Ya hacealgún tiempo que no escribo por aquí. Tanto que por un momento me he preguntado si no debería dar por cerrada esta bitácora, pero al final me siento cómodo teniendo este espacio para hablar de lo divino y lo humano, sin limitaciones de espacio ni tiempo. Y sabiendo que lo que aquí pongo, aquí sigue, y cualquiera puede buscar y leer las cosas que he ido escribiendo en los últimos ¿12 años?
En cualquier caso, vengo pensando de unos meses para acá en tocar algunos asuntos muy personales, no tanto porque crea que quien entre a leer por aquí vaya a encontrarlo interesante (aunque supongo que para algunas personas lo será) sino porque lo que no se menciona, no existe. Y hay hechos y personas que merecen estar a plena luz y recibir nombre.
Sobre todo, personas. Personas que son parte de mi vida y que me hacen preguntarme qué he hecho de bueno para ser tan afortunado. Empezando, como ya supondréis, por mi chica. Si hay un karma y un equilibrio universal, en mi próxima vida me tocará ser grillo, para compensar el habernos conocido.
Pero no es sólo de Marisa de quien quiero hablaros, porque ya la conocéis y suscribo cada palabra que he escrito sobre ella desde que abrí mi blog. Ni de nuestro hijo, personaje queridísimo por los lectores gracias a la serie de entradas del Diario de la Paternidad Responsable. Aunque sí que prometo entradas nuevas sobre ellos, porque es maravilloso llevar más de treinta años al lado de una persona y seguir sorprendiéndome cada día.
Bueno, vamos a tirarnos a la piscina. No es que vaya a salir del armario, del armario ya salimos hace cuatro años, y aquí tenéis el escalofriante documento gráfico que inmortalizó el momento:
Venga, sin anestesia. Algunas de las personas que leéis Episcophagus ya lo sabíais, y otros lo habréis supuesto, pero para el resto, quiero explicar el porqué de Ohana. Como alguien dijo hace un par de años, somos la familia de Lilo y Stich, y eso significa que somos algo más que una familia biológica. De hecho, somos una red.
Hace unos 11 años, Marisa y yo abrimos nuestra pareja. En realidad no, porque para abrir algo primero debería estar cerrado, y nosotros nunca sentimos que fuéramos un espacio cerrado. Lo que sucedió hace 11 años es que, por primera vez, eso dejó de ser algo indefinido y se convirtió en un hecho tangible.
Yo inicié una relación que duró varios años y que, por desgracia, terminó de forma muy dolorosa, probablemente porque no supimos como gestionar nuestras emociones, y eran tan intensas que resultaron devastadoras. A partir de ahí, seguimos caminando y algunas personas empezaron a entrar en nuestras vidas.
Poco a poco, y sin haberlo previsto, Ohana surgió, fue creciendo, y se volvió muy real.
Alguien tendrá en estos momentos en la cabeza cierta palabrita. Sí, esa que empieza por poli y acaba por amor. Y sí, de acuerdo, el término viene a describir (someramente) nuestra red, pero apenas es un maquillaje. En realidad poliamor es una palabra paraguas, es (como dijo una vez Vimes) nuestro verbo pitufar. Significa, literalmente, cualquier relación afectiva/romántico/sexual en la que hay más de dos personas implicadas. Y eso abarca tanto que, al igual que el verbo pitufar, tampoco significa nada en concreto.
En estos años, de hecho, he estado mucho tiempo* en espacios poli (Poliamor Madrid, en concreto, pero he tenido contactos con Poliamor Valencia y Poliamor Barcelona) y, para qué mentir, nunca he sentido que encajáramos del todo ahí. La mayoría de las personas que conocí en ese mundillo eran gente sin vínculos estables, y pocas de las relaciones que vi forjarse en ese tiempo se planteaban como proyectos a futuro, más allá del subidón inicial (la NRE). Ojo, SI LAS HABÍA Y SÍ LAS HAY, pero no eran mayoritarias. También se hablaba muchísimo de cuidados, pero en demasiadas ocasiones sentí que esa palabra no era más que un eufemismo, dado que nadie parecía estar dispuesto a concretar de qué estaban hablando cuando usaban dicho término.
(Dicho sea de paso, por eso decidí escribir mi propia guía de los cuidados, que ustedes pueden consultar en el puesto instalado en el hall del teatro)
Finalmente, apenas conocí personas que tuvieran una estructura orientada a la crianza. Así que, puede que el término poliamor cubriera también nuestra red, pero éramos más bien una anomalía, un ñu en medio de una manada de cebras. Por eso prefiero pensar que simplemente somos personas que han elegido amar sin exclusividad, libremente.
Pero bueno, si os gusta la palabra, usadla.
Otra razón por la que no me acaba de convencer el término es que, por mucho que se repita hasta la saciedad que de lo que se trata es de formar vínculos emocionales, para la mayoría de los usuarios la cuestión importante es la sexual. Y de nuevo, somos anómalos.
Ohana está formada a partir de unos vínculos que se han ido entretejiendo, y la mayor parte de esos vínculos no tienen un caracter sexual. Puede que en un principio sí lo tuvieran, pero no ahora. Y, en dos de los más cercanos e íntimos, el sexo no está ni se le espera. Cuando planteé esa cuestión en una reunión de Polimad, una chica me miró con sorna y me dijo ¿Y en que se diferencia ese vínculo de la amistad?
No me molesté en decirle que había claras diferencias, tuve claro que, a sus ojos, yo era una especie de pringado**.
Bueno, sea cual sea el caso, y nos designemos como nos designemos, funciona. Y es lo único que me parece relevante.
En cuanto a como funciona, no hay exactamente una jerarquía. No pienso que haya una Pareja Principal sino una centralidad, un núcleo, el que formamos Marisa, Diego y yo. Y a partir de ese núcleo, se ha ido tejiendo el resto. Tampoco es lo que se conoce como Anarquía Relacional, porque, de acuerdo a ese concepto, todas las relaciones deben tener el mismo valor y no se deben establecer etiquetas ni categorías. Y eso no me parece ni siquiera funcional, por una razón muy simple: no creo que haya dos personas iguales ni dos vínculos iguales.
Alguien dijo una vez, en el contexto de la Agamia, que las relaciones deberían ser equivalentes, y que debería ser tan sencillo y cotidiano quedar con alguien para follar que para tomar un café. A lo cual yo pensé, es que contigo yo NO me tomaría un café, porque no siento la más mínima confianza en ti.
Ni los vínculos ni las personas son intercambiables. Son, precisamente, las personas, con su maravillosa variedad, lo que nos hace ricos. Y, en las siguientes entradas de esta serie, os hablaré de ellas.
Parafraseando a Ana Belén Rivero, nuestra Ohana es pobre en euros, pero rica en personas.
Y yo, personalmente, me siento millonario
* Dejé poliamor Madrid a finales de 2018 después de que una amiga me señalara CON TODA RAZÖN que mi comportamiento era abusivo e invasivo. Me costó mucho asimilar que, en efecto, ése era Yo.
** Sé que esa persona, cuando dejé polimad, me puso a bajar de un burro. Supongo que tendría sus motivos, y no fue la única
.
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