Mujer iroqués

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domingo, 17 de septiembre de 2023

PLUMAS Y MÁS PLUMAS (va de dinos)



Hace poco, un amigo dibujante* preguntó sobre si es o no razonable poner plumas a los grandes dinosaurios carnívoros como alosaurio o tiranosaurio. Al parecer veía un cierto consenso en cuanto a no emplumarlos. Y bueno, me dije, vamos a intentar explicar bien este tema, porque tiene mucha miga.

Si es que te gustan los dinosaurios, claro. Si no es así, puedes dejar de leer aquí y echar a correr antes de que yo te vea y me acerque a contarte alguna dinocosa.

Sí, soy esa persona a la que le dices buenos días y, antes de que puedas saber qué ha sucedido, te está soltando una chapa de seis kilómetros sobre dinosaurios

Y cuando intentas escapar descubres que te he encadenado a una farola, la fuga es imposible MUA HA HA HA HA HA.

Pero venga, voy a suponer que el tema como mínimo te despierta alguna curiosidad así que vamos con las dinoplumas.

Lo primero ¿Qué dice la evidencia fósil? Pues resulta que hay impresiones de piel de Tyrannosaurus rex sin plumas. Caso cerrado, los tiranosaurios no tienen plumas, fin de la investigación...

... salvo que no tenemos impresiones de cuerpo entero de un tiranosaurio, sólo huellas parciales de algunas zonas del cuerpo. Eso no significa que no pudiera haber plumas en otras zonas, pero indica que, si tenían plumaje, no cubría todo el cuerpo y habría amplias áreas de piel desnuda. Luego volveré sobre este punto.

Vayamos por partes. Ante todo quiero dejar claro que, en principio, cualquier dinosaurio, del grupo que sea, podría tener plumas. Es así porque los pterosaurios (los grandes voladores del mesozoico) también las tenían, luego el antepasado común de pterosaurios y dinosaurios tenía plumas. Luego incluso un diplodocus podría tener plumas.

Por si alguien no entiende lo del antepasado común, voy a explicarlo brevemente. Las plumas son un elemento anatómico de gran complejidad, por lo que resulta estadísticamente muy improbable que hayan surgido en la línea evolutiva más de una vez. Así pues, si un animal tiene plumas comparte un vínculo con los demás animales con plumas.

El caso del pelo y los mamíferos es similar. Cualquier mamífero puede tener pelo, porque el antepasado común de todos los mamíferos era peludo. Ahora bien, en determinados casos, ese potencial apenas se expresa. Los delfines, por ejemplo, sólo tienen unos pocos pelos testimoniales. Los elefantes africanos tienen muy poco pelo, mientras que el elefante indio tiene bastante pelo por comparación. La rata topo solo tiene unos pocos por el cuerpo más las vibrisas de la nariz... etc.

Así que potencialmente cualquier dinosaurio podría tener plumas, pero no todos los dinosaurios las desarrollarían. Y ahora volvamos a la pregunta inicial ¿se encontrarían plumas en los grandes carnívoros? o, mejor dicho ¿en qué condiciones podrían presentar plumas esos animales?

El plumaje cumple varias funciones, y la primera (seguramente la primigenia) es el aislamiento térmico. A priori es posible que los grandes terópodos no las necesitaran. Los animales endotérmicos pierden calor por la piel, pero los animales muy grandes tienen una gran inercia térmica, ya que el volumen se incrementa en factor de 3 y la superficie en factor de 2

Explicación rollo, pero necesaria. Supongamos un cubo de 1 m de lado lleno de agua. Cada cara tiene 1 m² de superficie luego su superficie total es 6 m². Su volumen es 1  y su masa es de una tonelada (1000 litros de agua) 

Vamos a duplicar las dimensiones del cubo. Ahora tiene 2 m de lado. Su superficie pasa a ser, para cada cara, de 4 m², luego en total tiene 6x4 = 24 m². Pero su volumen ahora es de 2x2x2, es decir 8 m³, luego su masa es de 8 toneladas, luego ahora tenemos, por cada tonelada de peso, 24/8 = 3 m² de superficie. La masa se ha multiplicado por 8, mientras que la superficie lo ha hecho por 4. A igualdad de forma, la relación masa/superficie se ha reducido a la mitad

Los teropodos son todos similares en forma, así que, a grandes rasgos, un ejemplar de 1 tonelada tendría una superficie X de piel, pero uno de 8 tn tendría una superficie de 4X, es decir, su relación masa/superficie sería la mitad.

