domingo, 28 de diciembre de 2014
DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (XXI) Cerrando el año casi bien
Pues ya se acaba 2014 y... bueno... pues no se ha dado mal. O sea, altibajos, por supuesto, y en determinados momentos bajos muy, muy bajos.
Porque ha sido otro veranito que, en fin... no es que tenga nada en contra de que el chaval asuma las consecuencias de sus actos ¿no? te tomas el curso a la ligera, te tiran en junio y, lógicamente, te quedas sin verano ¿no? Causa y consecuencia.
PERO ME CAGÜEN LOS COJONES PORQUE TAMBIÉN NOSOTROS NOS QUEDAMOS SIN VERANO.
Es evidente, no vamos a dejarle en casa encadenado a la mesa, con un saco de patatas,un cuenco con agua por si le entra sed y un orinal. Lógicamente apechugas y te quedas con él. Y vale, remontamos de nuevo durante el verano, como el año pasado, y pasamos de curso, pero las ganas de poner un anuncio en el segunda mano, por si alguien necesita un adolescente sanote para picar piedra en el Gobi, están ahí.
También hemos tenido nuestros bajos por comportamiento/actitud/ánimos. Protestas continuadas, gruñidos ante cualquier comentario, peticiones absurdas y afrentas comparativas. Lo que me recuerda, queridos padres dadivosos que le soltáis un aifón ultimo modelo a vuestros retoños/retoñas porque sí, porque hoy es hoy... os odio, sinceramente. Que sí, que estáis en vuestro derecho, pero la decimoctava vez que escucho pues a V su padre le ha comprado el aifón y yo sigo con esta birria de android deseo, con los puños muy apretados, que os sodomicen, os guste, y nadie quiera volver a petaros el culo nunca más.
Peeeeroooo... no hay noche que dure siempre, ni bajos sin sus altos, y a veces el adolescente pejiguero te sorprende para bien. Como cuando se dio cuenta de que le costaba seguir la asignatura de física/química y nos pidió clases extra para no quedarse atrás. Sin que se lo sugiriéramos. Por propia voluntad. Casi me lo como a besos.
Pero mejor que no, porque sigue siendo un vergonzoso y si su madre y yo nos damos un pico en publico se abochorna. No te digo ya si le doy yo un beso.
Idea para performance. Acudir a esperarle a la salida del insti, con una pancarta que diga, hola, D, querido hijo de nuestras entretelas, somos nosotros tu padre y tu madre y comernos la boca con fruición delante de toda su clase. Tengo que darle vueltas al vestuario ¿me quedará bien un corsé con plumas?
Otros altos muy gratificantes, son los de descubrir que le llaman la atención tus aficiones y, quizás sin darse cuenta, sigue tu ejemplo.Como el día que me pidió que le entrenara para correr #snif #lagrimitadepadre
Vale, se arrepintió la tercera vez que salimos, pero lo pidió él al comienzo, y aunque luego dejó caer que en realidad tampoco le apetecía tanto y quizás podríamos dejarlo para cuando no llueva ni haga frío, ha comprendido que es tarde para recular y se va a poner en forma, quiera o no. Aún le oigo mascullar entre dientes algo así como quienmemandaríaabrirlaboca pero el caso es que va cogiendo fondo...
... y esos instantes de entrenar juntos son ideales para las conversaciones padre-hijo. No, no esas que estáis pensando, que ya las tuvimos hace mucho y le aclaramos sin pelos en la lengua todas sus dudas, y algunas que no se atrevió a expresar. Sino otras mucho más concretas como las formas que puede tomar una relación, el respeto, la seguridad sexual... y esta última, igualmente, con pelos y señales
... pero papá, que no es necesario que te molestes, que los adolescentes no perdemos la virginidad hasta los 15, que aún me queda tiempo...
... pues te aguantas y escuchas, que un año pasa volando y quiero que estés bien familiarizado con el preservativo, que te lo pruebes, que te lo dejes puesto y te la m...
...*enrojece hasta las orejas...*se las tapa... LALALALALALALANOTEESCUCHO
... pero, si lo prefieres, puedes tener esta conversación con tu madre. Elige.
... *enrojece sobre lo enrojecido...*se destapa las orejas... vale, sigue....
Luego están esos momentos de madurez que te descolocan, como escucharle decir, viendo las noticias, que las mujeres lo tienen todo mucho más difícil, que no entiende como nadie puede creerse la sarta de mentiras que sueltan desde la moncloa, Génova o Ferraz, o a santo de qué hay que aguantar una familia real.
Y vuelta a las ganas de abrazarle. Pero te contienes, porque en ese preciso momento lo último que quieres es que se azore.
Nuestro pequeño rojete... que ganas de que coja ya fondo y estilo corriendo, para llevármelo de manifa...
En fin, que queda aún mucho camino por delante, y detrás de estos altos vendrán nuevos bajos. Pero ya tenemos las notas del primer trimestre y, sin ser perfectas, son mucho mejores que las del año pasado, y él se esfuerza sin que le insistamos. Bueno, sin que le insistamos demasiado, que de cuando en cuando hay que darle un toque. Pero no es lo mismo un ocasional ejem, ejem que estar todo el año con el látigo en la mano.
No veo la luz al final del túnel. Pero el túnel no está demasiado oscuro y parece que vemos por donde pisamos. Y este año, en vez de regalos chorras, quiere que le federemos en tiro con arco. Así que, con suerte, si llega un apocalipsis y la civilización colapsa, nuestro cachorro podrá cazar conejos y defenderse de los zombis, así que nuestros genes sobrevivirán.
Que es una pequeña esperanza, lo sé, pero oye, ¿y la ilusión que hace?
viernes, 5 de diciembre de 2014
YO HE VENIDO A HABLARLES DE MI LIBRO
Anteayer me llegó un correo de la editorial. Sólo unas pocas palabras, y podrían habérselas ahorrado: con decirme YA habría sido suficiente.
Apenas me lo creo. O sea, sí, me lo creía ¿no? el texto y las ilustraciones ya estaban revisados y enviados, firmé el contrato, el libro estaba en máquinas... pero no lo sentí como real hasta que me dijeron que sí, que ya empezaba la distribución. Y fue un subidón.
Me aceleré, se me quedo cara de tonto, me noté la cabeza caliente, y apenas logré dormir en toda la noche.
Empecé a escribir sobre la PanzerWaffe en 2007, sin un objetivo claro en mente, sólo el de investigar y escribir por puro placer. Dos años después, y tras una primera revisión mientras lo desarrollaba en el Foro Gran Capitán, empecé a pensar en darle a todo aquello una estructura de libro, con la idea de, en algún momento, subir a la red un pdf o algo así.
7 años. Buscar la documentación, localizar las fuentes, localizar otras fuentes para cotejar las primeras... todo eso lleva mucho tiempo, pero yo no tenía ninguna prisa.. Rematé el texto durante el pasado invierno, a falta de corregir los últimos capítulos y di por cerrado el trabajo en la red este mes de mayo. Pensaba dejar pasar unos meses, para tomar un poco de distancia antes de darle la forma definitiva, cuando la editorial HRM se puso en contacto conmigo para sacarlo en papel.
O_O
Así me quedé, en efecto. No sabía si tomármelo en serio, pero me dije ¿porqué no? ¡vamos adelante con ello!.
Hubo que ajustar muchas cosas, empezando por la extensión. No era consciente de cuánto había escrito. Al final se eligió la solución salomónica, dividir el trabajo en dos volúmenes. Aún así tuve que meter tijera a mansalva. Me lo releí entero, recortando párrafo a párrafo, suprimiendo redundancias, abreviando, concentrando. Si en vez de seis palabras puedo usar cinco ¿por qué no? y quizás con cuatro, incluso tres...
Entre medias, escribir otro texto, ya que la editorial me pidió una colaboración en otro volumen, porque uno de los autores no podía hacerse cargo, así que Tanquistas ha sido mi primer trabajo editado, pero no puedo considerarlo mío, o sólo en un 20%
Revisión de la documentación gráfica, para buscar las fuentes de las fotos y ver cuales podían utilizarse sin menoscabo de los derechos de autor. Dibujar, ya que había unos cuantas ilustraciones técnicas y me pareció que lo mejor sería rehacerlas yo mismo y unificar el estilo. Y lo mismo con los mapas, siguiendo las pautas de la propia editorial, a fin de ofrecer un resultado coherente.
Consultas sobre la cubierta, sobre el título definitivo, y los nervios empezando a aflorar. Sobre todo a partir del momento en que, por mi parte, quedó todo cerrado y ya solo me quedaba esperar, y comerme las uñas.
Me las he dejado mondas, ahí ya no queda nada que roer.
Y al fin. Publicado. Y yo en una nube.
Bueno, y si ahora estoy en una nube, cuando reciba mis ejemplares la semana que viene me voy a tener que dar de collejas hasta que mis pies vuelvan a tocar el suelo. Y, cuando coja de nuevo aliento, volver al tajo, porque hay que revisar la segunda parte de cara a su publicación, que ahí queda mucha tarea.
No ha sido sin ayuda. Por una parte, los compañeros de Gran Capitán me han ayudado mucho a la hora de buscar y analizar la documentación, y por otra, hay dos personas que han influido (aunque ellas crean que no es así) en el resultado final
Ana, Molinos, me aconsejó un estilo más austero y directo. Revisando las primeras versiones compruebo, en efecto, que lo mío no era florido, sino floripóndico.
