Mujer iroqués

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jueves, 18 de abril de 2019

NO, NO ES UN ACTO NEUTRAL


Desde hace unos tres años, puede que un poco más, me dedico a dibujar personas. Empezaron siendo rostros: un anciano que vi en un bar, una mujer en el metro. Algo en sus facciones me hipnotizó, saqué el lápiz y aboceté lo más rápido posible, procurando no molestar. Luego, en el Nowhere 2017, empecé a dibujar casi compulsivamente a todo aquel que me llamara la atención, y luego he seguido haciéndolo, ya de forma menos compulsiva. Incluyendo tanto esbozos sacados en el momento como sesiones con modelos.

Me diréis, no hay problema, eso es un excelente ejercicio artístico, y el arte es neutral ¿no? reflejo lo que veo.

Y una mierda. Y lo peor es que si me hubieran preguntado, yo habría soltado ese topicazo, pero cuando alguien te señala lo que está delante de ti, aunque no lo hubieras visto hasta ese momento, ya no puedes mirar para otro lado.

Al dibujar puedo estar haciendo, en efecto, algo neutral, o incluso algo positivo, pero también hay dibujos en los que tomo una posición de poder sobre el sujeto dibujado. Y al hacerlo le niego su valor de persona, lo convierto en objeto.

Vamos a dejar de hablar de forma neutra. Esto tiene un sesgo de género. Esto se lo hago a mujeres.

Me lo acaba de señalar una amiga a la que quería dibujar. Ella fue consciente cuando hablamos y, por suerte, tiene suficiente confianza en mí como para decirme las cosas a las claras. Al señalarle qué elementos de su cuerpo llaman mi atención, le estaba diciendo cómo debería ser su cuerpo, no cómo es. Estaba usando mi dibujo como herramienta de poder.

Si acabas de pensar, ya están exagerando las feministas y los bobos que les ríen las gracias hazme el favor de salir y borrar este blog de tu lista de enlaces.

No se trata de algo inocente ¿Recordáis el manido concepto de la mujer objeto? se refería a la mujer como adorno, como condecoración, como muestra de poder para su poseedor. Puede que hoy ese tipo de objetificación sea tan evidente que pocas veces pasa por delante sin que lo veamos y lo señalemos, pero hay otras formas y no sólo nos pasan desapercibidas, sino que están por todas partes.

Estoy repasando dos años de bocetos. Y lo estoy viendo: la conversión de sujeto en objeto. No en todos los bocetos, de hecho si fuera así sería un grave problema ya que no podría verlo. Pero sí está a la vista en unos pocos, y esos me permiten establecer un patrón. Es el viejo aforismo de La Excepcion Confirma La Regla, que no se refiere, como mucha gente cree, a que no puede establecerse una norma si no tiene una excepción, sino a que no es posible poner a prueba una hipótesis sin excepciones que se salgan de la norma, porque son las excepciones las que se usan como prueba para verificar la falsedad de la hipótesis. Lo sé, suena confuso, pero es así como funciona el pensamiento crítico.

Hipótesis: el dibujar a la gente es un acto neutral sin consecuencias

Falsación: si hay dibujos donde es evidente la no neutralidad y las consecuencias, la hipótesis es falsa

Ante todo, insisto, hay muchos de mis bocetos totalmente neutrales. Como dije arriba, dibujé a personas y situaciones que me llamaron la atención. Por como se movía su ropa o su cabello, por el efecto de la luz o las sombras, por su gestualidad, por el modo en que bailaban... cientos. Los veo y lo único que siento en ellos es que capté el momento.

Os aclaro que estoy intentando ser objetivo. Puedo no lograrlo, después de todo estoy examinando algo muy personal, muy mío.

En otros dibujos no me he limitado a dibujar espontáneamente, sino que los hice con una intención expresa. Algunos son retratos, otros son peticiones. No estoy quitando su esencia a la persona sino tratando de captarla. Al hacerlo es posible que no sea realista, ya que a veces es más importante el pliegue de una sonrisa que la forma exacta de una nariz

Y llegamos a los dibujos que tienen encima la luz roja. Todos tienen una característica común: no son dibujos espontáneos, sino de modelo. De posado, si preferís ese término. Voy a subir dos lápices



Los hice durante la misma sesión. En el primero yo elegí el momento y el punto de vista. En el segundo, no ¿Notáis la diferencia? El primero está profundamente sexualizado, el segundo no. El primero es mi elección, el segundo es la elección de la modelo.

En el primero, he tomado poder sobre la persona y la he puesto por debajo de mí. La he hecho objeto

Prueba del algodón. La misma modelo, unos minutos después. Yo no me he movido, ella elige su postura.


Pose natural, cómoda, me mira a los ojos, me ve dibujar y participa. Ambos estamos tomando parte en ello. En igualdad.

Ahí radica la diferencia. Si una persona me pide que haga un retrato, hay una voluntad junto a la mía. No le estoy diciendo como debe ser, sólo interpretando cómo es.

Si dibujo algo que me llama la atención, sin premeditación, no estoy influyendo en lo que veo, porque la urgencia es captar antes de que el momento se vaya. Las decisiones que tomo son de tipo práctico, debo captar los elementos básicos que dan forma a ese momento, no puedo decidir los detalles. En última instancia lograré captar aquello que me atrajo, pero no lo recrearé a mi voluntad

Pero, si planifico, si soy yo quien toma las decisiones, si ninguneo la voluntad o el confort de la persona que está delante de mí, estoy introduciendo un sesgo tóxico. Si le pido a mi modelo que se ponga de tal o cual manera, si elijo el ángulo, si decido qué remarcar o ignorar, si le digo lo que opino de su físico, le impongo mi voluntad. Tomo poder. Y no tengo derecho a hacerlo.

Vaya tontería ¿verdad? estoy poniendo etiquetas a acciones inconscientes. Pero están ahí, y no puedo volver a no verlas. Ni debo: si es mío, si es personal, debe ser ético.

¿Soluciones? Solo hay una: no volver a hacerlo. Y vigilar, conscientemente, hasta que me resulte natural

Hace un año comenté sobre lo estúpido que es pensar que te has quitado de encima los lastres, los micromachismos, los sesgos. Eso que dicen de deconstruir la masculinidad. Y avisé, si crees que ya lo has logrado la realidad te va a decir lo contrario a bofetadas. Pues mira, me acabo de llevar otra, así que, de deconstruido, poquito.

¿Que no querías arroz? toma, dos tazas

domingo, 7 de abril de 2019

VA DE VIÑETAS_NARRAR COMO SÓLO ÉL SABE



Primera viñeta: en medio de la gente que camina por la Rambla vemos a un anciano, solo, de pie. Nadie se fija en él. Extiende la mano, por primera vez en su vida. La recoge, avergonzado, y luego se fuerza a hacerlo de nuevo, hasta que alguien le pone una moneda en ella. En la última imagen compartimos su desesperada humillación. 18 viñetas para la historia de una vida y sólo tres planos alternándose: la calle, el rostro, la mano.

Por comparación, la apertura de la película Up es un derroche de elementos innecesarios

En Rambla Arriba, Rambla Abajo, nos encontramos un magistral ejercicio narrativo. Mientras Pablo (el sosías del autor) y Adolfo (su gran amigo) pasean por la Rambla, rozamos docenas de historias laterales. Algunas de tan sólo cuatro o cinco viñetas, sin diálogo. Otras llenas de texto, apresuradas, torrenciales, como el alud de dolor y tristeza que vierte una pobre viejecita sobre un guardia, a quien nadie ha enseñado qué hacer frente a una situación así, y que de pronto recuerda cuánto tiempo hace que no escribe a su madre. O la propia historia de Pablo, que va buscando un polvo y acaba descubriendo lo mierda que puede llegar a ser cuando se deja llevar por su egoísmo.

Porque Carlos Giménez no tiene contemplaciones ni consigo mismo.