Pues bien, la masa de un tiranosaurio adulto se estima en torno a las 8 toneladas y la de un alosaurio es mucho menor, tal vez 1'2, 1'5 toneladas. Luego en principio un tiranosaurio no necesitaría cubierta de plumas pero alosaurus quizás si la precisara...

... dependiendo del entorno

Los dinosaurios no vivían sólo en los paisajes tropicales que muestran las películas. Ocuparon todo el planeta, incluyendo las zonas polares. Un tiranosaurio que viviera, por ejemplo, en la actual Alaska podría necesitar algo de abrigo. Con noches largas y heladas y días breves y muy poco calurosos, la inercia térmica no bastaría. Los elefantes actuales apenas tienen pelo, pero los mamuts lanudos, que vivían en el norte de eurasia, eran literalmente masas de pelo con patas.

Lo mismo se puede decir para alosaurus (hay evidencias de alosaurios en la antartida) Así que, en funcion del escenario, podrías emplumarlos o no.

Pero las plumas no solo sirven de abrigo. Tienen otras funciones. Por ejemplo, protección UV

En un ambiente muy soleado, las plumas podrían proteger al animal contra la radiación solar. En ese caso, el dorso del animal estaría cubierto. Y si estaba ahuecado podría atrapar algo de aire, facilitando la refrigeración. 

Es una hipótesis personal, pero no lo veo inviable. Así que podríamos emplumar a un tiranosaurio o alosaurio que estuviera en un entorno muy expuesto al sol.

Y llegamos al último punto, mi favorito.

LAS PLUMAS SIRVEN PARA FOLLAR

Las aves modernas, los machos, para ser concretos, exhiben los plumajes más absurdos, incómodos y poco prácticos que podamos imaginar, no para abrigarse ni para no asarse al sol, sino para atraer a las hembras y echar un polvete.

Durante el celo, un tiranosaurio podría presentar áreas de plumaje muy llamativas en unos pocos puntos del cuerpo, quizás en la cabeza, los costados del cuerpo, el dorso... por un lado el plumaje le haría parecer más grande (lo que disuadiría a otros machos de enfrentarle) y por el otro se mostraría ante las tiranochurris como un galán triunfador que no solo tiene energía para cazar y expulsar a sus competidores, sino que le sobra para lucir un atuendo absurdamente colorido, y, porqué no, quizás se pavonearía para enseñarlo más claramente.

Imagina la cola del trex como un abanico de plumas de colores mientras su afortunado poseedor interpreta el equivalente cretácico de la danza del culo de Shin Chan ¿Que hembra se resistiría? 

No, no estoy  inventándome nada que no esté ya inventado. Los animales modernos exhiben las estructuras y comportamientos más absurdos para asegurarse la follacion ¿porqué debería ser distinto en el mesozoico?

Resumiendo. La cuestión del plumaje depende de la función que quieras atribuirle

_ Termoregulacion: cuanto mayor sea el animal y más cálido el clima, menos necesarias son las plumas

_ Insolación: sólo serían necesarias en climas de tipo desértico

_ Folleteo: Sí, en cualquier ámbito, hábitat y especie

Y... en caso de ser plumas para la follacion, no necesitan cubrir todo el cuerpo, solo aparecerían en las áreas más adecuadas para una exhibición, de ahí que no sean incompatibles con la evidencia fósil de áreas de piel desnuda  del T-rex que mencionabamos antes.

Y con esto doy por finalizada la chapa sobre plumasaurios. Si has llegado hasta aquí, espero no haberte decepcionado y te informo de que estoy escribiendo un libro sobre este y otros temas igual de entretenidos relacionados con la follación del Mesozoico. Así que, cuando llegue el momento no olvidéis...

