Mujer iroqués

domingo, 10 de junio de 2012

¿QUÉ SABEMOS DEL PASADO? Escepticismo y paleontología (y III)


Suele debatirse si el T-rex  era carroñero o cazador. El león, que tenemos entronizado como señor de la caza, es un holgazán nato, y siempre preferirá darse un banquete de carroña gratuita antes que correr tras una presa viva. La hiena manchada, que la gente señala como carroñero por excelencia, es un cazador muy eficaz, y es mas normal que los leones le roben la caza a las hienas que a la inversa. Si no podemos separar con claridad ambos modos de vida en animales vivos ¿cómo vamos a hacerlo en criaturas extinguidas hace millones de años? 

Aquí tenemos  otro titular bien llamativo: predador prehistórico comía a sus presas vivas. Primero, una afirmación así no resulta novedosa: cientos de predadores modernos hacen eso, empezando por las ballenas y acabando por las avispas. Además el que su mandíbula permitiría a este animal arrancar grandes trozos de carne a su víctima, no implica que ésta siguiera con vida durante el proceso. Por supuesto vende más la idea del monstruo descuartizando en vida al aterrado herbívoro, pero ni es algo sorprendente, ni un hecho probado.

Si nos alejamos más atrás, las deducciones se vuelven muy peregrinas, porque trabajamos con criaturas tan ajenas a nosotros que podrían pasar por extraterrestres. Hablar de anomalocaris como terrorífico mónstruo depredadormateria de pesadillas parece muy exagerado, más cuando la noticia es el análisis de su estructura ocular. Como mínimo, creo que deberían usarse adjetivos un poco más sosegados, sobre todo porque un estudio casi paralelo sobre la boca de este animal viene a concluir que no sabemos realmente cómo se alimentaba. 


Tenemos la cuestión del aspecto visual de los animales extintos. A priori, una buena reconstrucción se ajustará a la información disponible en el registro fósil, y será más fiable cuanto más detallado sea éste. Una vez más, es más fácil recrear un animal si está más cerca de nosotros. A veces incluso contamos con información de primera mano Como la que nos ofrecen las pinturas rupestres, que nos indican que megaceros tenía una marca de color en la espalda, o que los leones de las cavernas carecían de melena. Hace poco, por añadir otro ejemplo, se ha averiguado que las pinturas de caballos salvajes cubiertos de manchas son sorprendentemente exactas en ese aspecto.

Pero cuando más nos adentramos en el pasado la información a nuestra disposición se vuelve menos detallada y empiezan a entrar en juego varios factores subjetivos, empezando por las modas. Los velociraptores, por ejemplo, suelen ser representados como seres feroces, siempre en actitud sanguinaria, por no decir de psicópatas. Sin embargo es posible interpretarlos como animales mucho más reposados y, a mi modo de ver, más naturales, como en este boceto. Ambas recreaciones se atienen a los datos disponibles, las diferencias se deben a una simple elección personal. En la otra imagen tenemos un dinosaurio aviano, Anchiornis. Tanto el agresivo monstruito dentudo  como el pajarote de aspecto feliz se basan en los mismos datos anatómicos, pero me decanto mucho más por la criatura relajada. 

Puede parecer que los paleoartistas nos inventamos las cosas: no es así, pero es inevitable que te veas influido por las ideas en boga, y que incorpores elementos que, a su modo, son ideológicos antes que estrictamente científicos. Por ejemplo, sigue siendo muy normal representar a los primeros humanos modernos con piel clara, como en esta soberbia imagen de Burian. Sin embargo nuestra especie nació en África y lo lógico sería que nuestros antepasados tuvieran la piel oscura. Esto se debe a un prejuicio heredado del siglo XIX, cuando se presuponía que los hombres blancos eran la cumbre de la evolución.

Hay veces que los detalles obedecen a puras decisiones estéticas, como en mi recreación de una pareja de neandertales: el pelo claro de la mujer fue una elección personal, simplemente quise darle un aire más actual, y no había ningún motivo para suponer que no tuvieran ese color de pelo. Pocos días después National Geographic publicó un estudio sobre la presencia de cabello pelirrojo en neandertales. Hubo quien pensó que yo había accedido a esa información antes de ser publicada, pero fue una simple casualidad, como digo, la elección del pelo fue totalmente subjetiva.

