Mujer iroqués

miércoles, 19 de enero de 2011

MI PENE Y YO (II) Siempre de la manita…


Hace unos meses vi en la red una hoja de ayuda para jóvenes cristianos: se trataba de una lista de precauciones para evitar  el nefando vicio del onanismo. Entre otras cosas se aconsejaba a los muchachos rehuir las reuniones de amigos sin supervisión de adultos, para evitar la tentación de la masturbación en grupo, motivada, según el autor, por el deseo de emulación y la competitividad. Debo decir que la recomendación me dejó un tanto preocupado, porque en mi pandilla nunca nos dedicamos a la paja tribal, mucho menos a los concursos. También me entraron dudas sobre la temática de las pruebas ¿Se trata de ver quien se la menea más rápido, o más veces? ¿Se valoraba la distancia alcanzada por el eyaculado, su volumen, sus cualidades organolépticas? El cristianismo está lleno de misterios.

Vale, nosotros no nos la pelábamos en comité, pero ya se sabe como son estas cosas: quien más, quien menos, intuye cómo la tienen sus amigos. Nunca hemos elaborado un estadillo regla en mano, pero pronto sabes quien se sale de la media, sea por arriba o por abajo, o quién ha tenido problemas de caperuza. Esas cosas resultan obvias cuando se han compartido unas cuantas borracheras. Y pueden ser problemáticas, como le pasó a mi amiga M, cuando una tarde veraniega, medio adormilados en el parque, nos preguntó si sabíamos cuanto eran veinte centímetros.

A mí se me da bastante bien calcular esas cosas, así que tracé en el suelo una raya de la longitud requerida, a lo que ella respondió ¡Vaya! ¡Pues era cierto!  Ese comentario, tras unos segundos de incredulidad, fue acogido con un entrecruce de miradas descojonadas de los presentes, pues sabíamos que la medida que intrigaba a M correspondía a la polla de nuestro amigo P, no a la de su novio. Novio que, por cierto, también oyó el comentario: ni que decir tiene la cosa acabó medio mal.

M, dicho sea de paso, es un pedazo de hembra que pasa difícilmente desapercibida (cuando nos damos un abrazo mi cara queda, aproximadamente, a la altura de sus tetas, lo que no está tan mal como puede parecer a primera vista), y alguna vez he hablado con ella del espinoso tema de las medidas. Según su testimonio, nunca ha tenido problemas con la humilde talla nacional (humilde para ella, evidentemente) ya que, según sus palabras, sus usuarios suelen ser de lo más activo. Si alguna otra dama quiere ofrecernos su propia opinión, será mas que bienvenida, porque ese es uno de esos temas en los que el saber no ocupa lugar (aparte de los 14 cm famosos). 

Por cierto ¿cómo se mide una picha? Con regla, hasta ahí llego, pero ¿cómo se establece el punto cero? ¿En la parte que da al ombligo, o en la base inferior? ¿Y cómo se calibra la erección adecuada para la medición? Porque según la situación y el ánimo, la cosa puede oscilar fácilmente un par de centímetros.

Sí, reíros si queréis, pero cuando eres un chavalín sin experiencia estas cosas pueden tirar tu autoestima por los suelos. Porque, hablando en plata, hacerte pajas está bien, pero lo que quieres es follar, y te comes mucho la cabeza. Puede que hoy los adolescentes lo tengan bastante fácil, pero no era el caso allá en mi lejana juventud.  O mejor dicho, no era mi caso: como ya comenté anteriormente, los vientos del amor no me eran demasiado propicios y puedo apostar toda mi fortuna presente y futura a que los amigos de mi panda, sin excepción, se estrenaron antes que yo. Pero poco a poco, cogí experiencia en eso de relacionarme con mujeres sin que huyeran despavoridas, hasta el día feliz de mi primer polvo.

Claro que feliz, lo que se dice feliz, pues no: un puto desastre. Yo había salido de una relación bastante negativa, y aunque logré ligar esa noche (debía ser una santa o estaba más desesperada que yo) no sé quien de los dos estaba más acojonado y no hubo manera de llevar aquello a buen puerto. No buscaré excusas: mi pene se mantuvo en todo momento a la altura de las circunstancias, pero yo no. Por suerte entablé amistad poco después con C, una chica realmente increíble, y aunque no llegamos a follar me enseñó que las mujeres eran seres fascinantes, me quitó el miedo, me dio unas cuantas lecciones muy valiosas y me lanzó sin salvavidas a un mundo maravilloso.

