Mujer iroqués

domingo, 3 de enero de 2021

ANTE LA DUDA, ASIMOV


Hace 102 años nació el que, para mí, es el mejor autor de la Ciencia Ficción de la postguerra, mucho más interesante que Clarke o Heinlein. Probablemente un pelín más egocéntrico que sus dos compañeros, también. Decían que Asimov llevaba siempre consigo una carretilla con la Enciclopedia Británica y a la que te descuidabas te sacaba el volumen de la A para mostrar la entrada referida a su persona.

Por supuesto, como la mayoría de autores, Isaac Patillas Asimov alcanza un periodo de madurez y perfección, y a partir de ahí decae, por esa manía que tienen los escritores de no morirse tras publicar su obra maestra* y luego empeñarse en querer seguir comiendo caliente todos los días. 

En su caso creo que podemos marcar el inicio de su declive en Los Límites de la Fundación, publicada en el año 82, que bien podría haberse llamado Los Límites de Asimov. A partir de ese título toda su obra posterior es un ejercicio de fagocitosis, revisando y enmendando (en demasiadas ocasiones para mal) sus obras anteriores, a fin de estructurarlas en un todo homogéneo. Algo que, desde mi punto de vista, tenía tan poco sentido como si Ursula Le Guin intentara escribir una novela vinculando Las Tumbas de Atuan con La mano Izquierda de la oscuridad.

Quién tuvo, retuvo. Y en esa producción final hay momentos de gran brillantez, empezando por la Ley Cero y sus consecuencias, que todo el mundo olvida mencionar cuando comentan, embelesados, que Asimov predijo las tres leyes de la Robótica. Dicho sea de paso, los autores de ciencia ficción no predicen nada, proponen ideas, y esas ideas hablan más del presente que del futuro.

El monotema de las Tres Leyes cada vez que hay algún aniversario me lleva a pensar que los redactores de noticias no han leído a Asimov. Porque si se trata de predecir lo lógico sería hablar de su otro gran concepto, mucho más revolucionario que los robots positrónicos: la Psicohistoria.

Para quienes no conozcan la trilogía** de La Fundación, Hari Seldon es el creador de esa disciplina que utiliza las herramientas estadísticas para predecir el devenir de la sociedad de acuerdo a un cálculo de probabilidades. Es decir, un psicohistoriador no afirmará que tal o cual político ganará unas elecciones, pero sí calculará las probabilidades de que un sistema de gobierno centralizado dé paso a uno de autoridad dispersa si se dan las adecuadas variantes económicas. Hari Seldon lleva esa formulación a su extremo en Fundación tras comprender que  el Imperio Galáctico, que ha alcanzado el Zenith de su poder, colapsará en un tiempo asombrosamente breve. 

En los sucesivos relatos, vemos como las previsiones de Seldon se cumplen, a medida que progresa una nueva sociedad en las áreas limítrofes del Imperio. En el segundo asistimos al caos que se adueña de la Fundación ante la aparición de El mulo, un mutante todopoderoso, que altera los acontecimientos de forma no predecible, porque los cálculos probabilísticos hablan de tendencias, no de individuos.

(Por poner un ejemplo real: la guerra de 1939 es una consecuencia de la Paz de Versalles y la crisis del 29, es decir, que ese conflicto estalla por una serie de condicionantes económicos y sociales. Lo que no es predecible es el ascenso al poder de un egomaniaco homicida decidido a llevar a cabo un exterminio racial que no responde a ningún criterio económico racional y que declara la guerra a todo el planeta a la vez. La tendencia hacia un conflicto armado es previsible, el Holocausto no)

El tercer volumen de la saga muestra los esfuerzos de de los psicohistoriadores para impedir que se extienda una visión providencialista*** de la Historia que produzca un completo inmovilismo socioeconómico. Un cierre magnífico que en su momento me hizo casi gritar y aplaudir.

Lo más interesante de toda la saga es, por supuesto, el propio concepto de la Psicohistoria, ya que es una extrapolación directa del materialismo histórico de Marx. Quizás por eso esta obra no ha atraído la atención mediática de sus otros trabajos: los relatos de robots hablan de problemas individuales con soluciones individuales, algo muy en la línea del pensamiento liberal estadounidense, donde el individuo y su Voluntad es la base de todo (si eres pobre es porque no te esfuerzas lo suficiente, un pensamiento que suelen esgrimir los que no han tenido que esforzarse jamás porque ya partían con suficiente ventaja sobre los demás)

Es posible que esa fuera la razón por la que Asimov intentó unir sus dos grandes sagas, a fin de que la visión individualista de Yo Robot se fundiera en el concepto de inevitabilidad histórica de las Fundaciones (ya se anticipaba algo así en El Conflicto Evitable) Por desgracia esa trabazón no fue bien ejecutada y la aventura personalista sigue primando sobre la psicohistoria.

