Dado que trabajo en casa, suelo encargarme de llevar a nuestro hijo al colegio por las mañanas. Por ello conozco a muchas mamás del cole, e incluso he alcanzado un razonable grado de confianza con buena parte de ellas.
No pretendo llevar a cabo un estudio sociológico sobre el tema, pero creo que puede resultar interesante detallar, aunque sea someramente, el tipo de madres que suelo encontrarme a diario en el patio. Con los lógicos matices inherentes a la individualidad, es posible establecer a grandes rasgos una clasificación en base a determinados aspectos de la propia personalidad y de la relación establecida con los hijos y el resto de progenitores.
Hablaré sólo de madres, no por establecer un sesgo desde mi mirada masculina, sino porque mi caso es bastante raro: en la clase de mi hijo sólo hay otro progenitor masculino que se ocupe de forma usual de sus niños. Así pues no es posible establecer un desglose similar respecto al sector masculino a menos que lo dividamos en padres que acuden al colegio regularmente (nosotros dos, tres a lo sumo), padres a los que sólo vemos el pelo de Pascuas a Ramos (un 50%, así a ojo) y padres cuya existencia presuponemos* (como un 48%).
Afortunadamente no tengo lectoras en el colegio, salvo una, y creo que puedo explayarme sin miedo a represalias. De no ser así, me enteraré cuando se me ahorque públicamente de la entrada del patio. Y sin más preámbulos, vamos a meternos en harina.
No pretendo llevar a cabo un estudio sociológico sobre el tema, pero creo que puede resultar interesante detallar, aunque sea someramente, el tipo de madres que suelo encontrarme a diario en el patio. Con los lógicos matices inherentes a la individualidad, es posible establecer a grandes rasgos una clasificación en base a determinados aspectos de la propia personalidad y de la relación establecida con los hijos y el resto de progenitores.
Hablaré sólo de madres, no por establecer un sesgo desde mi mirada masculina, sino porque mi caso es bastante raro: en la clase de mi hijo sólo hay otro progenitor masculino que se ocupe de forma usual de sus niños. Así pues no es posible establecer un desglose similar respecto al sector masculino a menos que lo dividamos en padres que acuden al colegio regularmente (nosotros dos, tres a lo sumo), padres a los que sólo vemos el pelo de Pascuas a Ramos (un 50%, así a ojo) y padres cuya existencia presuponemos* (como un 48%).
Afortunadamente no tengo lectoras en el colegio, salvo una, y creo que puedo explayarme sin miedo a represalias. De no ser así, me enteraré cuando se me ahorque públicamente de la entrada del patio. Y sin más preámbulos, vamos a meternos en harina.
Madres normales
Más de la mitad de mis conocidas se encuadran en este grupo. Gente normal, con preocupaciones y actitudes normales. Mujeres con la cabeza bien amueblada, con las que es posible mantener una conversación agradable, sin tiranteces ni malentendidos. Con el tiempo, a fuerza de coincidir en el cole y en los parques, organizar cumpleaños multitudinarios y compartir algunas crisis infantiles, acabas alcanzando un cierto grado de entendimiento y amistad con ellas. En resumen, se trata del grupo de madres con las que merece la pena relacionarse.
Madres macizas
Como hombre que soy no puedo dejar de mencionar este subgrupo, que, salvo excepciones, puede englobarse dentro del anterior. No hablo de supermodelos, sino de ese tipo de ibérica sanota, de risa fuerte, pisada firme y carnes contundentes. De acuerdo a la leyenda estas señoras deberían ser tan tontas como atractivas, pero lo desmiento con rotundidad. La macicez femenina no idiotiza a la mujer, sólo al hombre, ya que la hinchazón de las gónadas tiende a debilitar el flujo de sangre al cerebro. Obviando esa molestia, el trato con las mamimacizas es, de promedio, agradable y positivo.
Alguien me dirá que un colegio no es el sitio más idóneo para encontrar macizas, pero de nuevo es un prejuicio sin fundamento. La media de edad de las mamis con hijos en Infantil/primaria oscila entre los 35 y los 45 años, es decir, la edad idónea para ese rotundo esplendor tan caro a los ojos masculinos.
Como digo, la maciza suele pertenecer al conjunto de la gente normal, con los pies en el suelo, con quien se puede mantener una relación amistosa y sin riesgos. Justo lo contrario que la siguiente categoría de madres, con las que pronto se aprende a mantener las distancias.
