sábado, 30 de diciembre de 2017

BEIBI BATMAN, DE FLIM

Hoy no escribo en mi nombre sino que transcribo algo que acabo de leer, con permiso de las autoras.

Todo empezó hace unas horas. Una amiga (llamémosla eMe) subió una foto del periódico a tuiter, y otra (eMeJota) hizo un comentarío, apenas una frase corta.

Y de pronto los acontecimientos se precipitaron. Ya sabéis que me encantan estas descargas repentinas de creatividad y sinergia que a veces tienen lugar en las rrss, así que, tras pedir permiso a las autoras, he montado la peli

 Con todos ustedes...

BABY BATMAN, ORIGINS

Escena inicial, tras los créditos. Música dramática. Un hombre sale por la puerta de casa, su mujer y su hijo miran cómo la puerta se cierra...



_eMeJota: Va a por tabaco
_eMe: Pero encuentra cerrado el estanco y tiene que acercarse al bar. Y, claro, tiene que tomarse algo

_ Y en el bar se encuentra con un colega y se le va el santo al cielo.

_ Y, entre tanto, la santa, con el niño llora que llora.

_ Que se da cuenta de que no le quedan toallitas y llama al marido para que compre, pero se ha dejado el móvil en casa.

_ Y el niño cada vez llora más.
*Se masca la tragedia*

_ El marido paga otra ronda en el bar, con una de chopitos.

_ Sin darse cuenta de que se ha gastado en el tabaco el dinero suelto que llevaba en el bolsillo y no le queda más.

_ Y como ya va un poco pedo, el amigo le dice: A que no hay huevos para ir a atracar el banco.

_ ¿Que no hay huevos? ¿QUE NO HAY HUEVOS?

_ Y allí que se van los dos, con lo puesto y una navaja suiza a atracar el banco.

_ Y, entre tanto, el niño, allá, en el cada vez más lejano y olvidado hogar conyugal, llora que llora.

_ La madre llama a una vecina para ver si puede acercarse a por las toallitas.

_ Y la vecina, aunque servicial, aprovecha para dar consejos sobre las toallitas, que son fatales para el culito y como el agua clara, nada.

_ Mientras tanto el marido y el colega entran en el banco armados con su navaja suiza. Resulta que el director es un amigo de la infancia

_  «—¡Coño, Paco, Manolo, esto hay que celebrarlo!» (Alargamiento innecesario de la anécdota para pasarle la pelota a eMeJota)

_ Ah, que venís a atracar. Venga, Carmen, ábrales la caja fuerte a estos colegas, y en cuanto acaben nos vamos a celebrarlo.

_ De estas que Carmen, que casualmente es amiga de la mujer que se queda en casa con el bebé, se huele algo raro y le pone un guasap.

_ La mujer está en casa escuchando la turra de la vecina, que resulta que es representante de Avon y está enseñándole el catálogo de productos para bebés, y no oye el teléfono.

_ Con lo que el «Pili, no sé, pero a tu marido no lo veo yo muy fino, tú verás qué haces» se queda en el limbo de los guasaps.

_ El bebé vuelve a llorar, y Pili ya harta, echa a la vecina de casa, se viste, viste al bebé y se dispone a salir a comprar.

_ ¡Antes lo hubiera hecho! Fue poner el pie (y el carrito y el otro pie) en la calle cuando ¿a quién se encuentra?

_ Al cura de la parroquia del barrio, que por enésima vez le suelta el sermón de que vive en pecado y que el niño está condenado a ir al limbo por no estar bautizado.

_ Pili pasa, porque, por encima del hombro de don Sinforoso, acaba de ver a Vicky La Rubia, su amor del instituto.

_ Mientras tanto, Paco, Manolo y Eduardo salen huyendo del banco con sacos de billetes. Se escuchan sirenas de policía a lo lejos.

_ Vicky La Rubia y Pili se miran con ojos húmedos, mientras don Sinforoso no sabe qué hacer con el carrito del bebé, en el que nadie piensa.

_ De pronto un coche de policía atraviesa la calle a toda velocidad.

_ ¡Don Sinforoso, don Sinforoso, apártese!

_ El cura, que está sordo como una tapia, sale volando atropellado por el coche de policía, que termina estrellándose contra un árbol al intentar esquivarlo.

_ Y el carrito con el niño, abandonado a su suerte, es recogido por unos que andaban a la chatarra sin reparar en más consideraciones.

_ Paco, Manolo y Eduardo se cruzan con los chatarreros, a Paco le resulta familiar el carrito pero va demasiado borracho como para reaccionar tras celebrar la obtención del botín.

_ Además, qué hombre que sea hombre con su hombría puesta, se fija en detalles nimios como carritos de bebé.

_ Al ver el coche de policía estrellado sus compinches y él deciden robar el primer vehículo que pase. Se ve llegar al camión de la basura.

_ Se ve llegar el camión de la basura y se le oye y un poco se le huele. Pero están tan borrachos que ni lo notan.

_ Echan los sacos de billetes a la parte de atrás y se lo llevan.

_ Tan borrachos van que ni se enteran de que la parte de atrás del camión de la basura tritura la basura.

_ Pasan por la plaza donde hay un revuelo de gente alrededor de un señor tirado en el suelo vestido de negro, mientras al otro lado dos jóvenes se besan apasionadamente.

_ Ese plano es de 👏👏👏👏👏👏

_ Los que se han llevado el carrito se acercan a la plaza a ver qué ha pasado. Al llegar el bebé empieza a llorar.

Todo sea dicho, el pobre lleva sin que le cambien el pañal y le den de comer desde que su padre salió por la puerta.

Lo sacan del carrito y descubren que se ha convertido en Batman


Por suerte para él. Sale volando.

El camión de la basura sigue circulando por la calle, haciendo eses y sembrando el pánico por donde pasa.

Hasta que, claro, catacroc. Chof. Camión espachurrao contra una fila de contenedores y la pared que tenían detrás.

(Es que me ha salido la vena de querer matarlos ya a todos y acabar la historia.)


Se vuelve a ver a las jóvenes en la plaza, ajenas a todo. Fundido a negro. 

El amor las ha salvado

_ El amor siempre salva. Al menos por un rato.

Que les quiten lo bailao


Escena postcréditos: baby Batman aparece volando, guiña un ojo a la cámara y se aleja. Su silueta se perfila en la luna.

FIN.

 👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏

Aplausos

Al que no le guste, que proponga su final alternativo.

viernes, 22 de diciembre de 2017

CLÍO NACIÓ EN GRECIA


Cuando decimos que Grecia es la cuna de la cultura occidental la gente suele pensar en  la democracia, el arte, la ciencia... en ocasiones muy exageradamente, hasta el punto de que se ignoran muchas aportaciones de otros pueblos. Sin embargo hay una forma del conocimiento, una disciplina, si así queremos llamarlo, que fue obra en exclusiva de la Hélade.

Hablamos de la Historia, el arte de la musa Clío

Antes de los griegos hubo documentos históricos:cartas, tratados, poemas, recetarios, libros de medicinas, epopeyas, anales, códigos de leyes... Y sí, todos esos documentos son valiosas fuentes de información, pero no son Historia, entendida como tal. Las crónicas, como la de la batalla de Megidó, escrita por un escriba de Tutmosis III, o los relatos de las expediciones de los fenicios, sólo narran hechos aislados, muy concretos, como forma de glorificar a su protagonista. El Pentateuco y los Libros Históricos de la tradición judía tienen pinceladas de historicidad, pero en sí son una compilación de mitos, no un tratado de Historia.

Tampoco son Historia los primeros textos griegos. Habrá que esperar al comienzo de la Era de Pericles para que se den dos condiciones sin las cuales no puede surgir el pensamiento histórico: la racionalidad y la individualidad. El historiador no puede ser un cronista ciego y sordo, un mero copista de datos, como los escribas. Debe analizar y exponer, y su obra necesita una intención, un propósito. Y alguien así sólo podría surgir en la Atenas del siglo quinto. Con los siglos otras culturas se sumarían o reemplazarían a la griega, pero el Arte de la Historia , tal y como lo conocemos, tomó su forma gracias a cuatro hombres, y todos nacieron a orillas del Egeo.

Empezando por Heródoto, merecidamente llamado Padre de la Historia. He mencionado que la obra histórica tiene una intencionalidad, eso es lo que encontramos en Los Nueve Libros de la Historia. Heródoto quiso exponer y explicar las guerras Médicas, que dieron forma a la Grecia en la que creció. Por eso, en vez de limitarse a recitar los hechos tal y como se contaban en las crónicas, fue más allá, considerando que debía estudiar los hechos que habían conducido al enfrentamiento entre el imperio persa y las ciudades griegas. Y dado que el imperio abarcaba la mayor parte del mundo conocido para los helenos, fue repasando la historia de Lidia, Babilonia, Persia, Canaan, Egipto... Con gran colorido y escaso ojo crítico, lo cual, paradójicamente, fue una suerte para nosotros, sus futuros lectores. De haber analizado de forma objetiva todos los hechos que conoció de primera, segunda o tercera mano, la obra de Heródoto hubiera sido mucho más concisa y realista, pero al aceptar casi acríticamente cualquier historia que llegó a sus oídos, nos ofreció un retrato de lo que creían los pueblos de la antigüedad sobre sí mismos. Lo cual no es óbice para que, en ocasiones, nuestro autor exponga sus dudas sobre hechos concretos, que incluso alguien de mente tan crédula como la suya consideraba poco verosímiles. Por cierto, que al explicar porqué consideraba falso el relato de la expedición fenicia que circunnavegó África en tiempos de Necao nos ofreció la prueba más sólida de que ese viaje tuvo lugar, ya que citó, como prueba de la mendacidad de los fenicios, que éstos dijeron que hacia la mitad del viaje el sol del mediodía se alzaba a la derecha. En tiempos de Heródoto se ignoraba que la Tierra era esférica, y que ése fenómeno sólo es visible al sur del trópico de Capricornio, es decir, muy al sur de África.

