Mujer iroqués

sábado, 8 de mayo de 2010

Mis problemas con las mujeres


Cierta vez mi amiga S se me quedó mirando y me dijo José, tu problema es que te gustan las mujeres. Años después me aclaró que quería decir que me gustaban más que a un tonto un lápiz, pero el daño estaba hecho: esa frase me hizo pensar en mi relación con las féminas y los problemas que me aparejaban.

Vale, me gustan las mujeres. Como a la mayoría de hombres ¿no? Pues no. Observando a mis conocidos (sí, observo, uno es así de raro) vi una diferencia básica. Mis amigos, como yo, hacían todo tipo de majaderías a la hora de intentar llevar al huerto a alguna moza de buen ver. Había, eso sí, un matiz, y es que en general a ellos les funcionaba, pero era tan sólo una cuestión de habilidades sociales y aspecto físico. Servidor era un tímido compulsivo que disimulaba el pánico con crisis de logorrea, de apariencia poco impresionante y discutible gusto en el vestir.

No guardo rencor a mis conocidas por su falta de interés en mi persona, porque yo tampoco lo hubiera sentido, pero las escasas (contadas con una mano) que sí se interesaron tienen mi eterno agradecimiento. Salvo una, pero esa es otra historia.

La diferencia real era otra: a mis amigos les molaban las tías, pero resueltos los asuntos íntimos, lo que viene a ser mojar el churro, su interés desaparecía y era reemplazado por una fuerte tendencia al gregarismo masculino. A la hora de salir de copas, ir al cine, jugar una partida de cartas… en resumen, para cualquier actividad que no incluyera el sexo a mis amigos les gustaba estar con hombres. Y a mí no.

Disfruto mucho con mis amigos en petit comité. Pasar una tarde con J, P o L es genial: charlamos, debatimos, nos indignamos… recuerdo con placer una noche con mi impresentable amigo El Primo, durante la cual apuramos una botella de Soberano a fuerza de colacaos y en la que la conversación derivó de la economía mundial a la extinción del Cretácico pasando por las costumbres bosquimanas. Y las tardes de mus, repletas de malsonancias y amenazas a la integridad anal de los presentes a medida que las cartas se calientan son una pura delicia. Pero cuando la cifra de asistentes supera un límite me siento incómodo. A ellos no: más tíos suman más gritos, más becerradas y más juerga.

Pensemos en el espectáculo de los deportes de equipo. Hasta dos docenas de hombres viriles y sudorosos ataviados con ropas que muestran sus musculosas extremidades compiten con mucho contacto físico por meterla y cuando la meten son ovacionados por miles de gargantas masculinas mientras sus excitados compañeros se arraciman sobre ellos en un alegre gangbang deportivo. ¿Y un buen concierto de Heavy? Tíos aullando mientras un machote de ceñidos pantalones frota con furia un instrumento fálico que vibra enloquecidamente.

Tras estudiar a mis amigos íntimos, a mis amistades más livianas y a mis compañeros de universidad, mili y curro llegué a una conclusión: a los hombres no les gustan las mujeres.  Les gusta acostarse con ellas, pero no su compañía. Para la mayoría de mis conocidos el Edén sería un mundo de hombres en el que las mujeres estuvieran en algún lugar alejado y sólo aparecieran de cuando en cuando con actitud de gheisas. Es más, si no fuera por la cobardía masculina ante el dolor (todos presuponen que la primera vez escuece un montón) muchos se habrían pasado al otro lado de la calle.

Mi caso es el contrario. Las aglomeraciones masculinas me agobian, los deportes de equipo me aburren y con tres excepciones (que sospecho comparten mis puntos de vista) mis mejores amistades son mujeres. Me resulta más fácil bajar barreras cuando estoy con una mujer y después de mi dueña la persona que mejor me conoce es una chica con la que sumo ya 26 años de amistad. No es la única: conservo una buena relación con todas las amigas que hice de joven y en general me es más fácil conectar con una mujer en cualquier ámbito (laboral, académico, social…).

Hay mujeres tan estúpidas como cualquier hombre estúpido, pero en igualdad de condiciones colaborar con una mujer es más enriquecedor, quizás porque ellas tienen que esforzarse el doble para obtener el mismo reconocimiento que un hombre. Y no sólo en el aspecto laboral: una tarde de copas, una conversación, incluso un simple paseo resultan mucho más agradables. Supongo que mi escasa presencia física juega a mi favor: no supongo una amenaza viril, con lo que la relación fluye de forma relajada y fructifica.

