Es con gran dolor en mi corazón que vengo a hacer un anuncio a mi estimada audiencia. Querido público, amables lectoras, honorables miembros...
miembro... jijijiji...
honorables miembros, insisto, del cuerpo diplomático, señor nuncio apostólico... ha llegado el momento de cerrar una etapa:
Hoy, el Diario de la Paternidad Responsable llega a su fin
*ahogados gritos de dolor* * rostros incrédulos* *la multitud se rebela, porquéeeee, dios mío, porquéeeeeeeee*
Ha sido un largo camino, desde aquella primera entrada en septiembre de 2010. Con ésta, que cierra la obra, suman 24 entradas sobre la cría del adolescente doméstico. De lejos, mi serie más longeva y la más exitosa, si no en términos numéricos brutos (mi entrada sobre las pajas sigue siendo la primera en cuanto a número de visitas, pero de mantenerse la tendencia pronto será superada por El clítoris y sus misterios) sí en cuanto a expectac... espexta...espectorac... a interés y comentarios favorables. Cada una de las entradas ha sido saludada y acogida con entusiasmo, dentro y fuera de la red. Me he encontrado con docenas de madres que se han visto reflejadas en mis peripecias y hemos disfrutado del placer común, y dulcemente culpable, de reírnos de nosotras mismas, compartiendo una sonrisa de complicidad. Pero Terminus, pese a tener un templo diminuto y un culto que casi pasaba inadvertido, era el más poderoso de los dioses del panteón romano, porque todo debe tener un final, y el Diario no es una excepción.
Miremos el lado bueno, por fin voy a dejar de traumatizar públicamente a mi retoño, con todo lo que eso conlleva de ahorro en psicólogos y terapia. Ahorro para él, porque yo no pensaba gastarme ni un céntimo ¿no? pero como sigue pensando que heredará algún dinero de mi... pues oye, que no pierda la ilusión
Y mira que le tengo avisao que me lo voy a gastar todo en vino y drogas, pero creo que imagina que es una broma paterna o algo así
En fin, mi mozuelo ya va a cumplir 17 años y creo que ya es hora de dejarle tranquilo. Además, para qué mentir, se nos está volviendo serio y responsable, así que tampoco hay mucho divertido que contar. Esta serie ha dado mucho de sí, pero no debemos caer en el error de los productores de sitcoms, que las alargan hasta que deja de ser creíble hasta la banda sonora e incluso las risas enlatadas suenan desganadas.
He disfrutado escribiendo sobre nuestra vida, creo que algunas personas han disfrutado leyéndolo (mi chica la primera, y nuestro hijo también, aunque le cuesta reconocerlo) y me parece que este es un buen momento para despedirnos con dignidad. Yo seguiré aquí, en Episcophagus, y cuando pasen los apretones de trabajo de esta primavera procuraré asomar con más regularidad, pero D podrá disfrutar de su intimidad.
Y nada más, sólo queda pedirle a nuestro querido protagonista, unas palabras de despedida. Hijo mío, gallardo y esbelto joven, báculo de mi vejez ¿quieres decirle algo a tu club de fans?
...grñññññmmmbleomarporculgnnn...