Es con alegría que las redes han recibido la noticia del regreso de CHARRANDO DE TEBEOS Y OTROS VICIOS AÚN MÁS FEOS, podcast insigne e insignia, añorado por todos aquellos que amamos el medio dibujado, la cerveza, el vermut, los fuets del Bonárea y la salsa espinaler.
El caso es que el tema central de este programa que bien podría haberse entitulado CHARRANDO DE TEBEOS, EL RETONNO ha sido, para deleite de la audiencia, el amor y los vegetales. O, mejor dicho, el amor CON los vegetales
Escuchen esta maravilla, entitulada, Japoneses follanabos, en https://go.ivoox.com/rf/85743492
Esta escucha me ha removido añosos recuerdos, y es por elloq ue me he decidido a compartir con vosotros una sabrosa anécdota de mi lejana juventud, cuando estudiaba en la Escuela de Ingenieros Agrícolas.
No voy a hablaros de mí, sino de un prócer, un adelantado a su tiempo, un verdadero hombre del Renacimiento que conocí allí, en los lejanos finales 80.
Digamos que este humanista se llamaba Santos, y entre otras bondades que adornaban su espíritu destacaba la generosidad, pues dedicaba sus findes de ocio a cultivar cáñamo en el corral de su abuelo, a fin de que a los jilgueros del yayo jamás les faltaran los cañamones.
Los jodíos jilgueros debían estar obesos, porque cuando llegaba la fecha de la cosecha Santos aparecía por la escuela con sacos de maría que repartía con desprendimiento (sembraba una hilera con semilla, una hilera sin).
Pero no es esa la anécdota que deseaba comentar, ni tampoco la de la primera vez que le escuché perorar, dirigiéndose a un boquiabierto y atento auditorio, sobre las formas y maneras que tenían de follarse una cabra en su pueblo.
UN POZO DE SABIDURÍA, INSISTO, UN HOMBRE POLIFACÉTICO DONDE LOS HAYA
Sino a la tarde en la que ilustró a nuestras ignorantes almas sobre los muy diversos modos de hacer el acto del amor, también llamado follación, con un melón.
Porque puede parecer que algo así resulta sencillo y sin ciencia, pero ¡Ay, amigos! la cosa tiene su intríngulis.
Lo primero, hay que entender que antes de tener una cita con tan sensual cucurbitácea, es importante ponerla al sol, a fin de que su interior esté cálido y jugoso, lo que requiere asimismo conocer bien los puntos de maduración del melón. Nada más agreste que un melón poco maduro
En el podcast se alude al uso del microondas. Lejos de nosotros esas bárbaras y radioactivas técnicas venidas de lejos, que además de limitarnos a melones del tipo cantaloupe (un buen piel de sapo no entra en ese artefacto infernal) no calientan de forma homogénea
Lo primero es decidir si se va a prácticar una abertura, o dos.
¿Cuestión baladí? NO SEÑORES, porque en función del número de perforaciones, puedes tener, o no, SUCCIÓN
Y lo segundo, es elegir si se retiran o no las pepitas, puesto que hay paladares sofisticados que disfrutan mucho más con el rozamiento.
Ahora bien, retorno al punto inicial, controlar la madurez. Un melón poco maduro resultará desagradable al tacto, pero uno listo para comer estará tan tierno que las pepitas no se agarrarán a la matriz y podrías acabar cubierto de pringue, semillas y rezume. Insisto y nunca dejaré de repetirlo, hay que buscar el punto exacto de madurez, y esa habilidad sólo se adquiere mediante prueba y error
Santos, personalmente, era enemigo del vaciado, y como persona de gustos sofisticados recomendaba encarecidamente la técnica de la abertura única. Hubo quien preguntó por la opción de la abertura lateral, pero nuestro excelso maestro la consideró poco productiva
Nunca nos aclaró si, tras derramar el nectar del amor en tan noble fruto, procedía a su consumo en la mesa, y en consecuencia no sabemos si se produjeron anécdotas tan amenas como las que se relatan en el programa. Sé que quedaros sin ese conocimiento os frustrará, pero hay cosas que el sabio prefiere mantener en la oscuridad, para mantener vivo el ánimo explorador de las mentes curiosas. No hay que revelarlo todo, sino dejar misterios para encender nuestro afán exploratorio
Y dicho esto, y como colofón, recuerdo a oyentes y leyentes que ya se acerca la temporada del melón, y pronto podremos degustar sus variadas formas y tamaños, todas ellas deliciosamente curvilíneas
Bon apettit, amigos