La siguiente vez que convencí a una prójima para retozar, mi cola y yo íbamos relajados, tranquilos y llenos de esperanza, y no fuimos defraudados. Es más, la cosa superó todas mis expectativas: estar dentro de otra persona, notar sus reacciones, su calor, su vibración, acompasar tu respiración a la suya… por mucho que te lo hayan contado, no estás preparado para sentirlo. O al menos la parte que se queda fuera, porque mi picha se sentía natural cual polluelo en el nido, casi funcionando en automático y sólo le faltó gritar ¡ESTO ES LO MÍO!

Desde entonces mi pene y yo hemos mantenido una larga vida de entendimiento y buenas maneras. Al principio conocimos bastante sequía (lo de ligar se me daba de pena y sospecho que aún es así porque antes de que me diera tiempo a coger práctica conocí a la mujer de mi vida) pero en conjunto tenemos una relación altamente satisfactoria. Yo no le pido imposibles y él no me da disgustos, más allá de las puñeteras erecciones matutinas.

Las mujeres no tenéis ni idea de lo incómodo que resulta despertarte con el rabo tieso. Y mucho, porque la cosa puede ponerse realmente muy dura. Tú ahí, con la vejiga llena, y no puedes aliviarte porque tu nardo se ha puesto en huelga a la japonesa y no hay manera de que la cosa baje. Mejor dicho, no hay manera correcta, porque yo, al menos, no suelo tener ganas de meneármela recién amanecido y en días laborables mi dueña y yo tenemos horarios incompatibles, así que no queda más opción que la dolorosa ducha fría. En días no lectivos el problema horario desaparece, pero surge el del niño reclamando desayunos. Aunque alguna ocasión de ejercitarse siempre encuentras, y debo confesar que en un universo ideal en el que las parejas se despertaran ambos de buen ánimo y los hijos, recién levantados, se alienaran con algún videojuego o unos dibujos, el endurecimiento matinal sería un gran invento. Pero vivimos en un universo hostil y despiadado, y la mayoría de las erecciones mañaneras mueren sin utilidad alguna.

Por lo demás, como digo, las cosas se desarrollan plácidamente, ya sea para juegos de pareja o para partidas de solitario. Porque sí, los hombres adultos de vida sexual activa también se la menean ¿Porqué iba a ser de otro modo? Más de una vez he conocido mujeres que se sorprendían e incluso se escandalizaban de oírlo. ¿Matarse a pajas mi Antonio? ¿Porqué iba a hacer algo así? ¿Acaso no le doy yo todo lo que necesita?. Pues no lo dudo,  guapa, pero ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Son placeres diferentes y ambos están muy bien. Que la picha no se gasta por mucho que la frotes ¿sabes? y aunque a uno le guste jugar al tenis también puede matar los ratos libres en el frontón.

Poco puedo añadir. A nivel estético debo decir que el rabo no es ningún prodigio, y en cuanto a su funcionalidad, pues deja mucho que desear: el sistema de erección es eficaz, pero complejo, puede fallar de forma puntual* y cuando no está en activo puede resultar un estorbo. Por comparación, el coño es un ejemplo magnífico de buen diseño, con unos estándares de seguridad y un concepto estético muy superiores, dónde va a parar. Pero oye, mi colita cumple con su cometido y me ayuda a pasar el rato así que no puedo echarle nada en cara.

Quisiera terminar con algunos consejos para un uso y mantenimiento adecuados del invento. El primero va dirigido a los fabricantes de ropa. Queridos señores de la industria textil, la seguridad es un valor en alza en nuestros días, así que ¿porqué no toman ejemplo de ese prohombre, el gran Jacob Davis, y universalizan la bragueta abotonada. Pocas terminos resultan más amenazadores para el pene que la ominosa palabra cremallera.

Y para vosotras, mis maravillosas amigas, sólo dos anotaciones:

– NO ES DE GOMA. Se maneja con firmeza y suavidad, sin sacudidas bruscas o frenéticas. Las lesiones peneanas duelen mucho. Pero mucho, mucho.

– NO ES MASTICABLE, así que mucho ojito. Y por favor, lo de chascar los dientes en sus proximidades, ni en broma ¿Habéis visto las tortuguitas, como esconden la cabeza en cuanto notan la proximidad del peligro? pues eso.

Yo lo dejo caer. Meditadlo y evitad indeseables accidentes. Y sólo me queda desear a todo el mundo buenas noches. Mi pene y yo nos vamos a la camita, a tener dulces sueños. Preferiblemente de los muy cochinotes, aunque luego me levante soliviantado. Que en el fondo uno es un pelín masoquista.

* Aunque yo no puedo quejarme: dos caídas del servicio en veinticuatro años de folleteo dan una tasa de errores prácticamente despreciable.