Las guerras napoleónicas acabaron de socavar los cimientos de una sociedad agonizante y cuando la industrialización y los nacionalismos barrieron el mapa de Europa Roma se encontró sin suelo bajo los pies. Literalmente, ya que sus posesiones terrenas le fueron arrebatadas durante la unificación de Italia y el papa se convirtió en prisionero en su propio palacio. Pio XI y sus sucesores no supieron reaccionar y se limitaron a condenar urbi et orbe todo aquello que sonara a novedoso o acabara en -ismo.

La catástrofe de las guerras mundiales acabó por sacudir del Vaticano un sueño enmohecido de siglos. La perspectiva de un mundo donde Europa ya no contaba, con el fantasma del comunismo agigantándose y la ciencia lanzada a desentrañar el universo en todas direcciones hicieron que los obispos empezaran a temer por su misma existencia y Juan XXIII, que debería haber sido un cómodo Papa transicional, convocó el Concilio Vaticano II.

El Concilio supuso un verdadero terremoto ya que puso en entredicho prácticamente todo. Doctrina, liturgia, protocolos... todo. Sin embargo no se tradujo en una revolución, porque los concilios no decretan órdenes inapelables, sólo establecen vías de actuación, vías que están sometidas a escrutinio e interpretación. Se haber vivido lo suficiente, es posible que Juan XXIII hubiera rematado la obra conciliar confirmando con su indiscutible autoridad las conclusiones conciliares, pero no fue el caso y con Pablo VI a la cabeza los obispos iniciaron la tarea de recortar las innovaciones para hacerlas más manejables.

Hubo cambios notables, como el abandono de la liturgia latina, el ecumenismo, la eliminación de ciertas normas rituales completamente anticuadas (como la obligación de que las mujeres fueran cubiertas en la iglesia) y, quizás lo más novedoso tras siglos de decidido apoyo a ricos y poderosos, un nuevo énfasis en el trabajo con los desfavorecidos, la tan mentada obra social* de la Iglesia. Esos cambios supusieron un importante lavado de cara y podrían haber sido el punto de partida para una verdadera renovacion pero el largo papado de Juan Pablo II supuso una vuelta de tuerca radical por parte del ala más conservadora del clero y dejaron buena parte de las reformas en pura cosmética.

Para buena parte del clero el frenazo fue traumático, ya que se esperaba una verdadera reforma doctrinal y, como mínimo, se confiaba en que habría diálogo y consenso, no un retorno del ordeno y mando. No fue el caso: las ideas progresistas (los que peinamos canas recordamos la Teología de la Liberación) fueron condenadas de forma explícita y el único diálogo fue en la dirección contraria, para reintegrar a la obediencia a los sectores más extremistas y ultraconservadores, y evitar un cisma eclesial por la derecha. 

En España los efectos del golpe de timón fueron muy duros. La línea dialogante encabezada por el cardenal Tarancón fue cercenada y a su muerte la Conferencia Episcopal se convirtió en el refugio del sector más extremista e intolerante de la clerecía hispana. Esos años trajeron una cosecha de vocaciones perdidas y una buena cantidad de religiosos, en su mayoría relativamente jóvenes, colgaron los hábitos y dieron la espalda a unos obispos entregados en cuerpo y alma a la tarea de dar marcha atrás al tiempo.

Pero el tiempo no acepta presiones clericales y la sociedad ha seguido su camino. El resultado es que por una parte se ha abierto una brecha entre la cúpula eclesial y su rebaño, y por la otra, el clero hace frente a una serie de problemas que afectan a su propia estructurta y amenazan su supervivencia. La Iglesia del siglo XXI tiene varios frentes abiertos cuya solución pasa por aceptar un debate doctrinal y unos cambios de una profundidad que los más conservadores consideran inaceptables. Paradójicamente, el actual papa, el denostado Ratzinger, podría ser la persona adecuada para afrontar esos cambios.

(continuará)

* La labor social de la Iglesia despertó muchas esperanzas en los años 70 y 80. pero ha quedado reducida a una estructura organizada de caridad. Como tal, es útil  y visible, pero ha dejado en la cuneta el compromiso real con los desfavorecidos y la presión a favor de reformas legales y sociales que acaben con la injusticia, es decir, ayuda a combatir los síntomas pero permanece de espaldas a las causas de los problemas.

jueves, 15 de marzo de 2012

Y SIN EMBARGO... (I) Hablando (bien) de Roma



Sé que la entrada de hoy va a sorprender a mucha gente. Es posible incluso que alguno me retire el saludo, pero es un riesgo que puedo asumir. Porque igual que tengo facilidad para criticar los (muchos) defectos de la Iglesia, también lo tengo para ensalzar sus virtudes. Desde un punto estrictamente ateo, se entiende.

