Mujer iroqués

viernes, 28 de noviembre de 2014

DE LA CABEZA AL PAPEL (III) El color vectorial

El color es, profesionalmente, mi principal dolor de cabeza. Cuando aboceto, pienso en términos de composición, de luz y de sombra, de negros, blancos y grises. Y me siento cómodo en esos términos. Buena parte de mis dibujos, a mi entender, no necesitan más, y dado mi amor por el minimalismo* soy de la opinión de que lo que no es necesario, sobra.

Por desgracia el cliente no suele compartir esa opinión. Creo que nunca he publicado un trabajo en blanco y negro, o al menos no logro recordar niguno. Así que hay un momento en el que tengo que cambiar el chip y pensar en cuatricomía.

No tengo formación artística. En su momento, con 6 años, mis padres me propusieron ir a una academia de pintura pero, afortunadamente, me hicieron caso cuando rechacé la idea. No tuve academia, y a cambio tuve infancia, así que creo que salí ganando.

Lo que manejo de color lo aprendí por mi cuenta, a base de prueba y error, primero con aerógrafo y acuarelas, después con ordenadores. En concreto, me siento muy a gusto con el color vectorial. Illustrator me permite sacar tonos vivos y llenos de luz, y la técnica no difiere mucho del trabajo con aerógrafo (como puede verse en el dibujo del acorazado que encabeza este post, de hecho busqué el aire de las viejas imágenes aerográficas de los años 80 ) así que me manejo con bastante comodidad. No obstante, no puedo utilizar este camino para todo lo que hago, y lo reservo, sobre todo, para iluminar dibujos sencillos, dinámicos, que requieren una ejecución muy limpia.

El proceso es muy simple: trazo cada parte del dibujo que vaya a tener un color específico (en areografía lo habría enmascarado) y lo aplico, ya sea plano o en degradado. Sencillo, pero también trabajoso, y si hablamos de una imagen compleja, como esta comparativa de avispones, muy, muy largo, ya que el tema pedía un nivel de precisión muy elevado.

Otras veces, como en la imagen de Mozart, que no requiere mucho detalle más allá de unos tonos agradables a la vista (y unos volúmenes... errr... rotundos) la cosa es mucho más cómoda, bastan unos pocos retales para definir el trabajo.

No tengo una teoría del color muy coherente, lo uso según me lo pide el cuerpo. En el caso de los accidentes en parques de atracciones, ni siquiera ejecuté un boceto detallado, limitándome a colorear directamente sobre el esbozo: quería una imagen muy, muy suelta, con mucho movimiento. Por eso decidí usar colores muy saturados, para darle fuerza al conjunto sin apenas añadir detalles.

La línea puede ser determinante, por supuesto. En esta doble página sobre leyendas urbanas, el trazo en negro es el núcleo de la imagen, centra la mirada del lector, y en ese caso el color está subordinado y su función es realzar las formas.

Otras veces su función es delimitar los planos, para dar profundidad a la imagen. En el caso de los accidentes sexuales, bastó combinar trazos negros y grises para añadir una tercera dimensión a la escena. El color, además de realzar, me sirvió para llamar la atención sobre los puntos que debían destacarse y reforzar las expresiones, ya que eran la clave para que la imagen resultara divertida y más cercana.

Una opción más suelta es reducir las líneas al mínimo, de forma que, en este caso, al recrear algunas prohibiciones absurdas (todas reales), realcen el color y se integren como un elemento más. 


Finalmente, puedo prescindir de la línea enteramente, como en el acorazado o los avispones, donde ya sólo me enfrento al color. Aquí la decisión es entre volumen o plano, y ambas pueden tener mucha fuerza. La escena de las abejas enfrentándose a la avispa necesitaba profundidad y mucha contundencia, había que conseguir sensación de agobio y eso requería mucho volumen, incluso en el rostro de la víctima, donde unos toques de blanco añaden el efecto de calor insoportable. Un tono plano en el fondo, algunas transparencias para simular el vapor o el movimiento, y listo para entregar.


La última ilustración, en cambio, no sólo prescinde de la línea sino también del volumen. Se trataba de obtener una imagen en la línea de los maniquíes de las revistas de moda, sencilla y estilosa. Como podéis ver, apenas hay detalles, y el conjunto está resuelto con apenas unas pocas formas recortadas. El resto, colores livianos, volutas en el pelo para darle dinamismo aunque no haya movimiento, y un punto de luz para completar el efecto veraniego sin necesidad de sombras duras. Este dibujo apenas requirió una mañana, fue de esas veces en que los dedos están calientes y todo fluye al primer golpe de lápiz**.

