Estos días, la conferencia episcopal ha dado algunas recomendaciones al futuro gobierno del PP. Recomendaciones, por supuesto, no directrices, porque ellos sólo aconsejan. Una postura muy tradicional, de hecho. La inquisición no ejecutaba a sus reos, sólo los entregaba a la justicia civil, aconsejando algún remedio para la salvación de sus almas (como la hoguera, ideal para redimir al pecador más recalcitrante)
El caso es que nuestros queridos obispos están muy preocupados con la crisis. Y han encontrado la clave de nuestros problemas. Que no es la la codicia del capitalismo sin frenos, no, sino la pérdida de valores cristianos. Y, como no, han encontrado la solución a todos nuestros problemas: más clases de religión en colegios e institutos públicos.
Como respuesta a la actual situación de los mercados financieros puede parecer insólita, pero es que cuando la iglesia se refiere a la crisis, no habla de la misma crisis que el resto. O sea, hablamos de una organización que se embolsa 10000 millones de euros anuales de las arcas estatales, a ellos las dudas de los mercados se la sudan. No, los obispos se refieren a la suya propia, la que les ha llevado en menos de una generación de un 95% de católicos practicantes a un 40%. Sin embargo ambas crisis tienen una cosa en común, o mejor dicho, lo tienen las soluciones propuestas.
La crisis económica nace de la codicia de las entidades financieras ¿solución de los gobiernos? Echar dinero a paletadas en las fauces de esas entidades. Y para solucionar la crisis religiosa los obispos han acudido al consabido remedio de si no querías caldo, toma dos cazos.
La solución propuesta por la iglesia carece de eficacia. La gente no ha abandonado las iglesias porque una conspiración de judeomasones les haya forzado a renegar de su fe a punta de pistola, ni porque una oleada de racionalismo haya apagado la brillante llama de la fe. Lo ha hecho porque la religión es, literalmente, un muermo.
Existen pocas cosas más aburridas que asistir a misa a escuchar las mismas frases en el mismo orden con el mismo tono monocorde domingo tras domingo. Aguantar tres años de catequesis antes de la primera comunión, en general ofrecidas por señoras con demasiado tiempo libre y escasa cualificación intelectual resulta un verdadero ladrillo. Las clases de preparación al santo matrimonio son vistas por la mayoría de las parejas que se casan por la Iglesia como un tramite soporífero cuando no como una ocasión para los chistes y la hilaridad mal contenida, lo que hace que la mayoría procure saltárselas. Y para conseguir que la gente vuelva al redil el buen Rouco quiere meterles más de lo mismo, en dosis industriales, y además pretende que el tedio se universalice a costa del erario público.
Querido señor Varela ¿De verdad desea usted que la gente acuda en tropel a las iglesias? Empiece por quitar las telarañas, hombre de Dios. Adecéntelas con vivos colores, ofrezca una consumición decentita (la sagrada forma será sagrada, pero no llena nada) y ponga buena música, que el orfeón de ancianas acompañadas por la monja de la guitarra espanta al más pintado. Y dele vidilla a la misa, que más que una celebración parece una clase de gimnasia para la tercera edad (aún recuerdo mi pasmo cuando don Deogratias, el párroco de la Araucana en los 90, puso carteles para que la gente supiera cuando debía arrodillarse/sentarse/levantarse y lo hicieran al unísono y en buen orden)
Tome ejemplo de esas celebraciones evangélicas repletas de posesiones del Espíritu Santo, glosolalias y marcha, que uno no es creyente, pero cuando escucha una misa gospel no puede tener los pies quietos. Y ya puestos, ponga un torno en la puerta y cobre la entrada, a ver si así solucionamos el espinoso tema de la financiación eclesial.
Pero déjese ya de catequesis y clases de religión. Con eso sólo logra espantarse la clientela, porque si ya los niños de primaria acaban hartos de oir las mismas ñoñeces un día sí y otro también (y doy fe de ello*) en cuanto los chavales empiezan a notar las primeras fiebres hormonales, predicar la castidad y la abstinencia es el mejor modo de convertirse en objeto de burla y rechifla. Con lo que no sólo habrá que pagarle el sueldo al profesor, sino que además tendremos que financiar largas horas de terapia para que recuperen la autoestima entre curso y curso.
Hablando en plata, señores obispos, no es su dinero de ustedes el que se están gastando, así que al menos no lo desperdicien. Inviertan en algo eficaz, algo que de verdad atraiga feligreses. Ofrezcan una tapita con la comunión, vinito incluido, que eso de que el cura sea el único que bebe resulta de lo más injusto. Actualicen el cancionero, que ya nos lo sabemos. Pongan calefacción, que se les enfrían las viejecillas, y son su principal apoyo. Porque cuando se muera esta generación de abuelas se van a ver en un grave problema, ya que no hay relevo de ancianitas.
Y si se van a empeñar en meter clases de religión, intenten no amuermar a los niños, que luego se les escapan en cuanto hacen la comunión y les regalan la Play. Y si no hay niños ¿a quién
* V, compañera de mi hijo, hizo la comunión hace un par de años. Un mes después informó a su madre que había decidido cambiar de religión y pasarase a la de mi hijo. Cuando la madre me lo dijo, yo respondí, pero si mi hijo no va a religión y ella me dijo, pues eso, ha visto que no va a clase de religión, ni a catequesis, ni a misa, y ella tambien se apunta a lo mismo.