jueves, 10 de octubre de 2013

IRENA (I) Jolanta



Estos días en los que la Academia Sueca otorga sus galardones, son un buen momento para recordar a una mujer que fue nominada al Nobel de la Paz, y cuya candidatura fue desechada en favor de Al Gore.

En 1999 unos estudiantes de una escuela pública de Kansas iniciaron un proyecto de historia sobre el Holocausto. Al investigar, se encontraron con un nombre: Irena Sendler. Indagaron sobre su figura y se quedaron anonadados.

Irena era enfermera y trabajaba en el Guetto de Varsovia. Entraba y salía diariamente, llevando medicamentos y sacando cadáveres de niños, muertos del tifus, la disentería, el hambre... o eso pensaban los guardias nazis. En realidad no sacaba muerto, sino vivos. Sabía que los nazis tenían horror a las enfermedades contagiosas y con la excusa del tifus podía moverse sin obstáculos. Sacaba niños en ataudes, capazos, bolsas, camiones, escondidos bajo maderas, camuflados entre basuras, bajo su propia ropa... 

Durante 18 largos meses viajó día tras día al infierno, incansable, sin mirar jamás por sí misma. Fuera del Guetto, bajo el pseudónimo de Jolanta, organizó una extensa red de acogida para los niños, con ayuda de la resistencia, las Monjas de María Inmaculada y cientos de familias que arriesgaron sus vidas para esconder a los fugitivos. De cada uno de ellos, Irena guardó sus datos: su nombre, sus apellidos, sus familiares vivos, su historia. Así, algún día, podrían recuperar su pasado, o lo que quedase de él. 

2.500 niños. 2500 nombres. 2500 vidas en sus manos.

La Gestapo la capturó en octubre de 1943. La torturaron durante semanas para saber de sus cómplices, sus rutas, sus niños... destrozaron sus huesos, pero no pudieron romper su voluntad.

De sus labios no salió ni un solo nombre.

Fue sentenciada a muerte. Esa noche un guardia, sobornado por la resistencia polaca, la sacó de la prisión y la dejó en un descampado. Luego tachó su nombre como ejecutada

Tras ser rescatada, Irena escribió dos largas listas con todos los datos que tenía sobre los niños. Las guardó en frascos de cristal y las enterró en un huerto. Acabada la contienda, los desenterró y los entregó a las autoridades

Los estudiantes, asombrados por lo que iban descubriendo, buscaron más sobre aquella desconocida. Querían saber si de verdad una sóla persona pudo hacer algo así, qué pasó tras la guerra, dónde estaba enterrada... indagaron, preguntaron, y a primeros del año 2000 recibieron una carta desde Polonia: con 91 años, Irena Sendler residía en Varsovia.

Había vivido durante décadas en un relativo anonimato. La administración de postguerra nunca vio con buenos ojos a las personas que ayudaron a los judíos durante la guerra, quizás recordando con vergüenza que la mayor parte de la población católica obvió (y algunos colaboraron con entusiasmo) el exterminio de sus vecinos. Incluso hubo quien en los 50  les señaló, a ella y los suyos, como amigos de judíos. 

Aún así no fue olvidada por todos: en 1965 fue reconocida Justa entre las Naciones por Israel. En esos años fue mencionada en los periódicos de Varsovia y algunas personas la recordaron: nunca podrían olvidar su rostro.

Una llamada telefónica, una voz temblorosa al otro lado del hilo: Te vi en la prensa, eres Jolanta. Tú me salvaste.



1 comentario:

  1. Siempre se me erizan los pelos cuando leo acerca de esta clase de heroismo. Me pregunto que entuerto en el cerebro hace que unos torturen y maten por placer y otros arriesguen la vida para evitar torturas y muerte.

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