Teresa, HonkyMiss, me enseñó cómo construir frases más legibles, evitando parrafadas inacabables y poniéndole un (muy necesario) freno a mi verborrea. Cuando revisé mi texto con los criterios que me sugirió, saqué paja como para llenar un henil.
Gracias. No podría haber contado con mejores editoras/consejeras. Demasiada gente cree que no debe decir nada más que cosas buenas, pero quien te ayuda a mejorar es quien te señala las malas.
Y, ya de paso, gracias también a Ignacio, de HRM, por su amabilidad y paciencia.
He disfrutado escribiendo, he disfrutado editando, y he disfrutado (como un indio en primavera) al saber que mi libro ya estaba impreso. Ahora solo espero que, si alguno lo leéis, sea para disfrutarlo y no para aburriros. Así que, salvo que me tengáis mucho, mucho aprecio, sólo puedo recomendaros su lectura si os interesa la Historia con mayusculas y...
... qué leches COMPRADLO Y YA SE VERÁ.
viernes, 28 de noviembre de 2014
DE LA CABEZA AL PAPEL (III) El color vectorial
El color es, profesionalmente, mi principal dolor de cabeza. Cuando aboceto, pienso en términos de composición, de luz y de sombra, de negros, blancos y grises. Y me siento cómodo en esos términos. Buena parte de mis dibujos, a mi entender, no necesitan más, y dado mi amor por el minimalismo* soy de la opinión de que lo que no es necesario, sobra.
Por desgracia el cliente no suele compartir esa opinión. Creo que nunca he publicado un trabajo en blanco y negro, o al menos no logro recordar niguno. Así que hay un momento en el que tengo que cambiar el chip y pensar en cuatricomía.
No tengo formación artística. En su momento, con 6 años, mis padres me propusieron ir a una academia de pintura pero, afortunadamente, me hicieron caso cuando rechacé la idea. No tuve academia, y a cambio tuve infancia, así que creo que salí ganando.
Lo que manejo de color lo aprendí por mi cuenta, a base de prueba y error, primero con aerógrafo y acuarelas, después con ordenadores. En concreto, me siento muy a gusto con el color vectorial. Illustrator me permite sacar tonos vivos y llenos de luz, y la técnica no difiere mucho del trabajo con aerógrafo (como puede verse en el dibujo del acorazado que encabeza este post, de hecho busqué el aire de las viejas imágenes aerográficas de los años 80 ) así que me manejo con bastante comodidad. No obstante, no puedo utilizar este camino para todo lo que hago, y lo reservo, sobre todo, para iluminar dibujos sencillos, dinámicos, que requieren una ejecución muy limpia.
El proceso es muy simple: trazo cada parte del dibujo que vaya a tener un color específico (en areografía lo habría enmascarado) y lo aplico, ya sea plano o en degradado. Sencillo, pero también trabajoso, y si hablamos de una imagen compleja, como esta comparativa de avispones, muy, muy largo, ya que el tema pedía un nivel de precisión muy elevado.
Otras veces, como en la imagen de Mozart, que no requiere mucho detalle más allá de unos tonos agradables a la vista (y unos volúmenes... errr... rotundos) la cosa es mucho más cómoda, bastan unos pocos retales para definir el trabajo.
No tengo una teoría del color muy coherente, lo uso según me lo pide el cuerpo. En el caso de los accidentes en parques de atracciones, ni siquiera ejecuté un boceto detallado, limitándome a colorear directamente sobre el esbozo: quería una imagen muy, muy suelta, con mucho movimiento. Por eso decidí usar colores muy saturados, para darle fuerza al conjunto sin apenas añadir detalles.
La línea puede ser determinante, por supuesto. En esta doble página sobre leyendas urbanas, el trazo en negro es el núcleo de la imagen, centra la mirada del lector, y en ese caso el color está subordinado y su función es realzar las formas.
Otras veces su función es delimitar los planos, para dar profundidad a la imagen. En el caso de los accidentes sexuales, bastó combinar trazos negros y grises para añadir una tercera dimensión a la escena. El color, además de realzar, me sirvió para llamar la atención sobre los puntos que debían destacarse y reforzar las expresiones, ya que eran la clave para que la imagen resultara divertida y más cercana.
Una opción más suelta es reducir las líneas al mínimo, de forma que, en este caso, al recrear algunas prohibiciones absurdas (todas reales), realcen el color y se integren como un elemento más.
Finalmente, puedo prescindir de la línea enteramente, como en el acorazado o los avispones, donde ya sólo me enfrento al color. Aquí la decisión es entre volumen o plano, y ambas pueden tener mucha fuerza. La escena de las abejas enfrentándose a la avispa necesitaba profundidad y mucha contundencia, había que conseguir sensación de agobio y eso requería mucho volumen, incluso en el rostro de la víctima, donde unos toques de blanco añaden el efecto de calor insoportable. Un tono plano en el fondo, algunas transparencias para simular el vapor o el movimiento, y listo para entregar.
La última ilustración, en cambio, no sólo prescinde de la línea sino también del volumen. Se trataba de obtener una imagen en la línea de los maniquíes de las revistas de moda, sencilla y estilosa. Como podéis ver, apenas hay detalles, y el conjunto está resuelto con apenas unas pocas formas recortadas. El resto, colores livianos, volutas en el pelo para darle dinamismo aunque no haya movimiento, y un punto de luz para completar el efecto veraniego sin necesidad de sombras duras. Este dibujo apenas requirió una mañana, fue de esas veces en que los dedos están calientes y todo fluye al primer golpe de lápiz**.
Sí, he dicho lápiz. Aparte del que uso para abocetar, trabajo con un lápiz óptico en lugar de ratón, así que, en pantalla o en papel, puedo seguir considerándome un dibujante puro y duro. Y, con años de esfuerzo, creo que también puedo considerarme un colorista bastante aceptable, aunque aún tengo mucho que mejorar.
Todas las ilustraciones, dicho sea de paso, se han publicado en las revistas Muy Interesante, Muy Historia o Muy P&R. Salvo ellos, muy pocos clientes me piden este tipo de trabajo, y es una pena porque, en mi opinión, puede resultar muy agradable a la vista sin necesidad de barroquismos ni alardes técnicos.
* Bueno, alguien dice que lo mío es pereza, pero eso son habladurías sin fundamento
** Sí, una westie. Sucede que hay una que tiene ganado mi corazón, y más corazones, que tiene muchos fans, con permiso de @honkymiss
Por desgracia el cliente no suele compartir esa opinión. Creo que nunca he publicado un trabajo en blanco y negro, o al menos no logro recordar niguno. Así que hay un momento en el que tengo que cambiar el chip y pensar en cuatricomía.
No tengo formación artística. En su momento, con 6 años, mis padres me propusieron ir a una academia de pintura pero, afortunadamente, me hicieron caso cuando rechacé la idea. No tuve academia, y a cambio tuve infancia, así que creo que salí ganando.
Lo que manejo de color lo aprendí por mi cuenta, a base de prueba y error, primero con aerógrafo y acuarelas, después con ordenadores. En concreto, me siento muy a gusto con el color vectorial. Illustrator me permite sacar tonos vivos y llenos de luz, y la técnica no difiere mucho del trabajo con aerógrafo (como puede verse en el dibujo del acorazado que encabeza este post, de hecho busqué el aire de las viejas imágenes aerográficas de los años 80 ) así que me manejo con bastante comodidad. No obstante, no puedo utilizar este camino para todo lo que hago, y lo reservo, sobre todo, para iluminar dibujos sencillos, dinámicos, que requieren una ejecución muy limpia.
El proceso es muy simple: trazo cada parte del dibujo que vaya a tener un color específico (en areografía lo habría enmascarado) y lo aplico, ya sea plano o en degradado. Sencillo, pero también trabajoso, y si hablamos de una imagen compleja, como esta comparativa de avispones, muy, muy largo, ya que el tema pedía un nivel de precisión muy elevado.
Otras veces, como en la imagen de Mozart, que no requiere mucho detalle más allá de unos tonos agradables a la vista (y unos volúmenes... errr... rotundos) la cosa es mucho más cómoda, bastan unos pocos retales para definir el trabajo.
No tengo una teoría del color muy coherente, lo uso según me lo pide el cuerpo. En el caso de los accidentes en parques de atracciones, ni siquiera ejecuté un boceto detallado, limitándome a colorear directamente sobre el esbozo: quería una imagen muy, muy suelta, con mucho movimiento. Por eso decidí usar colores muy saturados, para darle fuerza al conjunto sin apenas añadir detalles.
La línea puede ser determinante, por supuesto. En esta doble página sobre leyendas urbanas, el trazo en negro es el núcleo de la imagen, centra la mirada del lector, y en ese caso el color está subordinado y su función es realzar las formas.
Otras veces su función es delimitar los planos, para dar profundidad a la imagen. En el caso de los accidentes sexuales, bastó combinar trazos negros y grises para añadir una tercera dimensión a la escena. El color, además de realzar, me sirvió para llamar la atención sobre los puntos que debían destacarse y reforzar las expresiones, ya que eran la clave para que la imagen resultara divertida y más cercana.
Una opción más suelta es reducir las líneas al mínimo, de forma que, en este caso, al recrear algunas prohibiciones absurdas (todas reales), realcen el color y se integren como un elemento más.
