Como sabéis, trabajo como ilustrador. Es una interesante manera de ganarse la vida, pero la mayoría de las personas, al saberlo, no pasan del concepto bueno, es que tú sabes dibujar. Lo dicen como si fuera una especie de don, un superpoder: supongo que, en su imaginación, cuando tengo que realizar un encargo, me limito a coger lápiz o ratón y todo sale solo. Pero las cosas son muy diferentes.
Como en tantas otras cosas, he dedicado mucho tiempo a darle vueltas a lo que hago y cómo lo hago. A analizar mi trabajo. Y desde luego se aleja mucho de lo que el público, en general, entiende como arte, es decir, una suerte de inspiración venida de quien sabe donde, y expresada gracias a mi misterioso don.
Primer error: yo no me defino como artista: en ocasiones (no muchas) he hecho arte, pero en mi trabajo me considero, ante todo, un artesano.
Segundo error: no sé qué es eso de la inspiración. Mi trabajo es creativo, y la creatividad sigue unos cauces. Merece la pena pararnos aquí unos momentos, porque pocas personas entienden qué es la creatividad. No es algo que surge espontáneamente, no brota de la nada.
No cae del cielo.
Lo que voy a describir es mi propia experiencia de la creatividad. Para mí, es algo que nace de la experiencia previa: consiste en partir de una serie de premisas y elementos conocidos, y recombinarlos, ya sea como elementos completos, ya sea desmenuzándolos y utilizando sus distintas partes, para obtener con ellos un resultado nuevo. Poniendo un símil arquitectónico*, un edificio no surge de la nada, necesitamos disponer de ladrillos, cemento, vigas,... y conceptos previos, como ventanas, columnas, escaleras, el propio concepto edificio... Al combinar todo ello podemos obtener un edificio totalmente predecible (sin creatividad) o uno desconcertantemente nuevo, es decir, creativo.
¿Cuales son, entonces, mis ladrillos y conceptos previos? es decir ¿cuales son las herramientas de mi creatividad? (e, insisto, hablo exclusivamente de mi experiencia). En mi caso, la base es mi memoria visual que, aunque suene inmodesto, es fantástica: gracias a ella he ido construyendo un inmenso archivo de imágenes en mi cabeza. Pero eso no serviría de nada sin vínculos.
Al principio simplemente retenía imágenes, muchas. Llevo haciéndolo desde niño, pero a partir de un punto, de una masa crítica, dejó de ser simplemente un acúmulo, porque las imágenes empezaron a relacionarse. Unas llevaban a otras, quizás por un color común, por un rostro, o por una composición determinada... esas otras se enlazaron a recuerdos, sonidos, experiencias..., las nuevas imágenes que fueron llegando sumaron nuevos vínculos... Con el tiempo se ha formado un entramado inmenso, en todas direcciones, que no sólo crece, sino que se modifica ligeramente con cada nueva entrada.
Desde la llegada de internet y, sobre todo, de Google, mi archivo se ha extendido a un ritmo asombroso. Antes consultaba enciclopedias, anuarios de ilustradores, catálogos de bases de imágenes... ahora voy saltando de enlace en enlace**, y puedo tirarme horas y horas en ese proceso, sin dejar de asombrarme
Veamos un ejemplo práctico. Hace unos meses, en
Muy Interesante me propusieron ilustrar un artículo de
Paleofreak sobre los errores-lugares comunes que la gente tiene sobre la evolución. Había que hacer diez imágenes, homogéneas en estilo, que no cayeran ni en el chascarrillo ni en la frialdad técnica. Dediqué dos tardes a pensar, o, mejor dicho, a leer el texto, centrar los conceptos de la forma más esquemática posible y dejar la mente divagar, repasando imágenes al azar, es decir, sin una idea previa de búsqueda.
Quien me vea en ese momento pensará que me estoy tocando las narices, o en el mejor de los casos perdiendo el tiempo delante de la pantalla. Quieto, a veces mirando a la pared, otras a la pantalla, navegando de imagen en imagen, dando vueltas por la habitación, saliendo al balcón... Vale, a veces en esas circunstancias me estoy tocando las narices, pero en otras ocasiones, como ésta, estoy trabajando. Y de forma intensa.
