Hace cuatro años escribí sobre Terry Pratchett en este mismo Blog. Hoy, por desgracia, vuelvo a hacerlo.
Ayer Terry Pratchett murió.
Todos los que le leíamos sabíamos lo enfermo que estaba. Todos sabíamos que había luchado, pulgada a pulgada, día tras día, sin rendirse. Todos sabíamos que no pensaba morir en vida, que cuando llegara el momento plantaría cara por última vez y, como bien dijo mi amiga Diana, rompería la baraja.
Todos, en el fondo, esperábamos que fuera inmortal, y que de alguna manera el universo le compensara por todos los buenos momentos que nos regaló desde que publicó El Color de la Magia, hace ahora 32 años. Pero el universo, como bien sabía Pratchett, no es un lugar donde nuestras esperanzas cuenten para algo.
Y todos, ayer, nos rompimos en pedazos.
Fue dolorosamente extraño. Leer que había muerto y de pronto descubrirme llorando. Llorando por alguien a quien nunca conocí, y no poder parar. Me sentí un idiota durante unos segundos, hasta que vi, a través de las redes, que la mitad de mis conocidos estaba llorando, como yo. A lágrima viva.
¿Sólo por unos libros? De acuerdo, los libros de Pratchett, de media, son buenos, y algunos son realmente brillantes. Pero he disfrutado, página por página, de toda la obra de Gould, y cuando murió no me sentí así. O sea, sí, me sentí triste* pero nada más.
¿Porque era buena persona? Mandela lo era, y no vi a nadie llorar de ese modo en mi entorno. Quizás porque es una figura cuya dimensión se nos escapa. Quizás van por ahí los tiros.
Pratchett era cercano. No un gigante, sino alguien a quien podrías cruzarte por la calle, con quien compartir una cerveza charlando animadamente. Los que le leíamos, al final, sentíamos que era un amigo, alguien real, no un nombre rutilante sino una persona tan de barro como nosotros. Y sus libros no prentendían pasar a la historia de la iteratura. Sólo hacernos reir, y pensar.
Y pensar riendo. Y reir pensando.
De alguna forma, intuíamos que nos decía la verdad, sin disfraces. Nos quitaba peso, para que viéramos que nada tiene sentido, que no importa, que el mundo sigue girando al margen de lo que pensemos o digamos. Y, al mismo tiempo, ese mensaje, en vez de desesperarnos, nos animaba a disfrutar de todo lo bueno que nos rodea o nos encontramos. Nos animaba a compartir una cerveza charlando animadamente con un amigo, sí, porque quien sabe si mañana ese amigo estará ahí. Nos animaba a amarnos, a reir, a correr y a gritar. Y a protestar y no conformarnos, a no pasar por el aro ni preocuparnos por lo que digan o señalen los demás.
Porque el mundo pasa de nosotros, no le importamos un ápice, y quizás mañana un meteorito nos parta en dos, o te resbales al pisarte un cordón y te abras la cabeza contra el bordillo. Así que no esperes a que las cosas sucedan, no pienses que lo bueno puede esperar, ni dejes para mañana lo que debe hacerse, no sea que mañana no llegue nunca y nadie pueda hacer por ti lo que dejaste para otro momento.
Y, sobre todo, nos dijo, usad la cabeza, y al menos aprended a desconfiar de quien no merece confianza, sobre todo si dice cosas como bien común**, mal menor*** posteridad****, sacrificio***** confianza****** y estabilidad*******
Pratchett nos hablaba como si fuéramos capaces de entenderle. Quizás por eso sentíamos que era un amigo entrañable, alguien que formaba parte de nuestras vidas, y nosotros de la suya. Por eso ayer nos sentimos, todos, huérfanos. Y, al compartir nuestro dolor, nos sentimos un poco menos solos, así que incluso al morir nos dejó un regalo.
(y hablando de regalos, si tenéis que hacer alguno, recordad que comprando un libro de Pratchett, apoyais el derecho a morir con dignidad, y ayudáis a los orangutanes)
Adiós, Terry. Espero que Offler, el dios Cocodrilo, te reciba con una
sonrisa (y bien sabe Offler lo difícil que es sonreír con todos esos
dientes estorbando)
* En un ensayo Gould hablaba de que todos estamos a seis apretones de manos de cualquier persona. En su caso, me quedé a uno :-(
** Un bien común que, sospechosamente, coincide exactamente con una situación en la que esa persona vive, no sólo rica y próspera, sino mucho más rica y próspera que tú.
*** Para entendernos, cualquier cosa que pueda hacer perder riqueza y prosperidad a quien usa ese término es un mal mayor. Si el que pierde riqueza y prosperidad eres tú, eso es un mal menor.
**** Dado que tu nombre dificilmente saldrá jamás en los libros, la posteridad es algo que no debería preocuparte al nivel en que deberían preocuparte cosas como ¿qué comeré hoy? ¿y mañana? ¿y qué comerán mis hijos? Ninguna de esas preocupaciones suele legarse a la posteridad
***** Los sacerdotes aztecas debían decirle a sus victimas cosas como "todos debemos sacrificarnos un poco, vale, te voy a abrir el pecho con una obsidiana afilada pero ¿tú sabes lo cansado que es abrir pechos con obsidiana? ¿y me ves quejarme, acaso? pues entonces deja de poner esa cara, que luego me acuerdo y duermo mal".
****** Como dijo Rincewind, el que grita "adelante, avancemos sin miedo" suele ser el único que lleva la armadura a prueba de flechas y está escondido tras una roca
******* Estabilidad es un término que se traduce por "a ver si los de abajo os estáis quietecitos, que aquí arriba no hay quien duerma con tanta protesta y tanta tontería"
2 comentarios:
Soy Trancos, y suscribo hasta la última coma de lo que has escrito. Yo también lloré, al menos por dentro. Adiós al Maestro, que se ha ido con una vieja amiga que habla en MAYÚSCULAS.
Verdaderamente me estoy aficionando -una afición un poco malsana- a leer pequeños homenajes que le hacen al gran Hombre del Sombrero porque así la pérdida duele menos -o más quien sabe-
No sé como he llegado hasta aquí pero escuchaba a alguien masticar frenéticamente cereales y me he metido por un callejón, después otro y aquí he acabado riendo a carcajadas y llorando por la muerte de una de las personas que hacían el mundo muchísimo mejor.
Gracias por escribir esto. De verdad. Me encanta encontrar a personas que tienen tantisimo cariño hacia el bueno de Pratchett.
Habrá que tomarse un esfumino a su salud.
Abrazos.
Publicar un comentario