Finalmente, puedo prescindir de la línea enteramente, como en el acorazado o los avispones, donde ya sólo me enfrento al color. Aquí la decisión es entre volumen o plano, y ambas pueden tener mucha fuerza. La escena de las abejas enfrentándose a la avispa necesitaba profundidad y mucha contundencia, había que conseguir sensación de agobio y eso requería mucho volumen, incluso en el rostro de la víctima, donde unos toques de blanco añaden el efecto de calor insoportable. Un tono plano en el fondo, algunas transparencias para simular el vapor o el movimiento, y listo para entregar.
La última ilustración, en cambio, no sólo prescinde de la línea sino también del volumen. Se trataba de obtener una imagen en la línea de los maniquíes de las revistas de moda, sencilla y estilosa. Como podéis ver, apenas hay detalles, y el conjunto está resuelto con apenas unas pocas formas recortadas. El resto, colores livianos, volutas en el pelo para darle dinamismo aunque no haya movimiento, y un punto de luz para completar el efecto veraniego sin necesidad de sombras duras. Este dibujo apenas requirió una mañana, fue de esas veces en que los dedos están calientes y todo fluye al primer golpe de lápiz**.
Sí, he dicho lápiz. Aparte del que uso para abocetar, trabajo con un lápiz óptico en lugar de ratón, así que, en pantalla o en papel, puedo seguir considerándome un dibujante puro y duro. Y, con años de esfuerzo, creo que también puedo considerarme un colorista bastante aceptable, aunque aún tengo mucho que mejorar.
Todas las ilustraciones, dicho sea de paso, se han publicado en las revistas Muy Interesante, Muy Historia o Muy P&R. Salvo ellos, muy pocos clientes me piden este tipo de trabajo, y es una pena porque, en mi opinión, puede resultar muy agradable a la vista sin necesidad de barroquismos ni alardes técnicos.
* Bueno, alguien dice que lo mío es pereza, pero eso son habladurías sin fundamento
** Sí, una westie. Sucede que hay una que tiene ganado mi corazón, y más corazones, que tiene muchos fans, con permiso de @honkymiss
jueves, 20 de noviembre de 2014
COSAS QUE SÉ DE TI
(Esperaba escribirlo hace dos semanas, pero al final se me echó el tiempo encima y no me salía. Hoy me ha salido por fin, así que, con retraso, feliz cumpleaños)
Sé que de pequeña eras un trasto. Si tus hermanos eran Zipi y Zape, tú eras una digna compañera. Y siempre que lo pienso, pienso en como nos llevaste de derechitos a los cinco ¿será que cuando hacíamos una trastada, tú ya ibas por delante?
Sé que has trabajado sin cesar por nosotros, del día a la noche, y buena parte de las noches, durante veinte, treinta cuarenta años... y nunca podremos pagarte ese trabajo.
Sé que de ti saqué mucho de lo que soy, como mi ansia de leer, o mi mano para dibujar...
... o mi cabezonería, porque mira que eres cabezona, como buena maña.
Y sé que tienes esa nobleza que no dan el dinero, los apellidos ni los títulos. Se tiene o no se tiene, y tú la tienes. Cuando te hicieron dama de Santiago no te hicieron un honor, se lo hicieron a la Orden.
Sé que tu fe es sincera y profunda, no un vulgar maquillaje, como el da tantos fariseos, y sé que, por eso, a veces te duelo. Pero también sé que estás orgullosa de mí, como lo estás de todos mis hermanos, porque hemos elegido cada uno nuestro camino, y lo seguimos sin dudar.
Sé que soy tu favorito ¿y sabes por qué lo sé? Porque todos, los cinco, cada uno somos tu favorito, y nunca dejaremos de serlo. Pase lo que pase.
Sé que nos quieres, pero también sé que por cada uno de nuestros hijos sientes incluso el doble, y todos te llenan de vida y alegría. Cris, Carmen, Yancy, Pablo, María, Sole, Carlos, Diego, Ale, Jaime, Jesús, Javier, Jorge...
Sé que tus amigas te envidian esa ristra de nietos alegres, gamberros, guapos, inteligentes, arrolladores. Y que no podrías querer más a ninguno de ellos, no te guardas nada.
(y sé, no obstante, que hay una que es especial, muy especial, y no te sonrojes, Ale, que tú también lo sabes)
Sé que no te callas las cosas, y si Cris y yo nos decidimos algún día a diseñar la enseña familiar, elegiremos el lema entre Cada año estás más calvo y A ver si adelgazas, hija.
;-)
Sé lo que es el amor por como os mirabais. Y como nos sigues mirando.
(Sé que, sin saberlo tú, siempre fuiste feminista, otra cosa más que aprendí de ti, como aprendió mi padre)
Sé que tienes una sonrisa genial, de esas que te iluminan el día
Sé qué nombre te dan algunas personas que te conocen por su trabajo, y por saberlo me siento orgulloso, y esta vez soy yo quien se sonroja.
Y me sonrojo cuando mi hijo me dice que mis albóndigas son casi tan buenas como las tuyas, después de todo fuiste tú quien me enseñó a hacerlas.
Igual que sé que, cuando llego al pueblo, si hay albóndigas, es que me toca una tarea de las duras, y quieres que vaya cogiendo fuerzas.
Sé que siempre te preocuparás por nosotros, y que el día que cierres los ojos, lo último que harás es, eso, preocuparte. Porque lo tuyo es un trabajo para toda una vida
Y sé que te quiero, Mamá, y nunca te lo diré bastantes veces. Como nunca te diremos bastantes veces...
... gracias
viernes, 31 de octubre de 2014
APRENDIENDO A SER PEQUEÑO
Me creí grande
Me crecí. Me sentí diferente, más inteligente, más hábil. Mejor. Mejor que los demás. Y me volví un imbécil.
Me lo creí, sí, y me puse en un pedestal, mirando desde arriba, con condescendencia.
Dejé de escuchar. Empecé a perder lo mejor que tenía, lo más valioso: la voz de los demás. Llegó un momento en que les callé y sólo me oí a mí mismo. Y lo peor es que me lo señalaron, pero pensé que era un error. Porque ¿como iba a hacer yo eso, con lo estupendo que era?
Me volví soberbio, porque pensé que no podía hacer nada mal. Me convertí en un prepotente y empecé a pensar que mi opinión era mejor. La mejor. Empecé a tratar a otras personas con desprecio. Incluso, me volví un camorrista, siempre dispuesto a saltar en defensa de MI verdad, que era la buena.
Y, al final, me estrellé.
Perdí mucho. Perdí personas. Perdí afectos. Perdí mi propio respeto. No sé si recuperaré algún día a las personas, o su afecto. Sé que el respeto, el mío, tardaré mucho en recuperarlo.
Ahora estoy viendo las cosas a ras de suelo. Si miro detrás de mí, hay un montón de escombros. Si miro más atrás aún, veo gente a la que pisé desde mi pedestal. Delante sólo queda mi camino.
Si os pisé, si os hice callar, si os ignoré, por favor, perdonadme. Y sí, pese a todo, seguís aquí, gracias. Gracias de corazón. Porque si le doy a alguien todos los motivos para marcharse, y no lo hace, esa persona vale cien veces más que yo.
Soy pequeño. No es nada malo, simplemente es quien soy. Y he empezado a caminar de nuevo, despacio, porque mis piernas no son muy largas, y con cuidado, para no volver a pisar a nadie.
Y sin miedo, porque de tan pequeño, ya no me cabe ni el más mínimo temor.
Me crecí. Me sentí diferente, más inteligente, más hábil. Mejor. Mejor que los demás. Y me volví un imbécil.
Me lo creí, sí, y me puse en un pedestal, mirando desde arriba, con condescendencia.
Dejé de escuchar. Empecé a perder lo mejor que tenía, lo más valioso: la voz de los demás. Llegó un momento en que les callé y sólo me oí a mí mismo. Y lo peor es que me lo señalaron, pero pensé que era un error. Porque ¿como iba a hacer yo eso, con lo estupendo que era?
Me volví soberbio, porque pensé que no podía hacer nada mal. Me convertí en un prepotente y empecé a pensar que mi opinión era mejor. La mejor. Empecé a tratar a otras personas con desprecio. Incluso, me volví un camorrista, siempre dispuesto a saltar en defensa de MI verdad, que era la buena.
Y, al final, me estrellé.
Perdí mucho. Perdí personas. Perdí afectos. Perdí mi propio respeto. No sé si recuperaré algún día a las personas, o su afecto. Sé que el respeto, el mío, tardaré mucho en recuperarlo.
Ahora estoy viendo las cosas a ras de suelo. Si miro detrás de mí, hay un montón de escombros. Si miro más atrás aún, veo gente a la que pisé desde mi pedestal. Delante sólo queda mi camino.
Si os pisé, si os hice callar, si os ignoré, por favor, perdonadme. Y sí, pese a todo, seguís aquí, gracias. Gracias de corazón. Porque si le doy a alguien todos los motivos para marcharse, y no lo hace, esa persona vale cien veces más que yo.
Soy pequeño. No es nada malo, simplemente es quien soy. Y he empezado a caminar de nuevo, despacio, porque mis piernas no son muy largas, y con cuidado, para no volver a pisar a nadie.