Siempre que se habla de él suele mencionarse su trabajo en Gringo o cómo pulió su estilo en Dani Futuro. Yo no llegué a esa etapa, le conocí después, ilustrando un cuento de Stanislav Lem, y otra historia de ambiente futurista llamada Los Verdugos, una versión de un relato de London tan cruda y descarnada que aún siento escalofríos. Tras ellas, otras historias largas y elegantes, Koolau el Leproso y Hom, pero aún tenía que descubrir la otra faceta de Carlos, no como autor de ficción, sino como narrador de lo cotidiano. De una cotidianeidad terrible

Tenía poco más de 20 años cuando leí Paracuellos. A unas amigas más jóvenes que yo les sonaba a exageración absurda, pero a mí me hizo recordar algunos de los peores momentos que viví en nuestro colegio, que en realidad no eran ni la milésima parte de lo que conocieron Carlos y sus condiscípulos.

Es una narración brutalmente austera, sin artificios. Cada dos páginas una historia sin salida, sin luces. Niños viviendo y normalizando una pesadilla. Siempre buscando el plano bajo, el punto de mira de las víctimas, salvo cuando toca retratar a los verdugos, los adultos con poder de vida o muerte sobre los presos, porque Paracuellos es una cárcel disfrazada de colegio y, para los niños, esos adultos resultan enormes, en tamaño y brutalidad.

El hambre omnipresente, el frío atroz, el calor abrasador, los castigos sin sentido, la rabia y frustración de los carceleros. Y de los niños, como Porterito, el abusador, porque se puede.

Siempre el plano exacto, el ángulo correcto, como en La Siesta, donde Giménez, tras una introducción directa y limpia, va desde el plano general al primer plano, consiguiendo que el calor reverbere en nuestras cabezas, y luego otro plano alternado, que se abre al final para mostrar la tortura en que se puede convertir algo tan anodino como la siesta. O La Visita, donde un niño sufre un castigo de especial crueldad por el simple capricho de la guardadora.

Tras Paracuellos vino Barrio, y aquí encontramos a Carlos en estado de gracia. Narraciones más complejas, personajes más variados, situaciones que van desde la anécdota casi trivial al recurso reiterado de la habitación alquilada, para ir presentando a los personajes. Hay un nuevo uso del plano bajo, siempre que nuestro Pablito está con su madre, la única figura de respeto en toda la obra. Y, finalmente, cuando creemos que ya conocemos el paisaje, un giro narrativo salvaje en las dos últimas historietas, para recordarnos que, más allá de Paracuellos, no estaba la libertad, sólo una cárcel más ancha.


Para mí el mayor alarde narrativo de Barrio es La chabola, un largo plano secuencia dividido en dos partes, mostrando cómo la fraternidad de los que no tienen nada puede ser lo único que marque la diferencia. Y aquí Carlos se permite hasta el lujo de cegarnos cuando los protagonistas quedan ciegos, dejando que compartamos sus sensaciones sin necesidad de imágenes, sólo oscuridad

Lo más gracioso es que en esos años ya se hablaba de Giménez como de un autor que había alcanzado la madurez, y en realidad apenas estaba despegando. Es cierto que, unidas, las historias de Paracuellos y Barrio suman un todo tan vivo y directo que, probablemente, sean lo mejor de su producción*, pero en lo que vino después, como Los Profesionales**, Carlos siguió mejorando y puliendo el arte de narrar. Esta vez buscando la complicidad y la sonrisa, cuando no la risa directa y espontánea. Aquí el diálogo cobra mucha más importancia, pero no tanta como la gestualización. De un dibujo más o menos realista dentro de la simplificación, pasamos a la caricatura, y sin embargo apenas hay diferencia de estilo, es la magia de unos pocos trazos. Pero debajo sigue latiendo lo mismo: el cabezazo continuo contra las paredes, porque los barrotes siguen ahí

La producción de Carlos es casi inabarcable. Y, lógicamente, hay altibajos, e incluso cagadas (como algunas de las Historias de sexo y chapuza, tan tópicas que dan hasta grima). Pero hasta en las cagadas vemos el oficio del narrador. Giménez puede flaquear en los argumentos, demasiado burdos o simplistas, pero ni una sola vez falla en el mecanismo narrativo. Un buen ejemplo es una de sus obras más largas de los últimos tiempos, Pepe, donde nos cuenta la historia de uno de sus amigos, y al mismo tiempo uno de los artistas con más talento que ha tenido este país. En sí podríamos pensar que la obra es fallida: el autor quiere transmitirnos su afecto por Pepe, pero el sabor de boca que acabo sintiendo es que, quizás, él nunca mereció ese afecto.

Aquí la narración gráfica es impecable, jugando con los tiempos y los ritmos, ajustando con precisión la información visual. Lo que no engrana bien es el uso de los textos, porque aunque el autor los dosifica con cuidado, en ocasiones vemos como las palabras tratan de justificar, no de explicar.

Poco más puedo decir. Cuando oigo hablar del nivel narrativo de autores como John Byrne o Frank Miller, me da la risa. Creo que ni siquiera autores de la talla de Gaiman o Moore están a la altura de Giménez como narradores. Sus iguales están entre los verdaderos gigantes, como Will Eisner. Supongo que, de haber nacido en EEUU, sería considerado como el mayor autor vivo, pero claro, si hubiera nacido en EEUU nunca habría podido contar las historias que le convirtieron en quién es.

Y ¿sabéis una cosa? Además, es buena persona. Porque las buenas personas no son las que no cometen errores, sino las que tratan de aprender después de un error. Todos los que nos hemos encontrado alguna vez con él (en mi caso, sólo en dos ocasiones, y ambas fugaces, apenas unos minutos de conversación), lo hemos sentido. Dado que no puedes sentir rabia de una buena persona, le admiro y trato de aprender de él. Y, cuando pienso en como narrar algo, me pregunto ¿cómo lo haría Carlos?




* Carlos ha ido completando todo el paisaje de Paracuellos y Barrio. Los monográficos que se están publicando en estos años nos permiten ver de un tirón su evolución a lo largo de cuatro décadas.

** Tanto Rambla Arriba como Pepe se encuadran dentro del conjunto de Los Profesionales


miércoles, 25 de abril de 2018

El VELOCIRAPTOR NO ERA TAN VELOCI




Hace tiempo, demasiado tiempo, que no escribo sobre dinosaurios, y mira tú por dónde esta semana me ha surgido la ocasión, tras una serie de animadas conversaciones en la red. Resulta que estoy preparando un vídeo de prueba con uno de mis primeros modelos de animales 3D: el Velociraptor mongoliensis que diseñé allá por 2009. Como ya ha llovido lo suyo desde entonces, me decidí a hacerle una buena revisión para pasarle la ITV, para lo cual he contado con la inestimable ayuda de algunos paleontólogos tuiteros, como CarlosDino y RaptorDanny .

Algunos de los cambios eran muy evidentes, al fin y al cabo nuestro conocimiento de estos animales ha mejorado notablemente y tenía claro que necesitaba cambiar radicalmente la articulación de los brazos y el plumaje. Además quería darle un aire mucho más aviano, ya que he ido tirando por ahí en los últimos años.

(Dicho sea de paso, también mi querida MariPili ha recibido un buen retoque de chapa y pintura, algo que llevaba demorando demasiado tiempo)

El caso es que tras todos los ajustes anatómicos, una buena limpieza de polígonos redundantes y algunos añadidos como las plumas de los brazos y el abanico de la cola, llegó el momento de ponerlo a andar, a ver qué tal funcionaba en movimiento. Carlos vio que algo no acababa de encajar en la cola y Danny me sugirió algunos ajustes basados en la estructura de varillas óseas que la mantiene rígida. Los cambios eran bastante sencillos y pronto tuvimos a nuestro pequeño dromeosaurio caminando con garbo y chulería. Además logré que la punta de la cola, con sus plumas, siguiera el movimiento del animal con bastante naturalidad, así que se resolvió pronto.


