Mujer iroqués

viernes, 2 de mayo de 2014

UN MUNDO FELIZ (I) Las nuevas fronteras


Hace 69 años el ejército soviético aplastó al nazismo y la bandera roja se alzó sobre las ruinas humeantes de Berlín. Era el final de una pesadilla que duró más de una década y que, de acuerdo a las previsiones de sus artífices, debería haberse prolongado durante 1000 años.

Ya al día siguiente de la victoria aliada, se oían voces (en España, por cierto, muchas) que lamentaban la derrota del nazismo. Hoy sigue siendo un lugar común en determinados círculos afirmar que, al margen de las atrocidades cometidas durante la guerra (y convenientemente minimizadas por los comentaristas), la victoria hitleriana hubiera dado paso a una edad de Oro para la humanidad. Ese tipo de imbéciles (no se me ocurre otro término para describirles) suelen pasar a afirmar que Hitler era un gran político y un visionario. Por supuesto sin haber leído jamás ni una sola línea sobre el tema, mucho menos haber leídos sus textos, ni siquiera sus discursos. Los nacional-cuñadistas parecen convencidos de que a estas alturas viviríamos (sobre todo ellos) en un paraíso, así que creo interesante analizar cómo habría sido ese Nirvana ario (en el que la mayoría de ellos habrían sido ciudadanos de tercera categoría, como veremos más adelante)

Podemos hacernos una idea de las ideas de futuro del nazismo gracias a la prodigiosa verborrea de Hitler y Goebbels, su ministro de propaganda. Bormann hizo transcribir todas las conversaciones de sobremesa de su amo, y el ministro nos dejó sus diarios, llenos de comentarios sobre la actualidad (pasada por su enfermiza visión de la realidad) y el futuro que llegaría tras la guerra. Hagamos un ejercicio de historia ficción: viajaremos a los años 50, para ver esa Europa renacida bajo la cruz gamada. Supongamos, pues, que Japón no atacó a EEUU, Roosevelt no entró en la guerra, la URSS se desmoronó entre 1941 y 1942 y Gran Bretaña, atenazada por una masiva campaña submarina pidió la paz en 1943.

Ante todo, repasemos el mapa. Las fronteras de la mitad septentrional del continente han desaparecido: Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Dinamarca y Noruega han sido absorbidas por el Reich, agrupando a todos los pueblos de estirpe germánica en una sola nación. Suecia y Suiza, también desaparecieron, más o menos al año de terminar la guerra. Suiza, en concreto, ha sido partida en dos, y su mitad sur es italiana.

Francia sobrevive como estado semiindependiente, sólo en parte. El tratado de paz no se firmó en los 40 ya que las exigencias territoriales eran tan brutales que se decidió esperar al final de la guerra para resolverlas. Alsacia y Lorena están en manos germanas, pero también el tercio norte del país, desde la Borgoña* hasta Calais, es alemán, incluyendo toda la costa del Atlántico hasta Brest. París ya no es la capital, y sólo se salvó de ser demolida** porque Hitler quería que quedase intacta para que la gente pueda comparar su provincianismo con la capital del Reich , la nueva Berlín, rebautizada Germania, surgida tras la guerra por obra y gracia de su arquitecto favorito, Albert Speer.

En cuanto al sur del país, el Rosellón y la costa azul (incluída la ciudad de Mónaco) es ahora italiano, y parte de los departamentos pirenaicos son españoles.

El Este es alemán. Los aliados orientales, Hungría y Rumanía, apenas han recibido algunos territorios menores, y Polonia, Ucrania, Bielorrusia, las tierras bálticas y la Rusia europea hasta los Urales y el Cáucaso son el botín de la victoria. Sólo se han cedido algunas tierras al norte, para Finlandia, que ha recuperado sus fronteras anteriores al 39.

