martes, 6 de marzo de 2012
DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (XI) ¿Lo estamós haciendo bien?
(Hace casi un mes de la última vez que escribí en el blog. Lo cierto es que nunca había dejado pasar tanto tiempo entre entrada y entrada. Debe ser cosa de nuestra vida ajetreada, porque el caso es que sí tengo temas sobre los que me apetece hablar, así que vamos allá. Espero que la musa no se cruce con el hada de la pereza, de lo contrario esto empezará a parecer un anuario más que una bitácora)
Esa es la pregunta que me llevo haciendo desde hace más de medio año. O sea, me cuesta creerlo, pero parece que las cosas van... bien.
Centrémonos: estamos en el último año de colegio, y en el cuerpo de nuestro tierno infante las hormonas empiezan a bullir, inquietas. El vello aflora ya en su anatomía y su madre y yo nos preparamos para lo peor: la adolescencia está a la vuelta de la esquina y la cruda realidad estallará en nuestro hogar en 5, 4, 3, 2, 1....
... y cuando ya estás esperando la catástrofe, con los dientes apretados y los índices taponando los oídos... nada. No hay crisis. Llevamos todo el curso esperándola y no aparece por ningún lado. O mejor dicho, lo que no llega es LA crisis, porque crisis seguimos teniendolas.
Hay broncas casi cada semana por el tiempo de juego con la dichosa PS3. Según él, cuando le obligo a apagar el cacharrico no lo hago porque sus ojos, enrojecidos tras varias horas de exposición a todo tipo de radiaciones dañinas, estén a punto de licuarse en sus órbitas. No, lo hago a mala baba, con el único objetivo de molestarle, ya que esa parece ser mi función en la vida. También le obligo a lavarse los dientes por pura maldad, y mi empeño en tenerle en la cama a las 10'30 en días lectivos es un reflejo de mi naturaleza sádica, siempre deleitándome con el sufrimiento infantil.
Idem en el tema alimentario, si no es que vamos a peor: las nauseas que vemos en su cara cuando nos mira comiendo brócoli sólo son comparables a las que aparecen cuando es su plato el que muestra trazas de cualquier producto de color verde (espinacas, pimientos, ranas...). Da igual que le hablemos de la importancia de las vitaminas o la necesidad de fibra: a menos que recubramos la lechuga con una capa de ketchup de dos dedos de grosor, hacérsela ingerir es una tarea tediosa y agotadora.
Pero en otros aspectos del día a día, la situación ha ido mejorando. A la hora de lavarse los dientes, sólo tenemos que escuchar diez o doce minutos de protestas y gruñidos variados, y en general basta con decírselo dos o tres veces para que nos haga caso. Y en cuanto al apartado escolar, debo decir que estamos bastante asombrados del modo en que el chaval ha asumido sus obligaciones. De cuando en cuando sigue siendo necesario ponernos serios con él, sobre todo cuando intenta acabar lo antes posible los deberes para liarse con la PS3 (¿he comentado que odio con toda mi alma esa maquinita?) pero lo cierto es que d amuestras de un nivel de responsabilidad que nos llena de orgullo.
El orgullo disminuye un poquito cuando contemplamos el estado de su dormitorio. O sea ¿como describirlo? Es la prueba palpable de que, por mucho que nos esforcemos, el universo camina hacia la muerte térmica a lomos de la entropía. Quiero decir, yo sé que en algún lugar, debajo de esa impenetrable masa de tebeos, revistas variadas, clicks, folletos de videojuegos y basura en general yacen una mesa de estudio, una lámpara, una silla... pero me confieso incapaz de encontrarlas.
Por cierto, entre todo ese caos se esconden algunos de los tebeos de mi colección. Más en concreto, algunos de la sección Sólo para adultos, ya que las hormonas se están cobrando su peaje desde hace meses. Me queda el consuelo de que él tampoco debe ser capaz de encontrarlos y hay una mínima probabilidad de que los recupere sin lamparones. O sin demasiados lamparones. Toquemos madera.
El caso es que los problemas que nos encontramos diariamente son esperables, dada la edad y antecedentes de nuestro hijo. Pero son escasos. Llevamos varios meses de relativa tranquilidad, sin daños graves en la infraestructura de nuestra casa ni pérdidas irreparables en nuestros bienes inmuebles. Por añadidura nuestro tierno retoño da muestras de una inexplicable madurez en algunos asuntos (en otros no, ojo).