La parte más difícil surgió cuando puse a correr al dinosaurio. Por una parte había que reajustar los ángulos del femur en plena extensión, ya que los músculos caudales tirarían hacia atrás mucho más de lo que calculé inicialmente. Luego hubo que revisar el movimiento del cuello, ya que al principio tenía un bamboleo un poco extraño. El problema era que estaba usando como referencia las aves corredoras modernas, las ratites, y eso no acababa de funcionar, ya que las proporciones relativas de los huesos de las piernas eran muy diferentes. Al final a base de pensar un poco entre todos logré darle un ciclo de carrera razonable, bastante bien ajustado. Pero lo interesante fue lo que surgió durante la conversación.




En JurassicPark, cuando se habla de los velociraptores clonados por inGen, se comenta, entre otras cosas, que son veloces como guepardos. No es una idea surgida en la película: en los 80 ya se pensaba que los dromeosaurios eran animales muy rápidos y ágiles. Pues bien, para ajustar el ciclo de carrera necesito medir la distancia que recorre el animal en cada paso, y el resultado, dado el tamaño de velociraptor (que es mucho más pequeño que los de las pelis, apenas 2 metros de punta de la nariz a punta de la cola) es de 60 cm.

Yo mido 169 cm y cuando troto doy pasos de 90-100 cm. Dado que mi velocidad media al trote es de 10,8 kilómetros/hora, vengo a recorrer 180 metros por minuto, es decir, que doy entre 180 y 200 pasos por minuto. Si un velociraptor trotase a ese ritmo (un trote sostenido que le permitiría correr durante un par de horas sin agotarse) recorrería 200 x 60 cm en un minuto, es decir 120 metros, y su velocidad media sería de 7,2 km/hora. Dado que se trata de un animal de una complexion mucho más ligera que la de un humano, es probable que su ciclo de paso fuera más veloz y diera unos 300 pasos por minuto, lo que supondría la misma velocidad que hago yo, 10,8 km/hora.

Sölo hay dos caminos para aumentar la velocidad: alargar el paso o aumentar el ritmo. Nuestro dromeosaurio no puede alargar mucho el paso así que le toca mover las piernas más rápido. A 600 pasos por minuto, el velociraptor alcanzaría los 21.6 km. Para superar los 30 km/h tendría que dar 900 pasos por minuto, es decir 15 pasos por segundo. El correcaminos (no el de los dibujos, el de verdad) alcanza esa velocidad con una zancada que no llega a los 30 cm, y lo hace moviendo las piernas a tal velocidad que, literalmente, no se le ven los pies a menos que lo pasemos en slow motion, pero creo que para un velo eso no sería viable: su masa y su peso es muy superior a la de un correcaminos, y mover las piernas a esa velocidad le causaría daños en los tendones.
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No podemos medir la velocidad de los pasos de nuestro animal, pero una estimación razonable sería un máximo de 700-750 pasos por minuto, lo que implica que el velociraptor alcanzaría una velocidad punta de 25 km/hora.

Y el público suelta un ooooooh decepcionado. Vaya ñufla.

Este resultado no es sorprendente: el velociraptor es un animal paticorto: la longitud del tarso es muy inferior a la de la tibia y ésta sólo es un poco más larga que el fémur. Los animales velocistas como el guepardo, el caballo o el avestruz no tienen esas proporciones. Centrándonos en el avestruz, que sería el ejemplo más razonable al ser un bípedo*, sus tarsos  y tibia son larguísimos y el fémur, por el contrario, es muy reducido. Si vemos una de estas aves corriendo, comprobaremos que las ratites corren de rodilla para abajo, sin mover apenas el fémur. Es lógico, ya que la musculatura del fémur es pesada, y moverla supone un gasto energético muy grande (los humanos alargamos el paso a base de fémur, porque nuestro cuerpo está mejor adaptado al trote que a la velocidad)

Volvamos a JurassicPark. Aunque en la película se usó el término velociraptor (desde la segunda peli se dice raptores a secas) las proporciones de los animales que aparecen ahí corresponden a un Deinonychus**, un dromeosaurio que alcanza los 3,8 metros de largo y podría dar una zancada de 120 cm. Suponiendo que pudiera mantener la misma velocidad de paso que un velociraptor, su velocidad punta sería de 50 km/hora, pero hablamos de un animal de mayor tamaño y, en consecuencia, lo más sensato es calcular a la baja el número de pasos. Podemos estimar (de una forma bastante razonable) que al trote, dando 200 pasos por minuto, el deynonichus tendría una velocidad sostenible de 14,4 km/h y, en carrera, dando 500 pasos por minuto, llegaría a los 36 km/h, es decir, como un velocista jamaicano

No es una mala velocidad para un animal del tamaño de un humano, pero desde luego se queda muy por debajo de los 110 km/h del guepardo o los 70 del avestruz (que además corre durante más tiempo que el guepardo). Las crías de avestruz, de hecho, alcanzan los 50 km/h al mes de edad, así que, en lo que a velocidad punta se refiere, los dromeosaurios se nos quedan bastante por detrás. Las espectaculares escenas de los raptores de JP masacrando humanos no se sostienen, y menos aún las de esos animales saltando de un brinco sobre un tejado a dos pisos de altura.

Eso sí, hablamos de animales que podrían sostener una velocidad aceptable durante bastante tiempo. Puede que 14-15 km/hora no parezcan muy impresionantes, pero si un deinonychus pudiera sostener ese ritmo durante un par de horas acabaría por agotar a presas con mayor velocidad punta, sobre todo si, como siempre se ha supuesto, cazaban en grupo. La comparación más adecuada no sería, entonces, con un guepardo, sino con un lobo. De hecho los cánidos parecen un buen modelo para comparar, ya que el velociraptor vendría a ser como un zorro, no un gran velocista sino un animal capaz de virar casi en redondo sin decelerar, gracias al equilibrio que le proporciona su cola, justo como sucede con los dromeosaurios, con su cola rígida como un balancín. Agilidad, más que velocidad (aunque habría que ver si serían capaces de dar esos saltos volatineros con las patas por delante)

Puede que penséis que todo esto no son más que un montón de pajas mentales, pero la física es bastante inapelable: el nombre Velociraptor suena bello y descriptivo pero, parafraseando a mi querido Huxley, no resiste la fría crudeza de un feo y desagradable hecho:su paticortez.

Trotones, sí; ágiles, muy probablemente; peligrosos, puede... veloces, lo que se dice veloces... pues va a ser que no

* Un cuadrúpedo como el guepardo aumenta su velocidad gracias a la elasticidad de su columna. Un bípedo no tiene esa posibilidad
** Un poco mayores que un deinonychus, en realidad. O al menos más masivos. En la tercera película vemos ejemplares de 4 y 5 metros de largo

*** Hay dromeosaurios de mayor tamaño y, en consecuencia, mayor zancada, pero de nuevo habría que recalcular a la baja, por las cuestiones de masa

miércoles, 28 de febrero de 2018

UN AÑO DE PALEOARTE

Como todos los años, mi vida profesional en 2017 ha incluído encargos de todo tipo, siempre dentro del ámbito de la divulgación. Sin embargo, estos doce meses se han caracterizado por una  abrumadora mayoría de trabajos relacionados con la paleontología, lo que ha llenado de alegría al niño de los dinosaurios que sigue viviendo dentro de mí y de cuando en cuando se regocija dando volteretas

Por una parte, este año he realizado otro proyecto de animación para Japón, esta vez relacionado con tres animales muy concretos, Quetzalcoatlus, Wyrex y Ruyangosaurus. Debo decir que no estoy muy contento con el resultado: el tiempo apremió demasiado, hubo demasiados cambios de última hora y llegué al final agotado, física y anímicamente. Pero, como en todos los anteriores DinoJapón, he aprendido mucho, por la vía dura, así que lo he terminado siendo mejor animador que al empezar.