Respecto a los habitantes, los polacos germanizables (de apariencia razonablemente aria) siguen en sus tierras en la idea de ser asimilados en unas pocas generaciones pero la mayoría ha sido eliminada, un proceso iniciado ya en la guerra, al igual que la población rusa y ucraniana. No ha sido preciso exterminarlos activamente como a los judíos o los gitanos: se les dejó morir de hambre y frío tras demoler las principales ciudades rusas (incluídas Moscú y Leningrado). En dos inviernos la mayor parte de la población pereció y los supervivientes fueron empujados más allá de los Urales. Queda sólo una población residual esclavizada.

Sí: esclavos. El término exacto, de labios del Führer, es ilota***. Se les mantiene en un estado de semianimalidad, sin alfabetizar, enseñándoles lo justo para leer los carteles de carretera e interpretar las señales de tráfico y que no mueran atropellados. Esta población servil se utiliza para trabajar en marismas, minas y realizar cualquier labor que resulte indigna para los conquistadores. Viven en las peores tierras y, por orden de Hitler, en todos sus poblachos hay altavoces que transmiten a todas horas música burda, para tenerles entretenidos y sin pensar.

El sur de Europa, salvo la Península Ibérica (que ahora es enteramente española, los portugueses han pagado caro su apoyo a Gran Bretaña), es Italia, desde Córcega hasta el mar Egeo. También el norte de África ya que Franco apenas ha recibido una pequeña parte de las colonias francesas: el resto se ha unido a la Libia italiana, que ahora llega desde Orán hasta Siria.

Las Baleares se mantienen bajo soberanía española, pero Himmler lleva años presionando para convertirlas en un protectorado alemán. Dio los primeros pasos durante la guerra de España****, incluyendo la elaboración de un censo de la población judeobalear, las familias chuetas, que miran con preocupación al futuro y están empezando a emigrar a la Península.

Tras el armisticio, Inglaterra ha salvaguardado su independencia, bajo un gobierno afín, aunque Hitler ha prohibido que se exporten las condiciones políticas del nazismo: no desea que otros pueblos de raíz germánica se fortalezcan, así que en Londres se mantiene una apariencia de parlamento. Los ingleses, por cierto, han conservado sus colonias africanas, pero han perdido todas sus posesiones en Asia a manos de Japón. Francia conserva también algunas tierras en el continente negro, como Madagascar. Angola, Mozambique, Cabo Verde y Guinea Bissau han sido cedidas a Franco.

En cuanto al resto de África, Hitler siempre dijo que no tenía ambiciones de ultramar, sólo alguna pequeña colonia africana para suministrar cacao y caucho a Alemania. Esa pequeña colonia se ha traducido en la totalidad de las antiguas posesiones alemanas más todas las belgas. Rhodesia y Mozambique han sido entregadas a Franco. El ministro de exteriores español, Serrano Suñer, exigió que Timor fuera incluída en el lote, pero Japón acogió su petición con sorna.

*Comentado por Goebbels en sus diarios de 1943
**Declaraciones de Hitler en 1940 recogidas por Albert Speer tras la visita del Führer a París
***La palabra aparece una y otra vez en las conversaciones de sobremesa de Hitler, que al parecer estaba fascinado con la sociedad espartana. Igualmente menciona a menudo las condiciones en las que se les permitiría sobrevivir, incluyendo la música para tenerles distraídos
****Las Baleares estaban en el punto de mira alemán ya en 1938, al parecer con la intención de convertirlas en una gran base naval para segurar la presencia de la Kriegsmarine en el Mediterráneo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mis felicitaciones!!! Me encantan este tipo de ucronías y te animo encarecidamente a seguir con este proyecto!! Creo que te podrían servir de inspiración estos enlaces:
http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_en_el_castillo
http://es.wikipedia.org/wiki/Patria_(novela)

José Antonio Peñas dijo...

Como amante de Dick (leches, que raro suena eso, sobre todo en inglés) El Hombre en el Castillo es lectura de cabecera, una perfecta combinación del género ucrónico con las obsesiones de P. K.

No conocía la otra, veré de hacerme con ella