COMPRAAAAAR, COMPRAAAAR, MIS HERMOSOS (y plumíferos) JABALÍIIIES (dinosaaaaaurios)


* Aitor Eraña, por favor no dejéis de ver su trabajo https://www.deviantart.com/terminaitor

sábado, 1 de mayo de 2021

POBRES CANICHES (turra evolutiva)

Hace poco, escuchando un programa del podcast Semental Chihuahua (y si no lo escucháis ya tardáis en suscribiros ¿qué estáis haciendo desperdiciando así vuestras vidas?) surgió la pregunta ¿Cómo se llega desde un lobo hasta un chihuahua? y, más en concreto ¿con qué cruzaron a los antepasados del chihuahua para conseguir un chihuahua? ¿con una ardilla?

Claro, al escuchar esa pregunta, se me encendió la furia darwinista y, como no podía ser de otra forma, respondí con una larga y argumentada turra sobre la selección artificial. Como creo que no me quedó mal, me he dicho, vamos a darle forma en el blog, y aquí me tenéis, dispuesto a aburriros con la domesticación del perro.

Empecemos por lo básico. Es normal que mucha gente piense, oye, ese perro parece un zorro, eso debe ser que los antiguos cruzaron lobos y zorros y salió el samoyedo. O un argumento similar, como lo de la ardilla, pero más desarrollado. Pues bien, aunque eso pueda parecer como de sentido común, ya os adelanto que no es así. 

No hay cruces con otras especies en la historia de los perros. Los perros (Canis familiaris) descienden directamente de los lobos (Canis lupus) Si me apuráis, no hay diferencias genéticas* entre los perros y los lobos, se trata de la misma especie, sólo que domesticada. Y la prueba es que son perfectamente fértiles entre sí.

Exacto.

Es lo que estáis pensando.

UN CHIHUAHUA ES UN LOBO.

Si cogemos a un chihuahua macho y lo cruzamos con una loba, la descendencia es perfectamente viable y fértil. Y al revés también funcionaría, de no ser por ciertos problemillas físicos que no me molestaré en detallar.

Vayamos al comienzo. A la domesticación del lobo. Darwin observó, en el siglo XIX; que los animales domésticos (perros, vacas, ovejas, cabras...) presentaban una notable homogeneidad en cuanto a sus diferencias respecto a las variedades salvajes de las que descienden. Resumiendo mucho, todos presentan hocicos más cortos y menos angulosos, orejas más caídas y redondeadas, y libreas más variadas, con colores más claros, dispares y en ocasiones a manchas. En esencia podríamos decir que la vaca (Bos taurus) es una versión curvy, lavada y blandita del Uro (Bos primigenius)

Pues bien, en los finales 80, en una granja peletera de la URSS se decidió criar zorros más dóciles, a fin de facilitar el trabajo. Para ello se seleccionaron los cachorros más dóciles de cada camada, y se cruzaron entre sí. En pocas generaciones se llegó a un resultado sorprendente: zorros dóciles, que interactuaban con los humanos como perros, con hocicos cortos, orejas redondeadas y libreas de color manchadas y variadas (con lo que no valían para peletería, pero fueron adoptados como mascotas)

En 2018 se descubrió que esos cambios están asociados genéticamente. Una mínima modificación en la cresta neural del embrión lleva a que se reduzcan la producción de colágeno (que forma las estructuras de las orejas y de la nariz) melanina (con lo que los animales pasan a ser de colores claros y parcheados) y adrenalina (que dispara los mecanismos del estrés y las reacciones de fuga o ataque). Es decir, que al seleccionar a los lobos (o uros, cabras, ovejas...) más dóciles, sin saberlo, los antiguos humanos seleccionaron también una serie de cambios físicos que normalmente serían recesivos, pero a fuerza de cruces repetidos entre los animales dóciles acabaron por convertirse en estables. Y ese proceso no fue largo, sino que tuvo lugar a lo largo de relativamente pocas generaciones.

Centrémonos en los perros. Igual que se seleccionaron lobos dóciles, los diversos grupos humanos fueron seleccionando los perros en función de sus necesidades. Por ejemplo, los pueblos que crían ovejas seleccionaron dos tipos de perros diferentes. Por una parte, necesitaban perros que defendieran al rebaño de los lobos. Para ello seleccionaron los más grandes y fuertes, y llegaron a algo parecido a los actuales mastines. Esos animales, además, tienden a ser tranquilos, incluso pachones, y pronto se acostumbraron a moverse con las ovejas, a ser parte de ellas. A considerarlas su manada, con lo que no sólo no atacan a las ovejas, sino que se lanzan contra quienquiera que amenace al rebaño.

