Como ya comenté en una entrada anterior, M, mi chica, y su amiga C, tienen un pequeño negocio de complementos artesanales, 2d2, vía internet. Puede parecer un hobby como cualquier otro, pero ellas siempre hacen las cosas muy en serio, con las licencias pertinentes, su registro comercial, su marca, sus logos y mascotas (obra mía, dicho sea de paso, no es que dibujar hadas sea lo mío pero ¿como negarme ante unas caídas de ojos tan bonitas?)
El caso es que hace un tiempo se dijeron ¿Y si vamos a alguna feria y hacemos nuestros pinitos en la venta directa al público? Dicho y hecho, empezaron a planificar el asunto. Y hace cosa de un par de meses, nos pusieron al corriente del tema a mí y a F, el chico de C.
El tema de las ferias es complejo, ya que la mayoría se administran a través de alguna empresa organizadora que expide las licencias, lo que desde luego no resulta barato. Las chicas no querían dejarse una pasta desde el primer día, así que eligieron para estrenarse un pequeño mercadillo de artesanía en Navahermosa, Toledo, que no cobraba por la asistencia. La fecha elegida fue este puente de Semana Santa, para evitar problemas de agenda y tomarse las cosas con calma.
La calma era relativa, porque estos dos meses últimos han estado cargados de actividad. Primero, para poder presentar un buen repertorio: soy testigo de que las socias de 2d2 trabajan como hormiguitas y destilan creatividad por todos sus poros. M no ha parado salvo por dolor de manos, y no ha habido día que no me sorprendiera con nuevas ideas. Así a ratos sueltos, se han hecho un muestrario de casi 300 piezas chulísimas, cubriendo una amplia gama de posibilidades y precios.
Segundo, la logística. Hay que tener a punto una instalación decentita, la mesa-tenderete, una pequeña carpa con cortinas para estar cómodas, tarjetas, bolsitas, etiquetas... y organizar la estancia, que entre adultos y niños somos seis bocas para alimentar y seis culos que transportar y alojar. Pero con ganas todo va saliendo y el día 21, jueves, ultimamos los detalles y dejamos todo listo para irnos de feriantes.
El viernes nos pusimos en marcha tempranito, con un tiempo de perros que no nos ha dejado casi en ningún momento. Inevitable, son las cosas de la Semana Santa. Hora y media de viaje, algún pequeño despiste de ruta, pero llegamos a destino sin incidencias y la agradable visión de varios arco iris, uno de ellos doble.
El mercadillo se celebra una vez al mes en un camping de la sierra, y las jefas decidieron que lo más sencillo sería alojarnos allí. Dadas las fechas no pudimos alquilar un bungalow (estaban todos ocupados) pero pudimos acomodarnos en una roulotte escueta a la par que decentita. El camping lo llevan dos chicas la mar de agradables, Me y L, que nos dieron una agradable bienvenida y muchas facilidades. Debido al mal tiempo no iba a ser posible montar el mercadillo al aire libre, y como tampoco esperaban demasiada asistencia nos ofrecieron instalar las cosas en el edificio de la cafetería-comedor.
La mañana se nos fue entre descargar, organizar el campamento, enfundar a los niños en ropas impermeables, amenazarles de muerte como se les ocurriera volver a meterse en un barrizal (mira que les gusta el barro) y trasladar las cosas al edificio. Ellas se encargaron de colocar su exposición entre dos mesas y, sobre la hora de la comida, lo tenían todo listo. El tiempo por la tarde osciló entre abundantes lluvias y algunos claros escuetos, y la asistencia de público fue bastante escasa. Pese a ello, nuestras campeonas hicieron algunas ventas mientras nosotros nos llevábamos a los niños a dar una vuelta por los alrededores.
El sitio es, dicho sea de paso, una maravilla, una hondonada rodeada de bosques por todas partes, con varias crestas rocosas, cerquita del parque de Cabañeros. Mucho pino y encina, enebros, abundantes jarales. Muchísimas aves: rabilargos, mirlos, verdecillos, jilgueros, abubillas... Varias parejas de buitre leonado anidan en la cara sur de los roqueros, y pude verles varias veces, cogiendo las térmicas cada vez que el sol calentaba un poco.