Pero hay otro elemento que, personalmente, me llena de un secreto placer cuando releo la Trilogía de la Fundación y casi me lleva a perdonar al maestro la creación de Arkady Darell, la niña más asesinable de la Galaxia. Y es que Asimov sumó en esa obra sus dos grandes pasiones: la ciencia ficción y la Historia, con mayusculas.

Es muy evidente para cualquier lector que la historia de la caída del imperio galáctico y el crecimiento de la Fundación es una novelización de la caída del imperio Romano y el transcurso de la Edad media, hacia el renacimiento. Lo que no es tan evidente es que Fundación e Imperio, en su primera parte, es una dramatización del intento suicida del emperador Justiniano de reunificar de nuevo el Imperio de Oriente y el de occidente, de la mano de su general, el gran Belisario.

Y es que Asimov era un enamorado de la Historia en general, pero sobre todo de Bizancio.

Sus títulos históricos son, por supuesto, muy recomendables. El maestro siempre fue un excelente divulgador y su trabajo sobre Egipto, Canaan, Roma, Grecia, la formación de las naciones Europeas o Estados Unidos es ameno y muy informativo, una vez asumes algunas de sus peculiaridades, como que lo que en Esparta le parece prueba de necedad y torpeza en Roma le parece el culmen de todas las virtudes.

Pero su obra maestra, El Imperio Olvidado, está a otro nivel.

En ese magnífico texto, Asimov, lejos de limitarse a repasar nombres y fechas, plantea y defiende una hipótesis radical: que el Imperio de Oriente, lejos de ser una nota a pie de página, una anomalía decadente y sin futuro, fue la clave para el surgimiento de la Edad Media y las modernas naciones. Manteniendo viva la llama de Roma, actuando como el escudo que protegió Occidente cuando más debilitado estaba, y preservando el saber y la cultura clásicos mientras tomaba forma una nueva sociedad. Para el Maestro el destino de Bizancio fue inevitable, pero no infructuoso, y su libro es a la vez homenaje y reivindicación de una civilización que los historiadores occidentales han dejado de lado, igual que los reinos medievales dieron la espalda a la vieja Constantinopla abandonándola a sus suerte.

Por todo ello, creo que las Fundaciones (insisto, las tres Fundaciones) y El imperio Olvidado son las obras más importantes de Asimov. Sin desmerecer en lo más mínimo al resto de su obra de madurez. Los Propios Dioses, El FIn de la Eternidad, Bóvedas de Acero, Yo Robot, El Hombre Bicentenario, los cuentos de Los Viudos Negros, sus obras divulgativas... cualquiera de esos títulos merecen ser revisitados, o visitados si es que tenéis la suerte de no haber leído nunca al Maestro y podéis descubrirle ahora, pero las otras son pura ambrosía.

Así que ya lo sabéis. Si tenéis una tarde libre por delante y no sabéis en que emplearla, Asimov es una muy buena opción.

Y si vuestra Roomba está haciendo algo raro, como pasear un gato, no penséis que se está saltando alguna de las Tres Leyes. Puede que esté siguiendo el imperativo mayor de la Ley Cero, y favoreciendo a la Humanidad de formas que no podéis entender.

* Quedaría muy emotivo que tras declarar, he llegado a la cima, el escritor fuera conducido a la boca de un volcan en angarillas adornadas por flores. portadas por los principales críticos literarios mientras sus lectores , en procesión, entonan cánticos de alabanza. Por alguna razón no sé de ningún autor que haya solicitado tan magno honor, salvo tal vez Pérez Reverte****

** Habrá otras novelas en la saga, pero para mí la Fundación es como Asterix, lo que viene después de Bélgica no es Asterix, va de un galo que se le parece.

*** El peligro del providencialismo se expone también en la magnífica novela El Fin de la Eternidad, en la que una sociedad, la Eternidad, vela por el bien de la Humanidad, impidiendo así todo progreso real.

**** Y Reverte lo haría para lanzarse al volcán haciendo piruetas y enfrentarse a la lava a golpes de polla, saliendo luego incólume para desesperación de Soto Ivars y Julián Marías, que verían una vez más frustradas sus esperanzas de ocupar su sitial.

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