En cualquier caso, la falta de espíritu crítico hace que su obra, siendo enormemente valiosos, esté llena de mitos, falsedades y exageraciones. Sólo por citar una de las más evidentes: si creyéramos las cifras que nos da Heródoto sobre el ejército del rey Jerjes, cuando la vanguardia de los persas entró en el paso de las Termópilas su retaguardia debería estar, así a ojo, en las costas orientales del Asia Menor, esperando todavía a cruzar por el puente de barcas tendido al norte del Egeo. Pero esta credulidad desaparecerá con nuestro segundo autor, ya que, si Heródoto es El Padre de la Historia, Tucídides es, sin disputas, El Padre del Método Histórico.

La Historia de la Guerra del Peloponeso es una obra que, incluso hoy, en pleno siglo XXI, sorprende por su atemporalidad. Tucídides escribió desde la más estricta racionalidad, analizando los datos, contrastando los hechos y exponiéndolos con una objetividad que casi roza el puritanismo, ya que, siendo ateniense, no duda en presentar como causa de todos los desastres que sacudirían a Grecia la desmedida ambición y el egoismo insensato de la propia Atenas. De su pluma surge el relato de cómo la ciudad que se consideraba madre de la libertad de Grecia  trató de tiranizar a todos los griegos, y cómo Esparta, la enemiga de la Democracia, luchó contra esa tiranía, convirtiéndose a su vez en tirana.

El estilo de la obra es igualmente atemporal. Donde Heródoto era florido, y nos contagia su sentido de la maravilla, Tucídides es seco y escueto. Pero esa aparente aridez se ve sobradamente compensada con la maestría de la exposición y la capacidad para el análisis. A veces se le echa en cara el uso del discurso como parte del relato, pero, si bien es cierto que resulta difícil de creer que el discurso de Pericles sea una transcripción literal del auténtico, no debemos olvidar que ese recurso ha sido respetado durante siglos, y todavía lo encontramos en el siglo XIX, con las célebres arengas de Napoleón a la vista de Italia o a los pies de las pirámides.

No obstante sí hay algo que se puede decir contra la obra de Tucídides, y es que el propio tema que trató juega en su contra. Para él, esa guerra era el suceso más trascendental de todos los tiempos, pero, objetivamente, sólo es el relato de una más (y no la última) de las mil rencillas provincianas que desangraron a los griegos y convirtieron el siglo de Pericles en una llama brillante pero efímera. Y mientras los griegos se mataban entre sí, ignorado por nuestro historiador, al norte estaba naciendo el poder que habría de cambiar la faz del mundo.

Tucídides no vivió para ver concluída la guerra del Peloponeso, así que su obra fue completada por uno de sus sucesores, Jenofonte. Las Helénicas nos permiten asistir a la ruina final de Atenas, la efímera victoria de Esparta y el nacimiento del poder tebano, pero la comparación con su predecesora es muy triste. En vez de un relato enérgico y claro, tenemos un texto aburrido y sin vida. Si ésta fuera la única obra conocida de su autor, su nombre apenas sería una nota a pie de página, pero lo que le hace fascinante es su otro gran libro, la Anabasis, La Retirada de los diez mil. Aquí Jenofonte inauguró un género nuevo, el del hacedor de la Historia, ya que protagonizó, primero como combatiente, luego como comandante, la asombrosa aventura de los mercenarios griegos que acompañaron a Ciro el Joven hasta el corazón de Mesopotamia y lograron regresar tras un increíble periplo hasta sus tierras, o mejor dicho, hasta sus aguas, como reflejó el grito colectivo de felicidad al volver a contemplar las olas

¡THALATTA! THALATTA! (¡EL MAR! ¡EL MAR!)

A su vez, la propia obra, la Anábasis, se convertiría en hacedora de Historia, ya que su lectura llevó a Filipo de Macedonia, y, en consecuencia, a Alejandro el Grande, a mirar hacia Oriente. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que sin Jenofonte, la Historia de la antigüedad habría sido muy diferente.

Con todo, Jenofonte no es un autor fácil, y su modo de ver las cosas nos resulta arcaico, mucho más cercano a la credulidad de Heródoto que a la racionalidad de Tucídides, y sin el exotismo de uno ni la objetividad y la capacidad de análisis del otro. Por suerte el azar del destino iba a darnos al autor que llevaría el Arte de Clío a su cumbre, justo en el momento en que Grecia iba a sumergirse en las sombras, relegada a un mero apéndice, mudo testigo de una Historia que la había dejado atrás.

Polibio ni siquiera era del Ática, como sus predecesores atenienses, sino de Megalopolis, en el Peloponeso, y nunca habríamos conocido su nombre de no ser porque fue uno de los rehenes llevados a Roma tras la tercera guerra macedónica. Allí entabló amistad, y fue huesped, de la familia Emilia, la casa de Escipión el Africano, el vencedor de Anibal en Zama. No podría haber encontrado un lugar mejor, ya que allí fue recopilando la información necesaria para su Historia Universal, el relato asombroso de como Roma se adueñó del mundo en tan solo dos generaciones. Por fin, un verdadero historiador encontraba una gran Historia.

No es sólo que los hechos que narra sean fascinantes y trascendentales. No es ni siquiera que su estilo sea, simplemente, perfecto. Es que esta obra es redonda en su planificación, en su exposición, y en el análisis de las causas y los efectos. Lejos de limitarse a contar batallas y enumerar nombres y fechas, Polibio nos habla de política, de economía y de administración, analiza contenciosos diplomáticos y extrae conclusiones frías y descarnadas, sin desdeñar siquiera el azar, ya que una de las lecciones que se extrae de lo acontecido es que la fortuna puede alterar incluso la planificación más meticulosa. Es el historiador total, el autor que da a su disciplina la forma definitiva, y abre un camino que llega hasta nuestros días y cuya huella es visible en todas las escuelas historiográficas racionales, incluído el materialismo histórico marxista, cuyo planteamiento de la evolución económica y política no es sino una respuesta a la anaciclosis de Polibio.

Con el final de la República y la llegada del Principado Roma viviría una verdadera fiebre por la Historia. El emperador Claudio era conocido como historiador antes de llegar al trono por un giro de la fortuna. El mismo Julio César nos ha legado dos obras fascinantes que combinan la Historia y la propaganda, la Guerra de las Galias y la Guerra Civil. Sin embargo no volveremos a encontrar autores de la talla de Polibio hasta bien entrada la era moderna, en el siglo XVIII, así que podemos decir, sin exagerar demasiado, que durante 2000 años los historiadores han circulado por las sendas que abrieron los griegos. Hoy esta disciplina ha ido incorporando nuevas herramientas, impensables no ya hace 20 siglos, sino hace tan sólo uno. Pero por útiles que resulten el estructuralismo, la sociología, la antropología, la estadística, y por fascinantes que sean los hallazgos arqueológicos, en esencia, cuando estudiamos la historia seguimos buscando las causas y los efectos, y, al igual que nuestro antiguo padre Heródoto, intentamos...

... que no llegue a desvanecerse con el tiempo la memoria de los hechos públicos de los hombres, ni se oscurezcan jamás las grandes y maravillosas hazañas de los griegos y de los bárbaros...

miércoles, 29 de noviembre de 2017

TERCIOS VERSUS SAMURAIS o cómo unos soldados castellanos tiraron de pica y mosquete donde Cristo perdió el gorro


En el mundillo de los entusiastas de la historia hay personas que van un poco más allá de los hechos, y disfrutan indagando las posibilidades de la historia alternativa, lo que en la terminología anglosajona se conoce como el What If.

Existen planteamientos de historia alternativa muy interesantes, que enriquecen los debates y aportan elementos valiosos para el debate. Un ejemplo de pregunta fructífera podría ser ¿qué habría sucedido si Hitler no hubiera declarado la guerra a los Estados Unidos tras el ataque a Pearl Harbour? ya que desarrollar las posibles respuestas requieren entender la dinámica del pacto tripartito y el funcionamiento de la separación de poderes en los EEUU.

Sin embargo, dentro de ese grupo de aficionados hay un nucleo de fervorosos irreductibles que van directamente a buscar, no ya la historia alternativa, entendida como la indagación de las opciones realistas, sino la marcianada pura y dura. Y el campo que más atrae a estos fanáticos de la frikistoria es el del Duelo, el combate comparativo. Todos hemos visto en las redes algún debate del tipo ¿Cuál fue mejor carro, el T-34 o el panther?" o "Yamato vs Bismarck". La editorial Osprey, sin ir más lejos, ha editado una línea llamada, precisamente "duelo" donde hace este tipo de comparaciones. Pero puestos a a elucubrar ¿porqué quedarse en lo contemporáneo? Y es cuando llegamos al último reducto del friki: el duelo entre soldados legendarios. Así tenemos debates de César y sus legiones contra Alejandro y su falange, vikingos contra hoplitas, legionarios romanos contra guerreros jaguar aztecas...  Hay en la red, incluso, simuladores que permiten organizar enfrentamientos entre, por ejemplo, 100 marines de la guerra del golfo y 10.000 highlanders de Culloden.  Da igual lo absurdo que sea el emparejamiento, alguien lo habrá planteado y seguramente en el debate posterior se han perdido las formas, el oremus y las amistades.

