Mujer iroqués

viernes, 31 de octubre de 2014

APRENDIENDO A SER PEQUEÑO

Me creí grande

Me crecí. Me sentí diferente, más inteligente, más hábil. Mejor. Mejor que los demás. Y me volví un imbécil.

Me lo creí, sí, y me puse en un pedestal, mirando desde arriba, con condescendencia.

Dejé de escuchar. Empecé a perder lo mejor que tenía, lo más valioso: la voz de los demás. Llegó un momento en que les callé y sólo me oí a mí mismo. Y lo peor es que me lo señalaron, pero pensé que era un error. Porque ¿como iba a hacer yo eso, con lo estupendo que era?

Me volví soberbio, porque pensé que no podía hacer nada mal. Me convertí en un prepotente y empecé a pensar que mi opinión era mejor. La mejor. Empecé a tratar a otras personas con desprecio. Incluso, me volví un camorrista, siempre dispuesto a saltar en defensa de MI verdad, que era la buena.

Y, al final, me estrellé.

Perdí mucho. Perdí personas. Perdí afectos. Perdí mi propio respeto. No sé si recuperaré algún día a las personas, o su afecto. Sé que el respeto, el mío, tardaré mucho en recuperarlo.

Ahora estoy viendo las cosas a ras de suelo. Si miro detrás de mí, hay un montón de escombros. Si miro más atrás aún, veo gente a la que pisé desde mi pedestal. Delante sólo queda mi camino.

Si os pisé, si os hice callar, si os ignoré, por favor, perdonadme. Y sí, pese a todo, seguís aquí, gracias. Gracias de corazón. Porque si le doy a alguien todos los motivos para marcharse, y no lo hace, esa persona vale cien veces más que yo.

Soy pequeño. No es nada malo, simplemente es quien soy. Y he empezado a caminar de nuevo, despacio, porque mis piernas no son muy largas, y con cuidado, para no volver a pisar a nadie.

Y sin miedo, porque de tan pequeño, ya no me cabe ni el más mínimo temor.

2 comentarios:

Inma dijo...

Impresionante. No se qué más decir. Un beso

Irene dijo...

Sabes que cuentas con mi cariño. A fin de cuentas, somos un cerebro en un cuerpo. Un fuerte abrazo, muy apretado.