Y su nuevo plumaje le sienta de maravilla a mi T-Rex, a quien desde ahora llamaremos CuquiRex


Cambiando a un tema muy alejado de los dinosaurios, SINC, además de encargarme algunas infos muy chulas sobre mamuths y otros animalitos extinguidos, me pidió abundante material sobre paleontología de humanos. He hecho recreaciones de Australopitecus, H. habilis, H. erectus, H. antecessor, H. Floresiensis, H. heidelbergensis, H. Neanderthalensis, H. de Denisova... todos a la antigua usanza, papel y lápiz, y acuarela (acuarela digital, no tan a la antigua usanza, si nos ponemos tiquismiquis)

Aparte del placer de hacer mis propias interpretaciones, en algunos casos muy libres, ya que del humano de Denisova sólo conocemos un molar y algunos fragmentos de hueso, he retomado el gusto por el dibujo libre, solos yo, el papel y la goma. Y de paso me he sacado la espinita de la que hablé en mi charla granadina, y he recreado principalmente mujeres, a ver si vamos equilibrando un poco la balanza.


Como dije no hace mucho, yo me he formado como ilustrador en Muy Interesante, y ahí hemos preparado un proyecto muy ambicioso. Hacía tiempo que a Enrique, el director, le rondaba por la cabeza la idea de sacar un número monográfico sobre dinosaurios, y me dio carta blanca. En vez de artículos, hemos hecho un safari fotográfico por el Mesozoico, intentando que los animales del pasado no parezcan monstruos, sino seres reales tal y como los que conocemos hoy en día. Hemos aprovechado (y, en ocasiones, mejorado) 15 de mis anteriores ilustraciones, incluyendo POR SUPUESTO una de la afamada serie Los Follasaurios, y he realizado otras 36 ex profeso para este número, más otras dos que he hecho este año para otros temas pero que encajaban perfectamente en el tema. En total, 54 dobles páginas en las que, además, me he encargado también de los textos y títulos, así que se puede decir que ha sido uno de los encargos más personales que he llevado a cabo.


No todas son imágenes espectaculares, y por supuesto no todas llegan al mismo nivel gráfico o conceptual, porque hay algunas en las que, literalmente, me he venido arriba y hasta he planteado algunas cuestiones polémicas (como la técnica natatoria de triceratops), pero incluso las menos llamativas tienen una calidad razonable y se integran perfectamente con la idea tras este proyecto: mostrar vida.



Y, finalmente, un encargo que se ha convertido en mi proyecto más grande hasta la fecha: el trabajo de ilustración para la renovación del MUPA de Castilla la Mancha, en Cuenca. Un fangal que me propuso Patxi Ortega y al que salté de cabeza sin pensar mucho en las consecuencias. He llevado a cabo un total de 109 lápices y 17 paneles a todo color, algunos de hasta 4 metros de longitud, amén de algún material de mi archivo para complementar algunas secciones



Lo confieso: HE DISFRUTADO. Ha sido agotador, ha habido semanas en las que no lograba dormir más allá de 5 o 6 horas diarias, he estado a punto de rendirme en alguna ocasión, y he gozado del placer de los lápices como hacía años que no lo sentía. Y el resultado supera mis expectativas, porque desde que puse el primer papel sobre la mesa hasta el final (bueno, en realidad todavía estamos preparando algunos bocetos adicionales) he dado un salto magnífico de nivel. Después de todo, a dibujar se aprende dibujando



Como remate, hace unas semanas nos dimos el placer de visitar el museo: fue un subidón, ir viendo mi trabajo en conjunto y en contexto, y disfrutarlo con mis personas queridas. Y ponernos ciegos de morteruelo. Y hacer un poco el ganso, que eso también da gustito



En resumen, este, probablemente, ha sido mi mejor año a nivel profesional, y, lo que es mejor, me ha dejado con muchas ganas de seguir mejorando y aprendiendo. Con las manos calientes, por así decirlo. También muy cansado: el desgaste ha sido muy fuerte, pero esta vez lo he notado mucho menos porque mi ánimo ha acompañado y, además, mi maravillosa y extraña familia ha estado conmigo casi en cada momento, asegurándose de que comiera a mis horas y me recuperara en los momentos más duros (esa semana perdidos en el desierto entre cientos de locos amables fue crucial, Marisol)


Y allá vamos ya en pleno 2018. No sé qué me traerán los próximos meses: puede que sean tranquilos, sin megaproyectos apelotonándose en mi mesa, y pueda aprovechar para practicar, mejorar y aprender (de hecho es lo que llevo haciendo desde hace unas semanas) O puede que de pronto me entre otro alud de trabajo desde el cuaternario, el terciario, el mesozoico, el pérmico... la verdad es que me haría ilusión meterle mano a la explosión cámbrica.


Entretanto, voy a organizar un sketchbook con todo el material que he ido sacando  y un minivideo 3D para vender mis hermosos jabalíiiiiiies en tierras de bárbaros. Y aquí os dejo de momento, posando ante mis titanosaurias rechulas, ocupadas en dejar rastros fósiles para que los paleoartistas sigamos exprimiéndonos el magin y soñando con un mundo perdido, pero muy cercano









lunes, 14 de agosto de 2017

TREINTA AÑOS (II) ... de personas



Mi primer encargo con Geo fue una infografía explicando la estructura de un huracán. Disfruté mucho haciéndola, no me había dado cuenta de que había encontrado mi vocación: la divulgación.

En Geo tuve muy buena relación con Teo, el jefe de arte, y Pilar, la redactora jefe. En cambio apenas tuve vínculo con la redacción. El contraste fue tremendo cuando empecé a colaborar con Muy, un paso casi natural, ya que ambas redacciones compartían planta. Tras un año de trabajar con ellos me sentía parte del equipo, a todos los niveles. Y un equipo estupendo, ya que todas las personas con las que he trabajado allí me animaron a sacar de mí mucho más de lo que yo creía que podia ofrecer.

Por esas fechas me ofrecieron un contrato laboral en RED, no era mucho dinero (hoy serian unos 800 €) pero eso me dio un punto de seguridad cuando mas lo necesitaba. Mi chica y yo empezamos a convivir, empecé a hacer mis pinitos con aplicaciones 3D, y tuve trabajos muy variados. Colaboré con Emprendedores, de Hachette, y Mi Cartera, una publicación especializada en bolsa, junto a Rafa, que fue quien me propuso unirme al proyecto. Hice programas para el Planetario de Madrid, probablemente el cliente mas pejiguero que he tenido nunca, en colaboracion con Teo, con quien hice mis primeras animaciones digitales. Aprendí un montón, hice cosas muy chulas (y otras muy aburridas), gané bastante dinero... pero a finales de los 90 tenía claro que esos encargos eran secundarios.

Muy Interesante fue el punto de inflexión. Me formé y crecí como ilustrador y divulgador con esa revista y sus cabeceras hermanas. Y si miro hacia atrás ha sido una progresión increíble desde el chapucillas bienintencionado que empezó a colaborar con ellos hace como 20 años.

Como ya dije, allí me he sentido siempre parte de un equipo. Se lo debo primero a José, el director, que confió en mi potencial y me ayudó a confiar en lo mismo. En cuanto a la gente de la redacción,  podria hartarme (y hartaros) de hablar de ellos pero en esos primeros años fueron decisivos Cope, redactor jefe, que enseguida me propuso temas interesantísimos, Coral, documentalista, que me enseñó a sacarle partido a mi memoria visual, Mariajo, maqueta, que me ayudó a depurar mi narrativa (ilustrar implica narrar) y Santiago, jefe de arte, que me subió el listón mes tras mes, y me sacó el conformismo del cuerpo a fuerza de collejas*.


En 2000, al nacer nuestro hijo, dejé RED. Poco después hice un curso de 3D, para aprender a manejar correctamente esa herramienta (en su momento aprendí photoshop, illustrator, freehand, painter... por mi cuenta, pero con algo tan complejo necesitaba profesores, no tutoriales) Como miniproyecto, pensé en hacer un dinosaurio, y me dije, el mundo no necesita otro tiranosaurio, así que hice un pequeño dino conquense, Pelecanimimus. Que se publicó en Muy junto a una pequeña secuencia animada y gustó mucho a Pepelu y Patxi, de la cátedra de paleo de la UAM, empezando así con ellos una colaboración que aún continúa. Y también le gustó a Mauricio, que me propuso hacer juntos un dientes de sable y me enseñó a interpretar la anatomía de un ser vivo, y a moverlo. Así que fue una verdadera suerte que ese día decidiera no hacer un tiranosaurio.