Sí, he dicho virtudes. Si los obispos gobernaran el Imperio del mal y la superstición que retrata la caricatura, hace siglos que hubieran desaparecido o se habrían convertido en una más de las muchas sectas que pululan por el mundo. Pero no es el caso: la Iglesia Católica ha demostrado ser una institución de sorprendente éxito a la hora, no ya de sobrevivir, sino de medrar a lo largo de veinte siglos. Un creyente católico apostillaría que eso se debe a que defienden la religión verdadera.  Un protestante diría que Satán apoya las malvadas obras de Roma. Un materialista histórico hablaría de la connivencia entre el capital y la clerecía para oprimir al proletariado... pero las cuestiones de fe no me atañen. Yo busco explicaciones más racionales, y la baza que ha dado ventaja a la Iglesia es la racionalidad de su estructura.

La mayoría de las confesiones monoteístas viven su fe de forma dispersa, sin una jerarquía clara. Los imanes musulmanes, al igual que los pastores evangelistas o los rabinos, mantienen el control bajo una congregación determinada, y en ocasiones pueden influir en otras congregaciones, más en estos tiempos en los que la rapidez con la que se difunde un mensaje se ha multiplicado a niveles inimaginables hace dos décadas. Pero ningún imán, rabino o pastor puede proclamar una verdad absoluta y decisiva, porque carece de la autoridad necesaria para ello. Para los judíos, se trata de una herencia de la dispersión de sus comunidades religiosas tras la destrucción del Templo, agravada por progromos y todo tipo de leyes antijudías siglo tras siglo. En la mayoría de los cultos reformados, esto obedece a que cualquier lector de la Biblia se considera capaz de interpretarla sin que nadie pueda objetar  nada a su personal relación con Dios (lo que no importa demasiado, la mayoría de interpretaciones se limitan a decir NO, NO y NO a todo lo que pueda resultarles molesto).

La ausencia de centralismo religioso en el mundo musulmán se debe a la disputas por el poder tras la desaparición de Mahoma. En teoría, la institución del Califa (comendador de los creyentes) debía representar la voz de la fe al margen de otros poderes, pero en la práctica los gobernantes se adueñaron enseguida del título califal, haciendo imposible el nacimiento de una autoridad religiosa independiente del poder, digamos, civil (lo que por añadidura hizo imposible el nacimiento de un poder civil y lastró gravemente a las sociedades musulmanas)

Nos quedan unas pocas ramas del cristianismo reformado, como la iglesia luterana alemana o la anglicana, el chiismo iraní, y la Iglesia Católica. En estos casos hablamos de una estructura claramente jerarquizada con una autoridad central, sea personal o colegiada. No es el caso de la iglesia ortodoxa: esta vive atomizada entre multitud de autoridades nacionales, ya que nadie puede reclamar la autoritas del primado de Constantinopla, extinguida tras la caída del Imperio Oriental. Con anglicanos o luteranos hablamos de iglesias de ámbito nacional o regional (los luteranos se extienden por el norte de Europa y tuvieron cierta expansión en EE UU). Lo mismo sucede con el chiismo, que no influye prácticamente nada en el mundo árabe por cuestiones étnicas y de doctrina. Sólo la Iglesia Católica extiende su poder a nivel planetario.

¿Cómo ha logrado Roma este éxito? Pues, por extraño que suene, porque su estructura piramidal le da una notable capacidad para evolucionar. La autoridad eclesial emana directamente del Papa, que pese a ser elegido en cónclave por los cardenales no es un primus inter pares sino un soberano absoluto. Ese absolutismo se traduce en que una decisión papal es incontestable y, en consecuencia, cualquier cambio o novedad introducido desde el Vaticano, es inamovible. Es decir: cada vez que el Papa acepta un paso hacia adelante, no hay posibilidad de retroceso.

 Sucede lo mismo en las confesiones anglicana o luterana. Hay una estructura de poder encargada de la toma de decisiones y estas decisiones son inapelables. En estos casos la evolución ha sido muy rápida en las últimas décadas, lo que puede hacer pensar que su funcionamiento es más ágil que el de la Iglesia Católica. Es evidente que la burocracia vaticana es enorme y ejerce un lógico efecto de anquilosamiento pero creo que en mayor medida esa diferencia se debe a que las iglesias reformadas tienen una grey limitada y homogénea, lo que facilita mucho el consenso. Por el contrario el Vaticano tiene que hacer equilibrios sobre situaciones sociales radicalmente diferentes, lo que añade muchas trabas a cualquier cambio radical.