Relajada por parte de ellas, porque además de gustarme su modo de funcionar, encuentro atractivas al 75% de las mujeres comprendidas entre los 18 y los 60. Y no porque sean guapas o estén macizas: recuerdo a una chica, MJ, que podía resultar físicamente invisible, pero cuando reía parecía iluminarse y yo no podía dejar de mirarla. Unas me atraen por su manera de moverse, por su desparpajo o su mala leche, otras por su estilo de vestir  o porque nos hemos mirado al cruzarnos en la calle y ya no se me va su imagen de la cabeza en horas. Si a eso le añadimos que en este país más de la mitad de las mujeres son objetivamente muy guapas, puedo decir que vivo en mundo maravilloso pero estresante.

El asunto supera la atracción sexual o la amistad. Siento envidia: veo a una mujer, me veo a mi y la comparación es desoladora. Están mucho mejor diseñadas y tienen unos acabados más cuidados. Los genitales masculinos cuelgan de mala manera y estorban al andar, los femeninos están perfectamente integrados e incluso los pechos, si no son demasiado grandes, se ajustan estupendamente al perfil del cuerpo. En cuanto a los aspectos puramente sexuales tengo la sospecha (miento: el absoluto convencimiento) de que el orgasmo masculino es una mierdecilla y en una buena follada ellas se lo pasan mucho mejor que nosotros. Si le añadimos el superpoder de hacer niños, los hombres somos humanos de segunda regional.

Una vez soñé que era mujer. En mi sueño me ligaba a un macizo (por suerte desconocido) y me lo follaba. Me desperté en un estado de avanzada confusión emocional: si creyera en el psicoanálisis diría que en ese momento era pura carne de diván. A veces tengo la sospecha que más que un heterosexual soy un homosexual al cuadrado: una lesbiana perdida en un cuerpo equivocado.

S tenía toda la razón: me gustan las mujeres, y mis problemas con ellas se resumen en uno: que yo no lo soy.

11 comentarios:

La de la ventana dijo...

Eso no es ningún problema. Si fueras mujer, todas las ventajas que tienes siendo hombre desaparecerían: entre nosotras somos malas, traidoras y envidiosas.

José Antonio Peñas dijo...

Pues no lo sé, Teresa: supongo que como cualquier persona, pero conmigo no lo sois, y la fascinación permanece.

La de la ventana dijo...

Claro, porque eres hombre... Y sabernos fascinantes también resulta algo muy sugerente para nosotras.

¿Por qué te crees que tienes tantas lectoras?

;-)

José Antonio Peñas dijo...

Pues yo hago por atraer público masculino, pongo imágenes de teta y culo, menciono temas guarrindonguillos, pero no sé, no acaba de funcionar.

A lo mejor si pusiera imágenes de futbolistas sudorosos… Quién sabe, puede que después de todo mis teorías tengan sentido

Samu Que Mas Da dijo...

Juas. Tío, ya lo he dicho, pero me gusta cómo escribes y lo que dices. Quizá no te importe en absoluto, pero mi mejor amiga es una amiga, como su nombre indica, y tengo la misma impresión sobre los orgasmos, si no, ¿por qué se iban a estremecer de esa manera?

José Antonio Peñas dijo...

Aquí, entre nosotros, lo diré por la boca chica por si me linchan mis amigos.

(por compasión, para hacernos sentir importantes)

molinos dijo...

...mmm....tengo cosas que decir a esto..pero mejor mañana...hoy me caigo de sueño..

La de la ventana dijo...

Jajajja... Realmente es para daros envidia. Y para picaros, y que os esmeréis todavía un poco más.

Y funciona.

pampa dijo...

Menudo temazo has tocado... ni más ni menos que las dos culturas de género. No sé si serán aprendidas o no, pero haberlas, haylas.
Me alegro mucho de que te sientas tan a gusto entre mujeres. Será que lo notamos y por eso es mutuo.
Sobre el placer en la cama tengo dudas. Hay mucha teatrera suelta, que lo sé yo.

Anónimo dijo...

es posible que seas un gay aun sin salir del armario

LaTomasa dijo...

jji, me gusta lo de lesbiana atrapada en cuerpo de hombre... me siento inversamente igual desde siempre (gay en mujer...) y... parece que se anula, pero no... es algo... es algo... es curioso pero es cierto que la gente te trata según te percibe físicamente... y... hay demasiado pocas opciones... faltan cartas en la baraja esta.

:)