Mujer iroqués

martes, 31 de mayo de 2011

MADRES VARIADAS (I)


Dado que trabajo en casa, suelo encargarme de llevar a nuestro hijo al colegio por las mañanas. Por ello conozco a muchas mamás del cole, e incluso he alcanzado un razonable grado de confianza con buena parte de ellas.

No pretendo llevar a cabo un estudio sociológico sobre el tema, pero creo que puede resultar interesante detallar, aunque sea someramente, el tipo de madres que suelo encontrarme a diario en el patio. Con los lógicos matices inherentes a la individualidad, es posible establecer a grandes rasgos una clasificación en base a determinados aspectos de la propia personalidad y de la relación establecida con los hijos y el resto de progenitores.

Hablaré sólo de madres, no por establecer un sesgo desde mi mirada masculina, sino porque mi caso es bastante raro: en la clase de mi hijo sólo hay otro progenitor masculino que se ocupe de forma usual de sus niños. Así pues no es posible establecer un desglose similar respecto al sector masculino a menos que lo dividamos en padres que acuden al colegio regularmente (nosotros dos, tres a lo sumo), padres a los que sólo vemos el pelo de Pascuas a Ramos (un 50%, así a ojo) y padres cuya existencia presuponemos*  (como un 48%).

Afortunadamente no tengo lectoras en el colegio, salvo una, y creo que puedo explayarme sin miedo a represalias. De no ser así, me enteraré cuando se me ahorque públicamente de la entrada del patio. Y sin más preámbulos, vamos a meternos en harina.

Madres normales

Más de la mitad de mis conocidas se encuadran en este grupo. Gente normal, con preocupaciones y actitudes normales. Mujeres con la cabeza bien amueblada, con las que es posible mantener una conversación agradable, sin tiranteces ni malentendidos. Con el tiempo, a fuerza de coincidir en el cole y en los parques, organizar cumpleaños multitudinarios y compartir algunas crisis infantiles, acabas alcanzando un cierto grado de entendimiento y amistad con ellas. En resumen, se trata del grupo de madres con las que merece la pena relacionarse.

Madres macizas

Como hombre que soy no puedo dejar de mencionar este subgrupo, que, salvo excepciones, puede englobarse dentro del anterior. No hablo de supermodelos, sino de ese tipo de ibérica sanota, de risa fuerte, pisada firme y carnes contundentes. De acuerdo a la leyenda estas señoras deberían ser tan tontas como atractivas, pero lo desmiento con rotundidad. La macicez femenina no idiotiza a la mujer, sólo al hombre, ya que la hinchazón de las gónadas tiende a debilitar el flujo de sangre al cerebro. Obviando esa molestia, el trato con las mamimacizas es, de promedio, agradable y positivo.

Alguien me dirá que un colegio no es el sitio más idóneo para encontrar macizas, pero de nuevo es un prejuicio sin fundamento. La media de edad de las mamis con hijos en Infantil/primaria oscila entre los 35 y los 45 años, es decir, la edad idónea para ese rotundo esplendor tan caro a los ojos masculinos.

Como digo, la maciza suele pertenecer al conjunto de la gente normal, con los pies en el suelo, con quien se puede mantener una relación amistosa y sin riesgos. Justo lo contrario que la siguiente categoría de madres, con las que pronto se aprende a mantener las distancias.

Las monotemáticas

Porque sí, tener hijos, verles crecer, educarlos... es una tarea apasionante, pero existen otros horizontes en la vida, salvo que seas miembro del club mamis-las 24 horas del día. Hablar con ellas resulta agotador, entre otras cosas porque yo también tengo un niño, así que el tema infantil me resulta sobradamente conocido. Vale, es divertido comentar anécdotas, intercambiar información o comparar patrones de conducta, pero sólo un ratito. Así que cuando os encontréis en medio de uno de esos círculos de madre que sólo saben hablar acerca de niños, excluyendo puntualmente cualquier otro tema que salga en la conversación, corred, alejaos, huíd. Vuestra cordura os lo agradecerá. Entre otras cosas porque los vástagos de las monotemáticas suelen ser niños bastante poco originales, y esperar que salga a la luz alguna historia realmente interesante es un esfuerzo baldío.