Y sin miedo, porque de tan pequeño, ya no me cabe ni el más mínimo temor.
viernes, 17 de octubre de 2014
DE LA CABEZA AL PAPEL (II) Garabateando
Hay dibujantes capaces de resolver una imagen con un sólo trazo. Autores que, como Sergio Aragonés, plasman lo que tienen en su cabeza casi de forma inmediata, con apenas dos giros de muñeca. He visto a alguno de ellos trabajando (incluído al propio Sergio, en una tarde genial en la librería Electra) y da la impresión de que el lápiz no es un cuerpo extraño en sus manos, sino una prolongación natural, un dedo con corazón de grafito.
No es mi caso. A veces soy capaz de sacar un boceto rápido, pero, en general, soy un dibujante bastante lento.
Para empezar, el papel en blanco me impone mucho: me cuesta lanzar los primeros garabatos. Luego, por suerte, ya va todo más rodado. Empiezo por encuadrar la idea con muchos trazos, muy sueltos, sobre un papel normalucho, el típico que usamos en una impresora, para entendernos. No tiro al detalle, intento definir forma y planos de forma muy básica. Y una vez tengo más o menos claro como quiero distribuirlo todo, paso a otra hoja, esta vez, papel de dibujo.
Cada autor tiene sus manías. La mía es el papel de alto gramaje, a ser posible schoeller satinado o mate, según quiera línea o sombra. No es el mejor papel para lápiz, pero me acostumbré a usarlo en mis tiempos de aerografista y, de alguna manera, me he hecho a su tacto.
El primer boceto propiamente dicho parte del encuadre previo, silueteando y dando estructura con más detalle. Utilizo normalmente un portaminas duro, 2H o superior. De este modo, aunque haga mucha línea, no mancho demasiado y eso me evita borrar. Procuro borrar lo menos posible en esta fase del trabajo. Como he dicho, hago muchos trazos, y sólo al final me centro en definir bien el aspecto general. Si el dibujo resulta claro y no he ensuciado demasiado la hoja, puedo pasar al boceto definitivo directamente. Si no es así, calco contra una ventana las líneas que más me interesan en otra hoja y allá que vamos.
Aquí podéis ver ambos casos. El boceto de la imagen marina estaba muy machacado y no me pareció productivo seguir dibujando sobre esa hoja. en cambio, la imagen del colmado está dibujada directamente sobre los esbozos previos, ya que resultaron muy limpios, y pueden verse los trazos finos bajo el dibujo acabado.
En cualquier caso, lo primero es dibujar, ya de forma precisa y nítida, toda la imagen. Todavía en lapiz duro, pero sin ambigüedad: en el trabajo previo he probado muchas posibilidades con los trazos, ahora me centro en la que más me ha gustado. Luego, tras escanear el dibujo (por si acaso) cambio a una mina más blanda (2B) o, preferiblemente, un lápiz 4B bien afilado. A partir de aquí empiezo a usar trazos firmes y muy nítidos, y empiezo el proceso de sombreado: hasta ahora he trabajado la línea, es el momento de sacar el volumen.
Según vayan a ser el estilo y el acabado, trabajaré más o menos el detalle. Un dibujo vectorial, como el de Mozart, puede resolverse con formas limpias y sencillas. Un arte final complejo, como el de la
anatomía del cuello, requiere mucho m´s trabajo fino, ya que el color tan sólo va a ser un apoyo del trazo. Llegados a este punto, escaneo a menudo los resultados, para prevenir errores que me pudieran obligar a empezar de nuevo. Finalmente tengo una imagen en grises y negros a mi gusto, lineal o difuminada, según mis
necesidades (llamadme raruno, pero no me apaño con los difuminos comerciales, al final lo hago a dedo) y llega, por fin, el momento de sacar la goma
Antes hacía este proceso final sobre el papel, cortando lascas finas de goma (la goma tipo nata es ideal para esto, la de miga es una aberración). Ahora prefiero escanear y trabajar de forma digital. Se trata de usar el borrador, no para corregir, sino para resaltar. El conjunto del dibujo tiene un gris desvaido, y borrando saco las luces por blanco, de forma que ajusto la iluminacion y termino de definir el volumen. Podéis apreciarlo muy bien en el dibujo del caballero medieval.
Llegados a este momento, yo, en ocasiones, me detendría: creo que el lápiz es un medio lleno de vigor, y, en ocasiones, el color sólo es un adorno innecesario. El dibujo de la diosa hindú Durgha que encabeza esta entrada, por ejemplo, no pedía más, una vez lo completé me pareció perfecto. Por desgracia, muy rara vez he podido publicar un dibujo en lápiz puro y duro, así que el siguiente paso es el color. Pero de eso hablaremos otro día. Por hoy, basta decir que, seguramente, soy demasiado meticuloso, de ahí mi lentitud. Que no es en sí un defecto, pero a veces me desespera
Puede dar la impresión, de lo que os he contado, que desperdicio mucho papel, a veces tres o cuatro hojas para un dibujo. Afortunadamente el schoeller es un soporte en el que se borra muy, muy bien, y, una vez escaneados los bocetos más interesantes, puedo reutilizar el material, a veces varias veces
sábado, 4 de octubre de 2014
MIL Y UN KILÓMETROS
Fue pura casualidad. Al abrir la web del runKeeper vi, en un apartado, la distancia que llevaba recorrida desde que empecé a utilizar esa app. Me dije, seguramente la que usaba antes también llevará el recuento, así que la abrí y, para mi sorpresa, entre ambas cifras sumaban 993 km.
Y me tocaba salir a correr.
Pensé en parar al llegar a 1000, pero me dije, 1001 es una cifra mucho más bonita.
Un año. Doce meses. 1001 km.
De haber corrido en dirección al norte, y virado al oeste al pasar Irún, ahora estaría llegando a la ciudad de Tours. No conozco Tours pero sospecho que, con el otoño, esa región debe estar preciosa.
Doce meses hasta Tours. Y muchas cosas que he descubierto a lo largo del camino.
He descubierto que puedo ser constante, pero también un inconsciente: un exceso de entusiasmo me costó un mes lesionado.
Desde que empecé, pasaron realmente trece meses, así que menos el que estuve con el freno puesto, ya suman los doce.
He descubierto que lo de correr es un muermo, dicho sea de paso. Corro porque es un ejercicio que me sienta bien y es gratuito, pero cada vez que me calzo las zapatillas siento el deseo de descalzarme y ... dejarlo correr.
También he descubierto que la publicidad miente. La gente con la que me cruzo no sonríe, no se ve pletórica de energías ni corre como si no hubiera peso sobre sus pies, en un precioso contraluz. 9 de cada 10 personas van sofocadas, jadeando, empapadas en sudor y moviéndose como si cada zancada les doliera. Ahora que lo pienso, ése y no otro debe ser mi aspecto cuando me ven pasar.
He descubierto que hay pitos reales en Alcobendas, ya me he cruzado con varios ejemplares y siempre es como si, de pronto, el sol se concentrara en una gema y revoloteara ¿cómo puede un pájaro ser tan bonito?
He descubierto, igualmente, que los que diseñan las zapatillas de correr odian profundamente a la humanidad, o son daltónicos, o ambas cosas a la vez ¿Tan difícil sería usar una combinación de colores que no deje ciego al que mira?
Pero correr tiene algo bueno: despejas la cabeza, te dejas llevar y puedes simplemente disfrutar de unos momentos contigo mismo. Supongo que otros ejercicios servirían, pero yo lo he descubierto corriendo
No tenía ningún objetivo en mente cuando, el año pasado, una amiga me animó a intentarlo. Me alegra que fuera así, y me alegra haberla hecho caso. Pero ahora sí tengo un objetivo: la semana que viene Tours quedará atrás y, si todo marcha como hasta ahora, y no me lesiono, llegaré a París en diciembre. Aunque siga en Madrid, mis pies me llevarán por la orilla del Sena.
Y después, ya veremos, tampoco quiero hacer planes a largo plazo.
Dicen que correr es una metáfora. Durante estos 1001 kilómetros he descubierto que puedo ser mejor de lo que creo, y peor. Puedo ser una persona genial o el mayor de los imbéciles. Ambos están en mí, y soy yo quien debe decidir cual de ellos soy, y quiero ser. Igual que antes nunca me vi capaz de correr, y ahora lo hago, quizás también sea capaz de dejar atrás, en el camino, lo que me sobra.
lunes, 15 de septiembre de 2014
DE PROFESORES Y MAESTROS
Profesor, ra
m. y f Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte
He tenido profesores nefastos, como el Hermano J., que se limitaba a enchufarnos de memoria la lección y castigar al que hablara.
No sólo en el colegio. También en la universidad. El hombre que nos daba cálculo en la ETSIA*, llegó una tarde tan borracho que se durmió delante nuestro. Esa cátedra, en general, era un martirio. Él, en particular, más.
Lo que esa gente entendía por enseñanza era a la enseñanza lo mismo que cebar una oca a la gastronomía.
Eran pocos, por suerte.
La mayoría de los profesores que conocí fueron docentes buenos. Daban bien su asignatura y, al final del curso, sabíamos un poco más. Foronda era un caos de persona, pero me gustaban sus clases y cuando viajé por Francia descubrí que, después de todo, sabía francés.
También tuve muy buenos profesores. Y hubo más que nefastos. Un muy buen profesor te enseña lo que de verdad sabe, te prepara y no da nada por supuesto. No quieren que apruebes, sino que aprendas.
Como la la cátedra de construcción, ya en la EUITA**. Incluso en mitad de un examen, podían plantarse a tu lado para consultas y dudas, porque no les interesaba la nota, sino tu comprensión.