Como norma básica debemos recordar siempre que, en condiciones normales, la piel o el color no se conservan, y la mayoría de los restos  se limitan a esqueletos u otras partes duras. Lo mismo sucede con las plumas, la estructura de las escamas, las crestas de tejido blando... Un caso como el de Anchiornis, en el que la fosilización ha preservado no sólo el plumaje, sino indicios de su patrón de colores, es tan excepcional que casi parece un milagro. Lo usual es interpretar esos elementos en base a evidencias mucho menores, o por pura intuición. 

Resumiendo un poco todo lo dicho, a la hora de valorar una información paleontológica debemos  recordar que lo que se nos dice puede tener diferentes grados de veracidad, en función de la información realmente aportada por los hallazgos. 

La datación temporal en principio debe aceptarse: los métodos empleados son fiables y contrastados, siempre dentro de unos márgenes de error aceptables
La identificación de los restos igualmente debe considerarse válida siempre y cuando hayan pasado por el proceso estándar de publicación, es decir, la revisión por pares.
Los parentescos con otras especies modernas o extintas pueden verificarse hasta un cierto punto: podemos establecer con bastante seguridad la filiación de una especie, pero no podemos afirmar que sea exactamente  un ancestro directo ni un descendiente. En ese sentido es preferible usar cladogramas antes que arboles evolutivos.
Todo lo referente al comportamiento debe analizarse con precaución. Algunos fósiles incluyen detalles muy concretos de la vida de una criatura, otras características pueden extrapolarse con razonable seguridad, pero algunas afirmaciones sobre el caracter o los hábitos de los seres extintos son puramente especulativos, incluso gratuitos.
En cuanto al aspecto físico, en principio, debemos considerar que las reconstrucciones son acertadas, pero dentro de un mismo abanico de datos podemos encontrarnos reconstrucciones muy diferentes e igualmente válidasno debemos olvidar que incluso los mejores paleoreconstructores tienen sus propios gustos y costumbres a la hora de trabajar, y algunas cuestiones van un poco con la moda.

Y eso es todo. Espero no haberos aburrido y, si en algo ayuda lo dicho a mejorar nuestro  ojo crítico a la hora de evaluar una información, podré darme con una piedra en la boca.

8 comentarios:

Fonso dijo...

El león de la primera imagen qué es un león sin melena de Tsavo?

Un ejemplo de lo difícil que es reconstruir especies extintas: si no conociéramos a los leones ¿podríamos imaginar un gato no moteado, que vive en manadas y cuyos machos tienen una espectacular melena...?

Por cierto José Antonio, tú que te dedicas a esto ¿por qué se suele representar al Smilodon con melena o viviendo en grupos? ¿Hay alguna prueba de esas cosas o sólo es/era una moda leonina?

José Antonio Peñas dijo...

Lo de los grupos se debe a que se han encontrado acumulaciones de restos, pero podría ser un artefacto (por ejemplo, una trampa como la de La Brea). EN cuanto al leonismo, yo no los he visto con melena, siempre en la línea de Diego, el de IceAge.

En cuanto al ejemplar de la foto, simplemente puede ser un macho subadulto.

Fonso dijo...

Ok. Con lo de la melena no me refiero a una tan llamativa como la de los leones pero mira algunos ejemplos:
http://ferrebeekeeper.files.wordpress.com/2012/04/smilodon1.jpg

http://monstermadnezz.blogspot.com.es/2011/01/smilodon-extinct-monster.html

José Antonio Peñas dijo...

Ya veo. La primera intenta ser leonina, cierto. No me gusta nada, no pega. Y la otra es simplemente patética, no es melena, es un absurdo erizamiento dle pelo para darle un aspecto más monstruoso al animal.

phaskyy dijo...

Sigo leyendote y sigo aprendiendo.
Por mi parte puedes darte con una piedra en la boca. Pero no te des muy fuerte.

Saludoss

José Antonio Peñas dijo...

Gracias, guapetona! soy muy consciente que estos últimos posts no me han ganado demasiados lectores, pero el contador me da bastante igual.

lyuti dijo...

No te pongas asín, habemos mucho por aquins. Pero yo sigo con mi fijación con las orejas, a que ceporroprotomaiferoide se le ocurriría esto de tener orejas. Oye, pues la gracieta tuvo su éxito, ríete tú de las melenas de los leones. Y otra gracieta, el paladar secundario, mira que es rizar el rizo del barroquismo calavérico, pues ahín está. Ves, para soltar estas majaderías mejor ni comento. Un saludo.

José Antonio Peñas dijo...

Pues, solo por el maravilloso escalofrío que produce un suave pellizco con los labios en los lóbulos, ya merece la pena. Bendito protomamífero orejón.