Eso cuando se mantiene una conversación, porque hay una clase especial dentro de la familia de las monotemáticas, una categoría Golden Extra. Me estoy refiriendo a...

Sor Angustias

Éste espécimen se caracteriza por su tendencia a expresar públicamente lo dura, traumática y sacrificada que es la vida de una madre. En sus manos, cualquier labor (llevar a los nenes al cole, darles de comer, cuidar que hagan los deberes, respirar...) se convierte en un sacrificio casi insostenible, que sólo logra llevar a cabo gracias a su devoción como Madre con mayúsculas. Suele hablar en voz queda hasta que logra sacar alguno de los temas antes referidos, momento en el que el tono se eleva, los ojos se le iluminan y abre las compuertas a un torrente de angustiosos testimonios, entrecortados con profundos suspiros. Es inútil intentar incorporar a la conversación (mejor dicho, monólogo) nuestra propia experiencia, porque nadie más que ella conoce los terribles sacrificios que apareja la maternidad. No es que el resto sean malas, simplemente son menos madres.

Nuestra Angustias particular tiene una hija. De creerla, sería la niña más sensible, vulnerable y frágil del universo, siempre al borde del colapso nervioso, la enfermedad mortal o el trauma irreparable. Yo personalmente la considero una holgazana consentida con calzas coloradas y buena mano para la manipulación, que se pasa por el arco de triunfo todo lo que le llora su madre. De hecho, en alguna ocasión la hemos escuchado describir a su madre como una cursi insoportable. Eso, en el fondo, debe suponer un secreto placer para mami Angustias, ya que en unos años podrá alcanzar un nuevo estatus materno: madre mártir víctima de una hija desagradecida que no es capaz de apreciar sus infinitos sacrificios.

Fuera del ceñido universo del monotema, podemos encontrar otros tipos de madre aburrida, que sin duda resultaran familiares a todas mis lectoras con niños en edad escolar.

Las del AMPA

La Asociación de Madres y Padres atrae fundamentalmente dos tipos de personas. Primero están las madres con energía e ideas, que sacan adelante las actividades y mantienen en marcha la asociación. Nada puedo objetar a estas estupendas mujeres, menos aún cuando yo fui durante dos años miembro activo del AMPA en mi colegio. Pero luego están las madres de relleno, cuya principal función es hacer bulto**. Se trata de señoras cuya única vida social parece ser el AMPA, ya que se pasan ahí toda la jornada. A veces, llego a dudar que tengan un hogar al que regresar por las noches.

No contenta con ocupar así cinco días a la semana, la mamiAMPA acude entusiasmada a todo tipo de actividades de finde (rafting, trekking, bocadilling...), y saraos callejeros como desfiles de carnaval, pasacalles festivos o coreografías sonrojantes. Sus hijos suelen pasar largas tardes en el patio entre actividad y actividad, y en general puede describírseles como asilvestrados, ya que campan a sus anchas y sobreviven sin demasiado control. Lo que en el fondo no deja de ser un buen adiestramiento para la vida, no nos engañemos.

Pero si la mamiAMPA se caracteriza por su gran visibilidad*** la siguiente madre destaca justo por lo contrario.

La mujer invisible 

También llamada la pánfila, la sosainas o la pan sin sal. Suele haber una por cada curso: sabes que está ahí porque la persona que hay detrás se ve un poco borrosa. Nunca dice una palabra más alta que otra, de hecho casi nunca habla, y cuando lo hace usa un tono monocorde, apenas audible, casi ratonil. Su aspecto es totalmente gris, se ponga lo que se ponga. Podría vestirse de rojo valentino, y seguiría pasando desapercibida. No es cuestión de físico o de cara, la invisibilidad va incluida en su personalidad.

Nuestra mujer invisible lo es incluso para su hijo, que no la hace el más mínimo caso. Alguna vez, en el parque, he sido yo quien ha convencido al chaval de que ya era hora de volver a casa, porque a ella ni la escuchaba. Siento bastante lástima, porque sospecho que si su hijo actúa así es porque su pareja la ningunea, y el crío se limita a repetir lo que hace su padre. A veces me dan ganas de darla dos bofetones a ver si despierta y da de una vez un buen puñetazo en la mesa, pero no creo que funcione.