Por supuesto, si hablamos de soldados de leyenda, el samurai es el espécimen perfecto. Su mitología se ha extendido por todo el mundo, convirtiendo a los guerreros nipones de ornamentadas armaduras en un arquetipo perfectamente reconocible desde Nueva York hasta Irkustk pasando por Palencia. Y así veremos debates sobre samurais vs vikingos, samurais vs gladiadores, samurais vs romanos... Pues bien, no deberíamos olvidar nunca que la realidad, en ocasiones, supera a nuestras más locas elucubraciones. Y así, a finales del siglo XIX las tropas zulues, usando tácticas y armas que no hubieran resultado extrañas en la antigüedad, barrieron a tropas inglesas perfectamente adiestradas y armadas. Y en el siglo XVI, los samurais japoneses se encontraron con los adversarios más inverosímiles: las tropas de los tercios españoles.

Los hechos que vamos a narrar tuvieron lugar en Filipinas, a finales del siglo XVI. La fecha es importante, recordemos que Magallanes llegó al archipiélago en 1521 pero la colonización en sí no empezó hasta 1565, es decir, que la posición de la Corona en Filipinas era muy precaria y apenas se disponía de hombres y medios para asegurar el territorio, mucho menos para hacer frente a un ataque

A su vez Japón estaba envuelto en las fases iniciales de la guerra civil que llevó a la unificación de la nación bajo el shogunato Tokugawa. En 1582 Oda Nobunaga estaba asegurando su control de la zona central del país, y los caminos de Japón estaban llenos de guerreros sin señor tras la destrucción de los clanes Yoshimoto, Takeda, Azai, ashakura, Miyoshi  y Yoshiatu, y el desmantelamiento de las hasta entonces todopoderosas órdenes de monjes guerreros organizados en torno a los santuarios del monte Hiei.

No debemos olvidar que la figura del samurai, imbuido del honor, dedicado en cuerpo y alma a perfeccionar el arte de la espada para servir a su señor, y decidido a morir junto a él, nunca existió fuera de algunos casos anecdóticos y probablemente muy exagerados. El Camino de la Espada no surgió hasta después de la unificación, precisamente cuando los samurai dejaron de luchar y se convirtieron en una casta social inamovible. Incluso los célebres 47, tras vengar a su daimyo, no se hicieron el sepukku hasta que fueron obligados a ello por las autoridades, y trataron por todos los medios de ser perdonados para eludir la muerte. Así pues, los samurai supervivientes de un clan derrotado, lejos de suicidarse avergonzados se limitaban a buscar un nuevo señor a quien servir o, simplemente, se convertían en peligrosas bandas de ronin, mercenarios y saqueadores sin bandera, a sueldo del mejor postor.

Otro punto que no debemos dejar de tener en cuenta es que por esas fechas los japoneses ya llevaban suficiente tiempo en contacto con los portugueses como para haber aprendido las ventajas de las armas de fuego y sus técnicas de construcción, así que además de espadas, lanzas, arcos y flechas los japoneses disponían de arcabuces e incluso piezas de artillería, construidas a imitación de las obtenidas de los buques europeos. Así pues, en lo que a la tecnología militar, podemos considerar que no había una gran diferencia, ya que los occidentales sólo llevaban usando esas armas unas décadas más que los orientales y seguían confiando en las picas para las formaciones defensivas y las espadas para el cuerpo a cuerpo.

El caso es que parte de esos ronin consideraron que era menos arriesgado y más rentable dedicarse al saqueo que volver a los campos de batalla tradicionales, y se unieron a las flotas piratas que asolaban las costas del mar del Japón desde los puertos situados en las islas meridionales. Los barcos piratas atacaban China y Corea, y con el tiempo empezaron a visitar igualmente el archipiélago de Filipinas, tomando contacto allí con los españoles.

Este tipo de piratería es más parecido al que ejercían los berberiscos sobre las costas españolas e italianas por las mismas fechas que al clásico pirata de las películas sobre el Caribe, ya que no había demasiados buques mercantes que atacar, y los barcos de los saqueadores no eran demasiado adecuados para la lucha en el mar (en su mayor parte eran simples pesqueros) así que las flotas piratas se dirigían contra las poblaciones costeras, apoderandose de todo lo que no podían llevarse los pobladores en su huída, incluyendo a los propios habitantes, que eran capturados para venderlos como esclavos o pedir rescate. Para las fechas que nos ocupan, los Wako, como eran conocidos, se habían convertido en una plaga, un desastre que caía de forma sistemática sobre los habitantes como los tifones o las epidemias.

Los españoles afincados en Filipinas ya sabían que las aguas del Pacífico eran cualquier cosa menos pacíficas. En 1574 la propia Manila fue atacada por una poderosa fuerza pirata proveniente de las costas chinas, al frente de un señor del mar conocido como Li Ma Hong. Los combates se prolongaron durante cuatro meses y finalmente los piratas fueron vencidos y expulsados por las reducidas tropas españolas dirigidas por el maestre Juan de Salcedo. A partir de ahí se extremó la vigilancia en las costas y, en 1580, llegaron noticias desde las costas septentrionales, anunciando la aparición de nuevas flotas, esta vez desde Japón. El gobernador Gonzalo de Ronquillo dispuso la defensa y, sabiendo que tenía pocos recursos para cubrir tanta costa, pidió refuerzos a España ya que, según sus propias palabras,

Los japoneses son la gente más belicosa que hay por aquí. Traen artillería y mucha arcabucería y piquería. Usan armas defensivas de hierro para el cuerpo. Todo lo cual lo tienen por industria de portugueses, que se lo han mostrado para daño de sus ánimas.

 Esperar a que llegara una expedición de socorro no era posible, dado que cualquier nave que viniera desde México se demoraría meses. En consecuencia, y como medida de emergencia, el gobernador decidió organizar una expedición y puso al frente a un viejo veterano, el capitán Juan Pablo Carrión, un hombre de más de 60 años

El gobernador, en su carta a Felipe II, menciona que los asaltantes actuaban bajo las ordenes del jefe pirata Tai Fusa. Ese nombre no parece corresponder a ningún patronímico japones ni chino, y podría ser una mala transcripción de otra palabra, tal vez Daifu, jefe. Las fuerzas al mando de dicho lider estaban asaltando las poblaciones nativas situadas al norte de Luzón, cerca de la desembocadura del río Cagayán. La principal preocupación del gobernador era que los asaltantes podían intentar establecer ahí una base permanente para asolar sistemáticamente la región, como había intentado hacer Li Ma Hong unos años antes, así en cuanto llegaron noticias de un nuevo ataque se preparó una expedición de castigo para desalentar futuras incursiones

El capitán Carrión partió con una pequeña escuadra formada por algunos barcos de pequeño calado, probablemente pesqueros de la región, el velero italiano San José, una galera y un pequeño contingente, 50 soldados profesionales y, quizás, unos 350 auxiliares, reclutados entre la población: una mezcla de castellanos, nativos filipinos e incluso algunos taxaltecas, ya que los españoles llegaron a filipinas desde mexico y con ellos viajaron algunos mexicas. Pronto avistaron una nave nipona, un gran sampán que, lejos de intentar huir, hizo frente a los españoles. Aprovechando que tenía un mayor bordo que el sampán, el San José lo desarboló con su artillería y los soldados pasaron al asalto, enzarzándose en un durísimo cuerpo a cuerpo con los saqueadores, bastante más numerosos que los atacantes y armados, incluso, con algunos arcabuces. En un primer momento Carrión y los infantes quedaron aislados a popa de la embarcación, pero calaron picas y rechazaron todos los asaltos de los piratas, mientras el San José maniobraba y volvía a cubrir la cubierta enemiga de cañonazos. Los arcabuceros de Carrión lograron eliminar a los tiradores japoneses y los piqueros fueron avanzando a lo largo del barco, echando al mar a sus enemigos.

Tras restañar las heridas sufridas en este primer encuentro, Carrión continuó rumbo a Cagayán, donde se encontraron con el grueso de la flota pirata formada por más de una docena de embarcaciones. En vez de arriesgar una lucha naval contra demasiadas naves enemigas, Carrión desembarcó y se hizo fuerte en la playa de Biracaya, cortando así el paso a los contingentes piratas.

El nucleo principal de los piratas, formado por unos 1500 guerreros, hizo su aparición a la mañana siguiente. En un primer momento los piratas quisieron negociar su partida a cambio de un tributo, pero Carrión rechazó sus pretensiones: él no traía oro, sólo acero.

Los japoneses, furiosos, se lanzaron una sobre las posiciones del pequeño contingente español. Carrión había hecho desembarcar las culebrinas de la galera, excavando algunas trincheras para evitar que el enemigo pudiera avanzar ordenadamente hacia sus fuerzas, y ordenó engrasar con sebo los astiles de las picas, ya que en los combates previos había visto que los enemigos, en su valor, eran capaces de abalanzarse sobre las mismas para arrebatarlas a tirones. La lluvia de plomo cogió por sorpresa a los asaltantes, que huyeron dejando sobre el terreno más de 20 muertos. Entonces los japoneses decidieron esperar unos días, confiando en que pronto llovería y eso reduciría la eficacia de las armas de fuego

A los seis días, y tras un aguacero, los piratas volvieron al asalto. El combate se prolongó durante todo el día y  concluyó con un feroz cuerpo a cuerpo en la propia trinchera española, tras el cual los piratas se retiraron perseguidos por una treintena de piqueros, dejando sobre el terreno el botín de sus saqueos, muertos, heridos y numerosas armas y armaduras, abandonadas para huir más rápido. A su regreso a Japón los supervivientes hablaban de su lucha con los hombres demonio, los wo-kou, mitad pez y mitad lagarto, imposibles de someter.

No fue una victoria fácil: los japoneses perdieron unos 500 hombres, pero las tropas de Carrión sufrtieron casi 200 muertos, un 50% del total.