Por otra parte, se seleccionaron animales ágiles, más nerviosos y dinámicos, con un comportamiento más parecido al de los lobos salvajes, que ayudaran al pastor a manejar al rebaño, rodeandolo para evitar que se disperse, empujando a las ovejas en la dirección deseada y evitando que ningún animal se aparte del grupo. Los perros de pastor (como el collie) son, en esencia, lobos que acechan al rebaño, tal y como harían los salvajes, pero al final no lo atacan.

Ahora bien, también se empezaron a seleccionar características estéticas. Así, los westies son terrier blancos, cuyo color se seleccionó para que no fueran confundidos con conejos durante las cacerías. Los pastores alemanes son una variación del pastor del Ruhr, un animal muy similar de tamaño y aspecto, pero con el pelo rizado y las orejas redondas. Los criadores de finales del XIX quisieron mejorarlos estéticamente para obtener pastores más elegantes, de acuerdo a los criterios de la época.

Resulta que uno de los cambios estéticos más comunes consiste en que las razas, digamos, de prestigio social, los perros mascota de los poderosos, tienden a ser pequeños. Hay algunos antropólogos que creen que es para que parezcan bebés humanos, pero la verdad, si un carlino se parece a un bebé humano, debe tratarse de un bebé humano muy feo. Y llegamos por fin a los chihuahuas.

Los antiguos toltecas tenían una raza de perro denominada Techichi, que descendía de los perros que cruzaron el estrecho de Behring con los cazadores que colonizaron América. Los toltecas parecen haberlo criado como animal de prestigio, un perro de compañía para los ricos. Y, como en otras partes del mundo, eso llevó a un perro de tamaño mediano-pequeño. 

Por motivos que desconocemos a los sucesores de los toltecas les dio por criar perros cada vez más pequeños. Quizás porque eran más fáciles de alimentar (la carne era un lujo en la meseta centromexicana**) y así el Techichi dio paso al Chihuahua. El nombre, evidentemente, hace referencia al ladrido de esos perritos, una característica común a los perros pequeños, porque cuanto más canijos son, más nerviosos y ruidosos se vuelven (supongo que para que no los pisen)

Cuando los europeos llegaron a américa, ese perro pequeñajo (no tan pequeño como los actuales, ojo) les hizo gracia y lo llevaron al otro lado del charco. Allí fue cruzándose con otras variedades de perros pequeños hasta llegar al chihuahua escuálido pero aún saludable de comienzos del siglo XX. En ese momento estos pobres animales fueron víctimas de la moda. Las damas elegantes de principios de siglo se aficionaron a llevar esos perrillos diminutos y pelones y. a fin de que resultaran más graciosos, los criadores fueron seleccionando los más pequeños. Hasta que a finales del siglo XX una señora muy adinerada de la JetSet Neoyorquina empezó a dejarse ver con uno especialmente enano que le cabía en el bolso, y los criadores se lanzaron a satisfacer la demanda de chihuahuas miniatura de sus pijísimas clientas, obteniendo así el Chihuahua Toy.

Los criadores de perros son nazis NO TENGO PRUEBAS PERO TAMPOCO DUDAS.

Y así hemos llegado desde el lobo salvaje al pobre Chihuahua Toy, también conocido como Mátenme Por Dios Tengan Compasión de Mí y a otras razas igual de maltratadas como los Papillon, cuya gracia es que parezcan un copo de algodón y sean ligeros y etéreos. tTn ligeros y etéreos que sus patitas de palitroque tiemblan continuamente porque apenas les sostienen.

Y, tras terminar la turra evolutiva, va el mensaje final

_ Lo primero, si algún conocido os dice soy criador de perros, dadle con la piedra más grande que encontréis en la cabeza una y otra vez hasta que no se mueva. Le estaréis haciendo un favor a la humanidad y a la perridad.

_ Y lo segundo, NO COMPREIS PERROS DE RAZA, no sólo por lo asqueroso que es el negocio de la cría, sino porque, gracias a los criadores, están plagados de problemas genéticos. Los pastores alemanes sufren displasia de cadera porque los criadores pensaron que serían más elegantes con la espalda inclinada. Los Westies padecen problemas renales, los bulldog franceses se asfixian... NO LO HAGÁIS.

