Sí, hoy Episcophagus cumple seis años y éste su humilde servidor llega a cincuenta.
Ahora debería decir que estoy hecho un chaval, que no hay ninguna diferencia, que la edad se lleva en el alma y no en el cuerpo... pero para soltar sandiadas ya está Coelho. Yo prefiero ceñirme a lo que sé y lo que veo.
Estos últimos 365 días han sido muy movidos. Empezaron con duelo y pérdida, hace ahora doce meses, aunque el duelo ya llevaba en marcha más de medio año. No tuve, de todas formas, mucho tiempo para lamentarme, estaba demasiado ocupado lidiando con lo que la vida me fue trayendo.
No todo ha sido bueno ni mucho menos. Está el cansancio y el agobio que nos rodea tras tantos años metidos en este puñetero agujero del que no se ve la salida. Está el dolor de ver a amigos marcharse por no tener expectativas de futuro en nuestro país. Está el miedo a lo que nos traiga mañana.
Están las heridas que sólo ahora se van cerrando. Las cicatrices me acompañarán siempre, pero la única forma de tener la piel tersa es renunciar a vivir, y prefiero seguir respirando.
Con todo, si tengo que resumir estos doce meses en una frase, sería merece la pena
Cierta amiga íntima y especial, pasó momentos muy difíciles. Salió adelante, y ahí estábamos con ella, en los momentos duros y en los buenos, como ella lo está con nosotros.
Justo al mismo tiempo nuestra familia creció, cuando S se nos unió en marzo del año pasado, casi a la vez que E y L empezaron a entrelazarse con nosotros. Querer tiene estas sorpresas, cuando aceptas que el amor implica lazos reales.
He disfrutado la felicidad de ver a alguien a quien quiero empezar a romper con sus cadenas y aprender a caminar sin bastones, tambaleándose a veces, pero siempre hacia adelante. Sí, C, me estoy refiriendo a ti, así que ya puedes enrojecer hasta la punta del cabello.
Otro afecto que ha ido creciendo sin prisa me ha traído aire fresco cuando más lo necesitaba. Gracias, MJ.
En un lugar llamado El Dinosaurio me he encontrado con sorpresas y afecto. Y una deliciosa tarta de cumpleaños hace apenas unas horas (sí, esa misma que estoy a punto de devorar en la foto de arriba). Gracias, M, por cincuenta más y tú que los veas.
Precisamente fue M la que me animó a ponerme tras el micrófono y atreverme a leer. Sólo espero que mi nivel de vergüenza no sea nunca lo suficientemente intenso como para que el sonrojo me incinere. Y, si sucede, espero que sigan leyendo poesía, y entretanto nadie sople hasta que llegue el forense, como decía nuestro añorado Gila.
No sólo de poesía vive el hombre. Pasado el subidón de ver en papel Detrás del Mito, me he encontrado con encargos inesperados y (creo) he sabido salir airoso de la prueba. Ahora mismo está en edición mi tercer título como autor completo (los otros dos libros que he publicado con HRM son obras en colaboración) y, tras el verano, me gustaría arrancar un nuevo proyecto.
La Historia me ha lanzado también a los micrófonos, de la mano de Antena Historia. Y le estoy cogiendo gustito a esto de divagar y reírnos mientras grabamos. Y de que te escuchen, que eso también es muy chulo.
Hablando de proyectos, estoy ahora mismo inmerso en mi tercera DinoExpo para Japón. Aterrado/agobiado/asfixiado por los plazos, pero decidido a sacarlo adelante aunque sea a mordiscos.
Más paleontología. Humanos, insectos, colembolos, aves... al final sí que acabaré siendo un paleoreconstructor a tiempo completo, como esto siga así. Por suerte en MUY y SINC me dan variedad de temas: espacio, medicina, humor...
En estos doce meses he dibujado mucho. A la antigua: lápiz y pincelada (digital, pero pincelada, al fin y al cabo). También me he animado a hacer algunos retratos personales, y pese al esfuerzo que suponen, el resultado me sorprende y agrada a la vez: sigo aprendiendo.
Y sigo corriendo. Ya pronto llegaré a los 3500 km. En unos meses las zapatillas que estoy usando ahora mismo se quedarán sin dibujo y tocará reponer calzado: el cuarto par desde que empecé.
Sé que me dejo muchas cosas en el tintero. No importa. Lo más importante es que sigo enamorado, y sigo teniendo la increíble fortuna de ser correspondido. Son ya 29 años juntos (16 de ellos viendo crecer a nuestro ya adolescente, protagonista de muchas de las entradas más celebradas de este blog), y un te quiero cada mañana. Diréis que soy un cursi pero... vale, lo seré, pero me importa un carajo la opinión ajena.
Tengo 50 años. Te conocí con 18, nos unimos a los 21. Tres décadas a tu lado. Dije arriba que el resumen del año es merece la pena, pero en realidad, se resume mejor en dos palabras.
Te amo.
Y mañana, con cincuenta años y un día, seguiré amándote.