Mujer iroqués

jueves, 5 de marzo de 2015

MI VIDA COMO ELEFANTE


Un día me pregunté
¿cómo sería yo
si no fuera yo?

Si yo fuera un elefante, mis sentidos serían distintos

Los ojos de los elefantes están separados a los lados de la cabeza, y apenas tienen visión en profundidad. Cada ojo ve algo diferente, y no muy bien: sus pestañas, largas y espesas, les impiden ver con nitidez.

Si fuera un elefante, mi mundo sería borroso.

Mis manos de elefante no cogen ni sienten (aparentemente) pero la nariz lo hace por ellas. Mi nariz coge y, sobre todo, toca. Me dice qué hay ante mí, su aspecto, su tacto, su calidez. Me dice si es bueno para comer, si es amistoso. Si es alguien. Alguien a quien quiero, en quien confío.

Un elefante solo no es un elefante. Si fuera un elefante querría estar rodeado de elefantes. Desde el día de mi nacimiento, en medio de un bosque de sólidas patas y narices que me acarician, me confortan, me protegen.Y con mi pequeña nariz iría descubriendo el mundo.

Si fuera un elefante, acariciaría a los demás elefantes. Mi nariz sobre las suyas, como un apretón de manos. Mi nariz sobre sus rostros, su cuello. Sus colmillos, tan únicos que, aunque sólo encontrase el cráneo de un elefante pelado al sol, sus colmillos me dirían si alguna vez le conocí.

Mi madre elefante me guiaría y me enseñaría con paciencia. Lentamente. Crecer lentamente, caminar lentamente. Comer lentamente, nuestra comida, después de todo, no se va a ir a ninguna parte

Vivir lentamente, dejando que el día se deslice sobre mi piel, sin prisa.

Salvo si hay agua, mucha, abundante, y mi nariz pasa a ser un juguete, regocijándome con frescos chorros, y barro en abundancia para mi piel.

Los elefantes damos gracias por la brisa fresca, y por cada trago de agua, y aprendemos como encontrarla. Para ser elefante, hay que saber muchas cosas. Dónde están los pozos que no se secan, cuáles son las mejores rutas, cómo excavar buscando el agua.

Aprendería a leer con mis manos. Sí, esas que, aparentemente, sólo me llevan. Pero también escuchan. Mis manos leen los murmullos del suelo, y los pasos cercanos y lejanos. Si fuera un elefante sabría reconocer las señales de otros elefantes a muchos kilómetros, dando secos pisotones para decir dónde están. Y reconocería el sonido, único, del agua bajo la dura costra reseca bajo el sol.

Sabría guardar esas energías que ahorro lentamente, día a día, para los breves momentos en los que la vida se acelera. Cuando hay que luchar para copular, para defendernos si alguien nos ataca, para proteger a los pequeños.

(Si fuera un elefante, ay de quien molestase cerca de mí a un elefantito)

Y, si fuera un elefante, me alejaría sin prisa de aquí, caminando despacio hacia el crepúsculo, perdiéndome entre las altas hierbas mientras los últimos rayos del sol tiñen de rojo la llanura y acarician mi espalda.

Sería bueno vivir esa vida, larga y calmada, paso a paso, caminando sin prisas a lo largo de los años, viendo pasar las primaveras y los estíos, la lluvia y la sequía.

Si no existieran los humanos, sería bueno ser elefante

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