_ En resumen: ADOPTAD, SIEMPRE. Y no olvidéis lo de la piedra en la cabeza y los criadores.

Y ya me despido. Mis disculpas si me ha quedado muy largo, y no olvidéis seguirme para más exabruptos.

*No se trata de que sean identicos geneticamente, ojo: la frecuencia de genes de los perros es diferente a la de los lobos porque llevan aislados geneticamente muchos miles de años. Es el mismo caso que el del tan mentado e inexistente "gen vasco", no es que los vascos tengan un gen distinto al del resto del mundo, sino que presentan una frecuencia de genes ligeramente distinta que la de los pueblos vecinos.

** Según Marvin Harris es posible que el canibalismo religioso de los Aztecas fuera una manera de justificar el consumo masivo de carne humana por parte de las élites, a falta de otros recursos cárnicos, ya que la fauna mesoamericana estaba esquilmada y hasta la llegada de los españoles no conocían especies cárnicas domesticables, como sí conocían los incas y otros pueblos andinos, que domesticaron al guanaco y la vicuña para llegar a la llama y la alpaca.

viernes, 14 de agosto de 2015

MI VIDA COMO EFÍMERA

Si yo naciera efímera, no habría espacio en mi vida para la reflexión, sólo para la acción. Cuando tu vida se reduce a apenas unas horas, no tienes tiempo para lo superfluo.

Si fuera una efímera, tendría breves recuerdos del agua, donde mi anterior yo habría crecido con paciencia, masticando despacio algas y restos. Tal vez rememoraría, como en un sueño, un breve vuelo buscando donde nacer, y poco más, porque nacer, incluso para una efímera, es lento y difícil

Las efímeras nacemos a la última hora del atardecer, y mientras mis alas se secan y estiran, trabajosamente, mis ojos verán, por primera y última vez, la luz perdiéndose a poniente.

Como efímera nazco cuando el día muere. Y cuando remontó el vuelo por primera vez, dejo muerte tras de mí, aunque nunca sepa quién perteneció la cáscara sin vida que queda a mi espalda. Tampoco es importante, porque nunca me haré preguntas. No hay tiempo para preguntas, dudas, ni esperanzas. Sólo tengo el instante, y debo apurarlo.

Las efímeras no notamos el frío, y la noche, incluso en verano, es fría. Tampoco el hambre, y a medida que pasa mi vida el hambre me devora, literalmente. No hay espacio en mi mente para lo banal, sólo una urgencia, que resuena en mi diminuta cabeza: busca, encuentra, ama.

Ama, ama, ama.

Si no tuve suerte, si nací demasiado lejos, o demasiado pronto, o tarde, mi vuelo será en vano, y mi vida se perderá. Pero si todo es correcto, sentiré un perfume. Primero sutil, apenas un trazo perdido en el viento; luego creciente, un brochazo, un camino, un río de fragancia que me envuelve, me atrae, me arrolla como un torrente, emitido por cien, mil, un millón de efímeras que me aguardan, y me invitan a sumarme a su danza.

Frenesí.

Si soy hembra, danzaré sobre el río, llamando a los machos, para que me sigan sobre las aguas. Si soy macho, la llamada embriagará mis sentidos y volaré hacia la noche, fundiéndome en el enjambre que crece y crece.

Éxtasis. Porque no hay espacio en mi vida para el miedo, la duda o la espera: la noche termina, como mi tiempo.

Si soy hembra, buscaré el agua para dejar mi puesta y, agotada, me dejaré llevar antes de que amanezca. Si soy macho, tal vez tenga fuerzas para revolotear unos minutos más, buscando otro enjambre, otra danza, un último instante de pasión.

Si soy una efímera, la noche muere conmigo, y lo último que verán mis ojos será un resplandor naciente, incendiando la mañana. Nacer con la oscuridad, vivir la pasión, morir en el fuego, tal es mi vida como efímera.

Tal vez os parezca una existencia sin sentido. Triste, incluso. No tendré nada más, no veré siquiera un segundo anochecer. Pero no os dejéis llevar por las apariencias, porque yo no tengo nada que lamentar. Como efímera, viviré exactamente lo mismo que cualquiera de vosotros:

Toda una vida.

jueves, 5 de marzo de 2015

MI VIDA COMO ELEFANTE


Un día me pregunté
¿cómo sería yo
si no fuera yo?