Y recuerdo con especial cariño a Elena, la única profesora que tuvimos en bachillerato. Le hicimos pasar las de Caín (éramos un rebaño de hormonas mal digeridas) pero logró meternos en el coco una buena visión de la Historia. La paciencia de esa mujer merecía mejores alumnos.
Maestro, tra.
m. y f. Persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo.
adj. Dicho de una persona o de una obra: De mérito relevante entre las de su clase.
Tuve unos pocos maestros. Un maestro va más allá de enseñarte: te estimula, abre tus ojos.
Chacho nos enseñó que la lengua era mucho más que un montón de sonidos y normas: era nada menos que una herramienta, y una muy útil. Y luego nos enseñó a leer de verdad.
Él me convirtió en un devorador de libros. Me descubrió lo que había más allá de las cubiertas, lo que quedaba entre líneas, lo que salía más allá del texto. Me mostró la forma y el fondo, la belleza y la fuerza. Me metió la lectura bajo la piel, donde echó raíces firmes.
Y me enseñó a disentir. Una vez, casi llegamos a las manos por Platero. Porque era un Juanramonista fanático, y yo le dije (y lo sostengo) que platero no es un burro sino un puto peluche, una fantasía aterciopelada y cursi. Defendí que el único burro real de nuestra literatura es el sufrido y paciente rucio de Sancho, el único del cuarteto que (casi siempre) logra salvarse de los palos. Y como burro, símbolo vivo de todo lo que es sólido y real.
A eso siguieron palabras, y más que palabras, y no pasó a más porque un compañero me sujetó y Chacho esquivó la hostia. Nos tomábamos la lieratura muy en serio.
Pablo era nuestro profesor de dibujo en bachillerato, y sacó a la luz al ilustrador. Yo ya dibujaba antes de conocerle, pero él me llevó más allá del papel: me enseñó a pensar. A cerrar los ojos y dejar que una música me sugiriera imágenes, a buscar simetrías y asimetrías en lo que veía por las calles. A tomar una idea, por absurda que resultara, y darle forma. A mirar más allá de un cuadro y buscar detrás. A jugar con los colores y la luz.
Y a como no vestirme. Lo siento mucho, Pablo, pero en eso siempre me pareciste un hortera. Esas combinaciones de pastel y tonos ácidos... uf
Luis Ortega era un maestro de física y del trato humano. Nunca sentí que nos mirara como rostros de paso, le importábamos y se notaba.
El Sopas (el señor Ibáñez, filosofía) y el Bacterio (Alberto, biología) resultaban paradójicos, porque aunque daban su materia más o menos bien (mejor el Sopas que el Barbas) lo que me enseñaron fue a ... a ser yo. Nunca nos trataron como críos sino como a personas, y esperaban de nosotros que fuéramos personas.
Una mañana, cuando Alberto entró en clase y nos dijo, buenos días, R. le respondió ¿y por qué coño son buenos? Y se nos quedó mirando. Dijo que incluso como vacilones, le gustábamos, porque le vacilábamos cara a cara, sin bajar la mirada, mientras que en otras clases sólo murmuraban cuando les daba la espalda.
Cuando el Sopas se jubiló, fuimos a visitarle a su casa. Estaba feliz de vernos, hablamos durante horas, y salimos a la calle sintiendo que para ese hombre menudo y arrugado, éramos de verdad alguien.
Y, ya en la universidad, don Ángel Grau***, el catedrático de zootecnia, me enseñó a apasionarme. Era contagioso, rebosaba energía y nos la transmitía. Y su mente estaba tan acelerada como la mía, si no es que lo estaba más.
Con él aprendí a pensar lateralmente, a anticiparme a un resultado, previéndolo sin esperar a los cálculos finales. A saltar etapas. A mirar más allá de los datos, a enlazar y construir. Y sospecho que ni siquiera era consciente de que me enseñaba algo así, simplemente era su modo de hacer las cosas.
Me pegó a la piel el fervor y la exigencia. Porque era lo que nos transmitía, en cada palabra.
Finalmente, he tenido maestros que no eran profesores. Personas que me han hecho mejor, no con lecciones magistrales, sino con confianza. La confianza que les permite echar luz sobre mis errores, mis defectos y mis lastres, no para corregirlos, sino para que yo los corrija. Personas que me han abierto nuevos caminos, de nuevo sin pretenderlo, sino gracias a su propio entusiasmo.
Un profesor te enseña conocimientos. Un maestro te enseña a desear ese conocimiento. Un maestro abre tu sed. Una sed que no se sacia nunca, porque cada trago te hace ansiar el siguiente. Y cada trago te hace crecer.
Es injusto, el maestro te da, y apenas puedes devolverle. Sólo puedes, con suerte, abrir los ojos, reconocer quién es y decirle una palabra. Sólo una.
Gracias.
*Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos
**Escuela Universitaria de Ingenieros Técnicos Agrícolas
*** Era el Nervios, pero para mí siempre será Don Ángel. Es el único a quien doy ese trato.
viernes, 5 de septiembre de 2014
VA DE VIÑETAS...Prince SLUT in the Days of King Arthur
Desde muy niño he sido fan de Hal Foster. He leído y releído su obra hasta el punto de que, a estas alturas, probabemente me la conozca viñeta a viñeta. Cada vez que vuelvo a abrir sus páginas me asombran la narrativa, la puesta en escena, los paisajes, el movimiento, el dominio de la anatomía... pero, sobre todo, me pasma la fuerza de los personajes.
Foster no construyó personajes planos. El caracter de sus protagonistas se despliega faceta tras faceta: incluso alguien tan simplón como Pierre, el torpe-sanchopancesco-inútil criado de Sir Gawain tiene bajo su piel regordeta mucho más que un cliché. Sus mujeres no son lánguidas damiselas esperando un rescate (Aleta tiene la sana costumbre de rescatarse sola), los caballeros no son monolitos de virtud, el propio Val puede tener reacciones caprichosas, violentas, crueles... y, si bien no de forma explícita (porque requiere una lectura atenta) tampoco la sexualidad de sus personajes está construida de acuerdo a la norma.
Querido público, olvídense de Tom de Finlandia. Si buscáis una historia con barrillo, bienvenidos al sorprendente mundo del Príncipe
Empecemos por nuestra estrella, Val, a quien seguimos desde su adolescencia hasta los años de madurez (en las fechas en que Foster deja la serie, Val pasa los 40). A priori, un apuesto varón heteronormativo, felizmente casado tras una juventud de alegres devaneos con mozicas de buen ver. Pero las cosas no están tan claras.
Agotado (normal, menudo gangbang) Val es llevado al campamento vikingo y ahí descubrimos su gusto por el cuerpo a cuerpo con poca ropa y su puntito sado en ambientes playeros.
El SM es una constante en la vida de Val. Foster lo da todo en las escenas de mazmorra, donde, por cierto, Val suele ser el sumiso...
Aleta también tiene sus aficiones, y, en el tema del bondage, comparte armario con su marido. Por no mencionar que ella también gusta de andar ligera de ropa, levantando miradas (y lo que no son miradas) a su paso. Asimismo, parece igualmente interesada en el otro lado de la calle, como demuestra su intimidad con la rotunda, robusta y curvilinea Katwin, la fría devoción que despierta en su doncella india, Tillicum, o sus simpáticas escenas de baño.
Val y Aleta viven su sexualidad de forma alegre y abierta, y no tienen reparo en disfrutar de una enérgica sesión de spanking entre aventura y aventura. Son una pareja muy, muy bien compenetrada, que gozan sin que les preocupe el qué dirán.
No puede decirse lo mismo de Sir Gawain, el compañero de Val. Mujeriego empedernido, asaltador de balcones y ventanales, un don Juan triunfador donde los haya pero... no consuma. Porque, cada vez que llega el momento, Gawain pone pies en polvorosa, huyendo de las mujeres a uña de caballo.
Gawain es un narcisista de tendencias homosexuales duramente reprimidas.
Esperan de él que sea un hetero viril, y esa es la apariencia que ofrece al mundo, pero, como puede verse en esta otra imagen, no son los cuerpos femeninos los que le hacen suspirar.
Ahora, si hablamos de represión, la reina Ginevere se lleva la palma. Atrapada en un matrimonio de opereta, con un marido asexual, las atenciones de su amante, Lanzarote, no bastan a llenar su vacío. De hecho, sólo la vemos relajada en cierta ocasión, tras un alegre baño con Aleta (yo no quiero decir nada, pero...)
Arturo ¿qué podríamos decir de Arturo? En la batalla de los pantanos encabeza la carga con su poderosa excalibur, pero nunca más le veremos volver a esgrimirla ¿quizás el soberano, bajo el peso de las responsabilidades, se ha vuelto impotente? No del todo: nuestro rey aún disfruta del voyeurismo. Sí, la única vez que vemos a Arturo... chispeante... es cuando se encuentra con Aleta, como no, en pelotas por el bosque. El monarca, con ojos viciosetes, la persigue por el arroyo, y no se bate en retirada hasta que ella le da un severo correctivo. Luego, al reencontrarse con él, le humilla y maltrata, porque el rey ha sido un chico muy, muy malo.
A buen entendedor...