Alguien me dirá que un colegio no es el sitio más idóneo para encontrar macizas, pero de nuevo es un prejuicio sin fundamento. La media de edad de las mamis con hijos en Infantil/primaria oscila entre los 35 y los 45 años, es decir, la edad idónea para ese rotundo esplendor tan caro a los ojos masculinos.
Como digo, la maciza suele pertenecer al conjunto de la gente normal, con los pies en el suelo, con quien se puede mantener una relación amistosa y sin riesgos. Justo lo contrario que la siguiente categoría de madres, con las que pronto se aprende a mantener las distancias.
Las monotemáticas
Porque sí, tener hijos, verles crecer, educarlos... es una tarea apasionante, pero existen otros horizontes en la vida, salvo que seas miembro del club mamis-las 24 horas del día. Hablar con ellas resulta agotador, entre otras cosas porque yo también tengo un niño, así que el tema infantil me resulta sobradamente conocido. Vale, es divertido comentar anécdotas, intercambiar información o comparar patrones de conducta, pero sólo un ratito. Así que cuando os encontréis en medio de uno de esos círculos de madre que sólo saben hablar acerca de niños, excluyendo puntualmente cualquier otro tema que salga en la conversación, corred, alejaos, huíd. Vuestra cordura os lo agradecerá. Entre otras cosas porque los vástagos de las monotemáticas suelen ser niños bastante poco originales, y esperar que salga a la luz alguna historia realmente interesante es un esfuerzo baldío.
Eso cuando se mantiene una conversación, porque hay una clase especial dentro de la familia de las monotemáticas, una categoría Golden Extra. Me estoy refiriendo a...
Eso cuando se mantiene una conversación, porque hay una clase especial dentro de la familia de las monotemáticas, una categoría Golden Extra. Me estoy refiriendo a...
Sor Angustias
Éste espécimen se caracteriza por su tendencia a expresar públicamente lo dura, traumática y sacrificada que es la vida de una madre. En sus manos, cualquier labor (llevar a los nenes al cole, darles de comer, cuidar que hagan los deberes, respirar...) se convierte en un sacrificio casi insostenible, que sólo logra llevar a cabo gracias a su devoción como Madre con mayúsculas. Suele hablar en voz queda hasta que logra sacar alguno de los temas antes referidos, momento en el que el tono se eleva, los ojos se le iluminan y abre las compuertas a un torrente de angustiosos testimonios, entrecortados con profundos suspiros. Es inútil intentar incorporar a la conversación (mejor dicho, monólogo) nuestra propia experiencia, porque nadie más que ella conoce los terribles sacrificios que apareja la maternidad. No es que el resto sean malas, simplemente son menos madres.
Nuestra Angustias particular tiene una hija. De creerla, sería la niña más sensible, vulnerable y frágil del universo, siempre al borde del colapso nervioso, la enfermedad mortal o el trauma irreparable. Yo personalmente la considero una holgazana consentida con calzas coloradas y buena mano para la manipulación, que se pasa por el arco de triunfo todo lo que le llora su madre. De hecho, en alguna ocasión la hemos escuchado describir a su madre como una cursi insoportable. Eso, en el fondo, debe suponer un secreto placer para mami Angustias, ya que en unos años podrá alcanzar un nuevo estatus materno: madre mártir víctima de una hija desagradecida que no es capaz de apreciar sus infinitos sacrificios.
Fuera del ceñido universo del monotema, podemos encontrar otros tipos de madre aburrida, que sin duda resultaran familiares a todas mis lectoras con niños en edad escolar.
Nuestra Angustias particular tiene una hija. De creerla, sería la niña más sensible, vulnerable y frágil del universo, siempre al borde del colapso nervioso, la enfermedad mortal o el trauma irreparable. Yo personalmente la considero una holgazana consentida con calzas coloradas y buena mano para la manipulación, que se pasa por el arco de triunfo todo lo que le llora su madre. De hecho, en alguna ocasión la hemos escuchado describir a su madre como una cursi insoportable. Eso, en el fondo, debe suponer un secreto placer para mami Angustias, ya que en unos años podrá alcanzar un nuevo estatus materno: madre mártir víctima de una hija desagradecida que no es capaz de apreciar sus infinitos sacrificios.
Fuera del ceñido universo del monotema, podemos encontrar otros tipos de madre aburrida, que sin duda resultaran familiares a todas mis lectoras con niños en edad escolar.