Si yo fuera un elefante, mis sentidos serían distintos

Los ojos de los elefantes están separados a los lados de la cabeza, y apenas tienen visión en profundidad. Cada ojo ve algo diferente, y no muy bien: sus pestañas, largas y espesas, les impiden ver con nitidez.

Si fuera un elefante, mi mundo sería borroso.

Mis manos de elefante no cogen ni sienten (aparentemente) pero la nariz lo hace por ellas. Mi nariz coge y, sobre todo, toca. Me dice qué hay ante mí, su aspecto, su tacto, su calidez. Me dice si es bueno para comer, si es amistoso. Si es alguien. Alguien a quien quiero, en quien confío.

Un elefante solo no es un elefante. Si fuera un elefante querría estar rodeado de elefantes. Desde el día de mi nacimiento, en medio de un bosque de sólidas patas y narices que me acarician, me confortan, me protegen.Y con mi pequeña nariz iría descubriendo el mundo.

Si fuera un elefante, acariciaría a los demás elefantes. Mi nariz sobre las suyas, como un apretón de manos. Mi nariz sobre sus rostros, su cuello. Sus colmillos, tan únicos que, aunque sólo encontrase el cráneo de un elefante pelado al sol, sus colmillos me dirían si alguna vez le conocí.

Mi madre elefante me guiaría y me enseñaría con paciencia. Lentamente. Crecer lentamente, caminar lentamente. Comer lentamente, nuestra comida, después de todo, no se va a ir a ninguna parte

Vivir lentamente, dejando que el día se deslice sobre mi piel, sin prisa.

Salvo si hay agua, mucha, abundante, y mi nariz pasa a ser un juguete, regocijándome con frescos chorros, y barro en abundancia para mi piel.

Los elefantes damos gracias por la brisa fresca, y por cada trago de agua, y aprendemos como encontrarla. Para ser elefante, hay que saber muchas cosas. Dónde están los pozos que no se secan, cuáles son las mejores rutas, cómo excavar buscando el agua.

Aprendería a leer con mis manos. Sí, esas que, aparentemente, sólo me llevan. Pero también escuchan. Mis manos leen los murmullos del suelo, y los pasos cercanos y lejanos. Si fuera un elefante sabría reconocer las señales de otros elefantes a muchos kilómetros, dando secos pisotones para decir dónde están. Y reconocería el sonido, único, del agua bajo la dura costra reseca bajo el sol.

Sabría guardar esas energías que ahorro lentamente, día a día, para los breves momentos en los que la vida se acelera. Cuando hay que luchar para copular, para defendernos si alguien nos ataca, para proteger a los pequeños.

(Si fuera un elefante, ay de quien molestase cerca de mí a un elefantito)

Y, si fuera un elefante, me alejaría sin prisa de aquí, caminando despacio hacia el crepúsculo, perdiéndome entre las altas hierbas mientras los últimos rayos del sol tiñen de rojo la llanura y acarician mi espalda.

Sería bueno vivir esa vida, larga y calmada, paso a paso, caminando sin prisas a lo largo de los años, viendo pasar las primaveras y los estíos, la lluvia y la sequía.

Si no existieran los humanos, sería bueno ser elefante

lunes, 20 de junio de 2011

LOS OKUPAS DEL QUINTO (y otros encuentros con la naturaleza)


Como ya he mencionado, tenemos  una abundante fauna gracias a nuestra cercanía a diversas zonas campestres. Eso es algo que puede apreciarse especialmente en los meses de mayo y junio, cuando las florecillas se abren airosas por todas partes y los animalicos, repletos de hormonas, se dedican a procurar que una nueva generación venga al mundo (lo que viene a ser, dicho vulgarmente, follar sin condón, pero en plan zoológico)

Es en estas fechas cuando más fácil resulta encontrarse de frente (o de costado) con la vida en plena ebullición, y nuestra casa ha sido mudo testigo de varios de esos encuentros. El último, y uno de los más prolongados y ruidosos que recuerdo, empezó a finales de abril.

