Mujer iroqués

miércoles, 23 de enero de 2013

SEÑALES DE PELIGRO

Durante mi prolongada carrera he ido adquiriendo un sexto sentido profesional que a la larga se ha mostrado bastante útil. No es ningún poder mutante al estilo XMen, qué más quisiera yo, pero es una buena herramienta. Lo llamo el Radar de Marrones (BrownRadar, en su acepción internacional)

Aclararé que a mí, como ilustrador, no se me caen los anillos por hacer un diagrama de quesitos, un icono sencillito o un fotomontaje facilón. Sucede lo mismo si se trata de hacer cosas aburridas y mecánicas, de las de repetir muchos pasos una y otra vez hasta que consigues un resultado razonable. Si el cliente respeta mi profesionalidad, yo cumplo en la misma medida, y procuro esforzarme igualmente en lo menudo que en lo grande.

Ahora bien...

Una cosa es que alguien con quien tengo confianza me diga Peñitas, tenemos un marrón gordísimo entre manos ¿crees que puedes hacer algo? S, el mejor jefe de arte que he tenido, no duda en contar conmigo en esos casos, y para eso estoy, qué leches. Es más, voy a hacerme una tarjeta que en vez de ilustrador diga experto en marrones.

Otra muy distinta es que un mamonazo me intente meter por el culo su rabo, los huevos y parte de una pierna mientras insiste en que sólo busca mi felicidad.

Pues bien, hay ciertas formas de expresarse que delatan la trampa. Algunas muy evidentes, otras muy sutiles, y con la veteranía acabas adquiriendo un oído muy fino a la hora de distinguirlas. Veamos algunas, todas ellas entresacadas de mis archivos personales

Tengo un proyecto que te va a encantar, te va como anillo al dedo = Esta mierda no hay por donde cogerla y cuanto antes se la suelte a alguien antes me lavaré las manos

No sé explicarte lo que quiero pero para eso tú eres el artista = El título de art director me salió en una caja de phoskitos y cuando esto me estalle entre las manos te echaré a ti todas las culpas.

Es un encargo superilusionante* =  Es una cursilada infumable, más hortera que la puesta de largo de Barbie, pero alguien tiene que hacerla y te ha tocao, macho.

Queremos algo muy moderno e interactivo, que haga que cualquier lector se sienta identificado = Y una vez hayas acabado de limpiar los establos de Augías ya sólo te faltará matar a Gerión y Hera perdonará tus culpas.

Es tan fácil que casi no es trabajo = No vamos a pagarte ni un céntimo

No te va a costar nada hacerlo = No vamos a pagarte ni un céntimo 

Seguro que no te llevará ni cinco minutos = No vamos a pagarte ni un céntimo 

Este proyecto es transversal y multiparticipativo = No vamos a pagarte ni un céntimo

Va a ser muy mediático = No vamos a pagarte ni un céntimo

Te aportará mucho prestigio = No vamos a pagarte ni un céntimo

Vas a disfrutar muchísimo = te vas a aburrir como un imbécil, ah, y además no vamos a pagarte ni un céntimo 

Estas últimas son muy, muy habituales. Cuando te piden un trabajo y en vez de decirte lo que pueden pagar empiezan a marearte con que la presentación será en tal o cual sitio, y lo apadrinará tal o cual firma famosa, y se difundirá por las redes sociales más selectas y tendrá mucha relevancia multimedia y... significa que no vas a ver un céntimo. Ojo, no significa que no haya un céntimo, porque que el que te lo encarga va a cobrar, el de la imprenta va a cobrar, el editor va a cobrar y las azafatas de la recepción ante el nuncio apostólico van a cobrar. El que no cobrará eres TÚ

Los últimos casos fueron un representante de un grupo editorial que quería que les hiciera un centenar de ilustraciones para una colección de fichas sobre animales extintos a 25 euros cada una, y un tío que se presentó como productor de video profesional y esperaba que yo hiciera un cortometraje en 3D de unos cinco minutos de duración a cambio del prestigio, la posibilidad de participar en los encargos que surgirían a partir de ese cortometraje y las clases de inglés que, generosamente, estaba dispuesto a darme mientras yo iba haciendo el trabajo en un portátil en su estudio.

Segunda aclaración. EN OCASIONES SÍ HE TRABAJADO GRATIS. Y no hablo de hacer un favor a una amiga por su cumple o similares, sino temas profesionales. Como hace unos años, cuando unos profesores rurales de Argentina me pidieron ayuda para sacar unos folletos sobre paleo para sus alumnos. Fue un placer y un orgullo. O cuando una clienta se encontró con un marrón no presupuestado: es un hoy por ti y mañana por mí.

También acepté hacer gratis un trabajo cuando unos paleontógos me pidieron ayuda para hacer una ilustración sin un céntimo de presupuesto. Aquí sí me ilusioné y yo mismo les propuse ir más allá y hacer una recreación 3D con animación incluida. El tema me pareció muy atractivo, y supuse que aprendería con él y además me beneficiará a largo plazo, y así ha sido. De hecho el proyecto Hallucynocrisia ha sido uno de mis trabajos más interesantes de 2012 y, junto a los follasaurios, el de mayor difusión.

Esas personas no intentaron venderme burras de colores. No me endulzaron la pastilla ni fingieron estar haciéndome ningún regalo. Me pidieron un favor, y lo agradecieron en la medida que pudieron. Por el contrario, el de los 25 euros por ficha me insultó al hacerme esa oferta, porque estaba despreciando mi trabajo, como lo hizo el de no te llevará ni cinco minutos: si sé hacerlo en cinco minutos es porque tras esos cinco minutos hay 26 años de profesión.