Nuevos retos. Palma se hizo cargo de Muy Historia y contó conmigo desde el comienzo, como Mariajo al poner en marcha Muy Junior. La historia siempre me ha encantado así que no me costó lanzarme, pero era la primera vez que hacía cosas destinadas a un público juvenil (y por primera vez trabajaba con redactoras con edad suficiente como para ser mis hijas). Y por motivos que no vienen al caso dibujé algunas guarreridas españolas (entre otras cosas) para los extras P&R.

Hice trabajos de todo tipo y pelaje, y por en medio de ese maremagnum de encargos empezaba a brotar mi estilo propio. Una combinación de rigor en la información y un punto de humor a la hora de explicar, siempre y cuando sea pertinente, porque no puedes ilustrar con una gracieta un artículo en el que se habla del síndrome alcoholico del feto o los trastornos de autoestima. Pero sí merece la pena buscar una sonrisa cuando alguien tan friki como tú te propone ilustrar productos que aun no existen o la autopsia de un vampiro ¿verdad, Abraham? Y es que cuando hay buena sintonía,  el trabajo fluye y se goza.

Más casualidades. Hice un excelente equipo de trabajo con una nueva redactora, Pampa**, y lo primero que hicimos juntos fue un artículo sobre metamateriales, que me abrió las puertas de Focus Polonia, que a su vez me encargaron de urgencia y sin plazo las ilustraciones de la que sería mi serie más difundida a nivel mundial: los follasaurios.

Los ultimos 10 años han sido duros. La crisis ha dejado el mercado de las publicaciones por los suelos. Yo tuve (de nuevo) suerte. Muy es una buena cabecera para que te conozcan, y me han salido encargos muy dispares porque, a la hora de buscar un profesional para ellos, mi nombre saltaba de los primeros. Animaciones estereoscopicas para nintendo, secuencias animadas sobre la guerra de independencia, un CG bastante complejo sobre la historia de Cartagena... Con todo ha habido momentos de mucho agobio, de notar el animo por los suelos, de no ver camino por delante.

De sentirme un fraude. Todavía.

Sé que ha sido una combinación de un exceso de autocrítica, de saber lo buena que es la gente buena de verdad. De agotamiento físico y tensión.  Demasiados años seguidos viendo como despedian a personas estupendas, personal y profesionalmente, de leer malas noticias sin parar. Pero saberlo no lo hace menos duro.


Por suerte,en el ultimo año y medio he logrado dejar atras el agobio. Vuelvo a disfrutar de mi trabajo, estoy haciendo cosas chulísimas en el dia a dia, he ampliado mi cartera de clientes y tengo buenas perspectivas para 2018. Estoy mejorando mis lápices y hasta me he atrevido con las acuarelas

Y, quizás igual de importante, en ese tiempo he empezado a apreciarme como artista. Por primera vez desde que empecé. Hace 30 años.

30 años de buena suerte, porque en esos 30 años me he encontrado con gente estupenda, porque algunas siguen estando ahí***, y porque creo que voy a seguir llevándome sorpresas al respecto.

Y porque sé que aún me queda muchisimo por aprender, así que por ese lado tampoco voy a aburrirme.



* Un buen jefe de arte sabe sacar lo mejor de ti. He tenido la suerte de tener cinco a cual mejor, Teo, Rafa, Mariajo, Oscar y Santi
** Y seguimos trabajando juntos, ahora en la agencia SINC, más casualidades geniales
*** ¿Pensabas que no iba a mencionarte, Vir?

sábado, 12 de agosto de 2017

TREINTA AÑOS... (I) ¿de buena suerte?


... y sólo iba a ser algo provisional, para sacarme un dinero mientras estudiaba.

Quiero decir, siempre he dibujado. Desde niño me recuerdo con un lápiz en la mano garabateando papel. Pero jamás pensé que trabajaría dibujando.

Ricardo trabajaba en la sección de cultura del MINISDEF. Estaba montando una exposición y necesitaba que le hiciera unos recuadros sencillos. Me dijo que no podía encargarle eso a un profesional porque los Primeros Espadas (cito textualmente) no hacían esas cosas. No me llevó mucho tiempo y me vino muy bien tener algo de dinero. Siguieron otras chapucillas, para su sección y para un tal Javier, que quería unos dibujos sencillos para un libro. 

Poco después, en 1987, abrieron la Revista Española de Defensa y me llamaron para mapas, grafiquillos, chuminadas varias. Yo seguia estudiando, ingeniería agrícola. Pensaba dedicarme a algún trabajo en el campo. Como estos encargos ya superaban un cierto volumen me saqué una licencia como autónomo.

Acabé la carrera en 1990 y no había apenas curro para agrícolas. Para entonces ya estaba ganando entre 70000 y 90000 pelas al mes (400 - 500 euros, para entendernos) así que seguí dibujando. Fue una suerte no encontrar trabajo.

Yo no era bueno. Ni especialmente malo. Cuando me encargaban algo chapuceaba como buenamente podía. No era un Primera Espada, esos hacían cosas chulísimas, en aerógrafo o acuarela: yo hacía la morralla. Pero empezaban a pedirme algunas cosas interesantes ya que cumplía los plazos y no rechazaba encargos porque fueran pequeños. Nunca he entendido eso de que haya trabajos indignos de mi categoría. Si me encargan un catálogo de neveras, lo rechazaré si el precio es abusivo, no porque sean neveras. Y además tuve suerte de nuevo.

Cuando el jefe de arte de RED entró en un proyecto de Z para una revista de temas de salud y moda (Estar Mejor) me llamó. Hasta ahí la suerte: me encargaban cosas nuevas, más interesantes (morralla, pero de más categoría, y cosas que ya no eran morralla) A él le botaron pero quisieron seguir trabajando conmigo, no por suerte, sino porque resolvía.

La suerte no sirve de nada si no estás dispuesto a sudar cuando tienes una oportunidad decente. O si te crees mejor que el resto, como un autor, un ilustrador espectacular, buenísimo, que hacía unas aerografías increíbles, pero no entregaba en plazos porque se iba de vacaciones, o entregaba sin acabar, o entregaba algo muy por encima de lo que le habían encargado y pedía el doble o el triple de lo presupuestado. Otra actitud que nunca he entendido.

Primeras Espadas. No todos eran como ese capullo. Pero estaban entrando los Mac en las redacciones, y la mayoría de ellos no quisieron aprender a usarlos, porque sólo era una moda que pasaría pronto. O los usaban y entregaban una mugre porque en esos dos, tres primeros años, todo valia con tal de que fuera por ordenador.

Tuve suerte, yo estaba fascinado con freehand y Photoshop, y me pasé esos años haciendo mis morralla con ellos, aprendiendo a manejarlos y descubriendo que cubrían muchas de mis carencias. Que eran muchas. Usaba aerógrafo porque nunca aprendí técnicas de pincel* y como aerografista era de baratillo. Mis lapices no daban mucho de sí, no tenía buenas ideas como colorista** y mis tintas, en el mejor de los casos, eran correctas. Era un fraude, o me sentía un fraude, y me he sentido un fraude durante años.

Pero al volver del servicio militar los Primeros Espadas se habían extinguido y empezaron a encargarme cosas chulas. Y poco después Rafa se convirtió en el jefe de arte de RED.

La suerte, en general, me ha venido en forma de personas. Personas estupendas. Rafa y yo tenemos un latiguillo, más que un jefe ¡un amigo! Y fue y es así,  después de tantos años. Rafa tenía un montón de ganas de hacer cosas chulas, así que me las proponía, o me pedía mis propias propuestas, todo en plan ¿y si intentamos...? Lo que traducido al castellano de amigos es ¿hay huevos de...?

Compré mi primer equipo, un Apple centris610, en 1995. Y si sabéis de qué estoy hablando además de viejunos sois unos frikazos porque creo que en España sólo usamos las cajas de pizza una docena o así de personas. Y entonces llegó mi mayor golpe de suerte.