Nuesto piso es un cuarto, que en esta zona es la máxima altura permitida para una vivienda, pero la azotea encima nuestro se ha convertido en un quinto habitado. No por humanos, sino por una animosa familia de mirlos. Al principio y sólo de cuando en cuando oíamos un revoloteo encima de nuestra cocina seguido de algunos tímidos pi, pi, pi poco perceptibles.

A finales de mayo hubiéramos tenido que ser completamente sordos para no saber lo que teníamos encima. Por que los mirlitos crecen, y muy rápido. Y crecen sus exigencias de alimento y sus voces, a la par que empeoran sus modales. Francamente, espero que los mirlos disfruten de la follada mientras la echan, porque las consecuencias de la misma no se parecen demasiado a las románticas imágenes de niditos acogedores con educados y alegres pollitos cantando felices ante sus orgullosos padres.

El escenario usual de un plácido sábado por la mañana, cuando un servidor de ustedes se dispone a desayunar con la mujer de su vida en un ambiente de relajación y, por qué no decirlo, todavía una agradable somnolencia, se veía interrumpido aproximadamente cada cinco minutos por la llegada de alguno de los emplumados progenitores, verdaderos estajanovistas de la alimentación. Al veloz revoloteo seguía una serie de estruendosos ¡PIO!¡PIO¡PIO! a cuatro voces, acompañados del sonido de una batalla campal, con arrastrones, empujones y forcejeos, seguidos en las últimas semanas de una ruidosa persecución mientras el papi o la mami intentaban arrojar las viandas a las bocas de sus hijines mientras intentaban no ser devorados en el proceso. Luego, mientras los hermanitos se zurraban por los despojos, los responsables, no sin alivio, se alejaban a toda velocidad en busca de más provisiones para su plaga familiar.

Ya hace una semana que no oigo peleas pajariles, así que probablemente nuestros ruidosos inquilinos han abandonado ya el hogar que les vio nacer. Por desgracia no parecen haber logrado comerse a sus papis, luego la próxima primavera volveremos a ser deleitados por tan musical crianza.

Otro contacto usual en esta ciudad abundante en picos y plumas es el avistamiento de nidos de paloma torcaz. En teoría encontrar sus nidos no es fácil, dado que suelen situarlos en lo alto de árboles muy frondosos para escapar al calor y las solaneras, pero un sutil detalle permite al observador atento descubrir su presencia. Se trata del acúmulo de ñordos que se forma a sus pies, ocupando de media una superficie de dos metros cuadrados por nido, y veteado de un lamentable color violáceo motivado por la ingesta abusiva de moras de árbol. Ingesta que, sospecho, también se relaciona con el enorme volumen de las deposiciones.

Eso no supondría un problema demasiado grave de no ser por dos motivos. El primero es la escasez de plazas de aparcamiento, que obliga a los conductores a dejar sus vehículos en zonas extremadamente peligrosas. En el caso de automóviles que no se mueven entre semana, el resultado puede ser la pérdida casi completa del color original bajo el bombardeo caquil, salvo que por casualidad el coche fuera previamente de color morado (e insisto, no es un morado especialmente atractivo).  El otro es la abundancia de parques donde, indefectiblemente, los bancos se sitúan bajo árboles frondosos para ofrecer una sombra adecuada a las mamis en los calores del estío. Por desgracia ese es el tipo de árboles más apreciado por las simpáticas avecillas, y los bancos suelen necesitar un repintado a su color original cada mes y medio, precedido de un cuidadoso raspado de deposiciones y (espero) un buen desinfectado con zotal.

No quiero que penséis que todos los encuentros con el mundo animal son incómodos. Hay contactos muy instructivos gracias a la abundancia de insectos que nos rodea. Tenemos afanosos y culigordos abejorrotes zumbando por todas partes, con una curiosa predilección por los setos de madreselva (no tan curiosa, ya que huelen maravillosamente, con un tono a vainilla que casi hace salivar) y una buena cantidad de avispas cazadoras. No me refiero a la clásica avispa papelera negrigualda, que suele hacer nidos comunales de cartoncillo gris, sino a avispas alfareras, de cintura larguísima y vida solitaria, siempre ocupadas en la confección de nidos individuales donde depositar un huevecito y algo de comida, generalmente en forma de larva anestesiada.

