Por fin llegamos al punto culminante de nuestro estudio. ¿Porqué Iker Giménez gasta sus dineros en producir reportajes sobre Rapa Nui o Nazca, cuando ese mismo pecunio podría invertirse en tierras patrias?
La ciencia oficial, en su cortedad, mira para otro lado, pero puedo afirmar que las pruebas de las visitas extraterrestres a tierras castellanoleonesas son, señores míos, abrumadoras. Y el pueblo de mi padre, en la muy noble provincia de Segovia, es una buena muestra de contactos en la tercera fase.
¿Qué digo tercera? ¡quinta e incluso sexta! Por todas partes es posible encontrar enigmáticos muros de piedra, similares al de la imagen. Su aspecto puede parecer vulgar, anodino, incluso. Pero en su conjunto, conforman una extraordinaria red que recubre buena parte del paisaje castellano. O lo recubría, porque la ignorancia, la superstición, o tal vez motivos más oscuros han llevado a la demolición de buena parte de estas asombrosas estructuras.
¿Cuál es el propósito de estas líneas piedrolíticas? No hay duda de que su papel está relacionado con las naves espaciales, ya que se despliegan formando una intrincada maraña geométrica, de patrones difíciles de precisar, probablemente porque su sentido sólo es comprensible si se observan desde el aire. Algunos analistas, probablemente a sueldo de la conspiración gubernamental, aluden a vagas razones de demarcación geográfica. Bien es cierto que los nativos del lugar, en su asnil ignorancia, los han empleado desde hace siglos como delimitadores de parcelas, pero eso no es más que un uso a posteriori y no aclara el misterio de su construcción.
Por desgracia, el trabajo rural ha ido borrando toda traza de la función original ¿Serían campos de aterrizaje? ¿Indicarían yacimientos de materias primas de alto valor estratégico? ¿Conforman, quizás, un elaborado mensaje? ¿Son, por ventura, acumuladores-deflectores de campos magnéticos? ¿Transmiten líneas de influencia geodésica? Sólo podemos elucubrar y lamentarnos de la pérdida de tantos conocimientos, sepultados bajo el ignorante arado y la brutal azada.
En cualquier caso, nadie puede negar que fueron obra de una civilización extraterrestre o una sociedad desarrollada bajo sus auspicios (¿los atlantes, tal vez?) Porque sin duda están construidas por seres avanzadísimos. Resulta imposible erigirlas con los medios de que disponemos en nuestros días. Elijamos un grupo de adultos al azar y equipémosles con nuestros aparatos más sofisticados, ipads, consolas wii, GPSs, punteros laser, canales de porno gratis, ... aún así serán incapaces de colocar esas piedras, una sobre otra, sin aglomerantes externos, tan sólo sostenidas por la geometría y, tal vez, alguna energía indetectable.
No me crean ciegamente: hagan la prueba, y comprobarán como, pese a ímprobos esfuerzos, son ustedes incapaces de construir nada más alto de dos hiladas sin que se desmorone.
Podríamos aducir que los adultos no están acostumbrados al empleo de la tecnología avanzada, pero si ponemos a la tarea a un grupo de fornidos adolescentes, el resultado será similar o peor. Nuestra petición será acogida con desprecio, improperios de todo tipo, esputos y lanzamiento de algunas piedras seleccionadas entre las de menor tamaño y mayor manejabilidad.
Es concluyente: los indígenas peninsulares no están capacitados para ese trabajo. Incluso es posible que algunos mencionen la necesidad de emplear mano de obra foránea, rememorando en su subconsciente que los constructores primigenios llegaron del exterior.
Pero, argumentarán los incrédulos, tal vez hemos olvidado las arcanas tecnologías empleadas por nuestros antepasados, que las erigieron sin necesidad de ayuda alienígena. Ese razonamiento es engañoso. Es cierto que los actuales habitantes peninsulares, gracias quizás a un experimento genético de los Visitantes, tienen hoy en día una talla elevada y se dan con frecuencia los cabellos claros y los ojos azules, pero las cosas eran muy distintas antaño. En los siglos durante los que se erigieron los piedrolitos, el aspecto de los aborígenes sólo podía describirse como landiano. Humanoides cejijuntos, de escasa estatura, cuello corto, gruesa piel peluda y renegrida (donde les daba el sol), frente escasa, testa emboinada... Y, como bien hemos visto, los pueblos de similar catadura carecen de los conocimientos y la voluntad necesaria como para acometer obras de tal magnitud.
Así pues, sólo queda una explicación racional: estas estructuras fueron levantadas por seres extraterrestres, cuyo recuerdo se ha diluido, metamorfizado en algún tipo de adoraqción religiosa. Y podemos presentar una prueba sólida en esa dirección, porque en el mismo pueblo de mi padre, y al parecer en los pueblos de muchos padres, hay una asombrosa edificación conocida como iglesia románica, igualmente erigida por los misteriosos constructores (ya hemos visto que los indígenas hubieran sido incapaces), en la que los fieles rinden culto rezando a las alturas, a un misterioso Señor que está en los cielos y todo lo ve. Sin duda, un recuerdo de los tiempos en los que sus remotos antepasados recibieron la mágica visita de los jinetes de las estrellas que les orientarían en el camino hacia la civilización. Para completar el cuadro, basta con fijarse en las representaciones que encontramos en dichas iglesias: figuras estilizadas, con una estructura circular, denominada halo, que rodea sus bellísimas cabezas. quizás, una reminiscencia de las escafandras.
¿Porqué ha pasado desapercibido este asombroso misterio hasta nuestros días. Por política, como puede demostrarse fácilmente: Daniken, antiguo nazi, nunca perdonó el desaire de Franco a Hitler en Hendaya, y decidió ocultar deliberadamente la verdad sobre las líneas de Castilla, ayudado por ellos.
Dicho sea de paso, y dado que la Italia de Mussolini igualmente defraudó y finalmente traicionó al Führer, puede que esa sea también la causa de que el hotelero suizo se negara reiteradamente a reconecer que el Coliseo, el Circo Máximo, el Panteón y, por supuesto, el acueducto de Segovia, fueran obra de extraterrestres, cuando todos sabemos que los romanos no eran ni rubios, ni altos, ni arios.
Esa actitud negacionista, notablemente perniciosa, se ha perpetuado en el tiempo. Y así los expertos españoles en paraciencia, como Iker Giménez, siguen echando tierra sobre nuestro pasado, despreciando nuestro patrimonio alienígena mientras desvían la atención hacia fenómenos mucho menos importantes de allende los mares.
Y yo me pregunto ¿Hasta cuando?