Llevaba un tiempo pensando en acercarme a la revista Geo, del grupo G+J, para enseñar mi trabajo y ver si me salía algún encargo. Y dos semanas antes de la fecha en la que pensaba llamar a la redacción, me llamaron ellos.

Tres años atrás me encargaron en RED una ilustracion realmente compleja. Se trataba de recrear el San Telmo, un buque de línea español que se perdió durante la guerra por la independencia de las Américas y naufragó en la Antártida. La documentación era un plano de arboladura, los cortes de quilla y las plantas de las cubiertas.

No habéis entendido una sola palabra. No os preocupéis, yo tampoco lo entendí. Pero en RED estaba Alfredo, y Alfredo era un enamorado de los buques atiguos. Dedicó un montón de tiempo a enseñarme a interpretar esos planos y, resumiendo mucho, trabajamos codo con codo para hacer la ilustracion que encabeza está entrada. Tras publicarla, le regalé el boceto a lápiz y conservé el arte final en tinta. Es el único de mis dibujos profesionales que tengo colgado en la pared, y el primero que, al acabar, me dije, joder, no parece mío... ES BUENO.

El caso es que en Geo querían publicar un texto sobre el San Telmo, y mi dibujo era (creo que lo sigue siendo) la única recreación decente de ese buque. Y ya que querían pedirme los derechos de reproducción, de paso querían ver más trabajos míos.

De no ser por mi fría racionalidad podría haber pensado que alguien velaba por mi desde algún lugar etéreo. Pero no hubo hados, sino azar y personas. Suerte. Y la aproveché.

* A los seis, siete años mis padres me propusieron ir a una academia de arte. Salía del cole a las seis de la tarde así que habría ido de seis a ocho. Les dije que no y por suerte me hicieron caso y tuve infancia
** Era un desastre, mezclaba colores sin ton ni son.

jueves, 7 de julio de 2016

VUELVO A LA VIDA, COMIENDOME LA CABEZA (COMO SIEMPRE)


Dos meses. Desde que abrí este blog nunca había estado tanto tiempo sin escribir. La razón no es demasiado original: trabajo, trabajo y mas trabajo.

En los últimos meses he estado enfrascado en un proyecto para una empresa japonesa, una serie de imágenes y animaciones CG sobre dinosaurios. Es el tercer año que colaboro con ellos, pero éste año ha sido particularmente extenuante. Por una parte, los plazos eran demasiado ajustados (tanto, que sólo ha sido posible completar un 80/90% del material previsto), por el otro, mientras que en los años anteriores trabajé bastante a mi aire, con apenas unas indicaciones someras de lo que se requería (especies, era geológica, ambiente... ese tipo de cosas), esta vez me han pedido secuencias muy específicas, con interacciones concretas entre especies. Como remate, he tenido que incorporar cambios sobre la marcha y resolver una serie de imprevistos técnicos (cuelgues del programa por exceso de información a procesar). Y todo ello, mientras sacaba adelante mi trabajo usual, ya que tengo la fea costumbre de comer todos los días.

El resultado de todo ello ha sido un nivel de estrés desacostumbrado, durante demasiado tiempo, y lo he notado. Y también lo han notado las personas que me rodean. Ahora, dos días después de completar el trabajo, voy notando los efectos acumulados, pero han sido menores de lo que esperaba. Cansancio físico sí, por supuesto: hoy he salido a correr y he hecho mi peor marca en dos años. Pero el cansancio intelectual, que en mi caso se manifiesta como abulia y dificultad de concentración, apenas ha durado 24 horas. Hoy me he levantado sorprendentemente despejado, y creo que sé la causa.

Por mucho que lo mitifiquemos, la mayor parte del trabajo creativo, como el que hago yo, no es tal. Por supuesto hay una parte de creatividad a la hora de plantearme, como ha sido el caso, una escena de paleodrama: tengo que verlo todo en mi cabeza antes de empezar, qué va a suceder, cómo se comportarían animales que no he visto jamás, cual será el orden de los acontecimientos, ... pero, una vez dado ese paso, lo que resta es trabajo técnico, y aunque me vea en la necesidad de resolver imprevistos, la creatividad necesaria para ello es (valga la redundancia) técnica. Por ejemplo, si no puedo permitirme diseñar un escenario completo, por pura falta de tiempo, debo encontrar alternativas para solventar esa dificultad, empleando trucos de cámara e iluminación. Algo muy diferente a la magia que la gente tiene en mente cuando piensa en la creatividad.

Tampoco he sido especialmente creativo a la hora de diseñar los personajes. Tenía que construir 11 especies diferentes de animales, y modificar otros que ya tenía para otras tres más. Con el tiempo que tenía a mi disposición, no podía plantearme dejar volar la imaginación, sólo ceñirme a la documentación disponible y amortizar todo lo posible el trabajo. Sólo por poner un ejemplo: tenía que hacer seis especies de ceratópsidos, así que construí dos modelos genéricos, uno (psittacosaurus) para los de pequeño tamaño y otro (triceratops) para los grandes. Luego he modificado esos modelos base para construir los otros, evitándome, no sólo el trabajo de construir desde cero, polígono a polígono, esos animales, sino el del rigging, ya que compartían esqueletos y mapas de peso, ganando así tiempo también a la hora de animar.

A la hora de resolver otros encargos (una ilustración de portada, por ejemplo) el patrón es similar: el esfuerzo creativo tiene lugar al comienzo, y a partir de ahí el resto es, en un 80%, habilidad técnica. No necesito una especial inspiración para dar una pincelada, sólo haber dado previamente suficientes pinceladas como para automatizar el movimiento. He dicho un 80%, porque es inevitable guardarte un pequeño porcentaje de tiempo de reserva para experimentar, para el ¿Y sí, aunque ya lo tengo encarrilado, me planteo un camino diferente? ¿y si cambio ahora mismo toda la paleta? ¿y si ilumino de forma diferente? ¿Y si en vez de ponerle algunas plumas al T-Rex lo emplumo a conciencia*?  pero aquí no interviene tanto la creatividad como la curiosidad (o el masoquismo, porque el viejo consejo de si funciona, no lo arregles, sigue teniendo plena validez)

¿Y qué tiene todo esto que ver con el hecho de que no esté intelectualmente agotado? Pues, simplemente, que no había razón para el agotamiento. La habilidad técnica se aprende, y una vez aprendida se automatiza. Eso me permite estar ejecutando una tarea bastante mecánica (modelar, texturar, ajustar el rigging...) y, a la vez, ir planificando los siguientes pasos, o resolviendo problemas por adelantado, o pensando en como llevar a cabo otros encargos que se han ido simultaneando. No tenía que estar pensando (creando) continuamente. La ansiedad que he ido notando en este tiempo era muy real, pero se debía a problemas muy concretos, como saber que los plazos eran demasiado cortos, y que cada nueva modificación del proyecto o cada encargo fuera de agenda se traducía en plazos aún más breves. Ese factor, empero, desapareció en el momento en el que, para bien o para mal, llegué al día de entrega y terminé el trabajo.

¿Qué he aprendido en este tiempo, aparte de nuevas cosas sobre dinosaurios? Primero, que tengo que adelantarme a los problemas: hace tiempo que no me doy un plazo para estudiar y mejorar técnicamente: he resuelto muchas cosas estos meses, pero de forma poco práctica, y refrescar mis habilidades me permitirá amortizar mucho mejor mi tiempo. Es una inversión: el tiempo que emplee para aprender se traducirá en menos estrés y mejores resultados.

