Mujer iroqués

viernes, 11 de marzo de 2011

DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (VII) Tú, el Ogro, 1ª parte

 



Cuando una pareja se queda embarazada consulta todo tipo de información sobre pediatría, desarrollo, enfermedades infantiles y, por supuesto, educación. Lees cienes y cienes de artículos donde te explican como el dulce infante debe crecer en un ambiente de amor y comprensión, y como debes impulsar su formación como persona mediante el amor (sí, son muy cansinos: yo creo que en Ser Padres tienen teclados con una tela específica para Amor) la educación en valores y el refuerzo positivo, de forma que crezca estable y equilibrado cual primorosa manzana emocional.

Precioso, todo muy new age. Pero luego te topas con la cruda realidad de lidiar 24 horas al día con una criaturica cuyo principal objetivo en la vida es incinerar tu sistema nervioso. La cosa ya arranca mal cuando el enano demuestra tendencias suicidas, como derribar la mesa del salón encima suyo (aún no entiendo como lo logró, en la guarde les deben cursos de física aplicada) o destruir la instalación eléctrica de la casa con unas tijeras de juguete. Por suerte en su momento me dio por forrar el suelo de su cuarto con una especie de puzzle de goma de colores y así todo quedó en el susto del cortocircuito, si no nos habríamos encontrado con una colilla en vez de un niño*.

Cuesta mucho pensar en términos como refuerzo positivo cuando, tras la taquicardia y después de asegurarte de que tu hijo sigue vivo e ileso lo siguiente que te viene a la cabeza es estrangularlo. Pero bueno, uno quiere creer que la experiencia debe haber sido positiva para el churumbel, que ya no volverá a derribar mobiliario extrapesado ni a intentar electrocutarse en sus ratos de ocio y tras respirar hondo la tentación de freirle el culo a zapatillazos acaba por desaparecer. La vida sigue, y el proyecto de hijicidio queda aparcado.

Los conflictos se estandarizan cuando el tierno retoño empieza su vida escolar. Mientras están en infantil la cosa no pasa a mayores, salvo por la gregaria (y ruinosa) costumbre de invitar a tooooooooda la clase a cualquier cumpleaños, o determinadas actividades que requieren apoyo paterno (visitas al zoo, teatros, día del protagonista…) y te hacen comprender que habría que besar el suelo por donde pisa la profesora, que lidia con esa tribu de vándalos bajitos día tras día. Pero tú sólo tienes que enfrentarte a uno, dos en los casos muy prolíficos, y de momento se sobrelleva. La educación en valores, llena de diálogo, respeto y comprensión, ondea ante tus ojos y sigue guiando tus pasos.

La crisis estalla cuando empieza la educación primaria, porque de pronto el nene tiene obligaciones, tiene exámenes y, sobre todo tiene deberes. En ese mundo idílico que describen los expertos pedagogos, el niño, lleno de motivación, se sienta a hacer sus deberes henchido de entusiasmo por aprender. Y tú te lo crees y el primer día picas. Papá, ¿podemos ir al parque? No, cariño, tienes que hacer tus deberes y estudiar un poco porque pasado mañana tienes un examen ¿Pero no podemos ir un ratito?…

Uno, ingenuamente, se dice ¡qué buen momento para razonar! y trata de negociar con sutileza. Mira, podemos ir un ratito, pero a las seis hay que ir a casa y hacer los deb…¡Sí, sí, sí, sí! ¡Luego los hago, en cuanto lleguemos a casa! El tiempo pasa, llegan las seis, le llamas con voz dulce y gesto sonriente… ¡Cariño, termina que nos tenemos que ir! ¡Sí, un momentito que acabamos ya!…La estancia empieza a prolongarse, pero tú crees que tienes la situación bajo control… ¡Vamos, D., que ya es la hora! ¡Que sí, que sí, sólo cinco minutitos más! media hora después, y tras varios intercambios similares acabas por llevarte a rastras a un niño vociferante ¡AÚN NO ES DE NOCHE! ¡TÚ DIJISTE QUE PODÍA ESTAR EN EL PARQUE UN RATITO ! ¡SÓLO CINCO MINUTITOS MÁS! ¡NO HEMOS ACABADO DE JUGAR! ¡TODOS MIS AMIGOS ESTÁN EN EL PARQUE! ¡¿PORQUÉ ME TENGO QUE IR SÓLO YO?! mientras otras siete madres remolcan igualmente a sus vástagos aulladores. Y tooooodo el camino a casa es un berrido continuo bajo las miradas de reproche de tooooodas las ancianitas con las que nos cruzamos.

Tu estado de ánimo al llegar a casa no es el más adecuado para el diálogo, pero te contienes y sientas al niño en la mesa mientras sigue protestando ¡¿PORQUÉ TENGO QUE HACER DEBERES?! ¡TÚ NO HACES DEBERES! y de pronto se va por la tangente ¿Puedo merendar? No, cariño, merendaste en el parque, pero puedes tomarte unas galletas cuando acabes los deb… ¡TENGO HAMBRE! ¡NO PUEDO HACER LOS DEBERES CON HAMBRE! y claro, al final estallas ¡NO PUEDES TENER HAMBRE! ¡TE HAS COMIDO TU MERIENDA Y LA DE DOS DE TUS AMIGOS EN EL PARQUE! ¡Y AHORA SIÉNTATE DE UNA PUÑETERA VEZ Y EMPIEZA A HACER LOS DEBERES ¡MAMÁAAAA, MAMÁAAAAA! ¡PAPÁ NO ME QUIERE DAR LA MERIENDA! ¡Y ME ESTÁ GRITANDO!