Puede que simplemente nos hayamos anticipado en nuestras espectativas y las tormentas estén a la vuelta de la esquina. Después de todo no tenemos un adolescente en casa, sólo un semiadolescente (según sus propias palabras). Puede que las pesadillas nos caigan encima en apenas un año, incluso menos, cuando empiecen a acercarse los 13 años, y nuestro niño se convierta de la noche a la mañana en un extraño. Pero de momento gozamos de un inesperado periodo de relativa calma y a veces hasta lo disfrutamos. Pero sólo a veces. Porque nos remuerde la incertidumbre.
¿Realmente lo estamos haciendo bien? ¿Los años de esfuerzos parentales pueden realmente dar fruto, por pequeño que sea, a estas edades? No lo sé. Quisiera creer que sí, pero me cuesta ser optimista.Veo demasiados ejemplos a mi alrededor de lo que sucede una vez sobrepasamos ciertas edades, y mi memoria es demasiado buena como para no recordar lo que pensaba y sentía entre los 12 y los 17 años. Me temo que, aunque algunos factores evidencian una notable mejoría y madurez, nos queda demasiado camino por delante y lo peor está esperando a la vuelta de la esquina. Habrá broncas tremendas, malos humores, malas caras y ratos amargos a carretadas, y tendremos que comérnoslos como vengan, sin ayuda de nadie. Pero eso será mañana, hoy tenemos la calma entes de la tormenta.
Supongo que debería estar asustado, pero a estas alturas se agradece un respiro, por escaso que sea, así que intentamos aprovecharlo para coger fuerzas.
Lo que tenga que venir, que nos pille en buena forma.
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9 comentarios:
Darán fruto. Quizá no lo recogeréis inmediatamente, pero cada día me reconozco más en la educación recibida de mis padres. Y seguro que a vosotros os ocurre algo parecido.
Seguro. Cuando uno no dimite como padre (el dejar a los hijos hacer lo que les de la gana es una forma de maltrato), se hace mejor o peor, depende de como te educaron a tí, de quien eres, de como estés en un momento dado.... Pero al final, te encuentras con un adultito maravilloso que te devuelve centuplicado cuanto hiciste por él. Te lo digo por experiencia. Y ocurre muy deprisa.
Me encanta tu forma de escribir, Peñitas.
Dan ganas de ponerse cual coneja a parir...
Algún día os sorprenderé y os haré tíos :)
Disfrutadle, sé, sin conocerle, que es un crack, porque tiene un padre que es un genio chiflado e intuyo una madre cojonuda.
Océanos de amor.
Tienes un semi-adolescente Varón en casa..., no lo olvides Varón = sexo masculino,¿de qué te asustas? yo en casa tengo una pre-adolescente precoz que con menos años que el tuyo me me da los mismos calenteros de cabeza que has descrito..., yo si que tengo miedo...
:-D
PD: me gusta mucho tus historias, bajo la sombra de internet suelo leerlas todas (aunque no escriba).
Saludos
Cuantas veces me he hecho esta pregunta. Y si. Supongo que lo estarás haciendo bien.
Cuando hablas de cómo te ve él en su mente preadolescente.,. como un sádico, un malababa, no te preocupes, así me he visto yo en mas de una ocasión (¿dije una? Perdón –un ciento-)
Totalmente de acuerdo contigo con el odio a la malvada maquinita (play3) .Ya en un post tuyo anterior intuías la tragedia que se mascaba con la entrada en casa de la maquina del averno..
Lo que más me ha dolido es imaginar tus tebeos revueltos en ese cuarto que podría describir fielmente sin haberlo visto.
¿Qué fue de ese hombre guardaba sus preciados tesoros en bolsitas?
Intentamos guiarlos en su vida, y ellos, a cambio nos cambian la nuestra.
Me alegro mucho de volverte a ver. Espero la próxima pronto
Por cierto, hoy no sale lo de inscribirse para comentar.
Ayer si.
Tu hijo ha leido alguna vez tu blog?
No, de momento no le dejamos conectarse a su bola a la red.
Por cierto, Irene ¿puedes mandarme un correo electrónico? Tengo que comentarte una cosa
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