Segundo, debo mantenerme en forma. Parece algo ajeno al tema, ya que no me dedico a un trabajo que requiera grandes esfuerzos, pero si he aguantado bien el tirón ha sido porque me encuentro físicamente bastante bien, y me he forzado a seguir haciendo ejercicio en todo momento. Esos ratos de ir poniendo un pie delante de otro, sin más preocupación que ir dejando atrás el siguiente kilómetro, solo o acompañado (gracias por la conversación y por las risas, Carmen), despejan bien la cabeza y, si no como nuevo, te dejan en buen estado operativo. Y si estás en forma, la falta de sueño se sobrelleva un poco mejor, siempre y cuando compenses las jornadas de trabajo más duras con algunas horas de descanso extra, aunque sea durmiendo en los trenes (y le tengo bien cogido el tranquillo a dormir en tren, metro o bus)

Lo tercero, debo priorizar desde el principio. Las primeras semanas me empeñaba en estar a todo, al trabajo, a la familia, a los amigos, a las quedadas... no funciona. A partir de mayo fui capaz de centrarme en lo fundamental, reservando mi tiempo disponible para la gente que realmente me importa. Todo lo demás es accesorio.

Y lo cuarto, mantener el ritmo sin detenerme. Es mucho más sencillo ejecutar un encargo si ya estás en marcha que arrancando desde cero cada vez. Por poner un símil, lo que más le cuesta a un avión es despegar: una vez en el aire, cambiar de rumbo es sencillo, pero si cada vez que tienes que hacerlo aterrizas previamente,  pierdes tiempo y desperdicias esfuerzos.

Hay una frase, de Picasso, creo. Decía que la inspiración es buena, pero no sirve de nada sin esfuerzo. Cuando llegue la inspiración, que te encuentre trabajando.

Creo que podemos ir un poco más allá. Cuando llegue el trabajo, que te encuentre trabajando. Ahorrarás tiempo y esfuerzo.

*Podéis ver el resultado en la imagen de arriba. Y me encanta, es... abrazable, achuchable, monísimo, un amor de T-rex. Marga-Rex, para los amigos

lunes, 9 de mayo de 2016

VA DE VIÑETAS El dibujante triste



Hay dibujantes buenos, algunos muy buenos, incluso, que te hacen sentir rabia, porque sabes que, hagas lo que hagas, nunca lograrás igualarles. 

Y están los titanes, frente a los que no hay envidia posible. No puedes envidiar a las montañas ni a las mareas. Sólo pasmarte ante ellas, admirarlas en silencio y, si acaso, aprender con humildad.

En 1983 compré de segunda mano el número 9 de Comix Internacional. La revista me gustó, y me fui haciendo con toda la colección, pero en esa primera compra, hubo una historieta que me impactó profundamente. Se llamaba (mal llamada*) Los Ojos y la Mente. Me sorprendió, porque el autor era el mismo que el de otra historia que había en el número, El Peregrino de las Estrellas, pero el estilo era muy, muy diferente. Entonces vi que, si bien el apellido era idéntico, el nombre difería. Una era de Enrique, el hijo, como supe poco después, y la otra era del padre. Fue mi primer contacto con Alberto Breccia.

Comix publicó algunas otras historias de Breccia, y algunos textos que me dieron pistas sobre lo que podía ir buscando. También compré un album recopilatorio con El Eternauta y una serie de historias cortas, así que ya tenía claro que ese dibujante había tenido una evolución gráfica increíble.

El boom de los magazines de comic estaba ya a punto de extinguirse, pero pude hacerme con varias colecciones completas, y entre ellas había unas revistas publicadas por dibujantes españoles, en plan autoedición, Rambla y su filial, Rambla quincenal. En esa última me encontré, asombrado, con Mort Cinder, de Breccia y Oesterheld. Poco después, mis amigos me regalaron, por mi cumpleaños, Los Mitos de Cthulhu, con guión de Buscaglia, y en años sucesivos me fui haciendo con todo lo que cayó en mis manos. Y fue mucho.

Es dificil describir a Breccia. Lo más antiguo que he visto suyo fue Vito Nervo, de primeros de los 50. El dibujo es muy bueno, sobrio, trazos duros y directos, expresionista, muy eficaz (los guiones de L. Wadel, por el contrario, son espantosos).

Y de pronto llega Sherlock Time, de la mano de Oesterheld**, probablemente el mejor narrador (que no guionista, sus guiones eran todo un desafío para los dibujantes, y pocos, aparte de Breccia y Solano López, supieron enterpretarle) que jamás ha escrito para los tebeos en castellano, o en el mundo. Es una obra atípica, con argumentos de tipo fantacientífico pero estilo puramente gótico. El dibujo de Breccia evoluciona, las sombras se intensifican, las formas se endurecen, los rostros ganan expresividad. El equipo repite en Ernie Pike, y el resultado es excelente, pero nada parece anticipar lo que vendrá después

Mort Cinder, que podría haber sido un remake de Sherlock Time, se convierte en la obra maestra de ambos autores***. Mort viaja adelante y atrás en el tiempo, ante los ojos asombrados de su amigo Ezra, el anticuario, y nosotros, los lectores. El prólogo juega con nuestra mente mediante una narrativa gráfica sólida, perfecta, desenvolviendo una historia increíble en apenas 5 páginas ****. La primera historia, los Ojos de Plomo, brota de las sombras, la segunda La Madre de Charlie, del barro. La Torre de Babel insinúa otros mundos en éste y las dos historias En la Penitenciaría dejan atrás la línea para jugar con la luz, la luz a través de los barrotes, contrastando con los trajes de presidiario, un juego asombroso de líneas perpendiculares que construyen formas y movimiento... y así hasta el alarde final, La Batalla de las Termópilas, tan bella que no me atrevo a intentar describirla.

Al dibujar Mort Cinder, Breccia deja atrás el dibujo: los rostros son esculturas. El de Ezra (¿el suyo propio?) se modela a fuerza de arrugas, el de Mort está tallado a cuchilladas, tajo a tajo

Tras Mort, Breccia buscará otros caminos: en Vida del Che y El Eternauta llegan los collages y otros recursos para reflejar lo que no puede mostrarse. Lo demuestra en Los Mitos, siendo el único dibujante que ha sido capaz de dibujar de la forma en la que narraba Lovecraft, insinuando, nunca desvelando.
Con Carlos Trillo, Breccia inicia una colaboración tan fructífera como la de Oesterheld. En El Viajero de Gris su estilo cambia vertiginosamente de una historia a otra, y en sólo seis relatos el trazo empieza a apoyarse en grises fluidos, casi plásticos. En todas sus dibujos vemos dolor, pero, sobre todo, melancolía. Breccia no es un hombre que dibuje alegre, su obra, incluso cuando la llena de luz, parece rodeada de lluvia
 
Los grises se vuelven sombras y tristeza en Un Tal Daneri. Breccia plasma la suciedad, la decadencia del Buenos Aires olvidado, el de las barriadas sin nombre, los garitos apestosos y escondidos, las almas arrastradas por la riada de la vida... si tuviera que salvar una sola obra de Breccia, sería Mort Cinder. Si me dejaran rescatar dos, la otra sería Un tal Daneri.

El Buscavidas sigue ahondando en la pobreza, rozando la tentación del realismo mágico, pero, afortunadamente, negándose a caer en él. Y antes de que podamos recuperar el aliento, La Gallina Degollada es un golpetazo tan brusco que casi no se puede creer que sea del mismo autor. Pinceladas gruesas y duras que, más que manchar el papel, lo rajan*****, y un argumento con apenas tres o cuatro palabras, que atraviesa nuestro pecho. Breccia ha alcanzado aquí, y en El Corazón Delator, tal economía de medios que puede usar la misma imagen, una y otra vez, para narrar sin perder ni un ápice de fuerza.

Al mismo tiempo, despliega un barroquismo húmedo y sangriento en la saga Perramus, aunque esta vez los solemnes (a veces pedantes) guiones de  Juan Sasturian , desmerecen el dibujo.

Un blanco y negro tan denso como la noche da paso a un color igual de deslumbrante en su oscuridad. Es Drácula, Dracul.. Vlad, Bah!, esta vez con guion propio, sin palabras y, más sorprendente aún, con humor. Aun más deslumbrante es su trabajo sobre los cuentos clásicos, donde, en vez de pintar, recorta retales de telas para componer historias, aparentemente infantiles, y escalofriantes en su crudeza sin concesiones.