Eso sí, resulta que al teléfono es diferente. Una amiga llamó al departamento donde trabaja para pedir una información y ella respondió de malos modos, en plan borde y prepotente, hasta que la otra la reconoció y dijo ¿M...?, momento en que volvió el tono bajito e impersonal. Así pues, cuando la protege el anonimato, la mujer invisible se crece.

(Continuará...)

*A fecha de hoy no es factible la clonación humana luego alguien habrá colaborado con la madre para engendrar al tierno infante.


** Y vaya si lo hacen: por motivos que escapan a mi comprensión la mamiAMPA típica devora en un festejo alimento suficiente como para nutrir a una familia de chinitos, y de promedio abulta el doble que cualquier otra madre ajena al organismo
.
***Véase la nota anterior 

lunes, 23 de mayo de 2011

ALGUNAS RECOMENDACIONES: Fantasía (II)


Por motivos que escapan a mi comprensión, Lord Dunsany fue incluido en los años 80 dentro del conjunto de autores relacionados con los Mitos de Cthulhu. Resulta raro, ya que no podria haber más diferencias entre el colectivo de imitadores de Lovecraft y la frescura y originalidad del autor irlandés.

Edward John Moreton, barón de Dunsany, escribió una buena cantidad de relatos breves y tres novelas, todos de temática fantástica. Su estilo es ligero, a veces en la línea de las Mil y una Noches, otras ácido y divertido, siempre ameno y muy, muy placentero de leer. Sus personajes son, como mínimo, atípicos. No dudan en lanzarse a aventuras surrealistas y rara vez salen bien parados. En ocasiones son mezquinos, otras simples espectadores, a menudo románticos, las menos de las veces, heróicos. 

Los títulos de sus relatos son un buen anticipo a su lectura: La angustiosa historia del joyero Thangobrind, La improbable aventura de tres hombres de letras, La señorita Cubbidge y el dragón del romance, El Gámbito de los tres marineros, De cómo llegó Plash-Goo al país que nadie desea... 

A título de curiosidad, Dunsany era un enamorado de la España Medieval, y dos de sus novelas, Don Rodrigo y El Crepúsculo de la Magia, están ambientadas ahí. En cambio su novela más célebre, La hija del rey del País de los Elfos, combina dos escenarios extrañamente dispares, una población pequeñoburguesa en una Inglaterra atemporal, y la nebulosa tierra faérica. Dicho sea de paso, por más que algunos fanáticos se obstinan en considerar esta obra como una antesala al Señor de los Anillos, yerran de cabo a rabo. La novela de Dunsany no tiene nada que ver con el universo de Tolkien, más allá de usar una terminología común.

Si tuviera que elegir una lectura inmediata, no sería una de las novelas, sino alguno de sus relatos. Si sólo pudiera elegir dos, empezaría la noche con el primer cuento suyo que leí, Días de ocio en el País del Yann, que puede conseguirse en Alianza Bolsillo, en la recopilación Cuentos de un soñador. Pero si me obligaran a tomar uno y sólo uno, no tendría dudas. En la misma selección está Blagdaross, el diálogo que entablan en un vertedero una tetera rota, una cerilla mojada, la soga de un suicida y Blagdaross, un caballito de madera roto y abandonado. No me avergüenza decir que cada vez que llego al final del relato, lloro a lágrima viva de pura emoción.

Antes mencioné a Lovecraft. A los 17 años me volví un lector entusiasta de su obra, de mano de uno de mis amigos (y padre de mi supersobri). Honradamente, debo confesar que el nivel literario del amigo HP, sin ser desdeñable, no me invita a recomendárselo a nadie, ya que la mayoría de sus historias, aunque amenas, son bastante repetitivas y sólo aptos para fans. Pero hay uno cuya lectura me parece más que aconsejable para cualquiera que quiera leer fantasía de calidad, un extraño y siniestro relato titulado El Color que cayó del Espacio.