Mami recibe mis explicaciones alternadas con interrupciones del tipo ¡PERO ÉL ME DIJO QUE PODÍA ESTAR UN RATITO! y ella, que aún cree en los valores del positivismo, se deja enternecer y negocia, bueno, cariñín, voy a ponerte la merienda, pero luego te pones a hacer los deberes y no protestas más ¡Sí, sí, sí, sí, luego los hago en un momento y no me quejaré! ¿Ves, Jose, como no hay que ponerse como un energúmeno? Anda, ve a darte una ducha fría que ya me encargo yo. La merienda, consistente en un sandwich de nocilla, se dilata durante tres cuartos de hora, aprovechados por el peque para ver dibujos animados, hasta que mi chica, harta de verle ramonear a bocaditos le dice, venga, termina, que se hace tarde y tienes que hacer los deberes. ¡Sólo cinco minutitos, mami, termino este capítulo y ya está! Quince minutos llega el inevitable desenlace ¡QUE APAGUES LA TELE Y TE SIENTES DE UNA PUÑETERA VEZ! ¡NO HE ACABADO DE MERENDAR! ¡TÚ ME DIJISTE QUE PODÍA MERENDAR! ¡TENGO HAMBRE, QUIERO OTRO BOCADILLO! ¡NO HE ACABADO DE VER EL CAPÍTULO DE SHINCHAN!…

Resultado de la tarde: dos padres agotados y con los nervios de punta (adiós a la follada que venía paladeando desde el mediodía), unos deberes hechos a trompicones, con desgana y una letra indescifrable y un niño llorando desconsolado en la cama porque sus papis le han mandado a dormir sin cenar, está castigado sin televisión para lo que queda de semana y como se negaba a ponerse el pijama se lo hemos puesto a la fuerza.

Estos primeros desencuentros dan sus frutos en forma de cuerpo legislativo doméstico, que desde ahora llamaremos Leyes de Herodes, para evitar que nos vuelva a pillar a contrapié con el cuento de es que papi dijo, es que mami dijo. Del cole a casa sin paradas, no se baja al parque ni se merienda ni se ven dibujos antes de hacer los deberes, la próxima vez que llene una hoja de garrapatos la repetirá desde el principio, y su hora de acostarse es inamovible. Ninguna de estas normas será negociable y nos importa una mierda lo que tengan que decir al respecto los psicólogos infantiles.

Y con eso pensamos que el tema de las protestas está zanjado. Somos unos ingenuos… (continuará)

* Habríamos podido escenificar el chiste de Gila, aquel de que nadie sople hasta que llegue el forense.

10 comentarios:

La de la ventana dijo...

Pero qué bien lo cuentas, Peñas... La verdad es que es complicado lo de lidiar con ellos, cada vez más... Espérate a que llegue tarde, te pida un tatuaje o quiera irse de finde a Ibiza...

José Antonio Peñas dijo...

Lo de Ibiza me parece bien, siempre que no vaya acompañado de la frase ¿Me das dinero para…? Mientras se pague él los vicios, ningún problema.

Patricia dijo...

madre mia Peñas la de cosas que me quedan por pasar

Anónimo dijo...

Ooooh, querido, cuando los apóstoles del refuerzo siempre positivo son tus hermanos, y te sueltan a sus vástagos para que enseñen maneras a tu nene. Resultado, tras una confiacación de pelota por jugar al fútbol en el salón, una parada en plancha para evitar que el cabrito se meara en un macetero comunitario, y un par de gritos, una discusión estúpida porque estoy coartando al pobre cabrito de 5 añitos, y un hasta que cumpla siete ni oir de él quiero. No será cierto, pero coño, qué leche condensada hay en mi familia.

Susana

Anónimo dijo...

Escrito en el momento justo.

Paty C. Marin dijo...

Jajajajaja, la verdad es que con esta entrada se entiende perfectamente la desesperación paterna xD

José Antonio Peñas dijo...

No creas, Patty. Nosotros somos unos privilegiados, que nos paramos en el primero. Mi hermano tiene cinco.

Anónimo dijo...

¿Y qué hay de los comentarios del “entorno” tras una jornada así?

“Pues hija, no lo entiendo... yo nunca tuve esos problemas contigo y tus hermanos”

O el siempre enriquecedor

“Pues hija, no lo entiendo... conmigo tus niños ni rechistan”

Un abrazo José, tenía ganas de volver a pasarme por aquí.
Imma

PD. ¿Dices que tu hermano tiene cinco?

José Antonio Peñas dijo...

Cinco: cuatro suyos y una comprada. En realidad pensaban dejarlo en tres, pero unos festejos con un desliz tonto le supusieron gemelos. Creo que después se la cortó.

Ahora, nuestra madre, encantada: sus amigas le ponen una cara cuando saca la ristra de fotos nietiles…

Elvira dijo...

Me he acordado de ti al escuchar esta canción: http://www.youtube.com/watch?v=jCfQyUs602I

Puede que te resulte divertida.

Un saludo.