Leyendo acerca del simposio eclesial sobre pederastia celebrado en Roma, no puedo por menos de sentirme sorprendido por algunas incongruencias que encuentro en la noticia.
Por un lado tenemos los datos ofrecidos, confesados quizás, por el cardenal Levada. 4000 casos estudiados por la Congregación para la Doctrina de la fe en 10 años, es decir, más de un nuevo caso al día durante la última década. Y esos son los sucesos de los que se tiene constancia, es decir, la punta del iceberg. El mismo mitrado reconoce que la respuesta eclesial fue inadecuada y que se requiere una profunda renovación de la Iglesia en todos los niveles.
Hasta aquí nada que objetar, se admite una situación excepcionalmente grave y se asume, al menos de palabra, la responsabilidad de la institución que cobijó estos abusos. Pero, a continuación, el prelado afirma que Benedicto XVI debería haber recibido la gratitud de toda la Iglesia y de fuera de ella” por la labor realizada y su decisión de “tolerancia cero” con la pederastia.
Vamos a ver, eminencia. Nuestro amigo alemán lleva en la silla de San Pedro siete años, y de creerle a usted, al menos tres antes de ser Papa en lugar del Papa estaba dedicado en cuerpo y alma a combatir la pederastia en la Iglesia. En ese tiempo, ustedes han confesado cuatro mil abusos. No uno ni dos: CUATRO MIL. No quiero parecer tiquismiquis, pero ¿se puede saber qué es lo que le debemos agradecer a Su Santidad? ¿que los sacerdotes han tenido más vaselina a su disposición y así a los niños les ha dolido menos?
Por cierto, menciona usted una política denominada Tolerancia Cero, y no me cuadra. Si ustedes han tenido noticia de 4000 sacerdotes pederastas ¿porqué esos 4000 no han sido denunciados? ¿O acaso Tolerancia Cero significa dejarles sin postre para que escarmienten? Y ¿porqué se permite que un obispo cargue impunemente las culpas sobre las víctimas? Porque esas declaraciones PÚBLICAS tuvieron lugar en 2007, cuando ya estaba en vigor la Tolerancia Cero, y no han sido condenadas por la conferencia episcopal española.
Se habla del camino procesal para que los sacerdotes culpables de abusos dejen de serlo y se añade que en algunos casos debería acelerarse. Luego debemos suponer que en la mayoría de los casos ese proceso es lento, ¿no es así? Bueno, ustedes tienen derecho a ser todo lo lentos que quieran en retirar la ordenación a un violador con sotana: doctores tiene la Iglesia, dicen. Pero mientras lo hacen podrían entregar a la JUSTICIA la información sobre esos delitos de los que tienen conocimiento. Si mal no recuerdo, Jesús dijo, dad a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César, y dado que la pederastia, además de un pecado, es un CRIMEN ante la Ley, debe ser juzgado por los tribunales que representan a esa ley. A ser posible en un plazo inferior a los veinte años, por aquello de que, por un quítame allá estas pajas, el delito prescriba y las víctimas vean como su abusador sale impune a la calle.
Porque las víctimas les preocupan ¿no? La curación de las víctimas deber ser la preocupación prioritaria de la comunidad cristiana. Claro que, siendo muy mal pensado, me pregunto qué es lo que la comunidad cristiana tiene que andar curando, porque que yo sepa los abusos no se curan con rezos ni bendiciones, sino con ayuda médica. ¿O se refiere usted a curarles de esa fea costumbre de señalar con el dedo a sus violadores? Porque está muy mal ser acusicas, en vez de acudir a confesarse para salir con el alma limpita. Francamente, si yo fuera una víctima, procuraría mantenerme lo más alejado posible de esa comunidad cristiana que lleva décadas encubriendo a los delincuentes.
¿El Papa quiere que le estemos agradecidos? Que se deje de medias tintas, de llorar por las víctimas o de convocar congresos. El primer paso es denunciar a los violadores. Basta de esconder a los pederastas, trasladándolos de parroquia en parroquia, de colegio en colegio, para que sigan disfrutando de carne fresca mientras ustedes se dedican a debatir interminablemente. ¿Respuesta coordinada y adecuada? Sólo hay una: abran las puertas a los fiscales, asuman la responsabilidad por lo que han hecho y siguen haciendo a diario sus subordinados, amparados en los privilegios de su institución, y que sea lo que Dios quiera ¿o acaso no confían ustedes en la providencia del señor?
Un consejo. Afirma que los futuros sacerdotes deben ser formados en la apreciación de la castidad y el celibato. Francamente ¿no ahorraríamos todos tiempo y dinero si los seminaristas fueran castrados antes de su consagración? Al fin y al cabo, se supone que sus testículos no van a usarse en tareas reproductivas y, con la sotana puesta, no se marca paquete, luego tampoco cumplen ninguna función estética. Por añadidura, así podrían seleccionar mejor a su personal, ya que ese pequeño sacrificio disuadiría a muchos jóvenes de abrazar de abrazar en falso y por motivos erróneos una vocación que les viene grande.
Pese a todo, tenemos que mostrar nuestra buena educación: dice usted que le debemos agradecimiento al Papa por su firmeza. Pues que nadie pueda llamarnos desagradecidos: muchas gracias, Santo Padre.
Muchas gracias por nada.