viernes, 9 de diciembre de 2016
LAS RAZONES DE SANCHO (I)
Hace un tiempo, disfrutando de un paseo con E, surgió El Quijote en la conversación. Ella me dijo, en un momento dado, que no entendía porqué Sancho sigue a Don Quijote, y me pareció una duda muy interesante. ¿Porqué un personaje que encarna el buen sentido sigue a un loco?
Por supuesto, Don Quijote ha hecho unas promesas. Su escudero recibirá parte de los bienes que conquiste durante sus aventuras y, por su fidelidad, le hará gobernador de alguna de las ínsulas que ganará en combate. Así que Sancho acepta seguir a su vecino Alonso por codicia. Sin embargo esto sólo explica la segunda salida de Don Quijote, pero deja sin responder el resto de la obra
Tras volver al pueblo al final del primer libro, Sancho ya sabe qué puede esperar a cambio de su servicio. La aventura no le ha reportado ni un maravedí, sólo privaciones, cansancio, humillaciones, burlas y palizas. Y sin embargo, al comienzo del segundo libro, Don Quijote sólo necesita decirle, vamos, y allá va Sancho sobre su burrito, sin dudarlo ni un instante.
¿Porqué? Podríamos resolverlo diciendo, Sancho es tonto, pero sabemos que no es tal, sino simple*, y esa simpleza debería protegerlo de cometer locuras, así que tras su fidelidad hay otro motivo. Personalmente, creo que Sancho ha encontrado y abrazado su destino.
Podría volver a ser un labrador, un trabajo honesto, con un buen pasar, junto a su mujer y su hija. Olvidar andanzas y desandanzas y retomar su vida donde la dejó. Pero ya no es el hombre que salió de ahí meses atrás. Quedarse significa volver a ser uno de entre sus paisanos, con la comodidad de no tomar decisiones, sólo dejar que un día suceda a otro, todos iguales y sin sobresaltos. Pero ha conocido la libertad del camino, y asume el precio de esa libertad. Al partir elige no ser uno más, sino Sancho Panza.
Marcha con orgullo, pisando firme. Habrá dudas, como las que le carcomen tras la aventura del barco encantado, e incluso él mismo trata de tomar ventaja, haciendo creer a Don Quijote que Dulcinea ha sido encantada, pero Sancho ha elegido su camino, porque ve lo que no ven los demás. Bajo la locura, el ridículo y las burlas, Don Quijote no es un bufón, sino un caballero. Y él es el escudero del mejor y más noble de los caballeros.
Por supuesto que Don Quijote es noble. Lo es de nacimiento, pues es hidalgo y eso le presupone honradez, valor y dignidad. Pero lo es además en el verdadero sentido, porque sus actos, sus pensamientos y sus decisiones son nobles. Y con él, lo es Sancho que, eligiendo servir, se ha hecho libre. Por eso los papeles de amo y criado van difuminándose, y llegarán a ser amigos. Cómplices, incluso, como se muestra en la aventura del caballo Clavileño, en tierras de los Duques, cuando Sancho relata sus imaginadas aventuras por los cielos...
... llegándose don Quijote a Sancho, al oído le dijo:
—Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más.
He mencionado a los duques: tienen alta cuna, riquezas, tierras, servidores... ¿y qué nobles hazañas hacen con todo ello? Matar el aburrimiento y burlarse de lo que no entienden. Don Quijote podría darles cien lecciones de nobleza. Sancho les dará doscientas. Le nombran gobernador de la ínsula Barataria buscando reírse de sus torpeza, y en cambio se asombran, pues demuestra ser buen gobernador, no sólo por su celebrado sentido común, sino por su nobleza.
Así, cuando quieren darle tratamiento de Don, responde, seco, advertid, hermano —dijo Sancho—, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje le ha habido: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas, sin añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en esta ínsula debe de haber más dones que piedras; pero basta: Dios me entiende, y podrá ser que si el gobierno me dura cuatro días yo escardaré estos dones
Y cuando, para confundirle, le plantean un caso irresoluble, lo resuelve no con la letra de la ley, sino con su espíritu: que le dejen pasar libremente, pues siempre es alabado más el hacer bien que mal. Y esto lo diera firmado de mi nombre si supiera firmar, y yo en este caso no he hablado de mío, sino que se me vino a la memoria un precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote la noche antes que viniese a ser gobernador desta ínsula, que fue que cuando la justicia estuviese en duda me decantase y acogiese a la misericordia.
No son esos los hechos de un patán, sino grandeza. La que les falta a los duques que, teniendo frente a ellos a dos seres singulares, no saben verlos. El único que no se asombra es Don Quijote, para quien la nobleza de Sancho es tan natural como la propia...
* Dice Terry Pratchett que no deben confundirse simpleza y tontería. Una espada es simple.
Me has animado a leerla.
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