Dado que las fuentes principales de esta historia son los informes enviados a España por el gobernador de Manila, es bastante probable que las cifras de enemigos fueran exageradas, pero parece claro que el combate de Cagayán fue una victoria contra fuerzas muy superiores. Las armas de fuego pudieron maracr una diferencia, pero es posible  que las causas de la derrota nipona tengan más que ver con la forma de luchar y la disciplina que con la mayor o menor calidad de espadas y arcabuces.

En el abordaje naval, la superioridad numérica de los japoneses quedó contrarrestada por lo estrecho de las cubiertas, donde los soldados podían avanzar sin preocuparse de sus flancos y donde el amontonamiento de los enemigos ofrecía un blanco estupendo para los artilleros.

En tierra las cosas no fueron diferentes, pero por otros motivos: los samurai, en general, tendían a ser guerreros individualistas, empeñados en hacer alarde de sus hazañas personales. En una banda pirata, donde el prestigio puede ser decisivo a la hora de repartir el botín y el mando, esa actitud tendería a exacerbarse, y probablemente los espadachines japoneses se lanzaron a la lucha sin más plan en mente que alcanzar cuanto antes a los enemigos que tan amargamente les estaban humillando. Los arcabuceros y arqueros, tampoco debían estar demasiado bien coordinados, limitándose a disparar desde posiciones al descubierto*, ya que la crónica muestra que los arcabuceros españoles lograron acallar los disparos del enemigo. El uso de las culebrinas contra una masa informe de atacantes enardecidos debió ser especialmente dañino, y a la hora del combate directo la cerrada formación de piqueros, actuando como un sólo individuo a las órdenes de Carrión, se convirtió en un rompeolas contra el que se estrellaron una y otra vez los enemigos, cada vez más desordenados. Además los españoles permanecieron ocupando sus posiciones mientras los piratas atacaban una y otra vez, agotándose físicamente. Esta situación, en su pequeña escala, recuerda a batallas como la de Azincourt, cuando la caballería francesa cargó de forma completamente anárquica una y otra vez, sólo para ser aniquilada por los arqueros ingleses

Hay quien ha comentado que los petos de los españoles eran mejores, o que en los duelos a espada las katanas eran inferiores a las hojas toledanas. No lo pongo en duda, pero en mi opinión esos son detalles puramente anecdóticos. No fue la superioridad de las forjas lo que venció a los piratas, sino la disciplina, la experiencia y la fría determinación de quien está decidido a llegar hasta el final.

Carrión sobrevivió a la lucha, pero la tensión de la expedición, la dureza de la lucha, la adrenalina... fueron demasiado paraun hombre que, para los baremos de la época, era un anciano asombrosamente longevo. Agotado, falleció una semana después de la retirada de los piratas.

A título anecdótico, el socorro desde Mexico llegó a la zona poco después de la lucha, para descubrir que la batalla ya había terminado.

Carrión no recibiría grandes homenajes, pero probablemente su victoria aseguró la supervivencia de la colonia de manila, que en sus primeras décadas de existencia era extremadamente vulnerable. Su nombre apenas es conocido hoy en día (aunque se ha creado una cierta mítica con respecto a Carrión y Cagayán en las redes, gracias a algunos comics y una novela) pero podemos decir, sin dudarlo, que es una de esas figuras a la sombra de la Historia que contribuyen a darle forma de forma apenas perceptible para quien sólo busca grandes nombres o sucesos impresionantes,

* Por el contrario, en la célebre batalla de Nagashino, la caballería del clan Takeda fue barrida por las formaciones de arcabuceros de Nobunaga, que hiceron fuego por líneas, disciplinadamente, al estilo de los arcabuceros europeos

lunes, 23 de octubre de 2017

MONCLOA AVENIU (Temporada 2ª, cap. 43)

STARRING



Mariano Rajoy como EL CHICO DEL PLASMA



Soraya Saenz como SORA



And the Guest Star is... ¡ESPE!




Palacio de la Moncloa. Despacho del Presidente.

_Ñiaoooooooooooo....

_Hola, Mar... ¡Mariano! ¡Deja el escalextric! ¡tienes una rueda de prensa en cinco minutos para explicar la aplicación del 155!

_ Pero Sora, mujer¿por qué te ponesh tan seria con eso? el 155 no era másh que una exhcusa para darle tiempo al rey para hacer entrar en razón a losh sediciososh

_ ¿como?.... ¿es que hay en marcha unas conversaciones entre Su Majestad y Puigdemont? ¡leches, deberías haberme avisado, hombre! ¡y yo que creía que estabas dando palos de ciego, y todo era una añagaza, pillín!

_ ¿conversacionesh? No, sólo hace falta que el rey use sush superpoderesh

_ Si, claro, su superaliento, anda déjate de guasas y dime cuales son los puntos de la negociación

_ ¿También tiene superaliento? Tenemosh un rey que no nosh lo merecemosh, pero yo me refería a su superfuerza, su capacidad de volar, su invulnerabilidad...

_ Anda, déjate ya de bromas, que casi me lo has hecho cree... un momento... Mariano, tú sabes que el rey no tiene superpoderes ¿verdad?

_ Pero... claro que losh tiene ¿no? si no losh tuviera ¿cómo iba a ser el garante de la unidad de Eshpaña?

*risas enlatadas* * Soraya agita la cabeza con incredulidad*


_ Mariano, el rey no tiene superpoderes... lo de garante es un purparler que pusieron en la Constitución por que sonaba bonito

_ Pero... si no tiene superpoderesh... ¿porqué le pagamosh ese sueldazo?

_ Leches, pues porque sí, igual que te lo pagamos a ti y aquí estás con el escalextric

_ Pero Sora, yo tengo superpoderesh

*Más risas enlatadas* *Soraya abre los ojos incluso más de lo que suele tenerlos abiertos*

_ Mariano - tú - no - tienes - superpoderes

_ Pero sí que losh tengo, tú lo vishte, cuando hice mi juramento delante de todosh vosotrosh, frente a la Linterna de losh Guardianesh... si eshtabash delante ¿no te acuerdash? " En el día másh brillante, en la noche másh oshcura,: el mal no eshcapará ..."

_ Pero ¿qué linterna? ¡Ahí sólo estaba la constitución y ... espera ¿Era eso lo que farfullabas? como no se te entiende nunca...

_ Mira, te lo demoshtraré, voy corriendo a la cabina telefónica másh cercana a cambiarme de ropa...

_ Pero... ¡si ya no hay cabinas telefónicas!

_ ¿Ya no lash hay?

_ No, las quitaron todas hace años...

_ ¿No hay cabinash? ... ¿qué eshta pasando aquí?...Me... me duele la cabeza... esh un complot ¿verdad? ¿quieren volverme loco y que no recupere mi sombra ¿esh eso?

*A Soraya se le caen las lentillas*

_ ... ¿qué?...

_ ¡Pero tú me ayudarash! ¡Vamosh Campanilla! ¡Agita tush alash y échame el polvo de Hadash! ¡Volemosh juntosh a NuncaJamash!

_ ¿Campan... ¡que soy Soraya!... espera... Marian,,, Peter... ¿cuanto hace que no te tomas tus pastill... tus caramelos?

_ ¡Vamosh! ¡caeremosh sobre losh piratash del capitán Zapatero!

_ Ay, Señor... espera, no te muevas de ahí ... Y NO TE ACERQUES AL BALCÓN

*marca nerviosamente un número*

_ ¿Espe? ¡ESPE! ¡VEN DEPRISA! ¡LE HA VUELTO A DAR EL CHUNGO ¡CORRE! ... ¡MARIANO! ¡DEJA DE SALTAR SOBRE EL SOFÁ!

*Espe entra a la carrera vestida de enfermera* *Aplausos*


_ ¿Dónde está ese chico malo? ¡Vaya! ¡Así que no hemos hecho caso de las instrucciones del Señor Doctor!

_ No te enfadesh, Wendy, yo sólo quería vencer a los piratash

_ Ya te daré yo piratas ¡anda, tira para el dormitorio! Venga, abre la boca... esta pastillita por la tía Soooora... esta por Jose Maaaari


_ ¿Me contarásh un cuento, Wendy?

*Soraya se queda sola en el despacho moviendo la cabeza* *entra un bedel*

_ Señora vicepresidente...

_ ...Ahora no, por favor...

_... pero los periodistas están esperando...

_... joder, la rueda de prensa.... *suspira*... Está bien, id preparando el plasma, voy a por la barba postiza y las gafas sin cristales....¿quién ha puesto el estrado tan alto? ¡TRAED EL TABURETE, LECHES!...

Tu bi continued...

Porque esto no se acaba nunca...

Qué país...

lunes, 14 de agosto de 2017

TREINTA AÑOS (II) ... de personas



Mi primer encargo con Geo fue una infografía explicando la estructura de un huracán. Disfruté mucho haciéndola, no me había dado cuenta de que había encontrado mi vocación: la divulgación.

En Geo tuve muy buena relación con Teo, el jefe de arte, y Pilar, la redactora jefe. En cambio apenas tuve vínculo con la redacción. El contraste fue tremendo cuando empecé a colaborar con Muy, un paso casi natural, ya que ambas redacciones compartían planta. Tras un año de trabajar con ellos me sentía parte del equipo, a todos los niveles. Y un equipo estupendo, ya que todas las personas con las que he trabajado allí me animaron a sacar de mí mucho más de lo que yo creía que podia ofrecer.