El Color suele incluirse en las recopilaciones de los Mitos de Chtulhu, pero no tiene relación más allá del lugar donde se ambienta la historia, una aislada granja decrépita, habitada por una familia de campesinos de escasas luces y excesiva consanguineidad, en la mohosa Nueva Inglaterra que fascinaba a Lovecraft. Un investigador indaga sobre la caída de un meteorito, que aparentemente no tuvo más consecuencias que la propia caída, pero pronto empieza a descubrir cosas siniestras, relacionadas no con monstruos, hechizos o seres alienígenas, sino con algo tan indefinible como un color, una extraña tonalidad más allá del púrpura que no pertenece a este mundo. Que nadie espere descripciones detalladas repletas de vísceras y carnaza, Lovecraft era un maestro del ambiente, y es en ese ambiente donde reside la fuerza escalofriante del relato.

Mi edición es un tanto atípica, un volumen en tapa dura de la colección Fantásticas Edhasa. Hoy es inencontrable, pero Alianza ha reeditado todas las obras del autor dentro de Libro Bolsillo , así que éste  no es difícil de rastrear.

Y de la oscuridad a la luz, porque si hay algo que vive en las obras de Italo Calvino, es la luminosidad de nuestro sol mediterráneo, incluso en sus historias más alejadas del mare Nostrum, incluso en Las Ciudades Invisibles

La premisa del libro es sencilla, pero impagable para cualquier amante de los relatos de viajes, porque es el mismísimo Marco Polo quien nos guía. El gran Khublai sentía un fuerte afecto por el veneciano, sobre todo por su capacidad para narrar y describir los mil paisajes que conformaban su imperio. Y eso hace Marco: como Sherezade, cada noche se sienta junto al Khan y le cuenta una ciudad, sólo una más de las muchas que viven bajo su dominio. Apenas dos, tres páginas para cada urbe, pero los muros, las calles y las fuentes se despliegan ante nuestros ojos, no de forma detallada, sino regalándonos el espíritu del lugar.

No desvelaré sus secretos, sólo nombraré mis favoritas. Armilla, la ciudad que sólo tiene fontanería. Sofronia, con su feria ambulante. Perinzia, tan perfecta como el universo, Procopia, llena de gente amable. Raissa, ciudad infeliz. Cecilia, cárcel de los cabreros.

De la luz a la sombra, pero seguimos en el mediterráneo. Malpertuis es la historia más fascinante que he leído jamás dentro del trillado género de las casas malditas. El joven jean-Jacques acude a Malpertuis, un sombrío caserón rural, debido a una extraña llamada. Su agonizante tío Cassave ha convocado a sus parientes: todo el que quiera participar de la herencia deberá vivir en la casa hasta que sólo quede un superviviente, que se llevará todo. Hasta aquí suena familiar ¿verdad? Pero más allá de la introducción se acaban los tópicos. 

No desvelaré la trama porque mataría el placer de descubrir las claves del misterio. Sólo diré que Jean Ray consiguió, bajo una excusa argumental levísima, plantear una historia fascinante, repleta de belleza formal, escalofríos y preguntas sin respuesta. Hay una versión cinematográfica, con aparición estelar del propio Orson Welles como Cassave, pero la estética psico-mistérica de los 70 hacen bastante difícil seguir la historia, con lo que sólo se puede recomendar su visionado después de leer el libro.

No sé si hay alguna edición disponible en el mercado, ya que mi ejemplar es bastante viejo, de la colección Valdemar Gótica, saldada hace ya veinte años. En cualquier caso podéis leerlo o descargarlo aquí.

Termino esta entrada con una joya del Siglo de oro, El Diablo Cojuelo, de Vélez de Guevara. Se trata de una obra satírica, protagonizada por un simpático diablillo, viejo y resabiado, acompañante del joven don Cleofás, que huye por los tejados de Madrid para escapar de un matrimonio de consentimiento, pues no es hombre dispuesto a pagar en solitario lo que otros se merendaron a escote. El Cojo muestra a Cleofás toda la podredumbre del mundo levantando los tejados para que vea lo que se cuece en la noche tras las fachadas de honradez y virtud. Luego emprenden un divertido viaje iniciático repleto de sabrosos encuentros.