Os preguntaréis ¿no hay en este medievo ningún atisbo de heteronormatividad? No lo encontraremos en el rey Aguar, solterón empedernido cuya virilidad es puesta en entredicho por su propio hijo, y cuya afición al emperifollamiento sólo tiene parangon con la de Gawain.
Tampoco en Mordred, que sublima sus deseos sexuales en una búsqueda desenfrenada de poder, quizás como un modo de recabar la atención de su fría y dominante madre.
No desesperemos: nos queda Boltar, honrado pirata, y comerciante. El alegre bribón vikingo rezuma hombría a la vieja usanza. Juerguista, fanfarrón, vocinglero, el alma de la fiesta... hasta el día en que su camino se cruza con el de Tillicum y ella le amenaza de muerte. Boltar se deja de juergas adolescentes y madura, decidido a ser digno de la única mujer capaz de helarle en el sitio con una sola mirada. Desde entonces ha sido su amante esclavo y.... vaya, después de todo tampoco aquí tenemos las cosas tan claras.
En fin, confío en no haber hecho añicos vuestros recuerdos, y espero que, si alguien no conocía esta magnífica obra, no deje de leerla por mi culpa. De verdad, vista desde cualquier lado merece la pen... a quién quiero engañar. Mi buen Rafa N (más que un jefe, un amigo) no me perdonará JAMÁS, porque nunca podrá volver a ojear las páginas de Foster con mirada inocente.
Y el día que le explique porqué el lanzaredes de Spiderman está anatomicamente mal situado, probablemente se suicide, después de matarme a mí. Pero la Verdad debe salir a la luz, sea cual sea el precio.
(ninguna de las imágenes ha sido retocada: los dibujos de Foster siempre destacaron, entre otros mil motivos, por su elegante sensualidad)
martes, 26 de agosto de 2014
SIN TÍTULO
Nuestro último beso no quiso morir. Se quedó prendido en mis labios: suave, dulce, fresco. Como una brisa.
Acompañó a mi sonrisa durante semanas, las semanas se hicieron meses.
Llegó el sol de mayo y se deslizó de forma imperceptible, acomodándose en mi piel. Yo procuraba no pensar en él, no fuera que, si trataba de buscarlo con mi mirada, desapareciera por timidez.
Cada mañana, al despertar, antes de abrir los ojos, antes de ser consciente del todo, sentía ligeramente su dulzura.
Un día supe que nuestro último beso era, de verdad, nuestro último beso.
Debí dejar que se fuera con la lluvia, que el viento lo separara de mí.
Que volara al olvido.
No fui capaz.
Ese día lo busqué con cuidado, apenas rozándolo con la yema de mis dedos. Cuando lo sentí en mi mano, tomé un lápiz y un pedacito de papel. Escribí tu nombre y dejé que el beso se deslizara sobre él. Lo doblé con cuidado y, a mi vez, lo besé.
Abrí la caja. Esa cajita. Y guardé en ella tu nombre y nuestro beso, junto a los susurros que un día me regalaste y que, supongo, ya habrás olvidado.
A veces, cuando abro el cajón, veo al fondo la cajita. Y sonrío, porque hay quien busca tesoros en islas desiertas, tras un sendero marcado con huesos humanos. Yo lo tengo junto a mí: un tesoro de sonrisas, de caricias y miradas, sellado con un beso que no quiso morir, en una caja sin llave que nadie abrirá ya.
Ni siquiera yo.
Acompañó a mi sonrisa durante semanas, las semanas se hicieron meses.
Llegó el sol de mayo y se deslizó de forma imperceptible, acomodándose en mi piel. Yo procuraba no pensar en él, no fuera que, si trataba de buscarlo con mi mirada, desapareciera por timidez.
Cada mañana, al despertar, antes de abrir los ojos, antes de ser consciente del todo, sentía ligeramente su dulzura.
Un día supe que nuestro último beso era, de verdad, nuestro último beso.
Debí dejar que se fuera con la lluvia, que el viento lo separara de mí.
Que volara al olvido.
No fui capaz.
Ese día lo busqué con cuidado, apenas rozándolo con la yema de mis dedos. Cuando lo sentí en mi mano, tomé un lápiz y un pedacito de papel. Escribí tu nombre y dejé que el beso se deslizara sobre él. Lo doblé con cuidado y, a mi vez, lo besé.
Abrí la caja. Esa cajita. Y guardé en ella tu nombre y nuestro beso, junto a los susurros que un día me regalaste y que, supongo, ya habrás olvidado.
A veces, cuando abro el cajón, veo al fondo la cajita. Y sonrío, porque hay quien busca tesoros en islas desiertas, tras un sendero marcado con huesos humanos. Yo lo tengo junto a mí: un tesoro de sonrisas, de caricias y miradas, sellado con un beso que no quiso morir, en una caja sin llave que nadie abrirá ya.
Ni siquiera yo.
sábado, 9 de agosto de 2014
ALGUNAS RECOMENDACIONES_Galdós otra vez
Sigo adelante con mi relectura de Galdós, y sigo asombrado, más incluso, de hecho.
A medida que he ido avanzando en su obra, me he visto sumergido más allá de las historias que se narran en cada título.
Intentaré explicarme. Los personajes de Galdós van más allá del papel: viven. Y los escenarios de sus obras no se limitan a aportar un marco para los diálogos, nos movemos por ellos en cualquier dirección. Cuando paseo por Lavapiés, Cuchilleros, Curtidores, Embajadores... siento que camino por un paisaje conocido, y bajo el maquillaje del siglo XX veo pasar a Juan Bragas, buscando conspiradores al frente de alguna partida policial, a Benigno Cordero y los milicianos cargando contras los guardias reales por esos mismos soportales, a Miquis y sus amigos, camino de algún bar de baja estofa, al enorme Pedro Polo envuelto en una sotana a modo de embozo, a Lucila Ansúrez, dejando tras de sí un rastro de miradas incrédulas y, quizás, el carricoche que he creído ver pasar, lleve a una siniestra monja a Palacio, con falsas llagas en las manos.
Hasta aquí nada especialmente notable: un buen autor debe saber crear caracteres y escenarios. Pero estas creaciones no viven sólo mientras les leemos: una vez cerramos el libro, siguen su día a día sin preocuparse de nosotros. Así, veremos pasar a los Bringas al fondo de otra historia, o sorprendemos una conversación donde se mencionan sus nombres. Y tal vez crucemos junto a una tienda donde, sospechamos, Rosalía mira con ansia telas y ropas.
Hay tangencias inesperadas, otras que sospechamos... y todo es coherente. No es un decorado, sino un tapiz. En cada historia vemos una parte del tejido, una escena, pero los hilos que la forman no están cortados fuera de ella: se extienden más allá, se entrecruzan y, sin movernos de nuestra escena, entrevemos lo que sucede fuera de ella, y quizás veamos más adelante otro fragmento, desde otro ángulo, o desde otro tiempo. Don Francisco organiza su mudanza, y deja sitio en la pared para el retrato de nuestro viejo conocido, el adorable canalla Juan Bragas, y he aquí un hilo que nos lleva de la casa de los Bringas a los momentos más negros de la represión Fernandista. Puede que, en esas calles llenas de sangre, nos crucemos con la bellísima Genara, y la volveremos a encontrar años después, mencionada en la tercera, incluso la cuarta serie de los Episodios.
Todo encaja, y eso es lo que lo hace asombroso. Cientos de historias, centenares de personas (no personajes: personas, vivas, vibrantes) moviéndose a lo largo y ancho de la Península, África, Europa, el Pacífico... pero, sobre todo, Madrid. Y es en Madrid donde el tapiz se convierte en un caleidoscopio único.
Supongo que Don Benito se ayudaba con docenas de cuadernos repletos de anotaciones, útiles, pero el verdadero universo está en su prodigioso cerebro. Ahí, el tapiz debía cobrar una dimensión única, tan sólido como las calles que pisaba a diario y de donde sacó los materiales para construirlo, para que lo habitaran las personas que dio forma en sus obras. Y no hablamos de un ratón de biblioteca, ajeno a todo lo que no fueran sus libros, sino un vividor alegre y feliz, habitual de esas mismas calles donde Felipe Centeno le da un abrazo a José Ido, riendo juntos con esa felicidad que sólo conocen los que han compartido la miseria, y saben que no les ha vencido. Y tras ellos, Galdós, piensa cuales serán sus siguientes pasos, dónde les llevará, si les esperan días alegres o noches de angustia...
... y se retira en silencio, dejándoles disfrutar de ese instante de paz. Se lo han ganado.
Ese es el ingrediente que completa el tapiz. Quienes lo habitan, viven, porque Galdós pone vida en ellos. A veces, su propia vida, como Don Beltrán de Urdaneta, en quien veo al Galdós vividor y enamorado, o vidas que ha visto bien, las de todos los que necesitan fingir que son más que sus vecinos. La miseria que viven Tormento, los Ido, Felipe... es real, porque él la ha visto de frente, sin mirar para otro lado, como tantos otros que prefieren taparse los ojos bajo palabras vacías como "caridad". Y también ellos son reales: ni siquiera los parásitos, esos señorones que sostienen su dignidad bajo cien cuentas impagadas, son planos.
Quizás me equivoco. Quizás todo son imaginaciones mías, pero desde hace un tiempo, cada vez que abro un nuevo libro de Galdós, siento que me asomo a una puerta, y que más allá se están desarrollando vidas que nunca conoceré, y no dejo de preguntarme dónde andarán todas las personas a quienes he conocido, y qué nuevas caras aparecerán tras la próxima esquina.