El color le acompañará en sus últimos años. Breccia envejece pero no su arte ni su afán de experimentar. Su Lope de Aguirre es, junto al de su hijo****** lo único digno del desastre editorial organizado para los eventos del Quinto Centenario.

En 1992, Breccia se encontró con Will Eisner. Ya se conocían de vista, pero alguien tuvo la amabilidad de presentarlos y ofrecerles un intérprete. Pasaron unas horas juntos, hablando de... no lo sabemos, nadie quiso incomodarlos con una grabadora. Es mejor así: eran los últimos gigantes y se han ganado, sobradamente, nuestra admiración y respeto. Y eso incluye el respeto por su intimidad o su silencio.

O su tristeza

* El título real es El Viajero de Gris
**No me atrevo a hablar de Oesterheld, todo lo que os dijera se quedaría corto. Si queréis saber de él, escuchad el 28ª programa de Charrando de Tebeos
*** Breccia opinaba que era lo único bueno que había hecho jamás. QUizás porque esa historia está asociada a uno de los momentos más duros de su vida, la dolorosa agonía y muerte de su mujer.
**** En España esa historieta se ha editado mal SIEMPRE, ya que siempre se publican las páginas 3 y 4 en orden inverso ¿cómo es posible que nadie se haya molestado en corregirlo?
***** De hecho, a veces Breccia dibuja con cuchilla, raspando sus líneas sobre la tinta para hacer brotar el blanco del papel
****** Los tres hijos de Breccia son dibujantes, todos buenos, pero Enrique es verdaderamente genial.

sábado, 21 de febrero de 2015

REPASANDO 2014


2014 ha sido un año extraño, lleno de altibajos personales, laborales, anímicos... pero ha llegado a su fin y, como cada 12 meses, llega el momento de darle un repaso (con mucho retraso, enero y febrero han sido muy apretados) a mi trabajo. Y en ese aspecto, no puedo quejarme. Sí, vale, por los monises sí, trabajo el doble para ganar menos, y un par de clientes (exclientes, evidentemente) me han dejado un bonito agujero de impagados. Pero en lo que se refiere a mi propia valoración personal, como autor, ha sido un gran año, y he hecho cosas que antes no me hubiera atrevido a plantearme.

En el apartado de las infografías, mirando hacia atrás veo que estaba atascado en un cómodo sota-caballo-rey. Por suerte no trabajo solo y hay algunas personas (Santi, Óscar, Pampa...) que no dudan en espabilarme (y nada como una colleja a tiempo para desbloquear la cabeza) y ponerme a pensar.

Cuando has hecho, no sé, 600 mapamundis en los últimos 25 años, empiezas a sentirte un poco bloqueado. Sin embargo siempre hay un modo nuevo de representar las cosas, y jugar con tizas y pizarra fue una solución ligera y divertida para un tema que, a priori, era de lo más árido.


El despiece del Dreadnought no tuvo ningún elemento novedoso, sólo mi puntito de orgullo profesional, el decirme, no voy a hacer un buen trabajo, voy a hacer un trabajo aún mejor. Y, perdonadme la inmodestia, lo logré: mi imagen no tiene nada que envidiar a las mejores de las editoriales especializadas como Osprey. Dado que mis primeros trabajos, allá en los 80, fueron perfiles navales, esto ha sido rejuvenecedor.


También he mejorado a la hora de narrar. Sí, narrar, porque si tienes
que explicar un proceso, estás haciendo una narración con elementos gráficos. Ya sea buscando el realismo tridimensional (ficticio, porque en realidad esas imágenes de microorganismos son abstracciones) o reduciendo todos los elementos a lo más esquemático, incluyendo la gama de colores, como en el ciclo de la fasciolasis (aunque ahora, a toro pasado, veo que podría haberlo resuelto con sólo tres tonos, tengo que mejorar)

O en dos tonos, como en esta gráfica donde tuve que agrupar un montón de datos de su padre y de su madre sobre el crecimiento de la población, y salí bastante airoso, a mi (no) humilde entender. Y mira tú por donde, ahí tenemos otro mapamundi que no cansa la vista ¿el 601, ya? un día de estos tendría que hacer un recuento.

El trabajo puramente técnico también tiene su encanto, y siempre es un placer resolver un problema con un poco de creatividad. En este caso necesitábamos una composición con objetos de su padre y de su madre (recuerdos de las trincheras) y, decidido el fondo (adoro la arpillera), ya todo fue ajustar luces y sombras. No es perfecto pero da el pego ¿no?


Y en ocasiones un simple fotomontaje puede ser un trabajo de órdago. La imagen de Alcalá en ruinas es una de las mejores portadas que he hecho en años, De nuevo, un trabajo de equipo, apoyado por docenas de sugerencias útiles.

No obstante, por mucho que me guste el retoque o se me de bien organizar una infografía, ante todo soy ilustrador, y es ahí donde realmente disfruto, antes, durante y después del trabajo.


Sé que sueno creído y encantado de conocerme, pero si he sido capaz de reconstruir 9 especies de pingüinos extintos, incluyendo algunos cuyos restos se reducen a un par de huesos, creo que tengo derecho a estar un poquito pagado de mí mismo ¿no? y ojito, que los pingüinos son dinosaurios, precisamente los únicos dinosaurios marinos verdaderos (y son tan monos...)

He pintado mucho en estos doce meses, le estoy volviendo a coger el gusto a los pinceles (virtuales, pero pinceles al fin y al cabo). Esos pingüinos tienen detrás muchas horas de dibujo, y muchas muchas pinceladas Y aunque el Sketch ha resultado al final demasiado limitado, parece que he encontrado una app medio razonable, ArtRage, a ver qué tal.


También he jugado con los estilos, y he conseguido cosas muy interesantes, desde el dibujo medievalista del calendario del milenio (con un curioso descubrimiento relacionado con el Libro de Horas del D. de Berry) hasta el Nietzsche atormentado de la serie sobre migrañas. En ambos casos, las instrucciones fueron hazlo a tu aire, que puede sonar a No tenemos ni idea pero a mí me suena a Confiamos en tu criterio.


A eso me sonó cuando me pidieron una ilustración sobre osos y neandertales, y ahí eché el resto. Según leí el tema tuve clara la imagen y ya fue simple cuestión de técnica: 3D como base, y un fin de semana entero retocando el render en photoshop hasta conseguir ver en pantalla lo que tenía en la cabeza. Estoy especialmente orgulloso de esa escena, hasta el punto de haber contado su historia en otra entrada anterior.

Pero, de todo lo que he hecho en 2014, lo que más me enorgullece es mi recreación de un poblado iroqués. Me dijeron haz algo diferente y creo que, de lejos, es mi mejor trabajo en mucho tiempo, composición, luz, color... incluso verosimilitud, ya que José M. Mulet me hizo algunas interesantes apreciaciones sobre el maiz, y mi sobrina Yancy también añadió otras. 

Aunque, en realidad, lo que verdaderamente me enorgullece es el detalle de la mujer cosechando (cuyo desarrollo podéis ver al comienzo de esta entrada). Creo, sinceramente, que he logrado una imagen muy bella, y me va acostar superarla: esta vez, yo mismo me he puesto el listón muy alto.

* Imágenes
_ Mapamundi del crimen organizado: publicado en Muy Historia (número dedicado a la Mafia)
_ HMS Dreadnought: publicado en Muy Historia (número dedicado a la Primera Guerra Mundial)
_ Terapia inmune: publicado por la Agencia Sinc
_ Fasciolasis: publicado en Muy Interesante
_ Superpoblación: publicado en Muy Interesante
_ Recuerdos de las trincheras: publicado en Muy Historia (número dedicado a la Primera Guerra Mundial)
_ Alcalá: publicado en Muy Interesante
_ Evolución de los pingüinos: publicado en Muy Preguntas y Respuestas
_ Mes de Julio: publicado en Muy Historia (número dedicado al milenio)
_ Nietzsche: publicado en Muy Salud
_ Neandertal: publicado por la agencia Sinc
: Iroqueses: publicado por Muy Historia, número dedicado a ntaivos americanos