Guevara, para ser sinceros, no fue demasiado original, ya que su obra es parte de una corriente literaria muy particular, el relato lucianesco, es decir, deudor de Luciano de Samosata. Fueron lucianescos personajes tan dispares como Cyrano de Bergerac, Diego de Velázquez*, Quevedo, Rabelais, Swift... todos amigos de la sátira, el onirismo y los viajes. Lo que me lleva a recomendar igualmente y con entusiasmo añadido las aventuras de Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, el Libro por excelencia. Pocas veces me he reído tan a gusto como leyendo las andazas del gigante Gargantúa, de rollizos y mantecosos miembros, amplia sonrisa, excelente apetito y abultada bragueta. Su despiece de las convenciones sociales es impagable y no hay nada que escape a sus afilados dardos. Asetea sin piedad a la templanza, la virtud, la filosofía, las jerarquías eclesiales, las convenciones burguesas y, en suma, todo aquello que afea y vuelve grises nuestras vidas.

Como digo, hay otras obras lucianescas, desde los Diálogos del propio Luciano hasta los Viajes de Gulliver de Swift, pasando por Los Estados e Imperios del Sol y de la Luna de Cyrano o el Coloquio de los Perros de Cervantes, pero nada tan fresco y exultante como el Gargantúa, probablemente la más colorida y explosiva celebración del placer, el exceso y la vida que ha caído nunca entre mis manos.

* En el Prado está la obra de Velázquez que apoya mi afirmación: el retrato de Menipo. Hoy nadie recuerda al personaje central de las obras de Luciano, amigo de Diógenes y eterno peregrino, pero en el Siglo de oro era bien conocido, y el modo en que Velázquez compuso su lienzo demuestra que sabía muy bien lo que estaba haciendo. Porque Menipo no posa en su cuadro, sino que lo abandona. Nos da la espalda, petate al hombro, y nos echa una última mirada de reojo, sonriente pero desinteresada, porque no ha visto en nosotros nada para que le merezca la pena quedarse.

miércoles, 11 de mayo de 2011

ALGUNAS RECOMENDACIONES: Fantasía (I)



 El género fantástico se ha convertido en las últimas décadas en un cajón de sastre donde cabe cualquier mierda mal perpetrada, con tal de que cumpla alguno de estos requisitos:

1. Que se pueda incluir la palabra Tolkien en la portada. No es necesario que sea una obra de Tolkien, ni siquiera uno de los engendros de su patético hijo: basta con decir homenaje a..., inspirado por..., la obra más influyente después de... Las posibilidades son infinitas.

2. Que haya elfos, enanos, dragones, orcos... con esos nombres o similares. El mejor ejemplo es el enterminable bodrio de la Dragonlance, o cualquiera de sus múltiples secuelas. Lo que nos lleva directamente al punto tercero.

3. Que sea inacabable. Se empieza por una trilogía, luego se hacen dos más para tener una trilogía de trilogías, luego se hacen precuelas, versiones alternativas, orígenes de personajes, ensayos sobre aspectos poco conocidos... No es preciso esforzarse demasiado, sólo dar vueltas una y otra vez a los mismos tópicos, como descubrió Michael Morcook, que se ha hecho rico escribiendo una y otra vez la misma novela.

4. Que haya vampiros, hombres lobo, zombies... pero con su toque humano, porque los monstruos también tienen su corazoncito. Y su pichita, porque junto a la ñoñería, el porno duro es la gran baza para humanizar a las criaturas de la noche.

5. Que el prota sea un niño/niña* que ignora la verdad sobre sus orígenes pero es sacado de su insulsa vida y llevado a un lugar increíble donde sabios maestros le enseñarán a dominar sus poderes y descubrir las claves de su oscuro pasado.

6. Que se puedan colocar tetas en la portada. Por cierto ¿Cómo se supone que van a sobrevivir en el campo de batalla unas heroinas cuya armadura apenas les tapa los pezones y la raja del culo? y ya que estamos en eso ¿No rozan demasiado los tangas de acero? Por su bien espero que las compresas no les vengan blindadas y con pinchos.