Y ahora disculpadme. Acabo de empezar la quinta serie, y en medio del congreso de los diputados creo haber visto algunas caras familiares.
Voy a acercarme a saludar. Hasta luego.
lunes, 21 de julio de 2014
DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (XX) Comunicación
El fruto de mis desvelos cumple 14 años, y ya estoy en esa fase tan temida al ver acercarse la adolescencia de tu retoño: la dificultad de la comunicación.
Dado que nuestro hijo es de natural hablador, resulta duro asumir que, en realidad, buena parte de lo que sale por su boca es ruido de fondo sin contenido, y que lo que creemos conversaciones son, en realidad monólogos desde dos direcciones* que, solo ocasionalmente, coinciden en apariencia.
Si lo que queremos es información, tendremos que extraerla, y no será una tarea fácil
Así pues, vamos a adentrarnos en los procelosos mares del diálogo adulto-adolescente.
Todos los casos expuestos a continuación dramatizan hechos reales. Ningún adolescente resultó herido en el proceso, aunque ganas de arrojarlo por la ventana, pues sí que hubo, para qué vamos a negarlo
Ante todo,olvidemos las respuestas coherentes, correctamente estructuradas y con una dicción clara e inteligible. Hablamos de comunicación a un nivel muy, muy básico.
Mi hijo entra por la puerta, de regreso del instituto. Pregunto: ¿qué tal te ha ido el día? respuesta
...mmmien
Lo que viene a decir, resumidamente, el instituto no se ha derrumbado, no me he dormido en ninguna clase (o si lo ha hecho no he llamado la atención del profesor), y déjame en paz, que estoy cansado y vengo con hambre, por cierto ¿qué hay para comer?
Asombroso ¿verdad? Toda esa información en apenas seis letras.
Una pregunta más concreta no siempre obtendrá respuestas más detalladas. Por ejemplo ¿te has lavado los dientes?
...sí
Dado que sabes que no se ha movido del salón en las últimas dos horas eres consciente de que NO se ha lavado los dientes, así que su respuesta debe tener otros significados, que podríamos resumir en estoy tan a gustito aquí tocándome el ombligo (o zonas adyacentes) mientras veo Modern Family, así que déjame en paz.
Si de lo que se trata es de asegurarnos de que nuestras instrucciones (por ejemplo, para que se caliente la cena, porque llegaremos tarde) han sido comprendidas, debemos desconfiar de las apariencias. Lo más probable es que, mientras detallamos los pasos a seguir, tras los aparentemente interesados ojos de nuestro hijo haya un vacío en el que resuene alguna tonadilla publicitaria o un zumbido monocorde.
Al llegar al final de nuestra exposición, lógicamente preguntaremos ¿de acuerdo? y la respuesta será un contundente ¡Claro! que podríamos traducir como ... pues se ha quedado buena mañana y ¡ondia! ese señor de ahí delante parece estar mascullando algo... mmm... me resulta familiar... y no parece hostil... bueno, por si acaso le diré sí a todo, a ver si me deja en paz.
El resultado es que cuando los bomberos derriban la puerta, tu hijo jura y perjura que en ningún momento le dijiste que no se debía meter un plato recubierto de albal en el microondas, es más, no recuerda haber mantenido ninguna conversación contigo en las últimas tres semanas. Para otra vez, sera más productivo tatuarle las instrucciones en la retina, para que las vea aunque cierre los ojos.
Adentrarse en asuntos más íntimos puede ser tan peligroso como avanzar por un campo de minas, pero si, pese a todo, te aventuras a decir X parece atractivo/a y yo diría que te mira mucho, notarás primero cómo baja la temperatura del cuarto, luego verás en los ojos de tu retoño una expresión que viene a decir ¿Qué sabrás tú al respecto si debes tener como 2 o 3000 años y jamás has sabido lo que es sentir ese calor que... Entonces se bloqueará, porque de pronto por su imaginación habrá pasado la idea de que en algún momento del pasado, sus padres tuvieron sexo, al menos una vez. En ese momento notarás cómo intenta contener las nauseas. Finalmente, si ha logrado no vomitar, responderá...
...Gnnnmm?
Que podría traducirse, en esencia, por DÉJAME EN PAZ
A estas alturas habréis notado un elemento común en esas respuestas ¿verdad? Sí. Nuestro hijo quiere QUE LE DEJEN EN PAZ. Y encontraremos el mismo deseo cuando le pidamos que recoja su cuarto, que se lave, coma de una manera civilizada, camine sin encorvarse como Nosferatu o se siente a estudiar, que mañana tiene examen.
Ojo, no es por desidia, es simplemente que, para él, ninguna de esas cosas tiene verdadera importancia cuando podría estar haciendo, qué se yo... NADA. Y el que vengas tú a entrometerte, preguntar, investigar o forzarle a hacer lo que sea que quieres que haga, le parece una intromisión en su intimidad
Por cierto, probablemente cualquier cosa que le digáis, sea cual sea, le parecerá ofensivo. Y aunque se lo susurres, opinará que le estás gritando (y lo opinará a grandes voces). No, no es que tenga un problema de oído o comprensión, es sólo que está marcando su territorio y tú eres un potencial intruso. Da igual que la casa sea tuya, es SU territorio.
Eso implica que si quieres ver, qué se yo, las noticias, le parezca notablemente injusto que jamás le dejes un poco de tiempo para ver la televisión, más aún cuando sabe perfectamente que ya viste las noticias hace dos meses. No sirve de nada argumentar que él se ha tirado SEIS HORAS viendo los Simpson, y además se ha visto por octocentésima vez el episodio en que Homer y Flanders van a Las Vegas, porque NO ES LO MISMO.
A ver, no nos pongamos trágicos tampoco, que por suerte no siempre es así. Hay momentos de verdadera comunicación, incluso puedes encontrarte con un abrazo por sorpresa y un te quiero. Y no, no es que esté intentando sacar algo, de verdad te lo ha dicho porque quiere que lo sepas.
Ojo, también hay actitudes sospechosas por exceso. S llevó** a su hija V y una amiga al concierto de One Direction. A la mañana siguiente (bueno, cuando la chica salió del coma emocional era mediodía) V se lanzó en brazos de su madre, que se vio en medio de una granizada de muamuamua eres la mejor mami del mundo muamuamua te quiero eres genial muamuamua gracias gracias gracias muamuamua no podría ser más feliz muamuamua gracias muamuamua...
Por suerte S es una veterana de estas lides y no se dejó deslumbrar por el momento de gloria. El ataque de entusiasmo hijil vino a durar, más o menos, lo que tardó en pedirle a la agradecida retoña que recogiera su cuarto. Pero oye, mientras dura, es como si Stalin en persona acaba de otorgarte la Orden de la Victoria.
¿Qué puedo deciros? La realidad es que, en general, el adolescente no se comunica porque no quiere hacerlo, y tratar de sacarle información concreta es un trabajo largo, tedioso y repleto de miradas tensas. No hay una solución sencilla, sólo almacenar paciencia (mucha, muchísima, muchisisísima), mantenerse firme (no nos engañemos, no puedes jugar a ser el colegui de tu hijo, TÚ ERES EL RESPONSABLE, ergo, TÚ MANDAS) y disponer de unas tragaderas amplias, porque vas a tragar mucha bilis.
También os digo que sí, pese a todo de cuando en cuando hay una respuesta a tus esfuerzos, a veces es positiva y, ocasionalmente, de verdad, te ves abrumado por un alud de cariño sincero.
Vale, en las sitcoms los padres siempre acaban el capítulo sintiendose orgullosísimos de los logros de sus hijos. Eso es en EEUU, y en la tele, y esos niños parecen de otro planeta. Aquí y ahora, incluso un ocasional te quiero es recompensa más que suficiente para coger fuerzas y seguir adelante
* confieso que el del otro monólogo soy yo, que sin darme cuenta dejo de escuchar y sigo a lo mío. Si veis que me pasa, dadme un zapatazo en la cara
** en realidad iba a ir la otra madre, ya que desde hacía meses S había dejado claro que no, de ninguna manera, bajo ninguna circunstancia pensaba ir a ningún concierto, pero oh, sorpresa, la noche antes del concierto surgió un imprevisto y S tuvo que hacer frente a dos ojos suplicantes
miércoles, 2 de julio de 2014
VA DE VIÑETAS_Y SÓLO SON PATOS (II)
Sus historias cortas son pinceladas de cotidianeidad. Podemos ver a Donald trabajando de socorrista o bombero, o enfrentado a su vecino, mr. Jones, con quien comparte una larga historia de enemistad. Nos encontramos a los niños disfrutando de un rato de ocio en el campo, participando con su tío en un concurso radiofónico, o tramando alguna travesura que, inevitablemente, acaba recayendo sobre la cabeza de Donald. Vemos sus piques con su puñetero y afortunado primo Narciso, sus devaneos en torno a Daisy, o sus problemas con la autoridad. Porque Donald es un caracter fuerte, y eso a veces puede traer problemas.
También hay alusiones a días señalados, como Acción de gracias (sí, patos comiendo pavo, no pongáis esa cara, no hay de qué escandalizarse) y, a veces, pequeños detalles que complementan las historias largas.