Por esas fechas me ofrecieron un contrato laboral en RED, no era mucho dinero (hoy serian unos 800 €) pero eso me dio un punto de seguridad cuando mas lo necesitaba. Mi chica y yo empezamos a convivir, empecé a hacer mis pinitos con aplicaciones 3D, y tuve trabajos muy variados. Colaboré con Emprendedores, de Hachette, y Mi Cartera, una publicación especializada en bolsa, junto a Rafa, que fue quien me propuso unirme al proyecto. Hice programas para el Planetario de Madrid, probablemente el cliente mas pejiguero que he tenido nunca, en colaboracion con Teo, con quien hice mis primeras animaciones digitales. Aprendí un montón, hice cosas muy chulas (y otras muy aburridas), gané bastante dinero... pero a finales de los 90 tenía claro que esos encargos eran secundarios.

Muy Interesante fue el punto de inflexión. Me formé y crecí como ilustrador y divulgador con esa revista y sus cabeceras hermanas. Y si miro hacia atrás ha sido una progresión increíble desde el chapucillas bienintencionado que empezó a colaborar con ellos hace como 20 años.

Como ya dije, allí me he sentido siempre parte de un equipo. Se lo debo primero a José, el director, que confió en mi potencial y me ayudó a confiar en lo mismo. En cuanto a la gente de la redacción,  podria hartarme (y hartaros) de hablar de ellos pero en esos primeros años fueron decisivos Cope, redactor jefe, que enseguida me propuso temas interesantísimos, Coral, documentalista, que me enseñó a sacarle partido a mi memoria visual, Mariajo, maqueta, que me ayudó a depurar mi narrativa (ilustrar implica narrar) y Santiago, jefe de arte, que me subió el listón mes tras mes, y me sacó el conformismo del cuerpo a fuerza de collejas*.


En 2000, al nacer nuestro hijo, dejé RED. Poco después hice un curso de 3D, para aprender a manejar correctamente esa herramienta (en su momento aprendí photoshop, illustrator, freehand, painter... por mi cuenta, pero con algo tan complejo necesitaba profesores, no tutoriales) Como miniproyecto, pensé en hacer un dinosaurio, y me dije, el mundo no necesita otro tiranosaurio, así que hice un pequeño dino conquense, Pelecanimimus. Que se publicó en Muy junto a una pequeña secuencia animada y gustó mucho a Pepelu y Patxi, de la cátedra de paleo de la UAM, empezando así con ellos una colaboración que aún continúa. Y también le gustó a Mauricio, que me propuso hacer juntos un dientes de sable y me enseñó a interpretar la anatomía de un ser vivo, y a moverlo. Así que fue una verdadera suerte que ese día decidiera no hacer un tiranosaurio.

Nuevos retos. Palma se hizo cargo de Muy Historia y contó conmigo desde el comienzo, como Mariajo al poner en marcha Muy Junior. La historia siempre me ha encantado así que no me costó lanzarme, pero era la primera vez que hacía cosas destinadas a un público juvenil (y por primera vez trabajaba con redactoras con edad suficiente como para ser mis hijas). Y por motivos que no vienen al caso dibujé algunas guarreridas españolas (entre otras cosas) para los extras P&R.

Hice trabajos de todo tipo y pelaje, y por en medio de ese maremagnum de encargos empezaba a brotar mi estilo propio. Una combinación de rigor en la información y un punto de humor a la hora de explicar, siempre y cuando sea pertinente, porque no puedes ilustrar con una gracieta un artículo en el que se habla del síndrome alcoholico del feto o los trastornos de autoestima. Pero sí merece la pena buscar una sonrisa cuando alguien tan friki como tú te propone ilustrar productos que aun no existen o la autopsia de un vampiro ¿verdad, Abraham? Y es que cuando hay buena sintonía,  el trabajo fluye y se goza.

Más casualidades. Hice un excelente equipo de trabajo con una nueva redactora, Pampa**, y lo primero que hicimos juntos fue un artículo sobre metamateriales, que me abrió las puertas de Focus Polonia, que a su vez me encargaron de urgencia y sin plazo las ilustraciones de la que sería mi serie más difundida a nivel mundial: los follasaurios.

Los ultimos 10 años han sido duros. La crisis ha dejado el mercado de las publicaciones por los suelos. Yo tuve (de nuevo) suerte. Muy es una buena cabecera para que te conozcan, y me han salido encargos muy dispares porque, a la hora de buscar un profesional para ellos, mi nombre saltaba de los primeros. Animaciones estereoscopicas para nintendo, secuencias animadas sobre la guerra de independencia, un CG bastante complejo sobre la historia de Cartagena... Con todo ha habido momentos de mucho agobio, de notar el animo por los suelos, de no ver camino por delante.

De sentirme un fraude. Todavía.

Sé que ha sido una combinación de un exceso de autocrítica, de saber lo buena que es la gente buena de verdad. De agotamiento físico y tensión.  Demasiados años seguidos viendo como despedian a personas estupendas, personal y profesionalmente, de leer malas noticias sin parar. Pero saberlo no lo hace menos duro.


Por suerte,en el ultimo año y medio he logrado dejar atras el agobio. Vuelvo a disfrutar de mi trabajo, estoy haciendo cosas chulísimas en el dia a dia, he ampliado mi cartera de clientes y tengo buenas perspectivas para 2018. Estoy mejorando mis lápices y hasta me he atrevido con las acuarelas

Y, quizás igual de importante, en ese tiempo he empezado a apreciarme como artista. Por primera vez desde que empecé. Hace 30 años.

30 años de buena suerte, porque en esos 30 años me he encontrado con gente estupenda, porque algunas siguen estando ahí***, y porque creo que voy a seguir llevándome sorpresas al respecto.

Y porque sé que aún me queda muchisimo por aprender, así que por ese lado tampoco voy a aburrirme.



* Un buen jefe de arte sabe sacar lo mejor de ti. He tenido la suerte de tener cinco a cual mejor, Teo, Rafa, Mariajo, Oscar y Santi
** Y seguimos trabajando juntos, ahora en la agencia SINC, más casualidades geniales
*** ¿Pensabas que no iba a mencionarte, Vir?

sábado, 12 de agosto de 2017

TREINTA AÑOS... (I) ¿de buena suerte?


... y sólo iba a ser algo provisional, para sacarme un dinero mientras estudiaba.

Quiero decir, siempre he dibujado. Desde niño me recuerdo con un lápiz en la mano garabateando papel. Pero jamás pensé que trabajaría dibujando.

Ricardo trabajaba en la sección de cultura del MINISDEF. Estaba montando una exposición y necesitaba que le hiciera unos recuadros sencillos. Me dijo que no podía encargarle eso a un profesional porque los Primeros Espadas (cito textualmente) no hacían esas cosas. No me llevó mucho tiempo y me vino muy bien tener algo de dinero. Siguieron otras chapucillas, para su sección y para un tal Javier, que quería unos dibujos sencillos para un libro. 

Poco después, en 1987, abrieron la Revista Española de Defensa y me llamaron para mapas, grafiquillos, chuminadas varias. Yo seguia estudiando, ingeniería agrícola. Pensaba dedicarme a algún trabajo en el campo. Como estos encargos ya superaban un cierto volumen me saqué una licencia como autónomo.

Acabé la carrera en 1990 y no había apenas curro para agrícolas. Para entonces ya estaba ganando entre 70000 y 90000 pelas al mes (400 - 500 euros, para entendernos) así que seguí dibujando. Fue una suerte no encontrar trabajo.

Yo no era bueno. Ni especialmente malo. Cuando me encargaban algo chapuceaba como buenamente podía. No era un Primera Espada, esos hacían cosas chulísimas, en aerógrafo o acuarela: yo hacía la morralla. Pero empezaban a pedirme algunas cosas interesantes ya que cumplía los plazos y no rechazaba encargos porque fueran pequeños. Nunca he entendido eso de que haya trabajos indignos de mi categoría. Si me encargan un catálogo de neveras, lo rechazaré si el precio es abusivo, no porque sean neveras. Y además tuve suerte de nuevo.

Cuando el jefe de arte de RED entró en un proyecto de Z para una revista de temas de salud y moda (Estar Mejor) me llamó. Hasta ahí la suerte: me encargaban cosas nuevas, más interesantes (morralla, pero de más categoría, y cosas que ya no eran morralla) A él le botaron pero quisieron seguir trabajando conmigo, no por suerte, sino porque resolvía.

La suerte no sirve de nada si no estás dispuesto a sudar cuando tienes una oportunidad decente. O si te crees mejor que el resto, como un autor, un ilustrador espectacular, buenísimo, que hacía unas aerografías increíbles, pero no entregaba en plazos porque se iba de vacaciones, o entregaba sin acabar, o entregaba algo muy por encima de lo que le habían encargado y pedía el doble o el triple de lo presupuestado. Otra actitud que nunca he entendido.

Primeras Espadas. No todos eran como ese capullo. Pero estaban entrando los Mac en las redacciones, y la mayoría de ellos no quisieron aprender a usarlos, porque sólo era una moda que pasaría pronto. O los usaban y entregaban una mugre porque en esos dos, tres primeros años, todo valia con tal de que fuera por ordenador.

Tuve suerte, yo estaba fascinado con freehand y Photoshop, y me pasé esos años haciendo mis morralla con ellos, aprendiendo a manejarlos y descubriendo que cubrían muchas de mis carencias. Que eran muchas. Usaba aerógrafo porque nunca aprendí técnicas de pincel* y como aerografista era de baratillo. Mis lapices no daban mucho de sí, no tenía buenas ideas como colorista** y mis tintas, en el mejor de los casos, eran correctas. Era un fraude, o me sentía un fraude, y me he sentido un fraude durante años.

Pero al volver del servicio militar los Primeros Espadas se habían extinguido y empezaron a encargarme cosas chulas. Y poco después Rafa se convirtió en el jefe de arte de RED.