Tras lo que acabo de decir, alguien podría pensar que aborrezco la fantasía. Nada más lejos de la realidad: es uno de mis géneros favoritos, y me enfurezco cuando lo arrastran por el barro. Algo demasiado habitual en estos tiempos en los que los editores, antes de ojear un manuscrito, preguntan primero ¿Se parece a Harry potter?. En mi biblioteca hay unos 400 títulos etiquetados en esa categoría, y me parece que es un buen momento para reseñar algunos. No están entre los más célebres pero me han dejado buen sabor de boca en cada relectura. Empezando por una historia de conejos...

• La Colina de Watership, de Richard Adams, fue uno de los cuatro primeros libros que adquirí con mis escasos recursos de adolescente, y uno de los que más quebraderos de cabeza me dieron. Se lo dejé hace más de dos décadas a C, la amiga de mi chica, y a ella se lo robaron. Recorrió todas las librerías de Madrid buscando otro ejemplar, pero sólo encontró una edición en LibroAmigo que me dio con la cara roja de vergüenza. Me hizo mucha ilusión que se hubiera tomado tantas molestias, lo que mitigó la pérdida de un libro que significaba mucho para mí. Un par de años después, alguien me mangó ese segundo ejemplar (¿Hay alguna sociedad secreta de conejófilos?) y dediqué una década a buscar otro. Había tirado la toalla cuando SeixBarral lo reeditó para la Feria del Libro, lo compré y me aislé esa tarde en casa para volver a disfrutarlo.

El argumento puede parecer infantil, pero el libro no lo es en absoluto. Un conejo llamado Quinto tiene la premonición de que su conejera va a ser destruida. Casi nadie le cree, pero su hermano Avellano y el ousla Pelucón encabezan a un pequeño grupo que decide abandonar el lugar. Viven todo tipo de aventuras y deambulan durante semanas hasta llegar a un lugar donde vivir, la Colina. Allí fundarán su hogar, sólo para enfrentarse a la amenaza de Efrafa, la conejera secreta guiada con mano de hierro por el gigantesco y terrible general Vulneraria. La obra, de por sí fascinante, tiene un añadido impagable: cuando llega la noche y los conejos, cansados y asustados, buscan en la oscuridad cualquier indicio de los Mil (los depredadores), el joven Diente de Leon les conforta relatándoles las hazañas de El-Arairal, el Señor de los conejos. De su boca descubrimos cómo El-Arairal consiguió el trasero de los conejos, cómo burló al Arco Iris para robarle sus zanahorias, y cómo buscó al Conejo Negro para entregar su vida a cambio de la salvación de los suyos.

Conejos, sí, pero pocas veces he leído una obra que me atrapara de esa manera. Sex publicó también una colección de Cuentos de la Colina, del mismo autor, más bien mediocres, así que es prescindible, porque la historia original es irrepetible.

• Jürgen, de James B. Cabell, cayó en mis manos pese a que en su contracubierta afirmaba que la obra anticipa el encanto de la obra de Tolkien. Por suerte lo ojeé antes de devolverlo al estante, porque si alguna vez Tolkien leyó esa novela, debió quemarla en la hoguera y correr a confesarse. Jürgen, hombre afable, le hace un favor a Satán, y éste, agradecido, se lleva a su esposa. Nuestro héroe acaba por echar de menos a su vieja gruñona y emprende un viaje para recuperarla,. Por el camino no duda en recuperar el tiempo perdido y crearse gran fama de guerrero, con su poderosa espada Caliburn, su larga lanza de combate, su rígido bastón de mariscal... y si alguien no acaba de entenderlo, anoto un breve diálogo de Jürgen con la diosa Afrosita, con la que convive durante una temporada. Ella le nota compungido y le pregunta qué le pasa...

– Verás, aunque yo voy razonablemente armado con Caliburn, Príapo lleva una lanza que envidio...
– Desde luego es un arma muy espectacular, pero no resulta útil en un combate real.
– ¡Cariño!...¿Y tú como lo sabes?
–... por intuición...


