Uno de los temas recurrentes en el mundo de las relaciones abiertas es el problema de las expectativas. Resumiendo mucho el argumento general, se viene a decir que tú no eres responsable de las expectativas de otras personas, y a la inversa, que poner unas expectativas demasiado altas en una relación es una forma segura de ahogarla.
Una vez más no hay nada que objetar a esos dos planteamientos. Una vez más, su aplicación práctica puede convertirse con excesiva facilidad en una excusa con la que justificar todo tipo de actitudes y omisiones más que cuestionables, porque facilitan señalar al otro (y sus expectativas) como causa de cualquier desavenencia y sirven de tapadera para nuestro propio egoísmo.
Sobre el papel, se supone que al iniciar una relación deberíamos hablar y consensuar qué debemos esperar de la otra persona. Por desgracia, lo que sucede con demasiada frecuencia es que se da por hecho que, como las expectativas son el problema, debemos reducirlas al mínimo, e incluso deberíamos prescindir de ellas absolutamente, dejando que la relación fluya de forma libre y natural.
A estas alturas del blog supongo que ya sabréis lo mucho que aborrezco ese concepto de fluir.
Para los narcisistas, egoístas, depredadores, o simples perezosos, esa rebaja de las expectativas es una bendición, ya que les permite desatender, abandonar e incluso maltratar a sus relaciones manteniendo en todo momento su aura de santidad. Ellos* no están actuando mal, la culpa es de la otra parte, que se ha creado unas expectativas irreales y además te está asfixiando con ellas.
Evidentemente una relación sin expectativas es perfectamente legítima, siempre y cuando ambas partes estén de acuerdo en ello. Si vuestro único interés es tener a alguien con quien poder echar un polvo o ir a una fiesta, no hay nada malo en ello.
(He dicho de acuerdo en ello y debería añadir de forma equilibrada, porque he visto relaciones en las que una de las partes siente amenazada su libertad porque la otra le mande un DM una vez al mes, pero exigen que esa persona cuyas expectativas le parecen tan asfixiantes esté siempre dispuesta a prestarle atención)
Pero si nuestras relaciones van más allá de lo puramente lúdico, y sobre todo si intentamos construir redes, las expectativas no deberían ser un problema sino una forma de establecer unos mínimos sólidos sobre los que funcionar.
¿Qué puedo esperar, razonablemente, de alguien con quien establezco una relación de intimidad y confianza? (y esto vale para cualquier relación, no sólo las abiertas) Personalmente creo que hay siete puntos irrenunciables, aunque supongo que cada persona tendrá sus propios baremos y límites, así que no lo toméis como un texto sagrado
_ Sinceridad. De partida, porque para establecer un acuerdo razonable es preciso que seamos francos en lo que la relación se refiere. Si sólo busco sexo, debería decirlo abiertamente, no esconderlo bajo un montón de palabrería bonita. A medio y largo plazo, porque si vemos que esa persona nos está mintiendo** y miente a otras personas, lo más sensato es alejarnos, ya que no vamos a poder confiar ni sentirnos seguros. Y si oculta vuestra relación a otras personas con excusas como esto es algo que solo nos incumbe a nosotros, deberías preguntarte cuánto te aprecia realmente
_ Amabilidad. No me cansaré de decirlo, la sinceridad sin amabilidad es crueldad. Si alguien nos golpea una y otra vez con su sinceridad, probablemente no le importemos una mierda.
_ Atención. No se trata de que alguien esté pendiente de nosotros las 24 horas del día, pero sí que responda cuando necesitamos hablar, aunque sea para decir ahora no puedo, te llamo en cuanto esté libre.
_ Comunicación. Explica porqué haces las cosas. Si la otra persona te propone, por ejemplo, pasar unos días juntos, y prefieres no hacerlo, explícale tus razones, aunque sean pereza o cansancio. No dejes a la otra persona intentando entender qué sucede (y, volviendo al punto inicial, no mientas)
_ Seguridad. Y hablo de seguridad personal. Deberíamos poder confiar en que alguien que tiene una relación con nosotros no va a hacernos daño de forma activa ni por omisión.
_ Implicación. Si tienes la sensación de que tú llevas todo el peso de la relación, probablemente esa relación sólo exista para ti. No tienes porqué ser tú quien siempre proponga, organice y atienda. Y si hay algún tipo de gasto, salvo que vuestra situación económica sea muy dispar no deberías ser tú quién pague siempre.
_ Respeto. Si alguien ridiculiza tus planteamientos, si te caricaturiza ante otras personas o si se burla de tus ideas, y cuando se lo señalas, en vez de rectificar responde algo así como no se te pude hacer ni una broma, asegúrate de que cierre la puerta por fuera.
Creo que el concepto está claro: tenemos derecho a esperar que aquellos con quienes nos relacionamos actúen de forma ética, responsable y equitativa, es decir, que sean adultos funcionales, capaces de responsabilizarse de sus actos y decisiones, y asumir su parte de la relación. No se trata de buscar una absoluta reciprocidad, sino de saber que la otra persona responderá, y de que al vincularnos estamos sumando, no siendo utilizados ni parasitados.
Que quede claro, nadie puede obligarte a asumir esas expectativas. Puedes considerar que son ataduras inaceptables y optar por relaciones sin la más mínima responsabilidad afectiva ni ética. Como dije al principio es una elección perfectamente legítima.
Pero si eliges fluir, al menos asume las consecuencias de esa elección, y no exijas a las demás personas lo que tú no estás dispuesto a dar.
* Utilizo el género deliberadamente. Por supuesto que hay mujeres que actúan así, pero en esta sociedad todo está encarrilado a favorecer y justificar ese comportamiento en los hombres, y por eso lo normal es que ese comportamiento sea masculino***
**Todos mentimos en algún momento, el problema es cuando comprobamos que alguien miente de forma continuada y sin necesidad, probablemente porque para él lo cómodo es mentir
*** Si te ha venido a la boca un not all men, es que te has equivocado de blog. Aire.