La suerte, en general, me ha venido en forma de personas. Personas estupendas. Rafa y yo tenemos un latiguillo, más que un jefe ¡un amigo! Y fue y es así,  después de tantos años. Rafa tenía un montón de ganas de hacer cosas chulas, así que me las proponía, o me pedía mis propias propuestas, todo en plan ¿y si intentamos...? Lo que traducido al castellano de amigos es ¿hay huevos de...?

Compré mi primer equipo, un Apple centris610, en 1995. Y si sabéis de qué estoy hablando además de viejunos sois unos frikazos porque creo que en España sólo usamos las cajas de pizza una docena o así de personas. Y entonces llegó mi mayor golpe de suerte.

Llevaba un tiempo pensando en acercarme a la revista Geo, del grupo G+J, para enseñar mi trabajo y ver si me salía algún encargo. Y dos semanas antes de la fecha en la que pensaba llamar a la redacción, me llamaron ellos.

Tres años atrás me encargaron en RED una ilustracion realmente compleja. Se trataba de recrear el San Telmo, un buque de línea español que se perdió durante la guerra por la independencia de las Américas y naufragó en la Antártida. La documentación era un plano de arboladura, los cortes de quilla y las plantas de las cubiertas.

No habéis entendido una sola palabra. No os preocupéis, yo tampoco lo entendí. Pero en RED estaba Alfredo, y Alfredo era un enamorado de los buques atiguos. Dedicó un montón de tiempo a enseñarme a interpretar esos planos y, resumiendo mucho, trabajamos codo con codo para hacer la ilustracion que encabeza está entrada. Tras publicarla, le regalé el boceto a lápiz y conservé el arte final en tinta. Es el único de mis dibujos profesionales que tengo colgado en la pared, y el primero que, al acabar, me dije, joder, no parece mío... ES BUENO.

El caso es que en Geo querían publicar un texto sobre el San Telmo, y mi dibujo era (creo que lo sigue siendo) la única recreación decente de ese buque. Y ya que querían pedirme los derechos de reproducción, de paso querían ver más trabajos míos.

De no ser por mi fría racionalidad podría haber pensado que alguien velaba por mi desde algún lugar etéreo. Pero no hubo hados, sino azar y personas. Suerte. Y la aproveché.

* A los seis, siete años mis padres me propusieron ir a una academia de arte. Salía del cole a las seis de la tarde así que habría ido de seis a ocho. Les dije que no y por suerte me hicieron caso y tuve infancia
** Era un desastre, mezclaba colores sin ton ni son.

viernes, 11 de agosto de 2017

CUCHARILLAS DE SANGRE, LA PINÍCULA


A continuación os ofrezco la versión editada de la ida de olla que hemos tenido en tuiter esta mañana Ptraci, Germánico y yo, tras anunciar al mundo mi plan para descubrir porqué desaparecen las cucharillas, consistente en camuflar a uno de los tenedores de postre e infiltrarlo en el cajón de las cucharillas con cámara y micrófono ocultos.

Quizás pensaréis que hemos consumido algún tipo de sustancia poco legal pero os juro que no, que de natural somos así de gilipollers

Sin más preámbulos, apaguen sus móviles y vamos que nos vamos a ver la última de Brus Güilis

*Callejón oscuro. Unas cucharillas de café con ropa sexy entran por la puerta trasera de un local mugriento. Al traspasar el umbral, dos sujetan a una tercera que se debate inútilmente. Le arrancan un micrófono. Fundido a negro

BLOODY TEASPOON

*Letras ensangrentadas. Banda sonora con sirenas de policía*

*Amanece en la Cocina del Infierno, McLein entra en el sórdido local*

_ Qué tenemos aquí, novato?
_ Parece una cucharilla, McLein, pero va a ser difícil identificarla, fíjate, se han ensañado con ella
_ JODER no había visto algo tan chungo desde Saigón ¿qué dice el forense?
_ No dice nada, está en el lavabo, vomitando... espera, fíjate, no es una cucharilla, lleva una careta...
_ MIERDA ¡¡¡ES FORK!!!

...

_ Mira, McLein, lo único que quiero es que aclares esto cuanto antes con Asuntos Internos y le demos carpetazo. Me quedan dos semanas para jubilarme y no vas a joderme ahora
_ ¡Que le den a Asuntos Internos, comisario! ¡Fork confió en mí y alguien le vendió! ¡Deme un minuto con Spoon, sólo eso!
_ Tu placa. Ahora

*McLain arroja la placa sobre la mesa del comisario. Al hacerlo, una vieja foto cae al suelo. Él y Fork. El polvo amarillo de Indochina. Dos cucharillas sonrientes abrazándoles...Una foto que huele a noches de miedo, a viejos cafés, a cigarrillos y recuerdos. Una foto a la que no puedes traicionar*

...

_ La tuya es una bonita historia, Spoon, el chico que logró salir del cajón de las cucharillas, dejó atrás la droga y las bandas y se convirtió en el policía más mimado por la prensa...pero ¿sabes què me pasa con las historias bonitas? que no me las creo
_ ¡Estás loco, McLein! ¡Desátame!

*Patadón en la boca*

_Sí, Spoon, estoy loco. Algo de mí se perdió para siempre aquella noche en el Tet ¿Y sabes quien me sacó de allí? Fork
 _ Fork? Fork no era más que un estafador *escupe sangre* ha estado engañándote toda la vida, usándote a su conveniencia. ¡Eres su maldita marioneta!
_ Fork era un hijo de puta, pero era mi hijo de puta. Cuando has visto escupir las tripas a todo tu pelotón, sabes en quien puedes confiar
_ ¿Qué haces? ¡SUELTA ESO, NO!
_ Me pulí muchos charlies en Nam, Spoon. Al final dejas de contarlos. pero todos tenían caras redondas y metálicas, como tú, manchadas de té, pero muy parecidas. Así que decide, dame un nombre ahora, o reserva tu aliento para los gritos
_...¡TONGS! Joder, Tongs, el clan Yakuza

*deja en la mesa el estropajo nanas oxidado*

_Ahora empezamos a entendernos ¿qué sabes de esos putos palillos orientales?
_ Trabajan para el alcalde Knife *vuelve a escupir sangre y un diente* Él los contrató. Es quien está detrás del tráfico de cucharillas
_ Y tú te sacas un sobresueldo ¿verdad?
_ No es lo que piensas. Tienen a mi hermana, y la matarán si saben que he hablado contigo

* Lo desata*

_ Bueno, Spoon, va siendo hora de que te ganes esa medalla que te regalaron por ser miembro de una minoría
_ ¡QUE TE JODAN!
_ Te regalaron la placa, puta alpaca, al jefe Inox le diste penita con tu uniforme de cadete y quedabas muy bien en las portadas de los diarios. Pero ahora vas a aprender lo que significa ser un poli.

...

*Interior del restaurante de sushi Tongs*

_ Hay que sel muy estupido pala venil aquí solo ¿De veldad cleía que podía ganal, señol McLein? *saca un pelapatatas* Se clee un supelhomble pelo no es más que un boy scout sin pañoleta
_ No me oirás suplicar, puto limón
_ Oh, clalo que suplicalá, y cuando telminemos nos encalgalemos de esa chica a la que lescató, la helmana del agente Spoon. Polque nos dilá todo lo que quelemos sabel

*patadón a la puerta* *Spoon entra disparando enloquecido con una uzi en cada mano*

*caen palillos en todas direcciones, antes de lograr sacar sus armas*

...

*El restaurante Tongs arde por los cuatro costados* *sirenas de bomberos* *McLain sostiene a Spoon en medio de las llamas*

_ AGUANTA, JODER, SPOON, NO ME HAGAS ESTO, SIGUE CONMIGO
_ ... Es que...no sabes pedir ... las cosas ... por favor?

*sonríe, sus ojos quedan inmóviles* *un hilillo de sangre desciende por la comisura de sus labios. McLain presiona las heridas con fuerza y rabia mientras las lágrimas surcan su curtido rostro. Uno más...tantos amigos caídos*

*Movimiento entre las llamas* *El sicario intenta incorporarse y alcanzar su pistola* *McLain pisa su mano* *gritos de dolor*

_ ¡No, pol favol! ¡Le dilé todo lo que quiela!
_ ¿Tú sabes lo que quiero?

*sonríe de forma fría y aterradora* *coge el pelapatatas del suelo* *fundido a negro con gritos inhumanos*

...

_JODER MCLAIN ESTO ES UNA CARNICERÍA, ESTÁS JODIDO PSICOPATA DE MIER

*puñetazo*

_ No puede tapar esto, Comisario. Ya no.

*Flashes de fotos*

*El viejo sargento coge a McLein de la espada en abrazo amigo y se lo lleva a una esquina. Saca una placa de su bolsillo y se la tiende*

_ Estás dentro, McLain. Te apoyaremos, diga lo que diga asuntos internos. Termina el trabajo.

...

_ Sr. alcalde, George Kaufman, del New York Times ¿es cierto que usó su campaña electoral para blanquear el dinero del tráfico de cucharillas? ¿piensa dimitir?
_ Por favor, muchachos ¿Dimitir? ¿Por unos rumores sin fundamento difundidos por un policía fuera de servicio? Mi trayectoria política es intachable y tengo absoluta confianza en que los tribunales desecharán esas absurdas acusac

*coge una llamada al movil* *palidece* *más flashes*

...