La primera tarde se nos hizo un poco pesada por las lluvias y la escasa luz, sumada al cansancio del viaje. Ellas eran las que estaban en mejor forma, ya que, no nos engañemos, nos dan sopas con honda en cuanto a entusiasmo. Tuvimos alguna bronca con los enanos a la hora de acostar pero luego pudimos por fin relajarnos un poco los cuatro alrededor de una bolsa de cacahueses y pistachos. Luego, a dormir, más o menos. Una pareja en el dormitorio, la otra en el comedor-cocina-salón. Descanso, pues escaso, no vamos a engañarnos, por las apreturas, pero algo se durmió.
La mañana amaneció de nuevo lluvioso, aunque fue mejorando un poco. Las chicas aprovecharon para recolocar algunas cosas, pero el público siguió siendo escaso ya que el sitio queda ligeramente apartado del pueblo y el tiempo no ayudaba. Aún así vino gente e incluso tuvimos nuestra primera clienta foránea: una mujer holandesa, muy interesada en las cosas que vio, aunque no pudo encontrar una pulsera adecuada para su muñeca. Echando mano de mi macarrónico inglés y el de F pudimos explicarle cómo trabajaban las chicas y cómo contactar con ellas a través de la red. Fue un rato muy divertido.
Tras un ameno mus, F y yo nos quedamos defendiendo el fuente mientras ellas estiraban las piernas, y hasta hicimos nuestra primera venta, lo que siempre es emocionante. Los chavales se dedicaron a zascandilear por el campo y pasar el rato con las dichosas maquinitas, única manera de tenerles entretenidos cuando la lluvia impedía la estancia en el exterior.
La segunda noche fue, más o menos, como la primera, con intercambio de plazas para dormir. Lo que me recuerda que en futuras experiencias debo incluir en el equipaje una colchoneta inchable, que uno ya no tiene años para dormir en el duro suelo. Pero estaba cansado y acabé doblando, pese a todo.
El domingo, por fin, amaneció un poco despejado, pero no aumentó demasiado el número de visitantes. M y C aprovecharon para recolocar algunas cosas, cubrir los huecos y sacar algunas piezas que no habían puesto el primer día. Vendieron algunas cosillas, ofertaron mis servicios como masajista a Me, que estaba bastante dolorida de cuello y, tras la comida y unos regalos que las chicas querían hacerle a Me, L y algunos de los otros feriantes, iniciamos la recogida.
Una vez que empezamos a plegar lució un sol espléndido que nos acompañó todo el camino, pero no nos hicimos mala sangre por eso, y volvimos de un humor excelente.
Resumamos la experiencia. Pese a la escasa asistencia, las chicas se bandearon bien e hicieron unas cuantas ventas. No como para amortizar la estancia (que tampoco era la previsión, esto era una prueba piloto) pero sí como para compensar el esfuerzo y animarlas a nuevas aventuras. Compraran o no, a la gente le ha gustado mucho su trabajo. Se lo han pasado en grande en contacto con el público, han aprendido bastante y han tomado nota de nuevas ideas y modos para la próxima vez. Y además hemos roto con el día a día, lo que siempre sienta bien.
La compañía ha sido agradable, tanto por parte de las chicas del camping como de los otros artesanos, que por cierto trabajan estupendamente la madera y el cuero. El viaje, sin ser corto, no fue fatigoso. El sitio, como ya he dicho, nos ha gustado mucho, hemos hecho amigos y todos, adultos y nanos, lo hemos pasado bien.
Conclusión final: positiva. ¿Volveremos? Pues sí, ellas están decididas a estrenar su carpa. caiga quien caiga, y aunque uno ya peina canas debo reconocer que a mí también me hace ilusión la idea. Así que en cuanto 2D2 recupere el aliento y coja fuerzas, el estado mayor empezará a preparar la siguiente expedición.
No saldremos de pobres pero oye ¿Y lo bien que lo pasamos?.
* A ver si las convenzo para que saquen una línea erótica, tengo muchas ganas de hacer las fotos para el muestrario, con ellas de modelo, of course.