Así que, si buscas un gilipollas, te ruego no pierdas tu tiempo ni el mío. Gasto callos, crío canas y cada día tengo menos paciencia. Si no piensas pagarme piratea mis imágenes, disfrázalas o fusílalas con todo el descaro, y asume las consecuencias. Pero no intentes follarme y que te de las gracias.

No me vendas burras de colores: las conozco y son todas de color panzaburra.


* El uso de palabros como superilusionante debería estar penado con cien latigazos. De los bien dados.



lunes, 7 de enero de 2013

MANOS


Como ya mencioné una vez, mis manos me fascinan.  Desde niño, me recuerdo observándolas, intrigado con sus movimientos y buscando sus posibilidades, que en esos tiempos eran sobre todo hacer figuras, sombras en la pared, buscar cruces extraños de dedos...

...nunca fui capaz de chascar los dedos, toda una infancia traumatizado por un defecto de fábrica.

Los niños del neolítico debían sentir la misma fascinación. Hay cientos de imágenes de manos infantiles en las cuevas y refugios, obtenidas por el conocido sistema de soplar color sobre el dorso y dejar el negativo en la roca. Las cosas no han cambiado tanto, los niños actuales siguen haciéndolo y a la que cogen un soplador de tinta, se repite el mismo acto, igual que hace cien siglos.

Me pasaba la vida dibujando. No tenía pandilla, así que fuera del colegio me buscaba el entretenimiento solo. Dinosaurios, barcos, mamuts, aviones, tanques, superhéroes, brutos mecánicos de MazingerZ... para cuando llegó a nuestras pantallas el puñetero robot japonés yo ya tenía claro que podía hacer más cosas con las manos que otras personas. No sólo dibujaba, también me entretenía moldeando con plastilina o arcilla. Tenía siempre las uñas llenas de mugre de colores, para desesperación de mi madre.

Paradójicamente, no me salían bien las manos. Creo que no hay una parte del cuerpo más compleja de retratar, me llevó años dibujar una mano decente, sigue siendo un martirio.

Nunca pensé que me ganaría la vida con las manos. Creí que me dedicaría a la biología, que excavaría dinosaurios o que trabajaría en el campo. Pero mientras estudiaba para perito agrícola empecé a sacarme algunas perrillas dibujando, y cuando me titulé ya había dado mis primeros pasos como profesional. No me arrepiento.

No me gusta que me llamen artista. No lo soy, yo soy un artesano. Trabajo con las manos. Y me enorgullezco de ello. Es agradable sentir que pones parte de ti en cada trabajo, y que el resultado sería distinto si lo hiciera otro. Y aún más gratificante es comparar lo que hago ahora con lo que hice hace años, y comprobar que, por poco que sea, sigo mejorando.

Me gusta pensar que aún me queda mucho camino por delante para llegar a ser bueno.

Cuando estiro mis dedos y crujo mis nudillos me gusta pensar que son algo más que parte de mi cuerpo: son herramientas de precisión, y al mismo tiempo son fuertes, duras.

Son bonitas: me gustan mis manos. No ganarán un premio de belleza pero no son un puñado de dedos sin vida. He estrechado alguna vez esas manos, blandas, gomosas, frías... las mías no son así, tienen fuerza, tienen vida.

Me conectan. Muestran cosas que los ojos no ven.

Tomo una piedra, un trozo de madera y siento su textura, su forma. A veces cuentan historias. Siento el papel bajo mis dedos al leer, el pelaje de un animal al rascarle, el tacto de su hocico cuando me estudia.

Doy un masaje y dejo que mis dedos lean. Siento músculos, tendones, huesos, vasos... veo bajo la piel. Noto donde se forma un agarrotamiento, profundizo, noto las fibras contracturadas, siento como reaccionan a la presión, veo el punto de dolor cuando encuentro su centro. Y a medida que lo deshago noto como los músculos van relajándose y la tensión cede. Y no necesito mis ojos, podría tenerlos cerrados todo el tiempo y seguiría viendo con mis dedos.

Y si es un masaje relajante, siento como ese cuerpo se acomoda bajo mis dedos, como su piel se vuelve más cálida y la respiración más suave. Noto su confianza en mis manos. Me gusta.

Mis manos acarician. Mi cuerpo, mi piel. Otros cuerpos, otras pieles. Te acarician.

Nunca soy tan consciente de mis manos como cuando te acaricio.

Despacio, notando antes de rozarte el calor de tu piel. Luego su tacto. Su suavidad aterciopelada.

Trazo un camino por tu vientre, redondeado y firme. A veces sigo viejos caminos, otras descubro rutas nuevas, me gusta hacer mapas con mis dedos y saber que mañana habrán cambiado.

Siento como mis manos recogen tu calor, y dejan más tras de sí. Cierro los ojos e imagino trazos brillantes tras mi camino, dibujo tu cuerpo sin mirarlo.

Se detienen al sentir un ligero estremecimiento. Lo sigo, lo enmarco y dejo que mis yemas lo amplifiquen, y tu estremecimiento sube por mis brazos y se extiende por mi piel.

Buscan el calor como las mariposas la luz. Bajan desde tu cuello, recorren tu pecho y notan como cambia la piel al llegar a la areola. Si me demoro unos instantes mis dedos se vuelven cálidos, tú los calientas. Puedo notar tus latidos. Y los míos.

Si bajan por tu vientre encienden una hoguera en mi piel. Y en la tuya. No hay caricia más dulce que sentir el tacto de tu placer. Tu temblor, la tensión que crece poco a poco y el instante en que se descarga. El modo en que tu cuerpo besa mis dedos.

Mis manos pueden decirte te amo, sin necesidad de palabras.

Las tuyas también lo hacen. Calladamente.

Creo que podría vivir sin mis ojos. Sería duro pero no imposible.

No podría vivir sin mis manos. Las necesitaría hasta para quitarme la vida.