Las del AMPA
La Asociación de Madres y Padres atrae fundamentalmente dos tipos de personas. Primero están las madres con energía e ideas, que sacan adelante las actividades y mantienen en marcha la asociación. Nada puedo objetar a estas estupendas mujeres, menos aún cuando yo fui durante dos años miembro activo del AMPA en mi colegio. Pero luego están las madres de relleno, cuya principal función es hacer bulto**. Se trata de señoras cuya única vida social parece ser el AMPA, ya que se pasan ahí toda la jornada. A veces, llego a dudar que tengan un hogar al que regresar por las noches.
No contenta con ocupar así cinco días a la semana, la mamiAMPA acude entusiasmada a todo tipo de actividades de finde (rafting, trekking, bocadilling...), y saraos callejeros como desfiles de carnaval, pasacalles festivos o coreografías sonrojantes. Sus hijos suelen pasar largas tardes en el patio entre actividad y actividad, y en general puede describírseles como asilvestrados, ya que campan a sus anchas y sobreviven sin demasiado control. Lo que en el fondo no deja de ser un buen adiestramiento para la vida, no nos engañemos.
Pero si la mamiAMPA se caracteriza por su gran visibilidad*** la siguiente madre destaca justo por lo contrario.
No contenta con ocupar así cinco días a la semana, la mamiAMPA acude entusiasmada a todo tipo de actividades de finde (rafting, trekking, bocadilling...), y saraos callejeros como desfiles de carnaval, pasacalles festivos o coreografías sonrojantes. Sus hijos suelen pasar largas tardes en el patio entre actividad y actividad, y en general puede describírseles como asilvestrados, ya que campan a sus anchas y sobreviven sin demasiado control. Lo que en el fondo no deja de ser un buen adiestramiento para la vida, no nos engañemos.
Pero si la mamiAMPA se caracteriza por su gran visibilidad*** la siguiente madre destaca justo por lo contrario.
La mujer invisible
También llamada la pánfila, la sosainas o la pan sin sal. Suele haber una por cada curso: sabes que está ahí porque la persona que hay detrás se ve un poco borrosa. Nunca dice una palabra más alta que otra, de hecho casi nunca habla, y cuando lo hace usa un tono monocorde, apenas audible, casi ratonil. Su aspecto es totalmente gris, se ponga lo que se ponga. Podría vestirse de rojo valentino, y seguiría pasando desapercibida. No es cuestión de físico o de cara, la invisibilidad va incluida en su personalidad.
Nuestra mujer invisible lo es incluso para su hijo, que no la hace el más mínimo caso. Alguna vez, en el parque, he sido yo quien ha convencido al chaval de que ya era hora de volver a casa, porque a ella ni la escuchaba. Siento bastante lástima, porque sospecho que si su hijo actúa así es porque su pareja la ningunea, y el crío se limita a repetir lo que hace su padre. A veces me dan ganas de darla dos bofetones a ver si despierta y da de una vez un buen puñetazo en la mesa, pero no creo que funcione.
Eso sí, resulta que al teléfono es diferente. Una amiga llamó al departamento donde trabaja para pedir una información y ella respondió de malos modos, en plan borde y prepotente, hasta que la otra la reconoció y dijo ¿M...?, momento en que volvió el tono bajito e impersonal. Así pues, cuando la protege el anonimato, la mujer invisible se crece.
Nuestra mujer invisible lo es incluso para su hijo, que no la hace el más mínimo caso. Alguna vez, en el parque, he sido yo quien ha convencido al chaval de que ya era hora de volver a casa, porque a ella ni la escuchaba. Siento bastante lástima, porque sospecho que si su hijo actúa así es porque su pareja la ningunea, y el crío se limita a repetir lo que hace su padre. A veces me dan ganas de darla dos bofetones a ver si despierta y da de una vez un buen puñetazo en la mesa, pero no creo que funcione.
Eso sí, resulta que al teléfono es diferente. Una amiga llamó al departamento donde trabaja para pedir una información y ella respondió de malos modos, en plan borde y prepotente, hasta que la otra la reconoció y dijo ¿M...?, momento en que volvió el tono bajito e impersonal. Así pues, cuando la protege el anonimato, la mujer invisible se crece.
(Continuará...)
*A fecha de hoy no es factible la clonación humana luego alguien habrá colaborado con la madre para engendrar al tierno infante.
** Y vaya si lo hacen: por motivos que escapan a mi comprensión la mamiAMPA típica devora en un festejo alimento suficiente como para nutrir a una familia de chinitos, y de promedio abulta el doble que cualquier otra madre ajena al organismo
.
***Véase la nota anterior