Mujer iroqués

lunes, 3 de junio de 2019

LA FAMILIA



A lo largo de este mes, por razones muy diversas y que no vienen al caso, he tenido ocasión de pensar largo y tendido en lo que significa para mí la familia, y cómo ha cambiado mi percepción sobre ella con los años.

Mis hermanos y yo tuvimos la suerte de crecer en un hogar donde primaban el respeto y el afecto. Nuestros padres se trataban entre sí como iguales, y y siempre estuvieron ahí cuando necesitamos su apoyo. No era un paraíso utópico, pero durante mi infancia me sentí querido y a salvo en casa. Esa fue mi normalidad.

Además, nos sentíamos parte de un entramado mayor, dado que tanto por parte de madre como de padre nuestra familia es, simplemente, enorme. Podríamos fundar una tribu sólo con los Arteros o los Peñas (la tribu Artero sería un poderoso matriarcado, pero eso lo dejaremos para otro día). Y, de nuevo, ese espacio, esa familia amplia, me parecía buena, y me lo sigue pareciendo como adulto, pese a lo mucho que nos ha distanciado el tiempo a algunos, tanto geográficamente como en cuanto a nuestras forma de pensar. A día de hoy, sólo puedo considerar como malas personas (o, como dije en una entrada anterior, gente de mierda) a  7 de entre todos ellos, y hablamos de casi 300 entre ambas ramas.

Como he dicho, esa era mi normalidad, y por eso pensaba que era LA normalidad y que los casos contrarios eran excepciones. Como yo, mi chica tenía esa misma sensación, y la hemos compartido durante muchos años. Y como suele pasarme a menudo, el planchazo contra la realidad ha sido sonoro.

Lo que yo creía normal, no lo era. Nosotros éramos los disfuncionales, y a día de hoy seguimos siéndolo. La familia puede ser, debería ser, un espacio seguro, y eso es lo que se nos dice desde todas partes. En la literatura, en el cine, en la TV, en la publicidad, en los discursos de la política... la familia es omnipresente y bienaventurada. Salvo excepciones humorísticas, como la feroz parodia de los 80 Married with Children o los caricaturescos padres de los diversos protagonistas de Friends, en las sitcoms los padres siempre velan por que sus hijos no repitan sus errores, y al final las cosas, por mal que vayan, se solucionan con un precioso abrazo final*.

Yo me creí ese mito hasta hace unos 10 años, que fue cuando mi vida empezó a salirse un poco de los carriles por los que había circulado hasta entonces. Empecé a conocer gente nueva y al tratar con ellos empecé a replantearme las cosas que daba por supuestas. En demasiados casos, algunos de los cuales me tocaban (y me tocan) muy de cerca, aparecía el mismo patrón: personas para las que sus familias eran cualquier cosa menos un refugio. En retrospectiva empecé a pensar en lo que había no-visto durante años, desde niño. Compañeros del cole que volvían a casa aterrorizados con la entrega de las notas, amigas de la adolescencia tratadas por sus padres poco menos que como retrasadas mentales, adultos hechos y derechos que se desvivían por conseguir la aprobación de su familia a cualquier cosa que hicieran. No eran todos, pero estaban ahí, y nunca había reparado en ello. O sí, pero como quien ve esos dibujos que esconden otro (y una vez empiezas a ver los detalles, ya no puedes cerrar los ojos y dejar de verlo)

El maltrato físico, pese a la turba de defensores de la bofetada a tiempo, los del pues a mí me pegaban y no me pasó nada, es algo que hoy en día se condena de forma habitual, pero hay muchas otras formas en las que una familia puede dañar a sus miembros, y esas suelen pasarse por alto. El bombardeo continuo a la imagen física (deberías adelgazar, deberías cambiar tu peinado, deberías vestir de otro modo) la decepción predecida y autocumplida (ya sabíamos que ibas a fracasar, ya te lo dije, mira que te avisamos), el desprecio, el silencio, los comentarios hirientes siempre disculpados (si es que no se te puede decir nada, qué sensible eres). Gota a gota, horadando. Y, a la larga, si siempre estás escuchando que todo es por tu culpa, que todo lo haces mal, acabas asumiendo que eres culpable y haciéndolo todo mal.

Multiplicado por dos si hablamos de mujeres ¿O en una sociedad donde el machismo asoma a poco que rasques, iba a resultar que la familia era inmune? La violencia sexual no es sólo el padre, el hermano o el tío que viola a una niña. Es el esa amiga tuya no me gusta mira qué ideas te mete en la cabeza, como sigas así nadie te va a querer nunca, van a pensar que eres una facilona, qué haces en la calle a estas horas, arréglate que menudas pintas, eso no es para niñas, a dónde vas vestida así, deja de portarte como un chicazo ¿tatuajes? eso se lo hacen las putas o las bolleras, qué dirán los vecinos, nos estás poniendo en evidencia a todos...**

Todo ello aderezado con las razones supremas: es por tu bien, tus padres sólo buscan lo mejor para ti, lo que importa es la familia, los amigos van y vienen pero la familia siempre estará ahí. Y el más peligroso de todos los tropos: las cosas se arreglan en casa.

Ni se te ocurra señalar una injusticia o un abuso, a ver si vas a avergonzar a la familia.

Y no te están mintiendo, ni actuando por maldad. Probablemente crean que de verdad están haciendo lo correcto ¿No se decía, quien bien te quiere te hará llorar? Es por tu bien, te tratan así porque te aman, y el amor no puede equivocarse ¿verdad?

Soy un privilegiado, crecí en una familia donde me protegieron, me enseñaron y, llegado el momento, me animaron a seguir mi camino sin juzgarlo y sin juzgarme. Y quiero creer que la familia que ha crecido a nuestro alrededor, la de sangre y la elegida, es de verdad un espacio seguro para todos sus integrantes. Pero eso no cambia el hecho de que, para mucha gente, esa palabra ha significado justo lo contrario

Sí, es cierto, la familia siempre va a estar ahí. Y en demasiadas ocasiones te estará pisando el cuello todo ese tiempo, no vaya a ser que abandones su mágico entorno y trates de vivir tu vida*** con libertad

*Ése era el final random de casi cualquier episodio de la sitcom El Show de Bill Cosby, donde un violador en serie interpretaba a un padre bonachón, despistado y bienintencionado.

**No me he inventado ninguna de esas frases. Las han vivido amigas mías. Y algunas han escuchado y vivido cosas mucho peores, cosas que me da angustia imaginar

*** Lo que, en el caso de las mujeres, incluye vivir su sexualidad y sus elecciones, un anatema para ese imaginario en el que las niñas hasta los 10 años son celestiales princesitas con lazos de colores y de ahí pasan a ser potenciales putas a las que hay que reprimir para que no se desmanden

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