Sí, he dicho lápiz. Aparte del que uso para abocetar, trabajo con un lápiz óptico en lugar de ratón, así que, en pantalla o en papel, puedo seguir considerándome un dibujante puro y duro. Y, con años de esfuerzo, creo que también puedo considerarme un colorista bastante aceptable, aunque aún tengo mucho que mejorar.

Todas las ilustraciones, dicho sea de paso, se han publicado en las revistas Muy Interesante, Muy Historia o Muy P&R. Salvo ellos, muy pocos clientes me piden este tipo de trabajo, y es una pena porque, en mi opinión, puede resultar muy agradable a la vista sin necesidad de barroquismos ni alardes técnicos.

* Bueno, alguien dice que lo mío es pereza, pero eso son habladurías sin fundamento
** Sí, una westie. Sucede que hay una que tiene ganado mi corazón, y más corazones, que tiene muchos fans, con permiso de @honkymiss


jueves, 20 de noviembre de 2014

COSAS QUE SÉ DE TI


(Esperaba escribirlo hace dos semanas, pero al final se me echó el tiempo encima y no me salía. Hoy me ha salido por fin, así que, con retraso, feliz cumpleaños) 

Sé que de pequeña eras un trasto. Si tus hermanos eran Zipi y Zape, tú eras una digna compañera. Y siempre que lo pienso, pienso en como nos llevaste de derechitos a los cinco ¿será que cuando hacíamos una trastada, tú ya ibas por delante?

Sé que has trabajado sin cesar por nosotros, del día a la noche, y buena parte de las noches, durante veinte, treinta cuarenta años... y nunca podremos pagarte ese trabajo.

Sé que de ti saqué mucho de lo que soy, como mi ansia de leer, o mi mano para dibujar...

... o mi cabezonería, porque mira que eres cabezona, como buena maña.

Y sé que tienes esa nobleza que no dan el dinero, los apellidos ni los títulos. Se tiene o no se tiene, y tú la tienes. Cuando te hicieron dama de Santiago no te hicieron un honor, se lo hicieron a la Orden.

Sé que tu fe es sincera y profunda, no un vulgar maquillaje, como el da tantos fariseos, y sé que, por eso, a veces te duelo. Pero también sé que estás orgullosa de mí, como lo estás de todos mis hermanos, porque hemos elegido cada uno nuestro camino, y lo seguimos sin dudar.

Sé que soy tu favorito ¿y sabes por qué lo sé? Porque todos, los cinco, cada uno somos tu favorito, y nunca dejaremos de serlo. Pase lo que pase.

Sé que nos quieres, pero también sé que por cada uno de nuestros hijos sientes incluso el doble, y todos te llenan de vida y alegría. Cris, Carmen, Yancy, Pablo, María, Sole, Carlos, Diego, Ale, Jaime, Jesús, Javier, Jorge...

Sé que tus amigas te envidian esa ristra de nietos alegres, gamberros, guapos, inteligentes, arrolladores. Y que no podrías querer más a ninguno de ellos, no te guardas nada.

(y sé, no obstante, que hay una que es especial, muy especial, y no te sonrojes, Ale, que tú también lo sabes)

Sé que no te callas las cosas, y si Cris y yo nos decidimos algún día a diseñar la enseña familiar, elegiremos el lema entre Cada año estás más calvo y A ver si adelgazas, hija.

;-)


Sé lo que es el amor por como os mirabais. Y como nos sigues mirando.

(Sé que, sin saberlo tú, siempre fuiste feminista, otra cosa más que aprendí de ti, como aprendió mi padre)

Sé que tienes una sonrisa genial, de esas que te iluminan el día

Sé qué nombre te dan algunas personas que te conocen por su trabajo, y por saberlo me siento orgulloso, y esta vez soy yo quien se sonroja.

Y me sonrojo cuando mi hijo me dice que mis albóndigas son casi tan buenas como las tuyas, después de todo fuiste tú quien me enseñó a hacerlas.

Igual que sé que, cuando llego al pueblo, si hay albóndigas, es que me toca una tarea de las duras, y quieres que vaya cogiendo fuerzas.

Sé que siempre te preocuparás por nosotros, y que el día que cierres los ojos, lo último que harás es, eso, preocuparte. Porque lo tuyo es un trabajo para toda una vida

Y sé que te quiero, Mamá, y nunca te lo diré bastantes veces. Como nunca te diremos bastantes veces...

... gracias