Mujer iroqués

sábado, 23 de octubre de 2010

DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (VII) El parque


Uno de los aspectos en los que no pensamos demasiado cuando nos decidimos a traer niños al mundo es que su presencia abre nuevas y bizarras perspectivas en nuestra vida social. Una de ellas, sin embargo, no sólo no me era desconocida sino que la esperaba incluso con un poquito de impaciencia: el parque.

Un servidor compartió su adolescencia y juventud con Rocko, un maravilloso pastor alsaciano. De todos mis hermanos fui el único al que el entusiasmo perruno inicial no se le apagó cuando el alegre y orejudo cachorrito se convirtió en un percherón de cincuenta kilos de peso, así que disfruté de innumerables jornadas de parque. A veces era cansado ser el único que se ocupaba del perro en una casa superpoblada, pero en conjunto fue muy divertido, así que cuando nuestro retoño tuvo un año y medio y su madre señaló su fobia extrema por el césped, los pajarillos y los columpios asumí gustoso las funciones de paseador por espacios verdes.

Así fue como, con permiso del clima y la autoridad competente (Ella) encontré entretenimiento para mis ocios todas las tardes durante los siguientes tres años. Las dos primeras semanas fueron exploratorias, buscando un parque no demasiado remoto, de aspecto amigable, suficiente espacio, abundantes niños y (muy importante) parroquianos que no fueran hostiles ni tuvieran aspecto de psicópatas. No fue fácil, pero el pueblo abunda en zonas arboladas y al tercer intento di con el lugar idóneo.

El Parque de Navarra tenía todos los detalles requeridos, más una espesa arboleda, garantía de sombra y frescor, y un amplio arenero para los pequeñines, así que a media tarde empuñaba carrito, mochila y niño (y pañales, muda, cambiador, agua, toallitas, pala, cubo, rastrillo, moldes, muñecotes variados biberón-galletas-merienda en general… es sorprendente todo lo que puede llegar a cargarse para unas horas de asueto) y allá que íbamos, felices y contentos.

Al principio las mamis del arenero se sorpendieron, ya que la presencia de papis en el parque es en general puntual y breve. Sus pitufillos se mostraron asombrados: los primeros días mi peque, poco acostumbrado a estar con más niños, se quedaba un poco parado al ver tanto crío junto, así que yo me sentaba en el arenero con él, para iniciarle en los placeres del hurge y el enguarramiento con tierras, barrillos y derivados. Un señor grande bien sucio jugando con el cubo y la palita les parecía un espectáculo fascinante y a los pocos días me encontré convertido en el alma del colectivo de pequeñas excavadoras.

Pronto entablé amistad con un montón de niñas, ya que salvo el mío y otro chiquillo llamado D la población residente del arenero era de sexo femenino. A lo largo de los primeros meses las relaciones se mantuvieron en unos límites razonables. aprendí mucho sobre el arte de los pasteles de barro y sus rituales asociados (nunca se debe retirar el molde sin un rítmico golpeteo en su parte superior acompasado al son del mantra que se ponga duro que se ponga duro que se ponga duro…), hice un montón de dibujos en la arena con palitos y hojas y escuché un montón de chapurreos vagamente comprensibles. Cuando me dolían las rodillas me sentaba con las mamis y charlábamos sobre los enanos, los pediatras, las cacas… lo usual. Y entonces las cosas se aceleraron.

Una tarde mi hijo me pidió que le diera una campana y luego, llevado del entusiasmo, le cogí por las axilas y lo volteé unas cuantas veces. En cuanto lo dejé en el suelo se me acercó A, la niña más espabilada del grupo, y me dijo ¿me daz a mi también?. La cogí, la volteé, y me encontré en medio de un círculo de cabezas que se apretujaban al grito de ¡ahora yo, ahora yo, ahora yo!. Tras seis turnos completos de vueltas y otros tres de campanas me derrumbé bastante mareado en el banco, en medio de las mamis que, muertas de risa, me protegieron del ansioso rebaño que me perseguía (venga, a merendar todas, y dejad que José Antonio descanse, que lo vais a romper, sí, luego os da unas vueltas más, pero ahora dejadle que respire…)

A partir de entonces mi llegada al parque solía verse saludada por A con el grito de ¡¡¡¡¡JOZEEEEEEEEE!!!!! seguido del tumulto colectivo ¡VUELTAZ! ¡VUELTAZ! ¿JUGAMOZ A PILLAR? ¿NOZ DAZ LA CAMPANA? ¿JUGAMOZ A CHOCAR? ¿NOZ CUENTAZ UN CUENTO?. Las madres también me saludaban encantadas, porque el rato que me tiraba en el arenero la horda estaba reunida, controlada y, lo más importante, con su atención centrada en mi persona, con lo que ellas podían relajarse. Al cabo de una horita (tras dos semanas de anarquía logré negociar con las niñas un plazo razonable de juegos) me dejaban sentarme y relacionarme con seres adultos sin más interrupciones que las usuales (meriendas, peleas, caídas del tobogán…). Y así a lo tonto hice pandilla con media docena de mamis y llegamos a tener una buena relación de confianza.

Alguien podría pensar que adopté el papel de macho alfa del arenero, pero se equivocaría: lo que hice fue convertirme en una mami más, sólo que con una sorprendente autoridad sobre el conjunto de la chiquillería, ganada a costa de grandes esfuerzos físicos que irían en aumento a medida que la tropa fue ganando agilidad y fortaleza, algo inevitable en cachorros saludables, activos y bien alimentados. 

(continuará…)

3 comentarios:

Paranoica empedernida dijo...

Desde que dejé de ir al parque como niña no he vuelto, ya que no tengo perro ni niños.

La última vez que pasé por uno siendo adulta me atracaron. Mal recuerdo.

Sigue escribiendo José Antonio, me lo paso pipa. Un beso para los tres!

Anónimo dijo...

A mi el parque y los niños me gustan, las madres no tanto.
Yo voy al parque a jugar con el enano no ha hacer una reunión de amigas o lo que es peor un concurso de "mi hijo es el más listo, el más guapo, el que mejor hace..."

Rara que es una.

Junior

Ingrid dijo...

Yo aun no he ido al parque, pero lo espero con ansia!!! Que ganas!!! Pero al vivir en una casa a las afueras, y tener arenero, columpios y demás enseres parqueriles... No se cuando iré al parque... Además de tener que coger el coche para ir a alguno!!! Pero seguro que iré!!!!