La novela se lee con verdadero placer. No sólo por sus giros de palabras y dobles sentidos**,  sino por la evolución del personaje, que va madurando poco a poco, de hazaña en hazaña, hasta aceptar que quizás lleva demasiado tiempo pasándose de listo. Por desgracia hoy es casi inencontrable, fuera de las librerías de viejo, así que si la veis en algún montón de saldos, criando polvo, no dudéis en comprarla y darle un buen hogar.

• El Aleph / Ficciones / El libro de Arena
. Jorge Luis Borges tocó muchas cuerdas en su vida, y la fantasía fue de las más memorables. Esas tres recopilaciones reunen la mayor parte de sus mejores relatos, incluyendo no sólo sus cuentos más célebres, como el propio Aleph, sino obras tan fascinantes como Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, donde una consulta a la Britannica desvela una conspiración para alterar la realidad de nuestro mundo mediante el añadido de pistas y fragmentos referidos a un universo imaginario, o La Casa de Asterión, donde conocemos la historia del Minotauro por boca de él mismo.

Borges es un maestro del lenguaje, capaz de convencernos de que un francés nacido en el siglo XIX puede llegar a ser tan autor del Quijote como Cervantes, que un troglodita incapaz de articular palabra podría ocultar a Homero, o que la lotería es una buena forma de establecer un sistema social inagotable. No hay grandes hazañas ni héroes todopoderosos, sólo relato sólido y palabras de una fuerza inigualable. Y si su obra fantástica os da alas para leer el resto de sus trabajos, eso que salís ganando. Y todo a un precio razonable, ya que Alianza ha publicado su obra completa en su renovada Libro de Bolsillo, fácil de conseguir y cómoda de guardar.

• El Maestro y Margarita
. La literatura rusa suele parecer plomiza y mayestática a ojos del lector medio, pero está cuajada de joyas. Mijail Bulgakov era un gran joyero y un gran bromista, porque si no ¿cómo pudo plantearse una historia en la que Lucifer, decidio a reirse, visita el Moscú estalinista de 1930 para volverlo todo cabeza abajo con humoradas a cual más surrealistas? Y mientras el Maligno apalea con sus humoradas a la burocracia literaria del régimen, la hermosa Margarita, reencarnada en bruja por obra de Lucifer, toma cumplida venganza de los grises funcionarios que han hundido el alma de artista de su amado Maestro, un escritor desencantado con el mundo y ciego al amor, para luego reclamar el derecho de la Mujer a no pagar por los males de los Hombres..

Aún más increíble que esta obra es el hecho de que no acabara sus días en un cenicero, ya que la primera versión, expurgada, fue publicada en los años más duros del régimen, y la primera edición completa vio la luz durante los años plomizos del gobierno de Breznev. Hay otras obras de Bulgakov igualmente hilarantes, como un curioso relato en el que un perro es transformado en hombre y proletario, con insospechados resultados para su hacedor, pero ninguna resulta tan deliciosa como esta novela de caos y amor.

* Harry Potter es un ejemplo muy triste de machismo en literatura. Si la misma saga hubiera sido protagonizada por una niña, ningún editor se hubiera molestado en echarlo un vistazo, porque parten de la idea de que las niñas leen historias protagonizadas por niños, pero los niños no leen historias protagonizadas por niñas. Eso sí, a la hora de sacar clones sí pueden emplearse niñas, para saturar bien el mercado de basura por encargo.

Y encima Harry es un protagonista patético, todo el día lloriqueando porque él es el niño que sobrevivió y hay que hacerle caso. Si no fuera por que Hermione le saca las castañas del fuego, no habría vivido bastante para completar su primer curso, mucho menos para liquidar a Voldemort, caso flagrante de victoria del protagonista por exigencias del guión.

** Como cuando explica a la reina de los Filisteos la importancia de los números, dedicando toda la noche para llegar llegar al 13 (pasando por el 1, el 2, el 3, el 4...). Ella, desde luego, queda muy satisfecha con la explicación, y deseosa de ampliar aún más sus conocimientos.