Estos elegantes himenópteros buscan lugares resguardados, tranquilos y frescos, y han decidido que nuestro hogar es uno de ellos. En lo que va de año nos hemos encontrado ya cuatro vasijitas de barro adheridas a nuestras cortinas, tanto en el salón como en la cocina, que sólo esperaban el regreso de su autora con provisiones para recibir el sellado y los toques finales. Son una verdadera curiosidad, recipientes formados a base de pedacitos diminutos de tierra masticada por la avispa hasta formar un anforita alargada o rechoncha de hasta tres centímetros, firmemente adherida a a tela. Por desgracia mi chica no comparte mi entusiasmo por la observación en directo de la naturaleza y ha procedido en todos los casos a un inmediato desahucio.

Las avispas no se dan por aludidas. Parece que nuestra vivienda está clasificada en su guía michelín como un alojamiento de muchas estrellas, porque no pasa una semana sin que alguna de esas abnegadas artesanas ronde por nuestras ventanas, buscando una oportunidad para aportar su granito de arena (o de barro) a l ajuar.

Como punto final quiero mencionar un simpático encuentro que tuve hace una semana. Estaba en mi dormitorio calzándome cuando vi una forma gordota y llena de patas moviéndose al lado de nuestra camilla de masajes. Afortunadamente para el visitante, fui yo quién le localizó. De haber sido avistado por mi chica, ésta hubiera empuñado la zapatilla y sólo a posteriori hubiera intentado intentado una identificación, si es que hubiera quedado algo lo bastante entero como para un análisis forense. Porque nuestro torpon amiguete no era una cucaracha (animal fascinante, sin duda, pero al que creo que todos preferimos mantener a una distancia razonable de nuestras casas) sino una regordeta cetonia, uno de los escarabajos más bellos de la cuenca mediterránea. 

Supuse que se trataba de eso cuando vi su forma robusta y un ligero brillo metálico en su dorso, incluso en la penumbra del dormitorio. Debió ser arrastrada por el viento, que ese día soplaba muy fuerte y buscó refugio entrando por nuestra ventana. Avisé a mi chica y nuestro hijo, les pedí un vaso y una hoja de papel para cogerlo sin dañarlo y luego lo llevé al balcón para que lo vieran al sol, con todo su esplendor. Allí pudimos deleitarnos con el soberbio verde irisado de su cuerpo, producto de un asombroso efecto de polarización lumínica. Bueno, mi hijo y yo nos deleitamos. Ella lo vio, dijo sí, muy bonito, y ahora sácala de casa, así que procedí a dejarla en una maceta del balcón para que se recuperara del susto (en cuanto notó que lo cogían se hizo el muerto) y al caer la tarde ya se había largado.

Pese a las molestias que pueden surgir de forma ocasional, creo que vivir en una población con tantos vecinos no humanos es una suerte. Siempre me paro a observar cuando noto un movimiento inusual en la hierba, o escucho algún trino desconocido, y teniendo hijos es bonito dar en directo una breve clase sobre entomología u ornitología, de esas que despiertan el entusiasmo de los chavales, con espontáneas frases del tipo  Papá,  ¿queda mucho? y vámonos ya, que quiero llegar a casa. De acuerdo, no me darán el premio al papi más divertido y enrollado del año, y sí, reconozco que cuando me encuentro con un bicho interesante me pongo un poco plasta. ¿Qué puedo decir en mi defensa? Me fascinan las cosas vivas, incluyendo algunas que suelen dar bastante repelús a mucha gente.

Soy rarito, lo sé, y en general mis intentos de interesar a mi chica por un nuevo espécimen son recibidos con miradas cansadas y gestos de somnolencia. Pero aún no me ha echado a la calle, así que supongo que compenso mis defectos frikunos con mis virtudes como compañero y amante. Y no os riáis, no, porque tengo en marcha un experimento a largo plazo para saber si ése es el caso. Seguiré dando la vara con los bichos año tras año, y si el día en que ya no se me levante la picha me toca dormir en el rellano, sabré que tenía razón. Será un momento triste y frío, pero podré consolarme diciéndome José Antonio, amiguete, eras lo bastante bueno follando* como para que te aguantaran tus rarezas.

* Ya pensabais que no iba a hacer ninguna alusión marranilla ¿eh? Qué poco me conoceis.