El caso del chiismo iraní es muy peculiar: la revolución islámica otorgó un enorme poder a los clérigos pero éste no pudo imponerse de forma absoluta. La sociedad parsi era demasiado abierta como para permitir una legislación basada exclusivamente en la Sharia y eso acarreó extraños contrastes, como la obligatoriedad del uso del chador por parte de las mujeres junto a una masiva presencia femenina en las universidades y cierta influencia política (la participación de mujeres ministros en el gobierno como en Irán es impensable en las monarquías sunnies). La guerra con Iraq mermó la fuerza física de los ayatolas (los Guardianes de la Revolución, su principal músculo social y militar, sufrieron tremendas pérdidas como carne de cañón) y actualmente se perpetúa en connivencia con un poder corrupto, sobre una sociedad que ya no comulga con unos ni con otros. Eso hace muy difícil que se produzcan cambios en la doctrina chií: en una situación así, la jerarquía se aferrará con uñas y dientes a su poder hasta el momento en que lo pierda. Si eso sucede, es probable que veamos como la República islámica se vuelve laica, como la Turquía de Attaturk.

Pero la Iglesia, pese a proclamarse cien veces como soberana sobre todas las coronas europeas, nunca tuvo una base real de poder que validara sus pretensiones, más allá de sus posesiones en Italia, y desde el momento en que se consolidaron las primeras naciones ha tenido que negociar y adaptarse a las circunstancias. De ahí que, aunque sea a regañadientes y siempre dos pasos por detrás, ha logrado mantener una mínima modernidad  a medida que la sociedad cambiaba...

(continuará)

martes, 6 de diciembre de 2011

HACIENDO AMIGOS (estupidez e hipocresía)


En los últimos tiempos se ha multiplicado la presencia de las mal llamadas medicinas alternativas en los medios. Su estrategia pasa por alquilar espacios universitarios para disfrazar su publicidad de cursos oficiales, consagrados por los claustros. Incluso logran colarse como postgrados, como hizo un máster de geometría sagrada y energética oriental, y otro sobre constelaciones familiares. En estos dos últimos casos, las autoridades universitarias adujeron sorpresa e ignorancia, pero no puedo evitar pensar que algunos billetes cambiaron de mano, dadas las reacciones de algunos implicados.

Además, los que juegan con el sufrimiento y la ignorancia ajena se abrazan a la bandera del honor y las libertades, acusando de perjuros y amenazantes a los que se atreven a dedicar sus prácticas. La semana pasada fue noticia la clínica Burzynski, un emporio de la mentira, que amenazó con demandas legales a un bloguero británico por osar decir la verdad, esto es, que los supuestos tratamientos del doctor Burzynski sólo sirven para llenar sus bolsillos.

Por otra parte, en cuanto alguien comenta la mendacidad de los charlatanes, aparecen los defensores de lo alternativo, denunciando conspiraciones en contra de los que tratan de expandir las fronteras del conocimiento vendiendo a precio de oro pildoritas de nada diluido en agua. En la última reunión de Escépticos en el Pub escuché con asombro como un individuo de aspecto relamido aplaudía las tradiciones milenarias por el simple hecho de ser milenarias*, y otra creyente aborregada nos explicó que la homeopatía es cara no porque Boiron quiera forrarse, sino porque se vende a pacientes ricos.

Creo, sinceramente, que la ley está obligada a protegernos de las sanguijuelas. La sentencia que absolvió a la curandera Concepción en 2007 es un precedente peligrosísimo, que deja indefensas a las víctimas frente a los que aprovechan de su miedo o su ignorancia para desangrarles. Sumémosle las sentencias que consideran que el honor de un estafador está por encima de la evidencia de sus mentiras y tenemos un panorama desolador, en el que las autoridades se desentienden de actos que suponen un riesgo para la salud pública o difunden información falsa desde tribunas pagadas con fondos del estado. Con todo, puedo entender a los estafadores. Ellos no buscan socavar los cimientos de la ciencia, sino lucrarse a costa de los demás, con el menor esfuerzo posible y en el plazo más breve. No la comparto, pero comprendo su ansia de dinero y su desvergüenza. Del mismo modo puedo entender que gente desesperada y asustada pueda acudir a un vendedor de milagros.