*El cementerio. Una docena de policías irlandeses dispara la salva de honor*

*McLein, hecho un ecce homo, entrega una bandera a Sheyla Spoon*

_ Sheyla, yo...
_ ¡Cállate! Mi hermano pagó sus errores y los lavó con sangre, pero tú sigues creyendo que la vida es una peli de vaqueros

*Se abraza a su madre* *la señora spoon mira con dureza a McLein*

*Baja la mirada hasta encontrarse con los ojos llorosos del pequeño Timmy*

_ Tu padre murió como un héroe. No dejes que nadie te diga jamás lo contrario

*Su mirada se endurece* *Camina hacia la salida del cementerio con la luz del atardecer* *comienza a sonar Johnny Cash*

THE END

sábado, 5 de agosto de 2017

ROMA, LA SEPULTURERA


Existe una imagen de Roma bastante extendida entre el público, la de una civilización avanzada, cuya caída frenó el progreso de la humanidad durante siglos hasta que la antorcha de la racionalidad fue retomada por los humanistas del Renacimiento. Después de todo los romanos extendieron la civilización, transmitieron el legado helénico, favorecieron las artes, trajeron el derecho, acabaron con las religiones sangrientas que exigían sacrificios... hablando en plata, en esa imagen los romanos somos nosotros, pero con faldita.

¿Qué hay de cierto en esa idea? Bastante poca cosa. Antes de su expansión, Roma no era a priori muy diferente de cualquier otra ciudad estado del Mediterráneo, salvo por el hecho de que los campesinos participaban activamente de la vida política y constituían la espina dorsal del ejército, al contrario que, por ejemplo, las ciudades griegas, donde los agricultores estaban excluidos de los derechos ciudadanos, o Cartago, que confiaba en tropas mercenarias antes que en levas.

Tampoco la evolución política de Roma difiere gran cosa de su entorno: Atenas, sin llamarse a sí misma república, lo era de facto, como lo fue Roma tras la expulsión de los tarquinos. Cartago, la gran rival, también contaba con estructuras políticas similares al Senado, y en las ciudades itálicas y sicilianas había un amplio abanico de opciones pero muchas, en mayor o menor medida, se basaban en asambleas de familias notables y una cierta participación popular.

Pero, podríamos preguntarnos, si no había, en lo esencial, grandes diferencias ¿qué llevó al ascenso de Roma? Personalmente creo que la respuesta es la obstinación y el temor.

Tradicionalmente establecemos el momento fundacional de Roma entre la mítica constitución de la urbe por Rómulo y Remo hasta la guerra y posterior acuerdo (probablemente también míticos) con los sabinos. Sin embargo, lo que iba a definir el carácter romano no son esos hechos, sino su saqueo a manos de los senones dirigidos por Breno, en el siglo IV. A raíz de ese suceso, en el alma romana quedó grabada a fuego la idea de que el mundo se dividía entre lo que había más allá de las murallas de Roma, y lo que quedaba en su interior, y que la única forma de garantizar la supervivencia de Roma sería mantener lo de fuera cuanto más lejos, mejor, y aplastar a cualquiera que supusiera una amenaza, real o en potencia.

A partir de ese momento Roma se desentenderá totalmente de lo que hay mas allá de sus fronteras, salvo para destruir aquello que la amenace, de forma real, potencial o incluso imaginaria, o para saciar su sed de riquezas, ya sea en forma de tierras cultivables, metales preciosos o esclavos. Puede parecer que esto es exagerado, dado que supuestamente gracias a los romanos sabemos mucho de los pueblos y tierras de su alrededor, pero si miramos con lupa lo que nos dicen sus autores surge un patrón muy característico. Solo por poner un ejemplo, las dos grandes civilizaciones que se opusieron al poder de Roma fueron Etruria, en la primera época republicana, y Cartago, cuando los romanos avanzaron más allá de la Península Itálica. Y ¿qué es lo que sabemos de estos dos pueblos?

Prácticamente nada. Algunos lugares comunes sobre lo decadentes y débiles que eran los etruscos, algunas notas sobre el espíritu traicionero y sanguinario de los púnicos y poco más. Sabemos que Cartago se regía por un sistema que recordaba al romano, pero no como eran su política, su cultura, sus tradiciones (la mayoría de las cuales se deducen por extrapolación de las tirias). No nos queda ni una muestra del idioma etrusco, que los romanos debieron a la fuerza conocer*. Por no tener, de Cartago no tenemos ni siquiera restos reconocibles, hasta tal punto se dedicaron a borrar todo recuerdo de su existencia.

De los pueblos iberos, galos o germanos, tenemos descripciones muy exóticas, pero todas son sospechosamente parecidas. Los bárbaros son valientes, viven de la caza y la ganadería, visten pieles y comen pan hecho de bellotas. Pero no hay tantas bellotas, y ni Galia ni Hispania eran tierras incivilizadas y salvajes, sino el hogar de culturas dinámicas, así que, muy probablemente, autores como Estrabon se limiten a repetir lugares comunes, porque TODO EL MUNDO SABE que los barbaros son seres incivilizados que visten pieles y comen harina de bellotas así que ¿qué necesidad hay de decir nada más?

No hablamos solo de ignorancia respecto a los pueblos vecinos. Roma no se preocupa tampoco por la geografía. Suena extraño en un pueblo que desarrolló una increíble red viaria, pero si bien los romanos gestionaban muy bien las distancias lineales, vitales para la logística y el comercio, carecían del concepto mismo de mapa. Es más, si las observaciones de un viajero, o una expedición, no coincidían con lo que decía la tradición, se consideraban que eran equivocadas. Así, los informes de la expedición naval de Germanico por las costas del mar del norte fueron desechadas ya que la tradición decía que la costa norte de Europa era lineal, sin penínsulas, y de acuerdo a esa misma tradición los romanos consideraban que Inglaterra era una isla achatada en mitad del Cantábrico a igual distancia de Hispania que de la Galia

Otro de los puntos que se suelen mencionar a favor de la modernidad de Roma es el haber alcanzado una religión libre de sacrificios humanos, al contrario que los cartagineses o los galos, pero esa idea no se sostiene: los combates de gladiadores eran sacrificios humanos en honor de un difunto, y no hablamos de unas docenas sino de centenares e incluso miles de muertes anuales. El pueblo romano era una masa ávida de sangre, y sus gobernantes gastaban ingentes sumas para saciar esa sed

La economía romana tampoco se basaba en la racionalidad. La historia de Roma tras la primera guerra púnica es una continua huida hacia adelante para sostener un sistema que se devoraba a sí mismo. La segunda guerra púnica destruyó a la casta de granjeros y pequeños agricultores que constituían la espina dorsal de la sociedad y el ejercito romano, arruinándoles y causando una desigualdad social que ya nunca dejo de crecer. El estado se veía forzado a continuas acuñaciones para mantener suficiente moneda en circulación debido al acaparamiento de la moneda de calidad por las clases adineradas, a la necesidad de pagar al ejército y al costo, siempre en aumento, de las importaciones de alimentos, ya que el propio agro italiano y siciliano fue poco a poco dedicado casi en exclusiva a la ganadería, mucho más rentable económicamente para los latifundistas. Las campañas contra Dacia o Partia eran puras expediciones de saqueo en un intento de volver a llenar los cofres imperiales del oro y la plata que, año tras año, se perdía rumbo a oriente para pagar especias y productos de lujo, dado que la propia Roma era incapaz de producir nada que interesara a China o la India, más allá de sus metales preciosos.

El derecho romano merece un vistazo aparte. Sobre el papel, Roma fue el gobierno de la justicia y la igualdad. La realidad es mucho mas cruda: la maraña legislativa romana era un cumulo de normativas amontonadas unas sobre otras, que de cuando en cuando era expurgada antes de un nuevo amontonamiento, como sucedió en tiempos de Adriano. Pero, además, la ley no era igual para todos porque no había mecanismos que pudieran garantizar su aplicación. Un ciudadano pobre, que se viera avasallado por uno rico, no podría ir a los tribunales para pedir justicia porque no podría pagársela, aunque su poderoso vecino hubiera mandado una turba de matones a apalearle públicamente y despojarle de todos sus bienes. La única forma que tenía el romano de a pie para protegerse era acogerse a la protección de un poderoso, es decir, entrar en su red clientelar, a cambio, por supuesto de su devocion y fidelidad. Al final, los tribunales eran el lugar donde los ricos disputaban, y el derecho, en muchos casos, una distracción, un pasatiempo para los pleiteadores que pasaban su vida demandándose por rencores de causas olvidadas décadas atrás.

La brillantez cultural de Roma es, de nuevo, un espejismo. La cultura Mediterránea, al comienzo de la segunda guerra púnica, estaba en su apogeo, gracias al flujo constante de influencias entre culturas diferentes y vivas, como la del Egipto de los ptolomeos, la seleucida, la grecomacedónica, la cartaginesa, las diversas culturas gálicas o hispánicas... ¿o pensabais que la Dama de Elche la hicieron unos extraterrestres?

Toda esa vida, ese esplendor, quedó aplastado bajo las caligae de las legiones. Roma impuso su cultura como la única válida, con un cierto barniz helénico y detalles orientalizantes a medida que el Principado dio paso al Imperio medio, pero la realidad es que el flujo del arte y las ideas cesó, ahogado por una homogeneidad imitativa que se iría repitiendo a sí misma durante siglos, sin creatividad (los monumentos tardoimperiales se limitaban a expoliar las construcciones republicanas o del principado, recargándolo todo con más decoración)

Pero, me diréis, los romanos nos transmitieron el legado de los griegos. No, los romanos nos transmitieron lo que les gustó del legado griego. El resto lo ignoraron, cuando no lo destruyeron. Hemos necesitado 20 siglos para descubrir que en la época tardohelenista los astrónomos utilizaban calculadoras mecánicas para predecir los movimientos estelares, porque los romanos nunca se interesaron por esas máquinas más allá de verlas como juguetes o curiosidades, y de no ser por el hallazgo de Antikitera seguiríamos ignorándolo todo respecto a una matemática y una manufactura mecánica que no se igualaron hasta el siglo XVIII.