Por ejemplo, en Gladstone's terrible secret descubrimos que el emperifollado Narciso tiene un oscuro pasado que esconder, y en Getting that Healthy, whelthy feeling, Gilito recuerda con nostalgia su infancia, y el día en que, por primera vez, ganó una moneda con su propio esfuerzo. Sí, esa moneda.
Vemos detalles prácticos, como el modo en que se valora una moneda rara, y en cierta ocasión (Some Heir over the Rainbow) descubrimos que Donald no es el heredero de Gilito: son los niños, que algún día deberán gestionar esa fortuna de nueve fantastillones, cuatro biliojillones un centrifugallón de dólares y 16 céntimos.
Todos estos pequeños detalles se perdieron a partir del 66, tras la jubilación de Barks. Todavía hizo guiones durante un tiempo para la Wester Publishing (la editorial que gestionaba los comics de Disney) pero pronto su trabajo fue reemplazado por otros autores, mediocres por no decir pésimos.
Los comics Disney decayeron y, finalmente, los derechos de producción fueron cedidos a una editorial italiana, Mondadori, que ya llevaba años publicando bajo licencia el material Disney y haciendo historias de producción nacional. El nivel de dibujo mejoró, y hubo algunas historias notables por su calidad gráfica y de guión (sobre todo las de Giorgio Cavazzano, un mago del dinamismo) pero la continuidad, la lógica del universo creado por Barks, se fue por el retrete.
Donald pasó a ser un gorrón holgazán y maltratador, que apaliza a sus sobrinos a la primera de cambio. Gilito se convirtió en un ser despreciable, un avaro miserable y estafador, sin el más mínimo escrúpulo. Daisy quedó como figurante sin personalidad... incluso la historicidad fue desechada: Gilito nace en Alaska y se vuelve rico antes de cumplir 20 años: todas sus aventuras de juventud fueron borradas de un plumazo. Todos los patos pasan a estar emparentados, Daisy es prima de Donald y de Narciso, los tres son sobrinos de Gilito...
Así habría quedado todo, pero en los 80, la editorial Gladstone publicó una reedición de Barks, y un dibujante llamado Don Rosa decidió hacer un homenaje a aquellas maravillosas aventuras. The Son of the Sun lo cambió todo. No era una copia, era, de nuevo, la aventura en estado puro.
Con ayuda de Barks, Rosa reunió todos los pequeños detalles, las pistas, los retales que había ido dejando el maestro en su trabajo, y dio forma a una saga monumental: life and times of Scrooge McDuck. Y fue un bombazo. Recibió premios, se editó por todo el mundo y dio origen a una nueva edad de oro para los patos. Conocimos la infancia de Gilito, a su familia, pobre y orgullosa, y su decisión de no rendirse jamás. Le vimos crecer y recorrer el mundo, entablando amistades* y enemistades, de aventura en aventura, siempre duro y honrado, hasta el día decisivo en que, en el Klondike, puso la primera piedra de su fortuna. Le vimos enamorarse y perder toda esperanza, sufrimos con él la muerte de su madre, y asistimos a la construcción del imperio McDuck. Vimos su pecado, el día negro en que olvidó su camino y perdió lo único que realmente importaba. Y le vimos recuperarlo, años después, enlazando magistralmente con la primera historia de Barks.
En los siguientes diez años Rosa revisitó y volvió a poner en pie el mundo de Barks, ampliándolo incluso**, y, como él, no se limitó a las grandes sagas: también volvió su mirada al día a día. Con premisas simples pero sólidas: Donald es un espíritu libre, un diógenes que sólo está dispuesto a complicarse la vida por sus sobrinos, por los que haría cualquier cosa. Igual que los niños harían cualquier cosa por su tío, al que adoran (salvo, quizás, ser tranquilos). Y todos siempre dispuestos a acudir cuando lo necesite el gran patriarca, Gilito, que nunca les confesará que lo único realmente valioso que posee, su verdadera riqueza, son ellos. Y que, aparte de trabajar duro, tiene otra habilidad, que descubrimos en Return to Xanadu***
Si tuviera que elegir dos historias de Rosa, tendría muchas dudas, pero creo que serían The Quest for Kalevala, una recreación de la gran saga de Finlandia, tan impresionante que los maestros fineses lo usan para enseñar a sus alumnos el sentido de su mitología nacional, y, The Dream of a Lifetime. En esta magistral historia, los Apandadores se introducen en la mente de Gilito dormido, convencidos de que soñará con su dinero y encontrarán las claves de sus cuentas bancarias. Ignoran que Gilito sueña, noche tras noche, con su vida, sus aventuras, sus amigos y enemigos.... junto a ellos y Donald (que acude en ayuda de su tío) vamos recorriendo escenarios y sentimientos, hasta el instante en que, por fin, siquiera en sueños, logra reunirse con su amor.
Barks nunca llegó a dibujar la última historia de Gilito, aunque le puso fecha. Rosa tampoco se atrevió a tanto. Solo sabemos que murió en 1967, centenario, y que, como no, fue en una aventura****.
Barks casi igualó en edad a su creación. Murió a los 99 años, en el cambio de siglo. Mientras trabajó nunca fue reconocido. La política de Disney era que todos los trabajos se firmaban como WaltDisney, así que sus lectores nunca conocieron su nombre ni su rostro, ni los de los demás autores que trabajaron a la vez que él.
Pero siempre supieron que había alguien especial tras esas historias de patos. Y, cuando se jubiló, la editorial recibió cientos de cartas de niños, que preguntaban, y cito textualmente...
Por favor ¿podría decirme si le ha pasado algo al dibujante bueno?
* Personas especiales, como el futuro presidente Teddy Roosevelt, con quien le unirá una amistad de décadas.
** Por ejemplo, al presentarnos a Matilda, hermana de Gilito, en A letter from Home. Su otra hermana, ya fallecida, era Hortense, la madre de Donald.
***Hacer muñecas. Desde niño, ya que, con un trapo y un poco de madera, él hacía muñecas para sus hermanas.
****Hace un par de veranos me atreví a imaginar cómo sería esa aventura. Pero, aunque creo que logré construir un gran final, no llegaría a los talones a nada que imaginaran Carl o Don
domingo, 29 de junio de 2014
LA GUERRA DE LAS MÁQUINAS (y III)
Mi texto sobre la Gran Guerra se completó con dos recuadros, limitados a 1200 caracteres. Helos aquí, ilustrados de mi propia mano
EL ARMA DEFINITIVA
Cuando Lord Fisher
asistió en 1906 a la botadura del HMS Dreadnought, estaba convencido de tener ante sí el
arma definitiva. Era un diseño revolucionario, un gigante armado con
diez piezas de 305 mm en torres dobles, que, pese a su blindaje de 280 mm, podía
navegar a 21,5 nudos, gracias a sus novedosas turbinas de vapor. Su sola
existencia dejó obsoletos a todos los buques del momento y supuso el arranque
de una frenética carrera naval entre Alemania y Gran Bretaña. Ambas naciones
quedaron al borde de la ruina por el tremendo esfuerzo industrial, que se saldó
con ventaja inglesa al comienzo de la guerra, 24 dreadnought frente a 15.
El monstruoso gasto
no se amortizó jamás: durante la Gran
Guerra no se produjo el choque decisivo para el que nacieron esos acorazados.
La escuadra del Kaiser acabó sus días como chatarra en Scapa Flow y, en los años
20 y 30, muchos de los colosos aún en servicio fueron desguazados tras el
tratado de Washington.
De nuevo soplaron
vientos de guerra: entre 1939 y 1945 lucharon otra vez los viejos Dreadnought junto a otros más recientes
y poderosos, y de nuevo de forma infructuosa. Los Bismark, Tirpiz, Yamato, Musashi, California, Arizona, Roma, Prince of
Wales, Repulse… todos fueron víctimas de la némesis de los acorazados, un
diminuto enemigo en el que no pensó nadie cuando se puso la quilla del Dreadnought: el aeroplano, el arma naval
definitiva.
EL FANTASMA DEL DESIERTO
Lawrence de Arabia no luchaba contra los turcos sobre un blanco caballo,
alfanje en mano, como le inmortalizó el cine. Él prefería usar un coche
blindado. Y no uno cualquiera, porque Lawrence fue a la guerra a bordo de uno
de los mejores automóviles de todos los tiempos. el Armoured Car Rolls-Royce, version militar del legendario SilverGhost, la Joya de la Corona. Los
Rolls de batalla se movían por la arena y los pedregales con la misma elegancia
con que lo hubieran hecho por las calles de Londres. Su motor de seis cilindros
y 50 HP le permitía alcanzar los 90 km/h y su fiabilidad mecánica era
asombrosa, sobre todo en las durísimas
condiciones del desierto. Protegidos por un blindaje de 9 mm, su torre
giratoria armada con una ametralladora Vickers
les daba una potencia de fuego muy respetable.
Lawrence y sus irregulares los emplearon en misiones de exploración y
sabotaje. golpeando allí donde menos se les esperase. Tras la guerra siguieron
en activo hasta 1925, cuando pasaron a la reserva. Pero los Silver Ghost aún volverían a luchar en
1940, esta vez contra las tropes de Mussolini. Finalmente, y tras varias
modernizaciones, los últimos Rolls se jubilaron en 1942, reemplazados por otro
automóvil de leyenda, el Jeep Willys.
Podríamos citar muchos elogios del Armoured
Car Rolls Royce, pero basta con el que le dedicó el propio Lawrence: Un Rolls en el desierto vale más que un
diamante.