Entonces, al pensar en el concepto
¿el hombre desciende del mono? me vino a la cabeza la imagen de un hombre mirando a un mono, de frente, y automáticamente le siguió otra, una ilustración mía, de hace unos años, un fotomontaje en el que Charles Darwin sonríe mientras un chimpancé le mesa las barbas. Entonces pensé ¿y si Darwin se mirara al espejo, y, en vez de su reflejo, viera un chimpancé? Y saltó otro vínculo: la muchacha frente al espejo, de Picasso.
Busqué en google la pintura y la observé, la idea no era descabellada, era factible borrar el rostro de la muchacha y dibujar sobre ella el de Darwin, siguiendo el estilo del cuadro, y lo mismo con el reflejo. De hecho, en cuanto tuve el cuadro ante mí, vi el rostro del chimpancé, y se integraba perfectamente en el conjunto.
Con mi cabeza bien centrada en esos conceptos, se sucedieron las imágenes. Repasé mis recuerdos de Picasso y vi de inmediato que el caballo del Gernica era una base excelente para un tiranosauro que devorase a alguno de los protagonistas del cuadro (¿convivieron humanos y dinosaurios?), que los autorretratos de Picasso marcaban una clara línea evolutiva (¿sigue evolucionando la humanidad?), Que Lucy se vería hermosa junto a las señoritas de Avignon (¿existe el eslabón perdido?)... en resumen, en unos minutos tenía en mente, no sólo los conceptos para resolver ocho de las diez ilustraciones que necesitaba, sino el aspecto que tendrían una vez acabadas.
Todo el proceso me llevó, quizás, unos 8 minutos. Dos días de darle vueltas a la cabeza seguidos de 8 minutos frenéticos.
Frenéticos no es la palabra exacta, más bien es febril. Cuando tienes el hilo cogido firmemente y todo fluye, no puedes parar, porque te arriesgas a perderlo. Me pasó una vez****, y nunca más: desde entonces, cuando siento ese subidón, me dejo arrastrar, da igual la hora o mi agotamiento.
Quedaban dos ilustraciones, dos conceptos más, pero con los otros ocho delante de mis ojos, prácticamente terminados antes de dar ni una sola pincelada, fue cuestión de rutina plantear dos soluciones más, coherentes de forma y estilo con las anteriores. El resultado, tras tres semanas de trabajo a partir de ese momento, fue uno de los proyectos con los que más he disfrutado en lo que va de año.
Y el momento que mas disfruté fue ése, justo tras organizar en mi cabeza todo lo que iba a hacer, cuando me permití pensar (casi gritar), bien cargado de endorfinas...
... joder ... ¡SOY BUENO!
*Gerd Binning describe la creatividad como la capacidad de posibilitar nuevas unidades de acción a partir de las ya conocidas, y la representa con el símil de una pirámide, donde cada piso se apoya en los anteriores, pero a su vez es nuevo y diferente a ellos.
** Buscando documentación sobre una localidad en el desierto de Atacama*** sólo pude encontrar, en toda la red, tres fotografías del sitio: ese pueblo era el verdadero culo del mundo.
*** Sí, he hecho trabajos muy raros.
**** Tenía que dibujar a Don Quijote y Sancho, y empecé por el hidalgo. Durante horas fue tomando forma, pincelada a pincelada, en un proceso que se volvió puro entusiasmo al ver brotar una de las ilustraciones mas personales e interesantes que he hecho nunca. Al acabar era ya muy tarde y me fui a la cama, pensando que por la mañana haría a Sancho. Sucedió que, por la mañana, al ver el quijote, fui incapaz de retomar el proceso, simplemente no supe como. Sancho no quedó mal, y el cliente quedó encantado con ambos personajes, pero siempre que los veo noto el desequilibrio: le falta chispa, vida, fuerza... simplemente no funciona, para mí nunca funcionará.