Roma no fue la gran preservadora, sino la gran destructora. Se dice que la Edad Media fue una época de oscuridad cultural, pero en realidad el marasmo llevaba ya tiempo extendiéndose bajo una losa inamovible y asfixiante y, pasados los primeros siglos, la Baja Edad Media fue un período de ebullición cultural que alcanzó su colofón en el Renacimiento

Y os preguntaréis, si tan bestias eran, si tan cerriles, si tan salvajes ¿como prevalecieron? Pues precisamente por eso. Los romanos eran cerriles hasta la extenuación. Daba igual cuanto tardaran, cuantas derrotas cosecharan, cuantas legiones fueran necesarias: si Roma decidía la destrucción de una nación, la conquista de un territorio, tarde o temprano tendría lugar, al precio que fuera. Empecinamiento, como dijimos al principio, ya que incluso tras una derrota los supervivientes se refugiarían en sus campamentos fortificados y, cuando el enemigo victorioso se dispersara, las legiones seguirían ahí, a la espera de volver a luchar. Aunque no hubiera ningún beneficio real en ello, aunque cada conquista supusiera un nuevo frente abierto que nunca se cerraría. El orgullo romano exigía no volver jamas atrás, y sólo conocemos un caso en el que Roma desistiera, estando en la plenitud de sus fuerzas: el de Germania.

Y, pasada la época de las conquistas, destruida Cartago, conquistada Grecia, Siria, Egipto... el Imperio posterior al Principado sobrevivió por inercia, porque ya no quedaba ningún poder rival que aspirara a destruirlo, y sus enemigos**, como los pueblos godos, no aspiraban a arrasar Roma sino a ser parte de ella, hasta que se dieron cuenta de que Roma, en realidad, ya no existía más que de nombre. La pregunta no es porqué cayó el Imperio, sino porqué no cayó mucho antes.

Los romanos sólo sabían hacer dos cosas bien: masacrar pueblos, y construir obras duraderas. Y ellos mismos eran muy conscientes de ello. Nos lo dejó dicho Tácito, en palabras que siguen resonando a través de los siglos

Auferre, trucidare, rapere falsis nominibus imperium, atque ubi solitudinem faciunt, pacem appellant

A la rapiña, el asesinato y el robo, los llaman con falso nombre gobernar. Crean un desierto, y lo llaman Paz

* Los romanos evidentemente tuvieron que ser capaces de leer y escribir la lengua de los etruscos, pero no hay ni un fragmento latino que nos permita entender ni siquiera por encima las inscripciones etruscas. Si alguna vez escribieron gramáticas o diccionarios, acabaron por olvidarlos

** Odonato de Palmira se consideraba a sí mismo protector del Imperio, y su viuda, Zenobia, no aspiraba a destruir Roma, sino a reemplazarla

martes, 1 de agosto de 2017

MIRANDO UN CUADRO (I) Matanza de Mamelucos en la Puerta del Sol


La mejor forma, para mí, de visitar el museo del Prado es paseando, sin prisa, disfrutando no sólo de las pinturas, sino de la historia que narran, la que reflejan y la que llevan detrás de cada pincelada. Hoy quiero hablaros de una de esas historias que suele pasar desapercibida, por lo impresionante de la obra que la contiene. 

Buena parte del público cree, erróneamente, que el cuadro de Goya del 2 de mayo es el de los fusilamientos de la Moncloa. En realidad ese lienzo refleja lo sucedido al día siguiente del alzamiento de Madrid, el 3 de mayo. El 2 de mayo es, como su hermana, una pintura de inmensa carga dramática, pero mucho más caótica, y con un título, cuanto menos, sorprendente: Carga de mamelucos en la puerta del sol. Y digo, sorprendente, porque lo que vemos no es una esplendida carga de caballería, con lanzas y sables refulgentes, sino una carnicería, hasta el punto de que el cuadro, informalmente, es conocido como Matanza de mamelucos.

Evidentemente el título se refiere a los cinco jinetes de aspecto oriental que, junto a un coracero imperial, hacen frente a una muchedumbra armada con palos, piedras y navajas. Pero ¿quienes son esos guerreros ataviados a la turca? Y ¿que están haciendo en Madrid, ese fatídico 2 de mayo de 1808?

El origen de los mamelucos es anterior a la expansión de los turcos por el islam, pero fueron turcos en sus comienzos. Turcos paganos, capturados por las tropas del emirato persa samánida en el suglo VIII, durante los conflictos fronterizos con los pueblos nómadas del asia central. Estos prisioneros eran vendidos como esclavos, de ahí su nombre, mamluk, los que tienen dueño, los poseídos. Islamizados durante su esclavitud, los mamelucos alteraron la sociedad musulmana en dos formas: por una parte, facilitaron la conversión de sus hermanos nómadas, integrándolos así en la esfera del califato abásida. Por el otro, los propios esclavos fueron volviéndose poco a poco una parte importante de la estructura de gobierno del califato y sus emiratos, ocupando puestos de confianza, convirtiéndose en secretarios primero, gobernadores e incluso emires al final, y nutriendo las filas de sus ejércitos, ya que eran jinetes muy apreciados por su valor y eficacia

Con el tiempo los califas confiaron en ellos para nutrir sus tropa de élite y su guardia de corps, y en la práctica acabaron siendo prisioneros de la voluntad de sus poderosos y muy bien armados esclavos. El califato abasí se hizo pedazos en el siglo X y a partir de ese momento los mamelucos se convirtieron en el poder en la sombra de los diversos califatos independientes surgidos de sus ruinas. La tradición de los mamelucos seguía bebiendo de sus orígenes turcos, pero sus filas se nutrían ahora también de niños y jóvenes de los pueblos de las estepas rusas, caucásicos, como los armenios, y también de esclavos sudaneses y etíopes.

Surgieron estados mamelucos, siendo el más importante de todos el de Egipto, cuyos sultanes compraban para engrosar sus tropas esclavos georgianos, circasianos y turcos cumanos, vendidos en el Cairo por mercaderes genoveses, y que al igual que sus predecesores abásidas acabaron siendo meras marionetas en manos de sus oficiales. Los mamelucos egipcios sólo se sometieron bajo la mano de hierro del gran Saladino, y fueron cruciales en las batallas que acabaron con el reino latino de jerusalén, pero en el siglo XIII Egipto era ya, virtualmente, un reino mameluco indendiente, y seguiría así hastaque en 1515 el sultan selim I se adueñó de El Cairo, retornándolo a la esfera del islam, ahora bajo la sombra del poderoso imperio turco.

Los mamelucos conservaron su influencia, actuando como gobernadores, y en los siglos sucesivos fueron recuperando su poder de modo que, a finales del siglo XVIII, Egipto volvía a ser, virtualmente, un reino independiente en sus manos, cuando una flota francesa enviada por el Directorio desembarcó un ejército a las órdenes del ambicioso general Napoleón Bonaparte

El futuro emperador derrotó a los mamelucos en una feroz batalla a los pies de las pirámides. Los jinetes, ataviados de coloridos y fastuosos ropajes, armados con espadas y pistolas bellamente decoradas con todo tipo de filigranas, cargaron una y otra vez contra las tropas francesas, siendo rechazada por la artillería y las andanadas de la infantería. Los supervivientes seguirían combatiendo en docenas de esacaramuzas, pero ese 21 de julio de 1798 el poder de los mamelucos cayó para no volver a levantarse jamás. En 1806, tras asumir el poder, el nuevo bey de Egipto, Mehmet Alí, se deshizo de sus úttimos líderes asesinándolos durante un banquete

Tras la victoria de Guizah Napoleón incorporó a sus fuerzas algunas tropas mamelucas que se habían rendido o habían sido capturados, y tras su regreso a Francia solicitó la formación de un escuadrón egipcio de caballería en Marsella, para emplearlos de forma similar a sus unidades de húsares, en tareas de reconocimiento y persecución. Reducidos inicialmente a solo dos compañías, tras la victoria de Austerlizt ya sumaban un regimiento completo y despertaban la admiración de toda uropa por lo exótico de sus uniformes y el valor que derrochaban en batalla.

Y así llegamos a marzo de 1808, cuando el mariscal Murat entra en Madrid, a la cabeza de un nutrido ejército, convencido de que la corona española, que el estúpido Carlos IV y su estúpido y además miserable hijo Fernando van a poner en manos del Emperador, recaerá sobre su cabeza. Decidido a impresionar a los que cree que un día serán sus súbditos, trae como escolta una compañía de mamelucos. Dos meses después, al saber que los últimos miembros de la familia real están a punto de ser enviados a Francia, estalla la lucha en las calles de la capital, y allá van los jinetes musulmanes, sable en mano, en medio de la muchedumbre

Un escuadrón ha quedado aislado del resto, al fondo vemos las cabezas de sus compañeros, incapaces de auxiliarles. Acostumbrados a combatir en campo abierto, los mamelucos se han visto arrastrados y arrinconados por una multitud furiosa que no retrocede por muchos de los suyos que caigan, presas de esa ira ciega que ya no se detiene. Leemos el pánico en los ojos de los soldados esclavos, que probablemente ni saben ni entienden porqué están ahí, ahogados en un mar de furia imparable y que, quizás por primera vez en sus vidas, tratan desesperadamente de huir, sabiendo que no lo lograrán, y que serán pisoteados y descuartizados vivos por una muchedumbre hastiada, que ha gritado ¡Basta! y se ha alzado contra la tiranía, ignorando que sólo lograrán traer una tiranía aún peor

Y así los plasmó la mirada de Goya: en medio de los relinchos aterrados de sus caballos, los últimos mamelucos, a miles de kilómetros de sus hogares, alzan sus armas intentando resistir un instante más, congelados para siempre ante nuestros ojos, en un escorzo imposible, una agonía que nunca tendrá final.