Pero los que defienden a los ladrones, no por sacar beneficio de ello, sino por pura estupidez, me resultan imposibles de tragar. No encuentro excusas para esa gente que, cuando intentas explicarle a una víctima que la están estafando y jugando con su salud, acuden con frases como no confío en la medicina alopática, las farmacéuticas quieren enfermarnos, hay que ser abierto de mente, la acupuntura no es agresiva, las enfermedades son desequilibrios energéticos o la que más odio de todas, Yo no entiendo de eso pero creo...

Pues si no entienden de eso ¿porqué no se molestan en informarse? No es tan difícil, basta con saber usar correctamente los buscadores para localizar buenas referencias, y recordar lo que significan conceptos como método científico, doble ciego, efecto placebo y revisión por pares. Pero si eso supone un problema, dado que la estulticia suele ir acompañada de una notable pereza intelectual y una curiosa ceguera para todo lo que pueda sembrar una duda racional en una mente anquilosada, al menos deberían demostrar un poco de coherencia.

Hablo contigo, amigo de lo alternativo, defensor de la espiritualidad, enamorado de la sabiduría oriental, experto en conspiraciones y fanático de los alimentos ecológicos. Si tan valiosas son tus opiniones, deberías ser consecuente con ellas, así que no lo olvides:

-Si Dios (o Gea, o Budah, o una energía cósmica, o llámalo X) vela por ti y guía tus pasos, no dudes de su poder y cruza las calles sin mirar a los lados. Tu falta de fe es una vergüenza.

- Si  las antenas de telefonía y los móviles dan cáncer, tira ya tu iPhone. Usa un tamtam, que además es orgánico y ecológico.

- Si los chemtrails son tan peligrosos, no respires. Seguro que el aire que te rodea ya está envenenado, contén el aliento y abre tus chakras. Total, el oxígeno está sobrevalorado.

- Si las farmacéuticas sólo quieren enfermarte, no les des tu dinero. Cuando te duela la cabeza, ve a darle un lametón a un sauce, que los parques están llenos. Y cuando te pique el cacahuete, no compres condondes Durex: una tripa de cordero te hará el mismo servicio.

- Si tan dañino es todo lo nuclear, no dejes que te hagan una radiografía. Cuando te duela algo por dentro, pídele a tu vidente que te mire con su tercer ojo.

- Si lo quimico es malo y lo natural es bueno, cómetelo todo crudo. Porque al guisar, produces reacciones químicas en los alimentos y los conviertes en venenos antinaturales.

- Si las petroleras conspiran para que no funcione el motor de fusión fría, no cojas el coche hasta para mear, que les haces el juego. Camina, hombre, que es más sano.

- Si tan importante es sentirte en comunión con Gea, no enciendas el aire acondicionado ni la calefacción. Es más, deberías irte a dormir al raso, lejos de artificios como casas o camas. Y no te preocupes si amaneces aseteado por mosquitos, ellos sólo estarán respondiendo a sus instintos naturales.

- Si las medicinas alternativas son tan útiles, no le des la murga al oncólogo cuando te diagnostiquen un carcinoma. Pínchate agujitas, come mucha soja ecológica, ingiere mucha homeopatía, reequilibra tu chi con el Reiki y acude a la clínica del señor Burcynski, a zamparte un par de kilos de antineoplastones. Y recuerda, cuando la diñes, no lloriquees, que eso puede perturbar la paz interior de tus gurús.

No me seas como el Dalai Lama, que a la primera que se sintió malito corrió al mejor hospital disponible a hacerse un TAC, tratarse con antibióticos y zamparse unos buenos filetes, siempre por prescripción médica. Se ve que lo de meditar, agitar cilindros de oraciones y untarse caca de Yak es adecuado para los pobres, pero no para él.

Sí, lo sé, hoy no estoy haciendo amigos. Y sí, debería mostrarme conciliador e iluminar a las personas que viven inmersas en creencias erróneas, mostrándoles la verdad con paciencia y racionalidad. Pero ¿sabeís? Estoy harto de dialogar con estúpidos y verles sostener su estupidez contra viento y marea por más pruebas que lpresentes.

Aquí, y ahora, hago voto de no volver a gastar mi aliento en darme de cabezadas contra una pared. Si los estultos prefieren desperdiciar sus neuronas, su salud o sus vidas, no móveré un dedo para evitarlo. Sé sobradamente que sería un esfuerzo inútil.

Porque, si el tonto coge la linde, la linde se acaba, y el tonto sigue.

*La esclavitud y el canibalismo son costumbres milenarias y ancestrales. Y las sanguijüelas y sangrías son remedios de probada antigüedad, como los cristales molidos, los emplastos de estiercol de cocodrilo y las ingestas de mercurio.