Debo confesar que forcé un poquito la expresión del macho, que está lanzando al viento un ¡yabadadúuuuuu! mientras se le salen los ojillos de las órbitas, y lo hice por buscar un efecto cómico, pero la escena se atiene a un cierto rigor zoológico
Los ceratópsidos muestran una gran variedad de formas y volúmenes en sus golas craneanas: eso parece indicar que su función era más de exhibición que de defensa activa, lo que no quita para que la embestida de un triceratops fuera lo último que debieron ver muchos depredadores. La exhibición es un comportamiento social ampliamente observado: los machos de muchas especies son lo bastante poderosos como para que un combate físico no sea una opción deseable, ya que tanto el ganador como el perdedor pueden sufrir daños muy graves. En su lugar, los animales desarrollan aparatosas defensas que, entre otras cosas, les hacen parecer de mayor tamaño, y se miden de forma visual. El mejor decorado gana la contienda y sólo hay combate real cuando ambos están igualados. Es el caso, por ceñirnos a España, de cérvidos, muflones y cabras montesas.
Los machos luchan por un harén o un territorio apto para la cría que atraiga a las hembras, y su único interés es follar todo lo que puedan en el tiempo más breve posible. El único contacto previo con las candidatas suele ser un olisqueo para comprobar su estado de receptividad, y luego viene el mete, empuja, chorretón, saca y a por otra. A ellas les da igual quién gane o pierda los combates ya que para la época de cría los machos han desaparecido. Por eso mi guapa pentaceratops está a lo suyo, sin preocuparse de quién la está empitonando. Lo único que necesita de él son sus espermatozoides así que cuanto antes acabe y se largue, mejor.
Hoy en día no hay T-rex, pero sí aves, que también son dinosaurios terópodos, y muchas especies establecen fuertes lazos afectivos. Hay casos extremos como los de los grandes albatros o los gansos en los que las parejas se forman de por vida, una vida que en los albatros puede superar los 40 años. Para forjar enlaces tan sólidos los animales ejecutan ritos de apareamiento muy complejos, como las danzas coordinadas (el ganso europeo ejecuta lo que Lorenz llamaba la ceremonia del triunfo cada vez que la pareja supera una situación difícil), y mantienen formas sensuales de contacto físico: acicalamientos, caricias… El baile y el contacto íntimo forjan el vínculo y su repetición año tras año lo consolidan. Nuestra hembra de tiranosaurio, en un gesto de confianza extrema, le ofrece a su pareja su punto más vulnerable, y el lo acaricia con los dientes, una acción de efectos muy relajantes, como hacen los albatros cuando se acicalan la cabeza con el pico, los pingüinos emperadores al abrazarse o los loros cuando se cosquillean mútuamente la cloaca, en un símil de nuestro 69.
En cuanto a la postura propiamente dicha, en una monta la hembra tendría que sostener un peso bastante grande sobre su espalda, así que me pareció que la postura más cómoda para ambos sería esa, con ella echada en el suelo y él acuclillado, sujetándose con las garras en la espalda de su pareja para no desequilibrarse.
La postura de la última pareja es diferente, pese a ser también una especie de dinosaurio terópodo, pero aquí me permití bastantes más libertades porque Pelecanimimus es un ornitomímido pequeño, apenas dos metros de nariz a cola y complexión muy ligera. Unas dimensiones que le hacen muy similar a las grandes zancudas modernas como la grulla de manchuria, o la garza real, animales que tanto en sus danzas previas como en la folladas propiamente dicha pueden montarse literalmente uno sobre otro. Aquí el contrapeso de la cola facilita las cosas, mientras que las aves se equilibran usando las alas, pero el principio es el mismo. Además he hecho que los amantes jugueteen con sus picos, algo que puede verse igualmente en nuestros días (y oírse, como sabe cualquiera que viva cerca de un nido de cigüeñas). Por cierto que el fondo sobre el que monté a mis dinosaurios es un nido de garza real, y la pareja ocupante estaba haciendo exactamente eso. Borré las garzas y coloqué a los pelecanimimus en la misma posición. Finalmente decidí utilizar dos libreas, con un macho más llamativo, ya que esa es también una norma recurrente entre las aves.
Resumiendo, en los herbívoros me guié por las pautas de comportamiento de los grandes ungulados, que follan buscando simplemente la eyaculación, y en los carnivoros reflejé la similitud con las aves, que aprovechan el sexo para formar pareja. Personalmente creo que el resultado fue más que razonable.
Espero no haberos aburrido. Intentaré que las próximas entradas no sean tan densas, pero de cuando en cuando caerá algún tocho paleontológico, porque los vicios son así, y en el fondo soy un viciosete.
Y hablando de viciosetes, pelecanimimus, el alegre acróbata sexual del cretácico, es además paisano nuestro ya que el único ejemplar conocido se encontró en Las Hoyas, Cuenca. Ya sabéis, manchegos, follad con entusiasmo e imaginación ¡que nadie pueda decir que han bastado unos tristes 64 millones de años para que se pierdan las buenas costumbres en vuestra tierra!